AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
(EN LA GRÁFICA: SANT ROZ CON EL PERIODISTA, DE LOS FUNDADORES DE TELESUR Aram Aharoniam)
14/10/1993: Me han invitado a una reunión para discutir el tema sobre el destino de las universidades y he dicho que la universidad venezolana está incapacitada para cambiarse a sí misma. Que los profesores por lo general son pequeños burgueses cuya única aspiración es coleccionar reconocimientos para colgarlos en su cuarto de trabajo. Que por lo general los profesores se habituaron sólo en hacer huelgas sólo para pedir aumentos de sueldo con la consigna eterna de que les homologuen sus sueldos no sé a qué nivel, cuando lo que deberían hacer es homologar sus cerebros con los más dignos y valientes de aquellos que se han inmolado por la patria.
Por ahí ha vuelto a Venezuela la poeta puertorriqueña Carmen Vega. Me ha buscado con cierto interés y al verla le regalé este poema de Juan Ramón Jiménez:
Conmigo duermen mis penas
por la noche, fatigadas
de la lucha que en el día
sostuvieron con mi alma
pero con el descansar,
igual que yo ellas descansan
y con nueva y mayor furia,
al despuntar la mañana,
a mi corazón despiertan
para ofrecerle batalla
Luego Carmen fue al Taller de Literatura, la estuve escuchando y he sentido algo parecido a la decepción. Me pareció lejana y muerta, sin alma y sin color. Como un fantasma, herida, vaga, incapaz de hechizar: una mujer que anda en busca de alguien sólo para procurar encontrarse a sí misma. Lástima.
21/10/1993: Voy a San Cristóbal a presentar en el Núcleo del Táchira mi libro Maldito Descubrimiento. Al enterarse los delegados de APULA en aquel lugar lo de la presentación de mi libro, se dieron a la tarea de sabotear el acto presentando un voto de censura contra el Vicerrector del Núcleo y Secretario de Cultura, Edgar Alfonzo Arriaga, quien me acompañaba. Nos alojamos en el hotel Los Pirineos, donde encontramos al político y candidato a diputado al Congreso, Pablo Rafael González.
22/10/1993: Día nublado. Desde las 10:30 hasta las 2:30, con Edgar Alfonzo y Carlos Sosa hemos estado esperando a Pablo Rafael, para salir almorzar y regresar a Mérida. Nos tomamos media botella de ron conversando sobre libros, viajes y bestias apocalípticas. A las 3:00 almorzamos en el restaurante colombiano El Trapiche. Llovía a raudales, y a las 3:45 partimos hacia Mérida. Nos llovió durante todo el trayecto.
Una tremenda gripe me carga jodido.
23/10/1993: Se ha desatado una guerra atroz y frontal contra mí dirigida por el presidente de APULA. Este señor está asesorado por algunos empleados del gremio profesoral. Ha escrito Fermín (mejor dicho, se lo han escrito) otra bazofia donde ataca de nuevo a Argenis. Lo llamó borracho inútil, tránsfuga, ex comunista, ex subversivo, y a mí me encasquetó términos similares: chantajista, noctámbulo, monomaníaco y otras sandeces. Yo le respondí con el artículo: Las increíbles bajezas de un presidente de Apula, donde lo presenté tal cual es. El tal Fermín anda amoscado y ahora está utilizando a un grupo de intelectualoides de la Facultad de Humanidades para procurar sancionarme ante el Consejo Universitario. Hace unas tres semanas, el Consejo de Facultad de Humanidades aprobó sanciones contra mi persona; no conozco la naturaleza de las mismas, pero dos argentinos fueron encargados de redactarlas, entre ellos un tal Vilanova. Un remitido está por salir por la prensa. El documento ha sido elevado al Consejo Universitario. Entretanto yo sigo replicando y ahora he redactado el artículo El falso doctor fausto.
26/10/1993: He ido a visitar al padre Santiago junto con Roger Vilain. Lo encontré bastante repuesto, leyendo el trabajo del alemán Sievers.
Para mañana está anunciada la aparición del remitido de la Facultad de Humanidades contra mi persona.
Es difícil trabajar y pensar en un medio como el de nuestras universidades. Algunos individuos como Fermín, que tienen un alto cargo en un sindicato, consideran que toda la ULA es su feudo, y que los profesores que no pertenecen a su entorno son unos advenedizos, unos entrometidos, que deben vivir de las migajas que ellos les echan. Y cogen, cogen con las manos con los pies, con el trasero, cuanto pueden.
