(EN LA GRÁFICA, SANT ROZ ENTREVISTA A PEDRO MALDONADO, LUEGO QUE CUMPLIERA CON LA EXITOSA MISIÓN DE EXPULSAR DEL PAÍS AL MISERABLE AGENTE DE LA CIA, ENCHUFADO EN HRW, JOSÉ MIGUEL VIVANCO…)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
28 -4 -9194: Hoy ha salido en el diario “Frontera” una página dedicada a Juan Félix Sánchez, con el título Juan Félix Sánchez pide volver a su casa. En esta entrevista, que no está firmada, Juan Félix dice que en la casa donde vive van a visitarle más gringos que criollos, aunque él desea lo contrario. Sostiene: «los gringos son atentos y los quiero, pero mis paisanos están como alejados»; refiriéndose a los criollos, añade: «Son tantos años juntos que para ellos verme debe ser como tropezar con una piedra o una ruana, un paisaje muy conocido, pues».
Reclama el entrevistador que la situación de abandono de este pobre hombre debería ser un problema de conciencia colectiva. Se queja de que aún el gobernador Jesús Rondón Nucete no le haya devuelto su casa.
«Eso le pasa por zoquete – refunfuña Epifania mientras atiza el fuego de la cocina que se resiste a prender».
«Bueno – contesta el viejo -, Epifania tiene razón. Soñaba con un museo y yo viendo en ese museo, (a la gente) tejiendo, hablando, gozando (de) mi páramo. La cedí con esa condición. Pasaron muchos años sin hacerle nada… me siento engañado. Ahí podría vivir más holgado. Aquí, usted ve, no puedo trabajar. Dígalo en la prensa. Hasta quizás pueda leerlo el presidente Caldera y él ordenar que me devuelvan mi casa…»
Como en estos momentos existe una tremenda polémica en el páramo, por una decisión que ha tomado el gobierno nacional de impedir que se siga poblando el sector del Hato del Llano donde se encuentra asentado el Centro de Investigaciones Astronómica, CIDA, Juan Félix dice que está muy malo que se imponga tal medida. Agrega: «Está muy malo que el CIDA quiera echarnos. Malo que prohíban hacer viviendas o sembrar. ¿Entonces cómo vive el hombre? Hay que parar eso. Imagínese, encima que cuesta vivir, ahora inventan eso. El presidente tiene que ayudarnos. Yo creo que al presidente le interesara más a los «vivientes» que el antojo de unos locos. Claro que a Caldera también deben interesarle las estrellas y los pájaros pero es que siempre hemos vivido en paz con las estrellas y los pájaros…».
«¿Usted conoce al Presidente Caldera?».
“Bueno… él debe conocerme a mí por eso del Premio y también porque yo, al fin y al cabo, soy votante (se ríe). Una vez lo vi cerquita cuando pasó por el páramo. Andaba con mucha gente y por eso no pude hablar con él. El tiene 16 años menos que yo. Yo sigo siendo un bichito de monte y él es presidente. Tengo fe en que él nos va a ayudar, porque cuántas papitas del páramo no habrá comido Caldera».
Hablando de otra cosa, dice:
«A mí me dieron el Premio (Nacional de Arte) el año 91, el 13 de febrero. Yo no me olvido. Fui con Epifania. Me llevaron a la televisión. Allá hablé con Sofia Imber. Eso fue un regalito inolvidable de Dios, pero pasó. ¡A lo mejor esa gente cree que estoy muerto! (Se ríe)».
Cuando se despedían, el Viejo les preguntó:
» – ¿Ya se van? Yo me acuesto a las 6 pero si se quedan, amanecemos. A mí me gusta la gente, me gustan las visitas.»
4 -4 -1994: Ha concluido la Semana Santa y la aproveché hasta el último momento. Tuve oportunidad de visitar en varias ocasiones al padre Santiago López-Palacios, quien se encuentra sumamente delgado, con dificultad para hablar. Ayer estuve visitando a Jean Marc De Civrieux y fue una ocasión para celebrar el cumpleaños de mi hija Adriana. Pase varias horas revisando la biblioteca de Jean Marc, de unos cinco mil volúmenes, la mayoría de ellos llenos de notas al margen: más de cincuenta años de estudios sobre los planetas, botánica, Bizancio, los vascos, los guanchez, Yemen, Oriente, el origen de la humanidad, bereberes, egipcios, libios, tuaregs; mitos y religiones, la Biblia, Tierra Santa, esoterismo, judaismo, Bretones y merovingios, Cristo, Esenios, religiones antiguas. mesianismo, escandivos y la Atlántida, Creta, Fenicia y Mesopotamia, Babilonia y Caldea, Etiopia y África, Vikingos y Nibelungos, Troya, Armenia, Hititas y Medio Oriente, etc. Tantos años de estudios en diferentes lenguas y de pronto, llega Marc y pierde la memoria. En ocasiones se acercaba para pedirme un cigarrillo y yo le decía que había cambiado de vicio; entonces él me contestaba: «Muy mal vicio es vivir cambiando de vicios». Jean Marc es el padrino de mi hija María Alejandra.
Después de varios días nublosos, hemos tenido uno brillante, esplendoroso.
