(EN LA GRÁFICA VEMOS A SANT ROZ CON EL FILÓSOFO MARXISTA JAMES PETRAS)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira.
15 -3 -1994: Hoy se inicia en Mérida las consabidas competencias «deportivas» universitarias que le cuestan al país más de cuarenta millones de bolívares; la competencias de truco, billar, dominó y bolas criollas inauguradas por el ministro de Educación Antonio Luis Cárdenas. Un millón de bolívares (unos 9.500 mil dólares) se echaron al buche en la inauguración de los fulanos juegos.
… Las licorerías del centro quedaron despaturradas.
16 -3 -1994: El grupo de profesores deportistas que se alojaron en el hotel Don Juan no dejaron dormir a los vecinos del sector en toda la noche. Tuvo que ser llamada la guardia nacional y la policía. Uno que se plantó frente al hotel gritaba a todo gañote: “¡Viva la autonomía universitaria!”
Por favor. Que se diviertan.
17 -3 -1994: Ayer se consumó la conspiración para destituir a Edgar Alfonzo -Arriaga de su cargo de Secretario de Cultura de APULA, por no responder a los intereses de la casta dominante.
Anoche apareció el presidente de APULA por la Televisora Andina (TAM) lanzando furibundas acusaciones contra Edgar Alfonzo y contra mí. A Edgar Alfonzo lo llamo sinvergüenza y desquiciado e incapacitado para dictar clase en una universidad. Era de delirio mirarle el rostro descompuesto y ditirámbico acusándonos de querer destruir la academia, el buen rumbo de la educación y la mejor manera de conducir a nuestros jóvenes estudiantes.
Hoy se presenta el libro “Había una vez un cristofué”, del profesor José Zambrano y editado por nuestro Taller de Literatura (Kariña editores).
14 -3 -1994: Hoy termina el paro de transporte y, con un acuerdo (entre «dirigentes estudiantiles», choferes de buseta y la Alcadía) sobre un costo para el pasaje tal cual como lo habían exigido los buseteros.
El auditorio Francisco De Venanzi de la Facultad de Ciencias estuvo abarrotado, en el acto de presentación del libro de Zambrano. Se presentaron los Niños Cantores de Mérida y se vendieron algunos libros. Todos nos retiramos a las 7:30 de la noche. Allí vi a Edgar Alfonzo-Arriaga, quien está emocionalmente afectado por la guerra que le hacen desde APULA, el partido AD y su propio partido COPEI, porque ahora vengo a enterarme que es de la tolda verde. ¡Cómo se le ocurre! Casi toda la planta profesoral de la Facultad donde trabaja se ha volcado en su contra. Lo importante es que no vaya a desquiciarse por eso, porque es lo que buscan. Le digo que se mantenga firme en su lucha y en sus principios, y que no vaya a perder ni un segundo la confianza en sí mismo.
Conocer a los hombres es horroroso.
Gisela Barrios me llama para informarme que como abogado, ha estado en los Tribunales y que efectivamente existe en mi contra una acusación penal por difamación e injuria solicitada por el abogado apoderado de Juan Félix Sánchez; que se encuentra en el juzgado Segundo, primer piso, a cargo de un juez de apellido Rodríguez Molina, y que el expediente es el Número 66 -11. “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas”.
Leo a Papini: “Los pecados pueden reducirse a uno, el pecado contra el espíritu; la ofensa a la verdad, la traición a la verdad y al espíritu… los ladrones roban los bienes deleznables, los asesinos matan al cuerpo perecedero. Pero estos hipócritas (los fariseos) ensucian las palabras del absoluto, roban las promesas de eternidad, asesinan las almas. En ellos todo es ficción: el hábito y el discurso, la enseñanza y la práctica. Los hechos niegan sus palabras, su interior no responde a lo externo, su secreta suciedad desmiente todas sus exigencias”.
