(EN LA GRÁFICA VEMOS A SANT ROZ EN UNA ACTO POLÍTICO EN CARORA, AL LADO FERNANDO SOTO ROJAS, UN POCO AL FOTO EL GRAN GUITARRITA ALIRIO DÍAZ)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
Lo insólito a cada paso, lo irremediable o inevitable como una sacudida en cada pensamiento o recuerdo, lo sorprendente o desolador como una bofetada perenne a la conciencia, y todo esto a la vez tan natural, tan sencillo y simple como sentarse y pasarle la mano al gato de la casa.
21 -6 -1994: El país se desenvuelve en medio de una caótica incertidumbre. Además de los ocho bancos que acaban de caer se habla de otros tres más por derrumbarse. Por eso de nada vale hablar de programas en este país, porque no se trata de programas, ni de proyectos, mucho menos de promesas: se trata de la acción de los hombres con carácter sin lo cual no se puede llegar a ninguna parte. Ahí está el caso del hipócrita doctor Rafael Caldera, que siendo un hombre inteligente ha resultado un verdadero descalabro para la nación, un verdadero sinvergüenza. Yo lo había dicho en un escrito, mucho antes de salir electo, que Caldera sólo quería coronar un capricho frente a CAP: ser presidente de la república dos veces. Caldera no habla, no actúa, no propone, no se le siente porque el país se hunde cada vez más en un desastre que todo el mundo presiente pero frente al cual el gobierno se cruza de brazos. Qué tristeza, luchar tanto para llegar a presidente para ser en el cargo un total imbécil.
Llama la atención de que un canal como Venevisión tan reaccionario por tradición, esté dándole bastante cobertura a la gira que hace Chávez por Venezuela, y donde se dan declaraciones terribles contra el gobierno. ¿Qué carta se trae entre manos Cisneros? ¿A qué apuestan? ¿Les saldrá el tiro por la culata? Seguramente que Cisneros se cree más listo que Chávez, y que lo va a usar para un fin bien perverso.
Aquí no hay justicia, no hay trabajo ni disciplina, ¿quién puede tomar en serio a este gobierno? No hay manera de controlar nada, y la gran puta que consiente todo esto es la cúpula de la Iglesia venezolana, lo consiente porque sin esta inmensa prostitución ella no devenga su parte de la gran rapiña que se viene haciendo desde 1830.
Hablar de la cúpula de la Iglesia venezolana da asco.
Deduzco del libro de don Pedro Núñez de Cáceres las siguientes observaciones:
1) Tener la razón en Venezuela es un cargo de conciencia.
2) Hay individuos en este país, que cuando recogen los datos de sus curricula, son genios desde la lactancia.
3) «En Venezuela los honores, las dignidades, todo es mentira, y lo único cierto es que se roba mucho: sólo los que están robando conocen la verdad».
4) La elección se hará como es uso y costumbre, ya con dinero de las arcas nacionales y llenándole el vientre de buenos bocados y vinos a los electores. El que más da es el mejor, porque promete hacerse el loco ante cualquier estropicio, y como yo también soy bien vagamundo, flojo e inepto es preferible estar con el más inescrupuloso. Los vagamundos, flojos e ineptos siempre conformamos mayoría en este país.
5) La latromanía: la enfermedad más peculiar de estos tiempos, en Venezuela.
6) Venezuela es el país de los milagros: de pronto quien hasta ayer era un humilde trabajador, de pronto lo vemos construir una mansión que vale millones, y el cual costea enteramente con su triste sueldo.
7) La consigna de nuestros ladrones es: «Si he cogido algo, mucho más merezco, y se me debe por mis servicios. Mejor es que me lo coja yo, a que se lo lleve el gobierno, que mucho tiene».
8) Los delincuentes de nuestra administración pública, siempre cuenta con: «Los que vengan después me harán santo».
9) En Venezuela muchos de los que llegan a los altos cargos, lo hacen mediante la infamia, la adulación y las bajezas.
