AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Periera
1 -3 -1993: El libro del Padre Santiago sigue tan crudo como el primer día que lo entregué a la imprenta de la Facultad de Ciencias. El señor Carlos Colmenares, encargado de este departamento no tiene respuesta como jefe, y uno no sabe a quién culpar. Me cuesta encontrarlo en su puesto de trabajo por sus múltiples ocupaciones (supongo que son ocupaciones) y cuando me lo encuentro asegura que en dos días el libro estará listo. Para no empeorar las cosas me contengo, y trago arena. Recuerdo el fervor que puso Colmenares cuando Chávez se sublevó aquel 4 de febrero y cuando me lo conseguí en el patio de la Facultad me dijo: “-Caramba profesor, ahora sí hay quien le va a echar bolas para arreglar este país…”. ¿Qué tal, si llegara de veras una revolución que le imprimiera un tremendo sacudón a Venezuela? Entonces el peligro estaría en los que asumirían el poder, porque incluso podría ser que llegara un gran líder a comandar una revolución, pero si en los cargos quedan hombres mediocres y débiles, esto seguirá estancado, pasmado, si fuerza para salir de la pava y la maldición.
3 -3 -1993: Desde hace varios días vengo organizando un acto en apoyo a Juan Félix Sánchez para que el Estado le devuelva su casa en San Rafael de Mucuchíes. Esta idea nació mientras sostenía una reunión con el abogado Álvaro Varela, encargado de los asuntos legales del viejo. El señor Álvaro me expresó las grandes dificultades que presenta el documento que al viejo forzaron a que firmara para conseguir una pronta devolución de esta propiedad. Esta casa ha sido tomada incluso para actos aberrantes como prácticas homosexuales donde la figura central de los mismos es el propio prefecto de San Rafael.
Pensando que nada íbamos a hacer para conseguir una devolución inmediata del inmueble por los líos legales, con un Poder Judicial tan idiotizado e imbécil como el nuestro, le dije al doctor Álvaro que hiciéramos un acto público de desagravio al viejo por la vejaciones que ha sufrido por parte del Estado, sin escándalos, sin gritos y sin espasmos, pero algo que la prensa nacional y regional pueda recoger para ver si en algo se conmueve la concha irreverente de la Dirección de Cultura de la Gobernación, en manos del señor Manuel de La Fuente (a quien el propio Juan Félix le rogó hace más de tres años que le hiciera las gestiones para que se le devolvieran su casa).
No queriendo que los eternos «defensores» del viejo se enteren de esta actividad, le pedí prudencia y cautela al doctor Varela. Le dije que se podía comunicar con el doctor Eurípides Moreno, para que El Vigilante llevara la delantera en información, pero que le hiciera saber que no debía conocerse sino el mismo día en que realicemos el acto en San Rafael.
Recuerdo que hace dos semanas, el viejo me mandó a llamar desde un teléfono de Mucuchies, con una joven. Esta llamada me causó preocupación, pero no podía visitarle por cuanto yo debía viajar a Trujillo para dictar un curso de postgrado.
Entretanto, la organización del acto se ha ido llevando a cabo con toda normalidad, con el único detalle de que ayer el doctor Varela me dijo que le había llamado la señora Gloria de Gutiérrez (presidenta de la Casa Juan Félix Sánchez) y que le había dicho, casualmente, que ella pensaba ir a San Rafael el día jueves (también). Esto nos ha hecho presumir que alguien se nos ha adelantado y le ha ido a contar de nuestra actividad a estos bandidos de la cultura.
Durante la visita a San Rafael, el doctor Varela ha considerado conveniente realizar una inspección ocular en la casa de los padres de Juan Félix y que tal inspección sea llevada a cabo con la presencia de un tribunal de Mucuchíes. El Colegio de Abogado, por este traslado, cobra cinco mil bolívares. Los jueces necesitan para el traslado alrededor de dos mil. De modo que ayer, el doctor Álvaro me dice que requerimos de siete mil bolívares y de dónde los íbamos a sacar. Ya yo me había comprometido a pagar la alimentación de los dos camarógrafos de TV -ULA y al fotógrafo Sócrates de la Facultad de Ciencias, pero esto último no se había tomado en cuenta a última hora.