19 -3 -1994: El padre Santiago López-Palacios entra otra vez en un estado de suma gravedad. Vivimos días de mucho calor, de un sol intenso como si estuviéramos en Maracaibo o Cabimas. El clima está completamente trastornado.
Por la tarde hago una rápida visita a Carlos Chalbaud, y luego voy a casa de Gisela Barrios en la Mucuy. Hoy es día de San José, el santo de los pendejos. Venezuela se arruina; Caldera se muere de viejo y no piensa sino en colocar en elevados cargos del gobierno a familiares suyos, a maulas empresarios y banqueros; el ministro de Minas tiene como concubina a una hija de Caldera. Pareciera que Miraflores emputece a todo aquel que se instala en sus aposentos.
20 -3 -1994: Salimos de paseo con mi prima Soraya y su esposo Luis. Día más o menos tranquilo. Gisela Barrios, la esposa de Jean Marc de Civrieux, me cuenta que el abogado apoderado de Juan Félix no ha ratificado su demanda contra mí; que ella se mantendrá informada de lo que este señor haga en el juzgado; el lunes pasará a ver cómo va este asunto.
21 -3 -1994: He ido a visitar al padre Santiago y hemos salido juntos a hacer algunas diligencias. Ha llovido intensamente, ha sido la lluvia más severa que ha caído este año. Estuve recordando con el padre una anécdota en la cual un novel escritor le lleva unos poemas a Miguel Antonio Caro para que los lea; le pasa el primero y cuando le va a entregar el segundo don Antonio José lo para: «el otro estaba mejor, gracias» y no lo lee.
Le he hecho una visita a Carlos Chalbaud y me dice que alguien tiene que ponerle orden a este país. Me cuenta que Pedro Rincón Gutiérrez está molesto conmigo por el ataqué que le hice a la señora Jacqueline Clarac de Briceño.
24 -3 -1994: Ayer fue un día de gran ajetreo. Tuve que luchar para llevar unas portadas sobre el libro de Loski para que las plastificaran, porque el Consejo de Publicaciones se paralizará durante meses por el asunto de las malditas juergas y paros. Yo he tenido que hacer el papel de office boy, como siempre. Por otro lado, unos cien libros de “El hombre y su imagen…,” escrito por Argenis, que edité yo, y que se los vendí a Publicaciones por 30.000 bolívares, ayer resultó un tormento para que se hicieran los trámites y me los pagaran. El Director Roberto Chacón llamó a una señora encargada de pagar los cheques, y le estuvo explicando tantas cosas administrativas que desconozco si al final esta señora entendió el acuerdo; me imagino que ha llegado a pensar que yo tengo algún negocio extraño con el señor Chacón. Me sentí profundamente molesto, porque resulta que en este país los que tienen vergüenza son destrozado por la inquina de los intrigantes, y tuve que mostrarle las cuentas a la señora con una minuciosidad científica y administrativa de primer orden.
Hay también un lío inmenso con el pago del libro de Loski y me encuentro fastidiado y fatigado del trato que debo sostener con administradores de la ULA para que se cumpla el debido pago a la Editorial Alfa, donde se está imprimiendo el libro, y que es un negocio que asumió Publicaciones de la ULA, pero yo como mandadero tengo que agilizar.
Por la tarde fui a dar clases, y luego asistí al Taller de Literatura; del Taller pasamos a ver una película sobre las masacres que los militares realizan contra la población indígena en Guatemala. Nos acompañaban algunos dirigentes estudiantiles y ciertos profesores preocupados por el la etnias originales y el medio ambiente. A la media hora me retiré, pues tenía que ir a buscar a las niñas en el colegio, y dejarlas en casa pues inmediatamente debía salí para la sede de APULA, donde se realizaba una reunión extraordinaria para expulsar al profesor Edgar Alfonzo -Arriaga.