10) «En la universidad se dan innumerables clases, una de ella es la de Economía, ciencia inútil en donde no se vive económicamente sino robando». P. N. de C.
11) Confesemos sin rodeos que los naipes, los dados, el juego de caballos y la lotería, los dados, el miche y sobre todo la rapiña constituyen actualmente el patriotismo que más difunden los partidos.
12) «El Papa toma el humilde título de Siervo de Dios, y luego se hace besar los pies para dar a todos una prueba de su humildad».
13) Venezuela sufre a cada maldito gobernante durante cuatro años, luego para salir de uno, entonces el pueblo busca desesperadamente a otro, que viene y resulta peor que todos los anteriores.
14)» ¡Maldita abogacía! ¡Malditos Tribunales! ¡Maldito el que su triste suerte lo obliga a comer este pan de oprobio y humillaciones!»
15) «La libertad no es un hombre, y todo pueblo que busca un hombre hallará siempre un amo y un malvado»
16) «En Venezuela se sabe que hay una Constitución como se sabe que existe un Alcorán»
17) «Con dinero se hacen soldados, y con soldados se roba dinero». Julio César
18) «¡Ah pícaros! Me querían trabajar porque he escrito contra Páez; pero le he metido el rayo en el culo, y se lo he hecho tapar con la oliva» J. V.G.
19) «Hoy el carácter predominante es no tener vergüenza» P. N. de C.
20) «Desorden y despotismo reducidos a sistema, y las fórmulas para ejercerlos se denominan Constitución» P. N. de C.
22 -6 -1994: Se vive en estos momentos una pavorosa situación de inestabilidad económica; corren rumores tremendos de que ningún banco puede asegurar el dinero de los ahorristas. El país está en un limbo y el malévolo de Caldera que estaba ansioso por desgobernarnos, no habla, no toma ninguna decisión. Tengo la desgracia de profetizar las cosas; cuanto he dicho se ha cumplido, y lo peor es que los rumores dudosos de un golpe de estado tampoco los creo, porque con los dos últimos reventones ya salieron de los cuarteles los que se atrevían. Y así tenía que ser porque nadie sirve al gobierno si no roba. Desastre. Desastre, coño. Anoche pasé frente al Banco Consolidado, eran después de la siete de la noche y había gente retirando dinero porque corrió el rumor de que este banco no abrirá el martes, pues tendremos lunes bancario. El pánico anda dibujado en todos los rostros, de modo que hoy estamos como nunca… hacen falta cien “27 de febrero” o cien “4 de febrero” o “cincuenta 27 de noviembre”, y quién sabe…
El pueblo se echó en brazos de Caldera, yo que soy tan escéptico y detesto a este anciano, en estas cosas no me quedó otra salida que darle el voto, y resulta que este viejo imbécil está petrificado en medio de una insólita mudez. Y téngase en cuenta que todo este escabroso desastre sucede en medio del mundial de fútbol, cuando el país está idiotizado, absorto en este juego.
¿Qué irá a pasar cuando termine la rochela del mundial?
Porque, coño, para conseguir la cerveza no hay crisis; para comprar ron y montar francachelas no hay deterioro económico. En Mérida a centenares de personas, a cualquier hora, se les ve con una latica metida en una bolsa de papel. Cuando la gente salga del letargo del juego y de la bebedera arrasarán los saqueos con el país.
8:00 p.m. Voy junto con José Zambrano a varios centros hospitalarios preguntando por Miguel Valeri, pues me han dicho que se encuentra hospitalizado. Finalmente vamos a su casa. Allí lo encontramos sumamente mal, con un enfisema pulmonar bastante desarrollado y problemas cardíacos. Pero no pierde su lucidez y asegura que con todo lo malo que le pueda ocurrir al gobierno no puede estar peor que él; por otro lado piensa que golpes de estado no puede producirse porque carecemos precisamente de estado.