Fermín, en el artículo que le condimentaron contra mí, dice que yo soy un becado. Todo el mundo es un becado menos él y su banda de pérfidos manipuladores y maniobreros. Ese Claudio Valentino, por ejemplo, el actual tesorero de APULA, es un ser anodino, elemental, de una incultura que abisma, que ha hecho desastres con su carita de monaguillo recién ordenado. Vivía el tal Claudio como un proletario en un apartamento medianamente pobre, y su condición como profesor no llegaba a Agregado, pero llegó a Tesorero del fulano gremio Apula y al poco tiempo se mudó a una mansión en la urbanización Santa María, la más cara de Mérida, ahora está construyendo una descomunal casa por los lados de una nueva urbanización que se llama Campo Claro. Estoy preparando un artículo que se llama: Él, Claudio. Que lo despaturrará para siempre.
27/10/1993: Todo este lío miserable de enfrentamientos contra tanta lacra, en verdad que me hace perder mucho tiempo. Tengo paralizado desde hace un mes mi libro sobre José María Obando. Ha sido esta una carga horrible. No sé cómo enmudecer y hacerme el loco con toda la charca que me rodea. Recuerdo que en una ocasión Jean Marc De Civrieux me dijo que no les hiciera caso porque el mal se destruye a sí mismo. También he pensado que quien le responde a un estúpido también puede terminar en estúpido. Pero uno que no tuvo la oportunidad de luchar al lado de Bolívar durante la gesta de independencia, a la vez siente que la lucha de la humanidad ha sido toda contra los imbéciles; que cuando se enfrenta a estos canallas lo hace contra toda la clase de equivalencia a la que pertenecieron tipejos y traidores como Antonio Leocadio Guzmán, Francisco de Paula Santander, José María Obando, José Hilario López, Vicente Azuero, Francisco Soto, José Antonio Páez, Julián Castro, Juan Vicente Gómez; en fin, contra los que asesinaron a Sucre y lo llevaron prematuramente a la tumba a Bolívar. Los que nos han condenado a padecer esta ignominia de pueblos esclavos y sometido a los intereses gringos o europeos. Definitivamente no nos queda otra salida, y más remedio, cueste lo cueste que luchar contra la estupidez, aunque en ello se nos vaya la vida. Lo siento. Así lo haré.
Hoy ha salido en toda la prensa merideña un enorme remitido contra mi persona, pagado por la Facultad de Humanidades, solicitando al Consejo universitario sanciones en mi contra. Estos remitidos representan fuertes erogaciones a la ULA. ¡Qué estupidez, coño!
30/10/1993 Hoy a las 5:30 de la tarde hice una parada donde el padre Santiago López-Palacios. Lo encontré sin el hipo, pero muy fatigado. Se entusiasmó un poco con mi visita y refirió cosas del pasado, de su infancia, como buscando fuerzas en aquellos años en que era mozo, despierto y lleno de tantas ilusiones. Habló de las enfermedades de los que creen que están sanos y me devolvió el libro de Sievers, lamentando que no se encontrara bien para traducirlo. Leímos un rato a Hördelin y extraigo un párrafo apropiado para la hora en que serenos jugueteaba el padre con su gata instalado bajo el árbol de by run del jardín:
EMPEDOCLES:
¿Perecer?
Permanecer es igual al río detenido por el hielo.
¡Ah, ser necio!, ¿acaso duerme o se detiene
el espíritu sagrado de la vida en alguna parte,
para que tú lo quieras atar, tú, al punto?
El-siempre-alegre no se consumirá nunca angustioso
en prisiones, ni se detendrá desesperanzado en su lugar.
¿Preguntas para dónde? Debe recorrer
las delicias de un mundo, y no tiene fin…
Llovía a cántaros cuando salí de casa del padre Santiago.
31/10/1993: He ido a visitar al profesor Zavrostkí. Lo encontré muy bien a pesar de que fue operado hace un mes de una hernia. Tomamos el té de rigor con bastante limón como él lo prepara. Me dijo: » -Tomar el té en Inglaterra no es costumbre sino ley». Me habló de que lamentaba que su libro (el que él tradujo de Loski, “La intuición sensorial, intelectual y mística”) no fuera a salir sin Índice onomástico. En tal sentido fue tal su preocupación que me dijo estar dispuesto ir a la Editorial Alfa (donde se está montando el libro) para retirar los originales y organizar el fulano Índice. Tendrá que ser agregado al libro una vez que esté terminado porque si no todo se paraliza y aquí en Venezuela cuando un proceso se detiene se desata un desastre y la ruina total. Esto de meterse a editor es una agonía y una carga torturante.
Hoy salieron dos artículos míos por el diario El Globo.