Al llegar a APULA está en dando un discurso el señor Presidente de esta Asociación, quien precisamente en sus palabras me refiere como a una persona que jamás debió haber sido admitido como profesor en una universidad. Diciendo que yo siempre estaba escurriendo el bulto para disparar por mampuesto pero que no daba la cara. La sala estaba llena de profesores, algunos de pie porque no había donde sentarse. Al verme, sufrió una congestión terrorífica delirante, y se le paralizó el habla no concibiendo que yo pudiera estar en su territorio de manera tan abusiva como desafiante; comenzó a dar alaridos contra mí de una manera verdaderamente patética. Gritaba: “-¡Eres un embustero!, ¡un traidor!, ¡un terrorista!, ¡ignorante!, ¡bandido!; sofocado por la ira, en un estado paroxístico incontrolable se subió a una silla y me espetó: » -¡Siéntate!, ¡Siéntate!, ¡Siéntate! Usted no tiene derecho a hablar aquí; usted no tiene ningún puesto aquí. Tienes que irte…»; qué espectáculo Señor. Yo estaba en calma total, al tiempo que él aumentaba los decibeles, porque sin yo haber abierto la boca se desgañitaba: «!Cállese!, ¡cállese!, ¡cállese!, ¡Y que hable de último, que hable de último, pues él no pertenece a este Consejo ni a la universidad. ¡No lo merece!»
Y repetía que él me iba a sacar de la universidad; que me iba a botar de la universidad porque ya estaba en curso la decisión de mi expulsión ante el Consejo Universitario.
Me mantuve de pie entonces, sosteniendo un paragua que llevaba en la mano y una carpeta con notas de mis alumnos; mirándole a sus ojos desorbitados, sus pómulos blancos, su pelo motudo y lanoso erizado, los labios temblorosos y las manos crispadas, los labios pálidos. Pude observar que dos mujeres que estaban sentadas al fondo de la sala aupaban al presidente de APULA en sus alaridos, y proferían gruñidos gorilescos y me exigían respeto y compostura, educación académica y universitaria sin yo aún haber abierto la boca; el resto de los señores que formaban este Consejo permanecían en un patético silencio, como momias, petrificados mirando los ires y venires de su jefe por el estrado.
Fue un momento desagradable, pero me mantuve de pie esperando a que amainaran aquellas bocanadas de furia. Calma. Calma chicha. Calmado el delirante presidente de aquella jauría, solicité el derecho de palabra, hubo vacilación si se me concedía o no, finalmente alguien señaló que debía esperar mi turno, que se leería el reglamente para saber si tenía derecho a hablar,
Se dieron discursos tan largos como para que todo el mundo huyera en estampida y nos muriéramos de aburrimiento y quedará yo sepultado los alaridos proferidos el Jefe. Al rato, cuando me tocó hablar le pregunté al Presidente de APULA si él creía que yo podía aterrarme por todos sus ridículos gritos y espasmos. Que por qué no presentaba sus cuentas, que por qué asumía que APULA era suya. Luego saltaron defensores por los cuatro costados de la sala y me dijeron que se me había terminado mi tiempo de exposición, y fue tal la alharaca que un tipo con un enorme vozarrón se impuso diciendo que era su turno. Siguieron otras intervenciones largas y fastidiosas y la reunión terminó a las 9:00 de la noche con un largo discurso del Jefe en el que advirtió al público: » -Ustedes verán como Sant Roz escribirá un artículo diciendo que yo lo insulté y que quise pegarle; ustedes verán; eso es inevitable, el próximo miércoles volverá a escribir contra nosotros; dirá horrores, calumnias, insultos, vulgaridades, mentirás, volverá a mentir…».