5 -4 -1994: Acaba de aparecer nuevamente en la TAM el presidente de APULA dando declaraciones contra Edgar Alfonzo y contra mí; le dan una cobertura tremenda a sus declaraciones, casi una hora, en cambio cuando Edgar Alfonzo fue ayer para una réplica, apenas si le dieron dos minutos. Para completar la moderadora Nereida Pacheco, no conforme con ello, anunció otro programa con APULA, para dentro de poco y seguir arremetiendo contra “los enemigos de la universidad”. Cuando se le preguntó a Jefe, por qué me había tratado tan groseramente el jueves 24 de marzo, esquivó la pregunta; no contestó absolutamente nada. El rostro del Jefe era pálido, la mirada sin brillo, agitada la respiración; una violencia reprimida en los gestos, una sonrisa forzada y un peso indefinido en la voz.
El milagro, como decía León Bloy, es lograr la restitución del orden.
7 -4 -1994: He estado entregado a la estructuración de un libro sobre la corrupción en la universidad venezolana. Se ha hecho mucho más largo de lo que pensamos Edgar Alfonzo y yo.
He recibido una información de Cristina Trevisan. Ella estuvo en San Rafael de Mucuchies el sábado pasado, y el muchacho William Kariú le dijo que requería hablar urgentemente conmigo, pues se trata del asunto de la demanda que el propio apoderado de Juan Félix introdujo en mi contra.
Hoy he visto en la primera página del diario El Vigilante, una fotografía donde aparecen el nuevo arzobispo auxiliar, monseñor Juan María Leonardi Villasmil, monseñor Baltazar Porras y Juan Félix Sánchez. Hoy será la ordenación de este obispo auxiliar, para cuyo acto especial ha sido invitado el presidente Caldera.
La ciudad ha estado llena de ruidos de sirenas de todo tipo, y como siempre ocurre en estas ocasiones, vemos en la calle a centenares de fiscales de tránsito con relucientes chaquetas amarillas y uniformes nuevos. Caldera seguramente verá una ciudad ahora llena de maravillosas luces, momentáneamente bien trajeada, impoluta y bien organizada.
8 -4 -1994: Me he levantado muy temprano. Voy a San Rafael de Mucuchies con un grupo de amigos del Taller de Literatura entre quienes se encuentran: Edgar Alfonzo -Arriaga y su novia Irina, Roger Vilaín y su novia Ana, Alirio Pérez Lopresti, Jesús Alberto López y mi yerno Orz. Por lo de la ordenación del arzobispo Auxiliar no sé si Juan Félix se encuentre en San Rafael; en todo caso me interesa saber qué ocurre con lo de la demanda en mi contra.
(Esta semana me ha sido imposible visitar al padre Santiago.)
Salimos hacia San Rafael, a las 9:20 de la mañana. Íbamos en dos carros, un viejo ford de la ULA, en el que se acomodaron Roger y su novia, Alirio, Orz y Jesús Alberto. Yo me fui en el carrito de Edgar Alfonzo y su novia. Había un sol muy brillante, y la carretera se encontraba bastante congestionada. Llegamos a casa de Epifania a las 10:40; encontramos el pequeño patio anegado de horribles moscas, que se amontonaban en distintos puntos, semejando a plastas negras y volubles que se desplazaban como sombras por el piso, los petriles, las sillas, las paredes; el murmullo de estos moscones, provocaban al dispersarse en vuelo una sensación repugnante y enervante; según nos cuenta Epifania todas las casas de San Rafael se encuentran anegadas por esta plaga. Este asco danzante y revoloteante que puede resistir temperaturas muy bajas, es producto del uso del fertilizante Gallinazo.
Al no ver al viejo, pensé que a lo mejor se encontraba en Mérida, pues en El Vigilante había visto la referida y elocuente foto, donde él aparecía al lado del don Monseñor Porras y el nuevo arzobispo Auxiliar; creía que esta foto le había sido tomada en la Curia merideña, pero ahora Epifania me dice que los altos prelados estuvieron en la Biblioteca de San Rafael y que el viejo está en sus predios de la casa paterna; esto me produjo alivio, y hacia allá nos dirigimos y lo encontramos sentado al pie de la base que sostiene el busto del Padre Alcantára, rodeado de una gran cantidad de turistas, y algunos de mis amigos que se habían adelantado para saludarlo.
Pronto pude comprobar que la foto publicada en El Vigilante, ciertamente había sido tomada en San Rafael; es decir que el viejo se ha mantenido inconmovible en su disposición de no salir del pueblo hasta tanto no le devuelvan su casa. Ni siquiera los obispos lo sacan. En realidad, Juan Félix nunca ha sido importante para la Iglesia venezolana. Y me puse a pensar, por qué no se habrían tomado la foto en la capilla, la capilla que él hizo con sus manos, ¿por qué el obispo Porras y el Auxiliar no se metieron en medio del nubarrón de moscas que estremecen la casa de Epifania, y se hubiesen tomado una fotografía en el lugar donde viven, donde tallan, hilan y escarmenan la lana?
Luego de bromear un rato con el viejo, decidimos bajar y conversar con Epifania. A una señora que vendía dulces frente a la Biblioteca le compré varias bolsas plásticas para llenarlas de agua y colgarlas por todas partes en casa de Epifania; este es un método que ha resultado efectivo en muchos lugares donde abundan las moscas.