4/11/1993: Sigue la guerra en mi contra desde la Facultad de Humanidades. Mi caso ha sido llevado nuevamente al Consejo Universitario para que yo sea expulsado y sancionado con la mayor condena que pueda presentar contra un profesor una universidad seria y autónoma como la nuestra. Esta vez tal solicitud no lo ha dirigido la Facultad de Humanidades en pleno como ocurrió la semana pasada sino que fue presentada por cuatro eminentes profesores. Hasta ahora no sé los nombres de los fulanos profesores. Según me contó el decano de la Facultad de Ciencias, Mauro Briceño, a quien encontré en la Editorial Alfa, el Consejo Universitario había en principio rechazado que yo fuese expulsado de la ULA. Coño, estos tipejos a los que he atacado no saben defenderse por sí mismos y tienen que salir a pedirle ayuda a la cuadrilla de vagos del Consejo Universitario. Casi todo en la ULA es negocio de la peor especie, y el negocio moderno, tal cual lo proclamaba Papini, es una forma de latrocinio. La ULA es un trasatlántico babilónico en el que se venden sobre todo reses gordas tasajeadas y expuestas en tendederos de altura con etiquetas que rezan Filología, Mecánica, Diseño, Fisiología, Empeño y Manumisión: toda una extensa cueva plagada de caballeros lustrosos y pringosos que sacan sus recetitas de lujo por las aulas para que se aprecie el humanismo de sus métodos cartesianos. La ULA huele a teología, a sudor de tragavenada, a cuernos telúricos, a gallinero melancólico.
10/11/1993: Un grupo de estudiantes de la Facultad de Humanidades recogen firmas contra mí para realizar un acto de desagravio a un morcilla profesor de literatura al que he envuelto en papel de estraza. El acto de desagravio lo quieren realizar en el Aula Magma, así mismo “Magmacita”. No se explican, dicen, cómo un cristiano como yo pueda ser profesor universitario.
13/11/1993: Un foro sobre la situación política actual ha sido organizado en el auditorio de APULA. Al enterarse Fermín que yo he sido invitado al foro, ha entrado en estado “interesante”. Con determinación autoflagelante ha llamado a altas horas de la noche a los organizadores de “Cátedra 2.000” quien lo organiza (dependiente del vicerrectorado académico), advirtiéndoles de que no puede responder por lo que allí pueda ocurrir. Posteriormente han llamado al vicerrector administrativo, Hernán López Áñez para exigirle que no permita que su esposa sea ponente en el referido acto. López Áñez se ha achicopalado y su mujer ya ha anunciado públicamente que no participará. Los organizadores han cambiado el foro para las instalaciones del CUDA. Simultáneamente me llegan informaciones de fuentes muy fidedignas de que han sido contratados a unos sicarios en San Cristóbal para que me den “mi merecido”.
17/11/1993: Ha salido un nuevo artículo mío sobre el ex Tesorero de APULA, Claudio Valentino. En el Departamento de Matemáticas algunos colegas han formado una llorona por ese, mi atrevimiento; están compungidos y desolados. “Cómo te atreves, Sant Roz”. Nadie puede explicarse cómo se ataca a un hombre tan bueno, tan sereno, chévere y pavo como Valentino, “el más lindo muchacho que ha tenido este Departamento, el Roberto Valentino de la ULA”. Allí todo el mundo me esquiva, por donde paso dejo una estela de colosal mudez y pesadumbre. La gente que se atreve a verme lo hace asustada, con la cara terriblemente demudada. Ser quien firma cheques en la ULA no es ninguna pendejada. Yo he visto su estilográfica de oro… Yo he visto la larga fila de doctores, titulares, profesores eméritos, elevados miembros de las academias ir avanzando como borreguitos, agradecidos, sonrientes y muy calladitos para recibir alguna gratificación salarial de un poderoso firmante de cheques como Valentino.
De lo cual sé que la mierda en que nos debatimos no proviene únicamente de quienes nos gobiernan, sino y principalmente de eso que se denomina el «conciudadano manumiso”, el profesional amojonado, el hombre que en los laberintos de papeles y sellos, de pergaminos y togas perdió para siempre sus gónadas y su carácter.
Me he convertido en una persona intratable sin buscarlo y sin quererlo. Aunque de vez en cuando, algún piadoso se me acerca, son meritorios catedráticos, que con caras de preocupación me preguntan: “-Chico, ¿qué te parece la situación del país? ¿A dónde crees tú que pueda ir todo este desbarajuste?». Y uno tiene que contestarles: » –El núcleo de la médula sólo tiene un centro. Y en los centros sólo los temporales gravitan con sus esencias. ¿Es que acaso ustedes no lo huelen? La Nación es un pellejo en mano de los carniceros, un pellejo sin corazón ni sangre…».