Desde hace meses ha aparecido un loco que me persigue por todas partes. Como dirigí la edición del libro que Zavrostki tradujo de Loski (La intuición sensorial, intelectual y mística) y no lo mencioné en el prólogo, ha desatado tal furia contra mí, que llama a mis amigos por teléfono a toda hora hablándoles barbaridades en mi contra; a mí me deja mensajes por todas partes y ha solicitado entrevistas con el decano de la Facultad de Ciencias para que elabore un remitido por la prensa y me censure públicamente; habla contra mí con personas que me conocen, quiere que el decano y no yo, sea quien escriba el prólogo el libro de Loski; total, el tipo está de atar. Lo último que ha desatado es una campaña contra la portada del libro, diciendo que está plagada de errores. Este pobre hombre de veras me tiene harto, y lo peor: no se le puede decir nada. En días pasados, mientras hablaba en un acto, de pronto lo vi entre el público y aproveché la oportunidad para hacerle el reconocimiento que no le había hecho en el libro de Loski y entonces se despepitó diciendo que si no hubiese sido por él el libro no habría sido publicado. El tipo se sonrió y terminado el acto corrió a saludarme y a abrazarme; creí que me lo había quitado de encima, pero ayer (cuando me encontraba reunido con la gente del Taller de Literatura) ha vuelto, con sus mismas manías y ha dicho que el prólogo está pésimo, lleno de errores y que hay que cambiarlo; que es una verdadera vergúenza que un libro que lleve el sello editorial de la universidad contenga horribles errores en la portada; le pregunto cuáles son los errores y me dice que no los recuerda. El tipo se va silbando y me dice que mañana me entregará un texto que debería ser el verdadero prólogo que debe llevar el libro de Loski.
“El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene.” Pascal
25 -3 -1994: A las siete de la mañana suena el teléfono: es Carlos Chalbaud. Me pregunta cómo veo la situación mejicana donde han matado al candidato del PRI.
México, le digo, se colombianizará, y estos son los primeros síntomas de que ese país comienza a ser controlado por las mafias internacionales y el propio narcotráfico. Se trata del candidato Luis Donaldo Colosio, que cometió en su campaña el “crimen” de criticar la gestión del presidente Carlos Salinas de Gortari. El 23 de marzo de 1994, Colosio estaba en la ciudad de Tijuana para dar un discurso. Un sicario va y lo ejecuta a poco de terminar su discurso. La mano peludita de los gringos está allí, le digo, señor Chalbaud.
Seguidamente se mete en nuestra conversación el señor Burelli Rivas, el flamante actual canciller, y me cuenta que este señor trabajo, durante la época de Pérez Jiménez en la embajada de Washington al lado de Pedro Estrada. Por otra parte me refirió que la ministra de la Familia doña Mercedes Pulido de Briceño, es suegra de un hijo de Caldera; el ministro de Minas, hombre casado, es la amante de una hija de Caldera y por eso el presidente lo ha invitado a gobernar; Juan José, su hijo, es el máximo dirigente del partido Convergencia en el Congreso, y el otro hijo Andrés se encuentra en la Secretaria de la Presidencia mandando porque el padre no puede. Yo le digo al doctor Chalbaud que así todo queda en familia, y que como rezan unidos…
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Cuando se enteró en 1953, que el doctor Joaquín Mármol Luzardo había sido nombrado rector de la Universidad de Los Andes por Pérez Jiménez, se fue a la alcabala de La Puerta, a esperarlo para pedirle un cargo. Don Joaquín lo nombró adjunto a la Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes, entonces presidida por Luis Spenitti Dini. Cuando Luis Spenitti Dini pasó a ser decano, Burelli Rivas quedó encargado de la Dirección de Cultura.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Se casó con una sobrina de Alberto Adriani. Poco después de la boda, una persona se acerca a la esposa de Burelli y le entrega un sobre. La pareja luego del agasajo toma el camino del páramo y en extrañísimas circunstancias el carro se va por un barranco, pero “Burelli consigue saltar de él milagrosamente”. ¿Qué fue lo que se le reveló a la novia en ese sobre?