Al llegar a casa de Epifania, y al yo mostrarle las bolsas, ella me dice que ya había intentando el mismo procedimiento pero que no funciona; en la pared colgaba una bolsa de agua, medio amarillenta de vieja. No obstante, le pedí a William Kariú que me ayudara a colgar otras bolsas a lo largo del corredor. El mar de bichas negras permanecía densa e imperturbable y sólo se levantaba como una sola masa cuando alguien pasaba hacia a la cocina; algunos se tapaban la cara, y constantemente había que estar moviendo las manos, sacudiendo los hombros, la nuca, las piernas. Viendo la inutilidad de esta técnica, al parecer muy efectiva en restaurantes de carnes, sin más preámbulos, nos ubicamos en el corredorcito y comenzamos la siguiente conversación, que grabamos:
– Epifania, ¿qué te parece lo que se ha hecho en relación con el robo en tu casa? – me refiero a la denuncia que hice y que ha impulsado al abogado apoderado de Juan Félix a introducir una demanda en mi contra por difamación e injuria.
– A mí me pareció muy bien lo que ha hecho usted, ¿pero a usted lo están demandando? Que muy mal hecho; yo tenía que decirle lo que me pasó; ¿me iba a estar callada? Tenía que decirle a alguna gente siquiera para que se sepa.
– ¿Entonces tú leíste la denuncia que hicimos por el periódico, y te pareció que todo estaba bien?
– A mí me parece muy bonito; él se molestó de verdad.
– ¿Y qué te parece eso?
– ¿Pero cómo lo va a demandar? ¿Por qué?
– Porque dije la verdad.
– Claro, ¿acaso que eso era mentira? Yo por lo menos no le dije mentira, sino lo que pasó y más nada.
Al joven que cuida la casa de la Cultura sólo lo conozco por el nombre de William; está sentado a mi lado y le pregunto:
– ¿Cuál es el nombre tuyo?
– William Cariú. Este es mi nombre espiritual. Y William Carmona es mi nombre en la cédula.
– ¿Qué es lo que tú sabes del caso de Epifania? ¿Cómo se llama el personaje?
– Bueno, a Ramoncito lo conozco. Ramón Ruiz. Yo lo conocí en el Tisure. Después lo conocí con Álvaro aquí. Yo lo conocía a él desde hace tiempo, y lo volví a ver aquí con el apoderado de Juan Félix.
– ¿Cuál es la relación de Ramón, con Álvaro?
– Desde que yo sé, él es una especie así como de mensajero; algo así, pero que siempre está con Álvaro.
– Es decir que se conocen desde hace mucho tiempo?
– Si, hace un tiempo. Que yo sé que ha sido trabajador de él. Ha sido empleado de él.
– Ese es a quien se acusa de haber dopado a Epifania y a Juan Félix.
– Sí.
– ¿Cómo es la historia por la cual tú fuiste a la universidad y denunciar lo que había sucedido a Epifania?
– Bueno yo hablé con Epifania y le dije que eso no podía quedarse así. Que teníamos que hacer algo porque es una cuestión grave, pues el tipo se había quedado con las llaves de la casa.
-¿Pero qué fue lo que ocurrió? Cuéntame lo que tú sabes.
– Epifania me contó, que un día vino Ramón en la mañana; que venía a esperar a Álvaro; que supuestamente al otro día se iban al Tisure. ¿Eso es así, Epifania?
– Sí – contesta Epifania.
– Entonces se estuvo un buen tiempo acá; pasó la tarde en la cuestión; inclusive dijo que iba a comprar un pollo; eso me lo cuenta Epifania a mí, con todo el detalle; que iba a comprar un pollo porque iba a esperar a Álvaro, para hacer una comida. Después ese señor le dio las pastillas, me cuenta Epifania y ella no supo más nada, sino en la madrugada que ella se despertó y dijo que le faltaban cosas.
– ¿Le faltaba qué?
Habla Epifania ratificando que le faltaban: «…unos anillos, las llaves, y después… porque esperando a Álvaro yo no le había contado nada a naide de aquí; esperándolo,… le voy a contar a Álvaro, porque como era amigo de él… y no vino, no vino, entonces se me soltó de contar a William, quien sería que jué y le dijo al Álvaro; entonces subió él y la señora; al parecer muy bravos: (y diciendo): » -No eso hay que ir a la P.T.J.» , pero me dijo «vamos» ni «vayan», ni nada; bueno pasó así, no pasó más nada. Y después eché de ver la falta de una cobija, un cubrecama, muy bonita que me la había traído un muchacho de Caracas (hasta díje: «voy a vender esa cobija, porque cualquier día me muero y no la aprovecho; y yo no la había echado de ver porque la tenía en ese escaparate, y unas dos camaritas que tenía el Juan Félix en el cajoncito de la mesa (un día que iba un muchacho pa’ allá en El Tisure, dijo: «No lleva cámara y dijo » -No», y entonces dijo: » -saque una a ver si le sirve pa que la lleve). Ahí no hay cámara – dije yo -, y pues no había. Dos cámaras, la cobija y la platica que tenía… y las llaves y las sortijas.
-¿Y cómo es el tal Ramón?
Y contesta William:
-Es pequeño, narizón; sé que se llama Ramón Ruiz; sé que tiene unos hermanos en Ejido, también. Y a él lo he visto en Ejido.
Con frecuencia había que estar sacudiendo el grabador porque el mar de moscas se posaban sobre él. Me admiraba de la resignación de estos viejos que tenían que vivir allí, entre el repugnante rumor de esas alimañas. El sol era intenso, y el color gris de los cerros hablaba de sequedad, de que aún el verano luchaba por quedarse.
– ¿Y qué dijo el abogado apoderado de Juan Félix, cuando vino la última vez?