Yo me he pasado gran parte de mi vida en estos menesteres de buscar aquí y allá para poder hacer algo de justicia en este país.
Me puse en acción: comencé una recolecta en la cual José Zambrano me dio mil quinientos bolívares; el profesor Arístides Arellán ofreció darme otros mil quinientos; le pedí a Edgar Alfonzo Arriaga y también ofreció colaborar creo que con mil o con quinientos, igual ofrecimiento nos hizo el profesor Pedro Durant. Yo he decidido contribuir con mil quinientos.
En el Patio Central de la Facultad y en camino hacia el autobús se desatan estos comentarios y recuerdos:
– La ULA con cerca de tres mil profesores: seres “pensantes”; con sus centenares de artístas, poetas, escritores, escultores, pintores… jamás había expresado con sólo un puñado de ellos (cuatro) una solidaridad tan necesaria, como la que hoy se realiza, ante las muchas situaciones difíciles que ha padecido Juan Félix Sánchez.
– Este noble anciano estuvo abandonado un tiempo, en el año de 1984, en una humilde casa del barrio Andrés Eloy Blanco. Medio ciego y sordo, desasistido, llevado por jóvenes de San Rafael de Mucuchies, deambulando por la gobernación del Estado en busca de una ayuda para que protegieran sus obras en el Tisure y en San Rafael. Algunos fuimos testigos de las veces que el entonces gobernador William Dávila Barrios, lo dejó esperando, durante horas, sin atenderle. La ULA no supo nada esto. No le interesó o no quiso interesarse por esto. Los miles de profesores estaban en sus casas o en sus aulas ausentes del «viejo» que deambula como alma en pena procurando salvaguardar para la juventud el legado hermoso de sus tallas, sus telares, sus construcciones y sus tejidos, hoy casi todos perdidos o abandonados.
– En 1984, el Museo de Arte Contemporáneo organizó una exposición con piezas del Artista del Tisure, y dos de ellas, sin el expreso permiso de Juan Félix, quedaron en manos de Sofía Imbert; además de esta insólita irregularidad, las piezas fueron dejadas abandonadas en el Potrero sin la menor consideración y sin que nadie se hubiere responsabililizado de entregarlas directamente a Juan Félix. ¿Tuvo conocimiento la ULA de este hecho?
– El 1985, el noble anciano fue secuestrado por algunos de sus protectores y llevado bajo engaño a Caracas. Apareció Juan Félix un día en Miraflores, siendo atendido por el presidente Jaime Lusinchi. Debe haber sido magnificado el estado de abandono y tristeza en que se encontraba el viejo que la generosidad del presidente se expresó dando la orden para que se le entregara un cheque. De este cheque, siempre ha querido Dios que así sea, Juan Félix no llegó a ver un centavo. La ULA no tuvo conocimiento de esta burla y si la tuvo, no la consideró tan importante como para expresar ninguna protesta.
– En diciembre de 1989, se hizo público el reconocimiento del CONAC, otorgándole a Juan Félix el Premio Nacional de Artes Plásticas. Inmediatamente corrieron los merodeadores de su fama; los más encopetados lo llevaron a Caracas. El premio en dinero fue de ciento noventa y ocho mil bolívares, los cuales – por confesión del propio Juan Félix – el señor Eduardo Planchart, los colocó en una cuenta personal y del cual el viejo nunca más volvió a saber de ese dinero. Sobre este hecho la ULA permaneció como inconmovible, muda y marrana como siempre ha sido.
De todos estos hechos existen documentos grabados y escritos fidedignos.
– La historia sobre estos desafueros es larga de relatar. Y lo que hoy nos ocupa es el hecho que la propia casa de Juan Félix, que su generosidad lo llevó a donarla al Estado para que se hiciera Cultura, hoy está abandonada, utilizada para fines deshonestos; se realizan espectáculos poco edificantes; se escucha música estridente con miniteca; frecuentada por borrachos; se concentran vendedores de verduras y en ocasiones es punto de reunión de vagos y ociosos que viven de la limosna del turista; y lo peor de cuanto allí se hace no puede contarse a través de este programa … Por supuesto que no fue para esto para lo que Juan Félix donó su casa paterna. Así como construyó la capilla de piedra e hizo un busto frente a ella en la memoria del sacerdote Ángel Sánchez Alcántara; así como entregó un terrero de su propiedad para que se construyera la Biblioteca de San Rafael, con los mismos fines había donado su casa paterna y un terreno anexo para que se hiciera un museo.
