AUTOR: Luis Britto García
El adversario intenta arrebatarnos hasta la luz; esclarezcamos el
panorama de lo posible.
Vuelve Venezuela a estar en condiciones de
determinar su propio destino, el de América Latina y el del mundo.
El destino económico del planeta depende de la energía fósil, que
mantiene funcionando el sistema productivo, y del oro, único respaldo
real del sistema monetario.
Venezuela es el país con mayores reservas pro
badas de petróleo en el mundo, con 302.810 millones de barriles. Le
siguen en orden decreciente Arabia Saudita, Canadá, Irán, Irak,
Kuwait, Emiratos Árabes, Rusia, Libia, Nigeria, Kazajistán, y Estados
Unidos, en un melancólico puesto 12, con 36.520 millones, apenas algo
más de la décima parte de las reservas de Venezuela, muy poco para el
mayor consumidor de energía fósil del planeta.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) calcula
para 2014 que en el planeta habría 1.65 billones de barriles (2014), y
que si se mantuviera la producción de 83 millones de barriles al día,
quedaría petróleo apenas para unos 54 años contados desde esa fecha.
(https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_proven_oil_reserves)
Quien controle esas reservas controlará el mundo.
El sistema financiero global fundado en un dólar no respaldado por
nada salvo por la obligación de los exportadores de petróleo de
recibir el pago en papel verde, está a punto de ser sustituido por el
de otra moneda que, como el yuan, esté respaldada en oro.
El 15 de diciembre de 2018 Víctor Cano, Ministro del Desarrollo Minero
Ecológico, declaró que “Sólo en el área cuatro del Arco Minero del
Orinoco, estamos estimando que existan 8 mil toneladas de oro
inferido. Tenemos certificadas 2.300 toneladas de esas 8 mil. Eso nos
colocaría como la segunda reserva de oro del mundo, pero podríamos ser
la primera”. (https://www.conelmazodando.com.ve/venezuela-podria-tener-la-reserva-de-oro-mas-grande-del-planeta)
Quien controle el oro controlará el sistema financiero global.
Por no agobiar al lector no añadimos un inventario de las demás
riquezas del país, comenzando por la energía hidroeléctrica de
Guayana, el agua, la biodiversidad, el hierro, el aluminio, el coltán,
el cobre, el torio, sin omitir una espléndida fuerza de trabajo de
14.167.281 personas, casi la mitad de la población, de la cual unos
6.274.817 son trabajadores intelectuales, y 2.267.003 específicamente
califican como profesionales, técnicos y afines.
Gracias a estas riquezas, Venezuela puede ser dueña de su propio
destino, o esclava de quien se las robe.
Que conservemos las riquezas que asegurarían el destino del mundo,
de nuestro país y de la integración latinoamericana depende de que
mantengamos la coherencia interna necesaria para defenderlas.
Esta coherencia por lo pronto no parece vulnerable ante un ataque
externo. Las advertencias de China y de Rusia, respectivamente
primera potencia económica y militar del planeta, han paralizado la
intervención armada estadounidense directa o mediante país títere: si
no la han ejecutado, es porque ha dejado de ser factible.
Esa cohesión tampoco parece vulnerable al ataque violento interno. En
dos décadas la oposición ha intentado todo, desde el golpe de Estado
hasta el magnicidio, desde la oleada terrorista al sabotaje, sin más
resultado que fraccionarse y debilitarse cada vez más.
Esta coherencia es medida por lo menos una vez al año por el sistema
electoral más perfecto del mundo, que ha realizado 24 consultas en el
curso de dos décadas.
La única forma en que podríamos perderlo absolutamente todo es
mediante la derrota electoral. El 6 de diciembre de 2015 evidencia que
ésta es posible, y revela cómo podría producirse.
El pueblo podría abstenerse masivamente ante el empeoramiento de las
condiciones de vida provocadas por el aumento incontenible e
injustificado de precios, la desaparición masiva de bienes por las
fronteras, la impunidad de la delincuencia económica, la inseguridad
impuesta por bandas de paramilitares.
Si queremos controlar nuestro destino y en alguna forma el del mundo,
no tenemos más que seguir cohesionados en la defensa de nuestras
riquezas y de la redistribución igualitaria de ellas.
Si queremos depender de otros como esclavos y súbditos, la receta es
sencilla: sigamos dejando que el oligopolio de una docena de parásitos
mate de hambre al pueblo con precios incontrolados, que un hampa
impune de “bachaqueros” siga desviando en provecho propio los bienes
subsidiados destinados a las masas, que un puñado de ratas continúe
hambreándolo con el contrabando de extracción, que ineptos o
cómplices lo sepulten permitiendo la proliferación de terroristas
paramilitares, hasta que el elector hastiado retire su apoyo al
sistema político y de Venezuela no quede más que un agregado confuso
de botín y falsos positivos.
Antes de que tantos sean inmolados para satisfacer la vileza de tan
pocos, actuemos para defender los derechos de todos.