Responde Epifania:
– Álvaro dijo que después que vino Planchart de Caracas quedó planchao, de ladrón, y lo mismo el Martín, pero… hasta yo. Pero yo no lo había tratado de ladrón. ¿Acaso que una ha dicho que es un ladrón?
– Pero resulta un encubridor sino denuncia.
– Claro – respondió William.
-Eso fue lo que yo pensé después – añadió Epifania -. Y dígame, siendo el abogado de Juan Félix; y estando metido, porque no hubiera dicho que era amigo de él, pues no le hubiera hecho mucho caso. ¿Y cómo no hizo ninguna diligencia? A él era a quien le interesaba. Y, ese día dijo: «¿y cómo no quiso ir a la judicial?» Y le dije: » -¿Iba a ir yo sola?». Y por qué ese día no me dijo: » -Vamos». Teniendo carro pudo haber dicho: » -Vamos de una vez».
– ¿Y por qué no la llevó ahora cuando vino?
– Tampoco – agregó Epifania -. Yo le dije que no iba a ir sola sin saber dónde ni cuándo. Dígame, a la Judicial, que yo no sé dónde es eso. » -Mal hecho, porque ahora quedé yo de ladrón», dijo (Álvaro). «Yo soy abogado, pero ladrón no».
-¿Y qué dijo que iba a hacer?
– Que lo iba a denunciar a usted – respondió Epifania -. Eso sí dijo él. Yo tenía que reclamar alguna cosa porque, cómo. Después hubiera vuelto a venir (el tal Ruiz), él tiene las llaves.
– Además añadió que me había metido con su familia. ¿Y no vino él aquí con su esposa, y usted (Epifania) le reclamó?
– Claro, ese día subieron los dos, cuando William le dijo, sería. Ese día que subieron los dos, le pregunté fue a la Deisy: » -¿Qué fue del hombre ese?», y dijo: » -Ese se perdió, se iría pa’ Caracas porque no se ha visto más», fue lo que dijo la señora de él; a Álvaro no le pregunté nada.
– Y ahora Epifania, que ha pasado todo esto, ¿qué dices tú?
– Nadie ha venido – interviene William – de los amigos de Juan Félix y Epifania; los «preocupados», los primeros preocupados.
– Por ejemplo, ¿qué te dijo la señora Gloria de Gutiérrez, la presidenta de la Casa Juan Félix Sánchez en Mérida?
– Ella no me dijo nada, nada – responde Epifania.
– ¿Y qué consideras tú de la actitud del tal señor Álvaro?
– Ya no le tengo mucho apego. Hasta el papel de aquí, de este rancho, como es abogado, le dije: » -llévese ese papel a ver si se puede registrar»; como no está registrado. » -Sí, como no», dijo, «deme el papel, y hasta ahora no ha traído nada, la cartilla que me dieron de aquí. Total de que no tengo nada, porque no me ha querido entregar eso.
– ¿Tú (Epifania) estas satisfecha de que se haya hecho la denuncia?
– Como no, yo le agradecí mucho, le agradezco todavía, porque siquiera la gente supo.
– Porque peor era que no se supiera nada.
– Pues claro. Nada dijeron; cualquier día podía venir el hombre; no se sabe; cualquier día llega otra vez. Hasta yo decía, me da miedo quedarme por ahí. Y los candaos no los he cambiado. No tengo más candaos pa’ cambiarlos. Pero eso, casualidad que no ha vuelto, porque no conseguiría cosas de valor pa’ llevarse. Eso no fue tanto.
Epifania refiriéndose a la conducta del abogado, quien se ofendió por mi reportaje añadió:
– Está muy mal hecho, porque yo no lo traté de ladrón. Eso dijo, que hasta él iba a salir de ladrón, como Eduardo y Martín; pero una no ha dicho que son ladrones.
En este momento llegaron el grupo de amigos que estaban en La Capilla y se incorporaron a la conversación; se encontraban: Alirio Pérez Lopresti, Jesús Alberto López, Roger Vilain y su novia Ana, Edgar Alfonzo -Arriaga y su novia Irina.
Insistiendo sobre la relación de Álvaro con el tal Ramón dice Epifania:
-Primero vinieron y dijeron: «somos muy amigos». Bienvenidos todos tres, Álvaro, la señora y el hombre. Después fue que volvió a venir él solo, a decir que estaba esperando a Álvaro porque al otro día se iban pa’ El Tisure.
Y añade Epifania la historia que ya fue reseñada anteriormente, pero con nuevos detalles; el tal Ramón tratando de ganarse a los viejos le preguntó aquel día a Juan Félix: » -¿Cómo sigue de la rodilla?»; el viejo le contestó que la misma cosa. » -Yo tengo unas pastillas muy buenas – dijo Ramón -, pero son muy caras. Yo estaba enfermo de un brazo y me mejoré con eso. Les voy a dar dos». Fue y él mismo sirvió el agua. Yo estaba allí parada, y como estaba mal de la cintura, dije yo pues, a lo mejor mejoro; me dio las dos a yo. Me las tomé y no supe más de yo; y el Juan Félix tampoco. Y no supe cómo me vine pa la cama. Y eché mucho de ver mis sortijas y nada; y la carterita si la tenía en el bolsico pero pura, las llaves tampoco; ay cará, dije yo. No sentí nada, nada, nada. Ni con un rasca con miche siempre se acuerda uno algo. Pero yo no supe más de yo. Ni como fui a acostarme, ni a qué hora se fue el hombre, ni nada. Hasta traía una bolsa de esas, y que iba a comprar papa. No supe a qué hora se fue, ni nada. Así fue, yo no estoy diciendo mentira. Porque como yo estaba buena cuando me sucedió eso. Después que no supe más de yo, no sé que haría.