25 -6 -94: En medio del caos financiero, Caldera se dirige a la Nación, y sostiene que habrá control de cambio y suspensión de ciertas garantías constitucionales.
Opinión de algunos académicos sobre mis artículos: «José Sant Roz es un resentido social».
28 -6 -94: La Federación de Centros Universitarios de la ULA ha tenido un «éxito total» con un paro que llamó para hoy; todo el comercio cerrado, sin transporte la ciudad, sin trabajo en los entes públicos, en escuelas, liceos y universidades. Lo que pude observar, en un recorrido que hice buscando donde comprar pan, fue que algunos grupos estaban tomando licor más que nunca; en algunas bodegas decían: -«Aquí vendemos solo cerveza».
Hay que tener más valor para vivir en un país de esclavos, que para matarse.
Mi comadre Gisela Barrios me dice que todo el problema es que en Venezuela no existe el Estado; que aquí lo que hay son mafias.
1 -7 -94: Hoy ha llegado a esta ciudad Humberto Eco, y su visita me ha cogido en medio de una gripe terrible, con fiebre y un dolor generalizado por todo el cuerpo. Daré clases pero luego me encerraré en casa a las 6 de la tarde.
No sabemos en qué pararán las medidas económicas tomadas por el gobierno; hay un temor terrible de que se produzca un segundo 27 de febrero. Los rumores no cesan. Es tal la especulación que se ha desatado en el país que antier mi esposa salió a comprar un kilo de ahuyama y le pidieron ochenta bolívares, y ayer cuando en otro negocio preguntó su precio le dijeron que costaba treinta. No hay gobierno, no hay Estado, o no sabemos qué es lo que se está cocinando bajo cuerda para provocar otra matazón de gente pobre. En esta vaina nunca ha habido Estado verdaderamente. Pensando en esto, me pregunto: ¿cómo una persona, que se dice inteligente como el doctor Caldera, ha desperdiciado su vida jugando a la candelita política de este país, donde él forma parte de la comparsa de vagabundos desde 1936 y nada se ha adelantado y todo está peor?
7 -7 -94: ¿Será una ilusión fatigante y penosa, el creer que uno pueda cambiar a los demás en la dirección de nuestros sentimientos? Podría quizás hacerles ver o sentir alguna forma muy leve de realidad diferente, pero sin la fuerza, ni la suficiente persistencia para provocar un verdadero cambio en una persona. Hay una ilusión tan pesada y asfixiante, que está en todas partes, que nos sale al paso en cada acto y en cada frente del diario vivir, que parece casi imposible dejarla de asociar con la existencia misma. De modo que hace falta construir cada segundo, cada minuto un anti -mundo, una anti -existencia, que ante esa realidad atosigante de falsedad en la que vivimos con seres aparentemente idénticos a nosotros y que requieren para sobrevivir el mismo aire que uno respira, el mismo alimento que uno consume, el tráfago violento de la lucha social…, podamos oponerle la realidad esencial de nuestro verdadero ser.
Entonces no nos queda más que mantener las formas de la apariencia que no nos haga extraño y fuera de lugar, adoptar una máscara; volverse uno de veras un artista del disimulo. Y luchar en cada acto para hacer ver que de veras uno también está en este «mundo». Que de veras son valederas las luchas que se hacen, los sueños que se buscan, las esperanzas que se imaginan. Estar y no estar al mismo tiempo es la gran empresa de esta soledad sin límites, que nos ha deparado el conocimiento de la vida. Sí, hacer ver como si de veras todo es importante, cuando se tiene tan cierta la futilidad de cualquier lucha y los resultados vagos de cualquier sacrificio. ¿Chapotear en el barro hasta el fin? No vamos a cambiar nada, no vamos a ser diferentes, sino en cuanto que lo que nos afecte pueda hacer el milagro de revelarnos la necesidad cruda de un cambio en nosotros mismos.