– Los trámites para la donación de esta casa han sido fatigosos, y se comenzaron a cumplir desde el año de 1984. Es insólito, realmente sorprendente, que sea el pobre Juan Félix, quien viva pendiente de implorarle al Estado que tome a su cargo cuanto ha creado. ¿Sabía esto la ULA? Desde 1984 cruza el Calvario de visitar entes oficiales, casas presidenciales de todo tipo, rogando se declare al Tisure patrimonio de la nación, y nadie le hace caso, nadie le escucha.
– Fue hace muchos años, en la época en que era gobernador Vicente Casanova, cuando Juan Félix donó su casa paterna. Para ello se firmó un documento en el juzgado de Mucurubá; entre los compromisos adquiridos en este acto estaba en que el Estado amueblaría la casa a la usanza de antes; que la restauraría de acuerdo con la época en que allí vivieron sus Padres. Y sobre todo para que fuera una verdadera casa de la Cultura.
– Nada de esto se hizo.
– La inauguró siendo gobernador Orlando Gutiérrez. Pero no pasó mucho tiempo sin que hubiera el menor esfuerzo por cumplir lo prometido. Hoy está en el último estado y para constatarlo se ha solicitado la presencia de un Tribunal para que realice en el lugar una inspección ocular.
– Pero debe tenerse presente que el propio Juan Félix exigió al director de Cultura señor Manuel de La Fuente, el deseo, de que ya allí no se haga nada contrario para lo cual él la había donado, que en fin que se la regresen sin tardanza.
– No conforme con esta sordera, otro gobernador Jesús Rondón Nucete, sin ton ni son, se trasladó a San Rafael para reinaugurar esta casa paterna de Juan Félix. Pero se ve que lo hace con fines electorales, pues arrancaron la placa que había colocado el gobernador de Acción Democrática, Orlando Gutiérrez, y la hicieron desaparecer.
– Entonces ya no fue más la casa de la Cultura Benigno y Vicenta (los Padres de Juan Félix) sino la Casa de la Cultura de San Rafael y nombraron director a una persona, que nunca se ocupó de cultura, pero sí que cobra como empleado dependiente del personal que dirige el señor Manuel de La Fuente.
– Casi con lágrimas en los ojos, Juan Félix ha contado que desearía volver a su casa. Que su único deseo es volver a ella; que no quiere más promesa, que no desea más tratos con gobierno alguno. Qué tiempo suficiente hubo para cumplir con lo que le habían prometido. Que su mayor deseo es que su abogado ejecute de una vez por todas el asunto, porque da grima ver el estado en que se encuentra aquello, porque sus Padres fueron personas decentes…
– Hoy la Facultad de Ciencias, en medio de la inmensa deuda que tiene que con «viejo» ha querido dar este testimonio, no solo de amor con la obra del Hombre del Tisure, con su inmensa genosidad para con la tierra andina, con su desinterés inmenso, de santo, …
He leído por la tarde este borrador al señor Freddy Criollo para realizar una buena filmación, pero a él no le interesa sino hacer las cosas a su manera. Me pareció el típico terco profesional nuestro, sin capacidad ni iniciativa para ir un poco más allá de lo que determinen sus jefes. De modo que no insistí en el asunto y dejé que él hiciera lo que le pareciera.
4 -3 -1993: Estoy en pie a las 4:35. Me he despertado en varias ocasiones mirando el reloj. A las 6:25 llega Pedro Pablo. Subimos juntos a la Hechicera. En el estacionamiento nos encontramos con Arístides Arellán y el abogado Álvaro Varela. Ambos salen para Mucuchies a las 7:15. A las 8:42 llega el bus que llevará a los estudiantes. En él suben Miguel Araque y Amable Fernández. Pedro Pablo, el fotógrafo Sócrates y yo vamos en un jeep de la red sismológica. Partimos a las 8:00. Edgard Alfonzo y una profesora que no anoté su nombre salen adelante; detrás de nosotros viene el profesor Víctor Padrón, su esposa y su hijo. A las 9:35 a.m. llegamos a la casa de Juan Félix y nos enteramos que aún Arístides y el abogado Varela no han comenzado la inspección ocular. Hacemos la visita al viejo y a las 10:00, y le pedimos que suba con nosotros a la capilla. Estábamos haciendo el pequeño trayecto de la entrada, de la casa de Epifania, cuando se presenta la profesora Gisela Sarrazín. Traía Gisela para el viejo un bello ramo de flores de su jardín, que el viejo pidió fuera llevado a su capilla. En el momento en que estamos saliendo llega la señora Gloria de Gutiérrez en un jeep de lujo, con chofer y demás parafernalia.