Delante de todos los presentes, Epifania dijo algo respecto al abogado, que es muy importante; que ella luego del robo, estaba esperando al fulano apoderado; «además de eso estaba metido en eso, porque a él al que le interesaba reclamar; como amigo del hombre, a él a quien le pertenecía interesarse a ver cómo era eso; para quedar él bien. Y no hizo diligencia ninguna. Y estando él metido porque él decía que era amigo de él.
Y añade William:
– Siendo el amigo, como de la familia, y si no los defiende.
– Y sobre todo; yo tengo entendido que Juan Félix le había dado un terrenito; ¿eso es así, William?
William respondió que era cierto y añadió que ese terreno se encontraba en San Rafael.
– Ahí tiene la parcela – agregó Epifania -.
– ¿Se la regaló Juan Félix?
– Se la regalaría – indicó Epifania -, porque yo creo que no le haya pagado nada.
-Entonces con mucha más razón estaba obligado a responder por ese delito, donde a ustedes lo pudieron haber matado; les dan a ustedes dos pastillas, algo tan delicado.
– Álvaro ha estado en El Tisure – agrego William -, ha sido el abogado de la Fundación, imagínese. De la casa, pues, y nos extraña que no se haya pronunciado nada; ni él, ni Gloria (de Gutierrez) ni nadie. Que son los supuestamente interesados, los amigos de Juan Félix.
El profesor Edgar Alfonzo -Arriaga le preguntó que si ellos se habían tomado las patillas, por la confianza que le tenía al tal Ramón:
-Claro – dijo ella -, como era amigo del abogado, y estaba uno malo, dije yo: «sabe Dios, si es bueno».
– ¿Usted no malició nada?, siendo una persona que poco conocían.
– Pero como ya había venido con Álvaro – agrego la viejita -, pues eso fue lo que uno lo apendejeó, de atenderlo, porque es amigo del apoderado, y ya habían venido ellos y no había pasado nada. Llega una gente y dice: » -Yo soy amigo del fulano, y uno lo atiende porque es amigo de algún amigo de uno. Muchas veces: » -Yo vengo de parte de fulano»; entonces uno atiende la gente.
Una de las preguntas que más le hizo el abogado a Epifania, era si yo (Sant Roz), le había tomado las declaraciones con una grabadora. Si existía alguna constancia filmada de lo que ella había dicho. En esto insistió con preocupación. El debió haber salido aterrado al saber que Epifania no negaba nada de lo que ya había salido por la prensa.
Ese día 9 de abril, nos enteramos que Omar Monsalve, el director de la Casa de la Cultura de San Rafael, había puesto ya la denuncia en la P.T.J.
De la casa de Epifania salimos hacia la capilla. Juan Félix se encontraba en la Biblioteca. Había gente de varios lugares del país, jóvenes estudiantes, turistas y algún que otro comisario cultural que quería invitar al viejo a un acto en su pueblo. Juan Félix desde que le quitaron su casa se niega a salir de San Rafael. Yo lo vi cerca de un televisor donde pasaban un video sobre su propia vida. El viejo se veía en la pantalla y se reía, y bromeaba con los presentes. Al reconocernos, entró de lleno en su manía, el problema de su casa paterna y comenzó a decir:
-Necesito que me entreguen mi casa, pero con la constancia de entrega; el gobernador quiere que sea en comodato, bueno, pero no he convenido tampoco, porque ahí, para vivir yo, tengo que buscar a uno que me acompañe, y eso es menester tener otra familia; por mi cuenta para la compañía. Estoy viendo que esa casa está muy mal arreglada. Se están cayendo los frisos; está descuidada en toda forma. Tengo personas en Caracas que desean hablar con el presidente de la República respecto a eso, pero no he tenido ninguna noticia. El único medio que tengo es la prensa, más nada, para yo solucionar eso. Para ver que se resuelve.
– ¿Y el abogado no ha hecho nada?
– El abogado no ha hecho más nada. Ahorita se fue a vivir a El Vigía, y entonces no lo he vuelto a ver más nunca. Embromándome. Ese no hizo nada, en absoluto. Lo único fue una carta que le enviamos al gobernador del Estado, pero no ha habido ni contestación ni nada.
– ¿Y él es tu apoderado?
– Él está apoderado pero no ha hecho ninguna gestión.
– ¿Y entonces te vas a buscar otro abogado?
– No, yo no necesito más de abogado; ¿hasta cuándo? Porque me da la misma base; el mismo resultado. ¿Pa’ qué abogado?
Sobre el robo, dice Juan Félix:
– Ese es el descuido del abogado y respecto a eso, él fue quien trajo a ese muchacho allí a la casa; a los ocho días vino ese muchacho y nos hizo esa maldad. Y yo se lo dije a Álvaro, que por qué me había traído ese muchacho, y dijo: «-Yo lo voy a buscar, para entenderme con él», más no sé. Totalmente que se ha retirado. En lugar de demandarlo a usted debió haberme buscado a mí; fuera de la prensa no tenemos otro recurso.
Juan Félix cree que yo no le dí muy duro al abogado, que merecía un ataque más fuerte.
15-4-1994: He ido a la P.T.J. a poner la denuncia sobre el robo a Epifania y Juan Félix Sánchez.
