AUTOR: Pedro Pablo Pereira
(En la gráfica, declaraciones de Sant Roz, en defensa de los ríos de Mérida, lucha perenne en defensa del ambiente… del 11- 10- 87)
1967: Conozco al poeta suicida y romántico Winston Campos Rodríguez. Doy clases en el Liceo Núñez Ponte y en el Colegio San Antonio de la Florida.
El Instituto Pedagógico de Caracas no llegaba ni siquiera a ser un liceo grande, como se decía. La calidad profesional de los docentes, por ejemplo, en el área de Física y Matemáticas era muy pobre. Por lo general los estudiantes provenían de las clases más pobres y lo que deseaban con urgencia era tener un título sin importarle si sacaban o no una buena carrera; ansiaban era emplearse en algún liceo, y tener con qué ganarse la vida.
Los que salía, pues, de aquel Instituto Pedagógico, tenían por lo general una preparación muy deficiente; si querían realmente saber algo lo tenía que hacer como autodidactas o comenzar a estudiar de cero, y peor aún tratar de olvidar todo lo malo que se le había enseñado. Cuando cursaba mi segundo año en este Instituto, se agregó un nuevo profesor a la planta profesoral, se trataba del señor José Vicente Ortiz quien se encargó de la cátedra de Álgebra. Era un tipo de aspecto desmadejado, flaco, con un tic nervioso en el cuerpo como poseído por un exceso de energía y como si en todo momento estuviese pensando en varias cosas a la vez.
La historia de este personaje José Vicente Ortiz es harto singular: no llegó a concluir el bachillerato, pero por pura curiosidad se metía en las clases que se impartían en la Escuela de Matemáticas de la UCV, siendo director, el famoso Raimundo Chela. Destacaba en estas clases José Vicente Ortiz por su gran talento que sobrepasaba a los que allí asistían formalmente. Era muy pobre José Vicente Ortiz y para la época en que iba a la UCV, pasando mucha hambre, un hambre que le quedó para toda la vida; él estaba residenciado en el barrio La Charneca, por San Agustín. Sería tal el talento de este muchacho, que Raimundo Chela decidió recomendarlo con una carta a la universidad de la Sorbona. En Francia el muchacho de La Charneca se destacó de manera tal que fue asistente de conocidos matemáticos franceses. José Vicente Ortiz era un enamorado de las matemáticas y nunca se ocupó por obtener un título formalmente, de modo que cuando le pedían un currículo para poder emplearlo él se molestaba y mandaba a la gente a la mierda.
Fue a mediados de los sesenta cuando José Vicente Ortiz llegó a su país con su esposa francesa. Se dirigió a la UCV pero no lo quisieron contratar. El director del Departamento de Matemáticas del Pedagógico, el profesor Alejandro Rodríguez, quien era un hombre que comprendía a los sabios neuróticos, decidió incluir a José Vicente Ortiz entre grupo profesoral del Departamento.
Pues bien, el primer día de clases que en mi segundo año, tuvimos con el profesor Ortiz, éste, tomando en sus manos el programa de Álgebra que se le asignaba, dijo a pleno pulmón: “-Esto tiene que haberlo hecho un borracho”; algo que no debió haber dicho en el sentido en que lo planteaba, asegurando que ese programa era una barbaridad o una estupidez, por cuanto el propio José Vicente Ortiz terminó sus días completamente alcoholizado, como un mendigo o muerto de hambre por los alrededores del antiguo Nuevo Circo, y siendo abandonado por su mujer y sus hijos quienes regresaron a Francia. Recuerdo que en esa clase, el señor José Vicente Ortiz comenzó por preguntarnos, uno a uno, “¿qué es sumar?” Pasamos a la pizarra uno por uno y nadie supo. José Vicente Ortiz estaba alarmado, no sabía en qué infierno había caído como profesor, y era que la preparación de nosotros era horrible, y la mayoría de los profesores que nos daban clases, por lo general bárbaramente mediocres.
Entonces, en todos los niveles de los estudios de matemáticas en el Pedagógico, se despertó un odio tremendo contra José Vicente Ortiz. Hubo protestas, pintas en su contra en muros y paredes, quemas de cauchos, marchas, se trancó la avenida Páez del Paraíso por varias semanas, y ante aquel escarnio y brutalidad sólo dos estudiantes nos opusimos a este bochorno y degenerado crimen: Alfredo Zavala y mi persona, quienes rompimos carteleras que contenían vulgares escritos contra José Vicente Ortiz, que destruimos pancartas y afiches que exigían se echase del Pedagógico a este eminente investigador, todo, porque en los fulanos protestatarios lo que primaba era su interés por graduarse no saber, no formarse seria y responsablemente.
A diferencia del Pedagógico, la Escuela de Matemáticas de la Universidad Central de Venezuela contaba con extraordinarios talentos, muchos de ellos venidos de Argentina, entre los cuales cabe mencionar a Carlos Domingo, a Oscar Varsavsky, Manuel Bemporad, Julián Araoz y Víctor Pereyra. En algunas materias, logramos tener de profesores a distinguidos matemáticos de la UCV, como los hermanos Rafael Orellana y Mauricio Orellana, a Jesús González, a Julio Jiménez, a Arturo Rodríguez Lemoine y a Carlos Finol.
1969 – Julio –Diciembre: Me gradúo de profesor. Soy detenido y llevado al Retén de Cotiza, por un pleito con policías durante una requisa, al tratar de defender a Winston Campos. Paso varios días detenido en un cuartucho por “alzao, grosero y comunista”, junto con una bandada de ladrones.