De lo cual, quizás lo único que valga la pena sea apartarse. Es lo único que uno ha conseguido: apartarse. Desligarse del laberinto de las ilusiones y acomodarse en la otra existencia que uno ha levantado a fuerza de no aceptar el mundo como nos lo han entregado, pero al mismo tiempo «convivir», aceptar la fatalidad de los muertos que nos atienden y que suponen que estamos embarcados en esta solemne ilusión sólo para justificar la nada.
Mi única riqueza es la nada, la ausencia, la desolada comprensión del mundo que por tanto tiempo he padecido. Quizás podría decir que me he regodeado también un poco en esa fantasía sutil del encanto que poseen la vulgaridad y el mundanal ruido.
Y ver el juego de las frivolidades con cabeza fría. Ver al mundo en sus creencias, con cabeza fría. Saludar como una sombra, que no quiere entrometerse en nada, porque cada cual debe llegar al tuétano de su propio hueso moral y espiritual. Porque hemos venido únicamente a aprender; sí, la gran escuela; a observar, a ver el derroche de las existencias que se traga la vorágine del vacío. Ver, acercarse y palpar esa general y franca desolación de un mundo que permanentemente es como un mero soplo. Un mundo que es como un mar con su oleaje incontrolable, permanente, monótono. El mar que cada mañana está allí como lo estaba ayer, y que así estará siempre, a veces un poco más encrespado, un poco más suave, pero siempre el rumor eterno de su ir y venir sobre el cielo íngrimo de algo ausente que nos golpea.
No pretender ya uno perder un sólo átomo de su energía en el fragor de las contiendas sin conciencia ninguna de lo que se hace. No; nos hemos retirado atosigado de golpear, de sacudir muertos, de creer que podemos hacer estremecer a las momias bien afianzadas en el barro. La burla, la mueca perenne de los que nunca han salido de un cementerio, de los que buscan acaparar los deshechos y lo elevan a la categoría de sus dones maravillosos.
Porque el mundo necesita podrirse. Se requiere de larvas, de pequeñas alimañas que ayuden a la fermentación para producir algo que no sabemos si será mejor de lo que hemos tenido. Y la marcha sigue; la mezcla continúa. El cieno aumenta su espesor. Mejor así, quizás.
Es larga la noche. Ha sido larga la contienda. Y estamos en el camino de regreso, del regreso de la última batalla. Dejando las columnas de humo a nuestras espaldas. Nosotros, los derrotados, las nubes oscuras encapotados todos los cielos, las montañas inmensas, negras, cerrándonos el paso. De regreso de la última batalla. Sin sol, sin sueños ya. Con el aliento definitivo de la nada. ¿Qué era lo que uno esperaba de sí mismo? ¿Qué fue de lo que imaginamos durante nuestras mejores horas, frente al mar, de lo que sentíamos, de las noches angustiosas, de la augusta crueldad de la fe que sostuvimos y resultó un fiasco?
El despilfarro de todas las batallas, para finalmente no buscar, no aspirar, no esperar. Solo en la marcha. Sí, concediendo las dádivas que cada cual reclama para ir tirando. Uno las da, uno las entrega como poderosos ricos. Somos pródigos en dar, en entregar cuanto se nos pida.
La equivocación del nacer. La tarea devoradora del «hacer», del «organizarse», de mentir; del mentir para vivir; de engañarnos para «mejorar», para «prosperar», para «tener». ¿Qué hace uno con todo lo que ha acumulado durante tantos años de falsedad? El fardo de la incuria. Y uno no puede solicitar lo que perdió de tantos años de furibunda lucha. ¿Y qué es uno, para reclamar algo?
El círculo que nos consume; el vórtice que nos ahoga. El hombre que nos solicita siempre protección, seguridades, suplicando su presencia y la superioridad de su ser. No queda sino emigrar. Emigrar de aquí, hacia uno mismo. Huir hacia uno mismo, cada vez más dentro de uno mismo, escondido en el último refugio de uno mismo. Allí donde están todos los tesoros, el consuelo primero de la soledad, la salida definitiva de este paraíso o de este infierno.