Estoy abrumado de compromisos. ¡Cuántas cosas por hacer y nada avanza!
19 -4 -1994: Hoy he sabido que una comisión de la P.T.J. se trasladó a San Rafael y tomó declaraciones a Juan Félix, Epifania y William Cariú, sobre el asunto del robo; el propio inspector Rodríguez me lo confirmó delante de un grupo de funcionarios en el momento en que le visitaba.
20 -4 -1994: Ha aparecido en El Vigilante una nota sobre las investigaciones hechas a Juan Félix y Epifania, pero tan confusas y mal redactadas, que nadie es capaz de entender de qué robo se trata y cómo ocurrieron los hechos. La desgracia de un país es cuando todo se hace a medias, cuanto nada se concluye, cuando no se es disciplinado y acucioso en el trabajo, cuando falta constancia, organización, entereza y amor por lo que se hace.
21 -4 -1994: Aparece un comunicado del Consejo Universitario de la ULA, en el cual directamente se me amenaza de seguir escribiendo en la prensa porque de otro modo, seré echado de “esta digna y respetada universidad”.
22 -4 -1994: Hay una conmoción en la universidad de Los Andes por lo del comunicado, que a las claras se ve que lo redactó Leonel Vivas. Hoy ha estado en visita pastoral a la Facultad de Ciencias, el obispo Porras; ofició una misa donde estuve presente. Al final de la misa se ofreció para escuchar palabras del público y tomé el micrófono para expresar la vergüenza que me produjo, la actitud del Consejo Universitario, quien le cayó a él en la sesión del día 20, en «cayapa» por permitir a El Vigilante hacer criticas al modo como se está conduciendo en equipo rectoral de la ULA.
La razón del odio de Leonel Vivas contra mí está en este terrible artículo que escribí sobre su espantosa incultura:
LA catastroficA INCULTURA DE LEONEL VIVAS
(Vicerector Académico de la ULA)
José Sant Roz
Así será de irresponsable y alcahuete Guillermo Morón que autorizó la publicación de una bazofia tan espantosa del profesor Leonel Vivas… Nuestro Vice-rector Académico no conoce el significado de la palabra encomenderos, algo que se enseña a nuestros niños en Primaria…
El señor Leonel Vivas escribió una cosa titulada «Por los callejones del viento», que es imposible ubicar en género literario alguno: un amasijo de barbaridades sin pies ni cuerpo, mucho menos de cabeza. Yo vine a conocer al señor Vivas, poco ante antes de ganar su puesto en el vicerrectorado académico; y un día, en un acto que se realizaba en la sede de APULA, se me acercó para expresar la vergüenza que le causaba un artículo escrito contra mi hermano Argenis, por el profesor David Fermín. Yo le agradecí la pena que le embargaba en ese momento… Pero me fui dando cuenta de que su actitud era sólo «política»; y con esta actitud, quizás, vino a dar con Guillermo Morón, quien se ha cogido la Academia de la Historia para promocionarse como escritor (sin serlo, claro).
Dadas sus ambiguas actuaciones en el vicerrectorado, opté por revisar el fulano libro «Por los callejones…» editado por la Academia Nacional de la Historia (El libro menor, Nº 180, 1991). En la contraportada se señala que el libro narra el proceso de fundación de Altamira de Cáceres, cumplido en 1577, bajo el mando del capitán Juan Andrés Varela y pretende de veras recrear la época, pero nos entrega una versión espantosamente antihistórica, atestada de anacronismos insólitos y barbaridades gramaticales, como veremos. Si este libro llega a las escuelas, liceos y universidades, arruinará la poca historia que nos queda, destrozará la sensibilidad de nuestros jóvenes y reforzará la confusión, la abundante y perniciosa distorsión cultural que hoy nos ahoga. Usted, señor Leonel sabrá echar cuentos, pero escribir, vea, de eso, nada.
Aquí están los hechos:
Comienza: «Con su inconfundible acento peninsular…» (pag. 11). Primer estropicio: Tal «inconfundible acento» no existía, porque lo que había era acentos regionales: andaluz, extremeño, castellano, navarro, gallego, catalán, etc.
De inmediato pasa a describirnos a la Mérida que teníamos, a dos décadas de haber sido fundada. Para recibir al mandatario «los zócalos se remozaron, ventanas y puertas fueron limpiadas, las calles se veían muy aseadas, materos con variadas flores…» (pag. 11). Resulta que ya teníamos «potentados merideños», pretende impresionar diciendo que la gente exhibía sus mejores atuendos con «sombreros y trajes nuevos» (p. 12). ¡Qué trajes nuevos, si es muy bien sabido que los conquistadores vestían harapos que daban lástimas y risa a los recién llegados de España.
Los primeros Juegos Universitarios del mundo
De inmediato comienza en la narración una bebedera de vino español (de Rioja), que incluye las páginas 12, 15, 27, 28, 47, 51, 58, 65, 70, 71, 96, 113, 122, 123 y 124, de modo que aquella vaina parece la inauguración de los Juegos Universitarios, o una toma de posesión de las autoridades rectorales (la última toma de posesión costó una fortuna en un hotel de la Pedregosa). Parecía que se habían trasladado a Mérida (luego de pasar por Cartagena, Bogotá, Tunja, Pamplona…) casi todo los viñedos de la provincia de Logroño. ¡Qué barriles de vino, señor (ni para beberlo sin medida como usted dice, además de exquisiteces como jamón serrano y queso manchego), iban a tener aquellos conquistadores, que a duras penas si podían cargar con las pesadas armas que llevaban! Se llegó a dar el caso de conquistadores que se desembarazaron hasta del oro que llevaban, ante las inmensas adversidades que padecían y este señor nos los coloca llevando por lo menos media tonelada de barricas de vino.