Luego Burelli en segundas nupcias se enlaza con una hija de Mario Briceño Iragorry.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Trabajó a las órdenes de Pedro Estrada en la embajada de Washington, y su función era espiar el movimiento de los exiliados.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: En 1955 Burelli trabajaba como director de cultura de la Universidad de Los Andes, cargo que se lo consiguió el rector de esta casa de estudios, el doctor Joaquín Mármol Luzardo. Temiendo ser detenido por la Seguridad Nacional decide irse del país, y el Cardenal Quintero le da cien fuertes para que coja hacia Colombia. Pasa un tiempo en Bogotá y de aquí se traslada a Madrid donde vive a costa de su suegro, Mario Briceño Iragorry y de una “ayuda” mensual de 400 dólares que le enviaba el rector Joaquín Mármol Luzardo.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Vuelve a Venezuela y el doctor Mármol Luzardo se convierte en el médico de su familia, de manera gratuita. A Burelli lo opera en dos ocasiones, opera también a la mujer de Burelli, a su chofer, y le atiende cuanta consulta médica requiera durante varios años gratuitamente.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Nos encontramos en 1963, en plena campaña electoral para la presidencia de la república. Se presenta Burelli a visitar al Cardenal Quintero, y éste está conversando con el padre Ecio Rojo Paredes y el doctor (y ex sacerdote) Luis Negrón Dubuc. Burelli encuentra a estas personalidades escuchando un programa de radio en el que el el candidato a la presidencia de la república Raúl Leoni está dando un discurso. Exclama Miguel Ángel: “¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar a este imbécil que pretende ser Presidente de la República?”. Le responde el Cardenal. “Miguel, ten caridad cristiana, ten en cuenta que es un hombre escaso de recursos, pero muy bueno”. A los pocos días triunfa Leoni, y nos encontramos a Burelli encargado del Ministerio de Justicia.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Refiere Sanín en su libro[1]: “El 18 de septiembre de 1975 llegó de Washington el Embajador Burelli Rivas como emisario de Ford y de Kissinger con una carta fatídica. El señor Pérez llamó en consulta al ex Presidente Betancourt, al Canciller Escovar Salom, al ministro Valentín Hernández y al Secretario Piñerúa Ordaz; y les planteó en Miraflores la necesidad de “salvar la nacionalización petrolera y los envíos de petróleo a los EE UU”, con una posición conservadora, tímida y claudicante en la conferencia de la OPEP, en cuyo seno Venezuela pasó a ser el very good fellow del gobierno norteamericano, con menoscabo de un liderazgo que habíamos tenido desde los tiempos de Pérez Alfonso”.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Canciller de Caldera (segundo mandato). Al producirse la masacre de Cararabo, de inmediato sale a dar declaraciones para disculpar al gobierno colombiano.
Cuando ocurre el espantoso asedio policial al Centro Clínico del Urológico de San Román para abatir a unos secuestradores, al doctor Joaquín Mármol Luzardo -que tiene allí su consultorio y es accionista principal de este centro-, le matan a una médica, y además, a su carro, una camioneta Toyota, muy costosa, los destrozan a balazos. Tres muertos hubo dentro de la camioneta del doctor Mármol. En las gestiones que trata de hacer el doctor Mármol Luzardo ante el gobierno para que le reconozcan parte de los daños ocasionados, Burellis Rivas, canciller de la República, se presenta en el consultorio donde el famoso ex rector está abatido. Burellis trata de calmarlo y de consolarlo y le dice: “Mármol, eso pasa en todas partes”. El doctor Mármol se estremece: “¿Cómo que en todas partes? Hágame el favor y se sale inmediatamente de mi oficina, que no lo quiero volver a ver jamás”.
Burelli Rivas, Miguel Ángel: Tuvo siempre un sueño: pertenecer a la Academia de la Historia de Colombia.
Viernes de Concilio. Día claro y hermoso. La Facultad se encuentra un poco desierta. Pedro Pablo ha cerrado el laboratorio de computación y se ha marchado. He quedado en solo en los pasillos, esperando a mis alumnos del postgrado…
[1] Ut supra.