Como a las 10:45 am comienza la jueza a hacer la inspección ocular en la casa paterna de Juan Félix (pese a que el día anterior casi conminó al abogado a que se presentara a la 9:00 en el tribunal). Estos jueces son casi siempre ridículos, petulantes y prepotentes; hice lo posible por no verla. Es una mujer medio blanca, según Pedro Pablo, de una torpeza para expresarse realmente impresionante.
El viejo se mantuvo sobre una sola pierna (en la otra tiene una severa afección en la rodilla), casi una hora, al lado de la capilla. No quiso entrar en su casa, como tampoco quiso desplazarse en sillas de ruedas. Según nos contó tenía seis años que no entraba en la casa paterna y que no lo haría hasta tanto no recibiera una orden de devolución por parte de algún tribunal. Un grupo le insistimos al viejo que entrara y viera su casa, que estaba limpia, que nada le faltaba, que no estaba destruída y en ruinas como muchos le habían comentado. Juan Félix se negó diciendo que aunque así de buena estuviera no quería entrar por los momentos, porque necesitaba la orden de devolución y porque todavía pesaba sobre él las inmoralidades que en ese lugar habían hecho unos sujetos inmorales de San Rafael. Que le dolía estos desordenes porque sus Padres habían sido personas decentes.
La presencia de la señora Gutierrez nos complicó el trabajo porque quiso acaparar al viejo. Pronto comenzó ella a conversar con el viejo, y como queríamos tomar una foto con los estudiantes y el grupo de profesores y ella prácticamente ocultaba al viejo, le pedí que despejara el campo. Entonces se puso al lado de Juan Félix y así Sócrates pudo tomar unas fotografías. Hubo un momento en que Miguel Araque me llamó aparte y me pidió que le exigiera a la señora Gutiérrez que se retirara, siendo como era ella, en gran parte, culpable de cuanto el viejo sufría por lo de estafa en la casa paterna. Yo le contesté que se lo dijera él, que tenía boca y resolución propia para exigir lo que sentía; que ese no era mi estilo de hacer las cosas, que no quería poner al viejo en medio de unas rencillas como había ocurrido en el pasado. Entonces me dijo, como incriminándome el trato que tenía con ella que era necesario ser consecuente con lo que se decía; le contesté que su presencia no cambiaba en mí nada de cuanto he sostenido y que seguiría escribiendo como lo había hecho siempre, y que sus maldades acabarían por anularla, sin necesidad de insultos y de pleitos horribles como él proponía. Yo vi que Miguel no quedó contento con mi respuesta. Luego más tarde se me acercó y me dijo que todo ese pleito por reclamar la casa de Juan Félix era una intriga montada por Cruz y su mujer Teresa y otros familiares de Juan Félix, para convertirse, una vez que el viejo muriera, en herederos naturales de todos sus bienes. El abogado Varela escuchando esta conversación, comentó que Juan Félix había reconocido, hacía poco, al único hijo que tenía; que éste vivía en Maracaibo, de modo que era inútil esa suposición planteada por Miguel.
Recordé que la noche anterior me visitó un señor que vive en San Rafael y me contó horrores de la señora Teresa y de otros familiares de Juan Félix. Incluso, acusó a Teresa de ladrona; que se apoderaba de cuanto le daban al pobre viejo. Me aseguró que Juan Félix, ya había dado un terreno al abogado Varela en pago por los favores y servicios hechos a su persona y que algunos familiares del viejo también tenían terrenos que Juan Félix les había dado.
Realmente ese pueblo de San Rafael está convertido en un infierno.