Luego, para continuar sus inventos dice que el «camino real, desde la Punta hasta la entrada del pueblo», fue «reempedrado, de manera impecable» (p. 12), lo cual es completamente falso, pues para esa época no estaba empedrado, mucho menos lo iban a reempedrar. Será que por allí pasaban gandolas con ruedas de acero. Habla de la Plaza Mayor «rodeada de edificaciones», con faroles, lámparas y candelabros (p. 55); «calles, servicios y otras y diferentes obras públicas» (pgs. 13 y 18), cuando, según Juan López de Velasco, en 1571, Mérida tenía 30 vecinos apenas, y las casas eran de bahareque y paja. Según Fray Pedro Simón, Mérida en 1610, sólo tenía 10 casas de tapia. Nos coloca altos dignatarios eclesiásticos, cuando se tendría tal vez a un cura. Y llega a la puerilidad insólita de molestarse por el «insidioso» Juan de Maldonado, quien «peyorativamente» denominó «Rancherías de la Sierra Nevada» a Mérida; ¡pero, cómo quería que la denominara, ¿»la magnífica archipolis de los Andes«, cuando no había ni siquiera ranchos?
Y desata entonces la manía, de anteponer en su discurso, el nombre de los conquistadores o del gobernador, al del Rey (p. 13). En la p. 14, nos habla de «aplausos y bulliciosas expresiones de asombro» dentro de una iglesia, y el gobernador contestándole, en pleno templo, la homilía al cura.
Pero donde la torpeza del señor Vivas estremece las bases del idioma castellano, es cuando coloca en labios de los conquistadores la palabra USTED (acuñada apenas en el siglo XVIII); y estampa sin rubor este párrafo dicho por Cáceres: «Señor que viváis aquí, para yo tener el placer y la confianza de encomendarles… Y tenerlo a usted también aquí, Don Hernando» (P. 22). Ocho veces la palabra USTED en boca de los conquistadores.
El libro se torna interesante porque uno quiere ver cuál es la barrabasada que nos espera en la próxima página.
Los conquistadores confiriendo medallas y pergaminos en pleno páramo
Y poco más allá nos habla de «millares y millares de cimarroneras de ganado vacuno» (p. 23), ¿pero señor, en 1577 cuántos hatos había en los llanos venezolanos?; el ganado cimarrón se formó con las reses escapadas de los hatos. ¿Y qué tal, cuando este señor hablando de Varela, dice que éste tenía «fe de carbonario»?; tiene gracia la barbaridad; quizás en las penumbras de su memoria había algo que le hablaba de «fe de carbonero», que uno está cansado de escuchar en todas partes, pero no, él le coloca la «fe de carbonario», y carbonarios era una sociedad secreta, más bien atea y liberal (fundada en Italia el siglo XIX), y que carecía precisamente de la fe que el señor Leonel le quería adjudicar a Varela y Cerrada. ¡Qué desastre!
Y donde nos volvemos a reír, es cuando de Varela se apodera el penetrante deseo de regresarse a toda carrera (por mar) a España (p. 33).
Como está dominado por el prurito burocrático, pone a aquellos desharrapados conquistadores confiriendo medallas y pergaminos en pleno páramo (p. 51), y echándose luego briosos tragos de rioja. ¡Qué vaina tan buena! Uno cree que de pronto van a nombrar una comisión para la redacción de un remitido público (por El Vigilante) o decretar el otorgamiento de un Honoris Causa a Varela. Pero una de las mejores partes es cuando un indio («ladinos», porque todos son ladinos), se muere de mal de páramo, aún siendo de la región.
¿Y qué tal estas bellas metáforas?: «filosos impulsos de su corazón aventurero» (p. 52); «el canto de la lechuza, triste y acogedor, lo arrulló» (p. 53); los murciélagos también deben arrullar con sus chillidos. «Allí las mulas y caballos respiraron.» (p. 65), para indicar que al fin descansaron, y «los indios apearon sus morrales» (que ellos mismos llevaban), ¡miércoles!, que bello uso del verbo apear; «los primeros asomos de un sol perezoso que bostezaba para levantarse» (p. 85) ¡Horrible!; «estoico capitán en franca denuncia de conmovedor adiós» (p. 56).
Y el show sigue, pues aquella conquista parecía una carrera de caballos que colocan a unos tipos con grandes caracoles «con boquillas a manera de guaruras con los que iban gritando continuamente a fin de hacer retirar a quienes caminaban hacia ellos, porque si de pronto se topaban se perdería una de las dos caballerías» (p. 95); nadie es capaz de entender esto, pero uno presume que el señor Leonel está preocupado porque entonces no había fiscales de tránsito en los caminos para evitar choques. Y el humor mantiene su nivel, pues nos muestra a unos soldados matando picures, lapas, paujíes y pavas con arcabuces. (p. 132). ¿Dónde se ha visto que deba elogiarse un tipo porque haga reír a todo el mundo en las peores circunstancias? (p. 107). Esto es aberración. Pues, un extremeño tenía esta virtud, y don Leonel lo coloca como el paño de lágrimas de muchos. Ciertas personas adjudican a cualquier risa un don maravilloso, desconociendo que en ocasiones ésta puede ser extraordinariamente vulgar.