Sentado al lado del viejo, y en un murito que bordea la Biblioteca, el viejo me contó que había vendido un terreno para terminar de echar el piso donde se encuentra el monumento al sacerdote Ángel Sánchez Alcántara. Edgard Alfonzo que escuchaba nuestra conversación, dijo que tal vez nosotros podíamos hacer algunas gestiones en Mérida, para contribuir en un aporte para que esa obra se concluyera. Yo se lo conté a Juan Félix y le pareció una muy buena idea.
Con frecuencia, la señora Gutiérrez se acercaba al viejo y le decía que estaba en muy buena compañía y que eso la hacía feliz. Cuando se acercaba a mí agregaba: » – José, ojalá logremos hacer realidad esta lucha, y el viejo pueda recobrar su casa. Es necesario perseverar». Pensaba yo que había sido ella quien le había metido en la cabeza al viejo que donara su casa al Estado; ahora hablaba como si esa lucha también fuese suya. Pues bien, a mí sus tramoyas y embelecos no me importan… Y es realmente chocante, que una persona tenga tantos privilegios de representación tan excesivos, sólo por ser presidenta de la Casa de la Cultura Juan Félix Sánchez, y que esté ejerciendo esta presidencia desde hace diez años, en medio de una nulidad total. A ella no le queda sino demostrar constantemente que lo quiere, que lo ama, que lo venera y que se enloquece por el viejo.
En el interior de la casa de la cultura, donde se realizaba la inspección, encontré al prefecto Pocho; me habló largamente sobre las intrigas de un grupo de personas del pueblo de San Rafael, que estaban difundiendo que él era homosexual, con él único interés de destruir el grupo cultural que él dirigía desde hacía diez años. Con los ojos enrojecidos y la voz un poco quebrada por la angustia, me dio a entender que él iba a enfrentar a sus enemigos. Yo le contesté que debía cumplirse con el deseo del viejo y que se le devolviera su casa, aunque él estuviera errado. «Un grupo de gente que lo tiene acaparado – me dijo – no hace sino intrigar contra mí». Recordé que él lo tuvo acaparado mucho tiempo también. No sé si la excesiva santidad del viejo ha hecho pecar y cometer errores a tanta gente. Este ha sido un camino transitado casi todos, empezando por los del famoso Grupo Cinco, el Pocho el Ismael Monsalve, Eduardo Planchart y ahora con un horror impresionante, los sobrinos del viejo que viven en San Rafael.
Mientras se realizaba la inspección, que duró con todos sus trámites burocráticos hasta las 2:15 p.m., apareció un personaje extraño; un joven de aspecto sucio, que trataba de seguir la conversación de la gente que rodeaba al viejo, que ahora se encontraba apoyado en la base del busto al sacerdote Ángel Sánchez Alcántara. Este joven, que sostenía un tarro de cola o pega en la mano, se presentó como William Kayrú; dijo ser escultor y la persona encargada de cuidar la casa del Potrero o el Tisure. Este joven me dijo que quería hablar conmigo; prometió hacerme una visita el día sábado, 6 de marzo, a las 10:00 a. m.
A las 2:30 volvimos a la casa del viejo, donde tomamos café y nos entretuvimos un largo rato viendo albúmenes que conserva Juan Félix sobre su obra. Casi a las 3:00 llegó el abogado, diciendo que estaban casi listos los trámites finales de la inspección. Llegó la hora de despedirnos y Juan Félix recordando lo del trabajo del piso me dijo con grandes esperanzas: » – ¿No le parece a usted que deberíamos nosotros emprender la construcción del museo, en el terreno anexo al de la Biblioteca?» Un brillo de juventud, de ganas inmensas de poder cumplir sus planes le iluminaron el rostro. Todos nos sentimos que lo podíamos hacer. » -Claro, Juan Félix, aquí en este país hay mucho dinero, y habremos de encontrarlo para hacer ese museo…»
Cuando traspasábamos la puerta que da a la cochinera de la entrada, Edgard me dijo: » -Vamos a organizar un homenaje en APULA a Juan Félix. Es hora de que nuestra universidad le haga algún reconocimiento…»
Nos despedimos con muchos proyectos para con el viejo y con la promesa de volver el día sábado15 de marzo.