No sabe don Leonel el significado de la palabra encomendero (ni siquiera la buscó en un diccionario), algo capital para cualquiera que realice, aunque sea una tarea escolar, y se atreve la Academia Nacional de la Historia publicarle un libro sobre la fundación de uno de nuestros pueblos. ¡Qué audacia! En la p. 63 dice que Varela y su gente llegaron a unos bohío y tres casas que constituían las encomiendas de Tabay… «Los tres encomenderos estaban también en el lugar, para testimoniar al capitán (Varela) sus respetos…» (p. 64). Sin ninguna duda este señor confundió (fatalmente) encomenderos por encomendados.
Un sabio, residenciado en Mérida (a quien llegó este libro a sus manos), dijo: «Nunca he visto tantas barbaridades juntas».
Entre los anacronismos más resaltantes se encuentra el de colocar a los conquistadores cargando con cobijas (de bayeta de lana apenas confeccionadas en Londres el siglo XIX), toldos de lona y tiendas de campaña (p. 38); la presencia de un cinta filmada en los recuerdos de Varela; del uso de la medida de peso kilo (apenas introducido a principios del siglo XIX); primera vez en el mundo que encontramos a conquistadores usando catalejos; nos habla de cuello de miura (p. 57); la palabra miura fue acuñada en 1842. Como pareciera estar dominado por la sugestión que en las narraciones ejercen las juergas, el señor Leonel nos pone a los soldados disfrutando del ritmo de zarzuela, y no sabe que esto ni es danza ni es tonada, sino especie de obra dramática y musical que data del siglo XVII y que adquirió su carácter popular a mediados del siglo XVIII. No sólo esto, sino que es tal la ambigüedad en la escritura del señor Vivas, que da la impresión de que confunde a la zarzuela con un instrumento; escribe: «ya habían aprendido (los indios, ¡qué valor!) a gustar el ritmo de guitarra, zarzuela y zapateo.» (p. 71).
El origen de la guitarra se remonta al siglo XVI, y no como la conocemos hoy en día; recibió tal nombre en el siglo XVII, y sólo fue perfeccionada con seis cuerdas en la segunda mitad del siglo XVIII. Sería un verdadero hallazgo (mejor que el de la placa lítica encontrada en el Cerro de Las Flores), si don Leonel nos muestra algún cronista de Indias que nos mencione el uso de la guitarra, en América, durante el siglo XVI.
Es muy común esta clase de anacronismos en escritores novels, poco informados y no documentados; ¿cómo se justifica que estas barbaridades las haya escrito nuestro Vicerector Académico, con la anuencia del Director de la Academia Nacional de la Historia, Guillermo Morón?
Revisar a medias los horrores de este libro necesitaríamos unas trescientas páginas; pero señalaremos otras barbaridades, para que en caso de que el señor Leonel decida corregirlo (para una segunda edición), por favor las tome en cuenta: «remarcar» (por insistir) (p.14); «tierras a atrevesar», «camino a seguir» (p. 26 y 39); «estrategia a seguir» (p. 30), «jornada a venir» yposición en «tijeretas» (p. 31); «hacerse de riquezas» (p. 32); «metodología intrigante» (p. 43); «tierras a conquistar y poblar» (p. 38); «acudió en volanderas» (por «acudió en volandas», p. 43); «la empresa a llevarse a cabo» (47); «servicios a cumplir» (p. 51); «chequear» (que consiste en girar cheques, p. 50); «llanadas» (p. 51); «junto a su caudillo» (p. 53); «se observaba a la perfección (p. 57); «camisa tres cuartos de manga» (p. 59); «peñuscos» (por peñas) (p. 59); «el río recobró su habitual compostura», (p. 61); «cuartocreciente» (p. 72) «visteados» (por ver) (p. 76); «el lugar de la primera pernocta» (p. 61); «lomerías» (por lomas) (p. 81); «cultivos de papa que en abundancia en los contornos habían» (p.87); «tortuosas topografías» (¡Vaya expresión, para un hombre de profesión Geógrafo!) (p. 89); «a verdad decir» (p. 91); «presencia entrépita» (102); «espada en cinta» (por espada al cinto) (p. 118); «picherrería» (p. 125); «arreo de ébanos africanos» (refiriéndose a esclavos, cuando arreo se usa para mulas o caballos) (p.139).
Cuando leía este libro, un artículo de don Leonel hacía una apología de los viajes del rector, casi en el mismo momento cuando más de una docena de miembros del Departamento de Matemáticas (Facultad de Ciencias) debían asistir a unas jornadas de trabajo en Barquisimeto. Estos profesores viajaron sin viáticos porque la universidad no tiene plata, pero en cambio, ¿sí se justificaba, muchísismo más, y con sus debidos viáticos (en dólares), la presencia de don Michel en Francia? Quiera Dios que se nos dé un informe pormenorizado de lo que este señor haga en Francia, en beneficio de nuestra sublime universidad.
En fin, con razón, el señor Vivas tenía que guardar profundo silencio con respecto a los «fabulosos hallazgos» de la señora Jacqueline Clarac de Briceño, pues los suyos, no son, indudablemente, menos importantes. ¡Qué bella universidad, la nuestra, poblada de parroquianos tan insignes! Quiera Dios que nuestra Mérida nunca merezca el nombre de Ranchería de la Sierra Nevada, y que siga el rector viajando y el vicerector académico encomiando estos viajes y llamando parroquianos a quienes los critican. (Fin del artículo).