Ramón David León, de origen judío, nació en Cumaná, Estado Sucre el 6 de agosto de 1890. A lo macho se hizo periodista, luego, gracias a su palangrismo consiguió hacerse diplomático. Fue director del diario La Esfera (asociado, al principio, con Edmundo Suegart) y Jefe de Redacción en El Universal, El Heraldo, Satiricón y Pluma & Tinta.
Fue parte del equipo de trabajo del gobierno del presidente Juan Vicente Gómez y fiel creyente de las ideas racistas del positivismo —el cesarismo democrático — ; seguidor y promotor de las tesis propuestas por Laureano Vallenilla Lanz, uno de sus grandes amigos. Jorge Maldonado Parilli, escritor venezolano y ex-jefe de la Seguridad Nacional, define así a León: “Jamás tembló su pulso al escribir lo que consideraba propio para la defensa de sus creencias o de su causa. Ramón David León no era (…) un simple; era ciertamente un periodista, un periodista con convicciones y con capacidad de argumentar en torno a sus puntos de vista.”
Cuando comenzó a circular el famoso Libro Rojo, que pretendía desenmascarar las actividades de los comunistas en Venezuela, editado por el prefecto de Caracas, Gustavo Manrique Pacanins, las cartas que en él aparecen fueron entregadas por el palangrista Ramón David León. La actividad comunista estaba entonces prohibida por la Constitución gomecista, y el señor Ramón
David León (insistimos, que quien publicó estas misivas recogidas en este libro) realizaba una furibunda campaña contra todo izquierdismo con el latiguillo: «Hay o no comunistas en Venezuela». Jóvito Villalba explicaría luego que estas cartas le sirvieron al gobierno de López Contreras para acusar de comunistas a todos los que luchaban por la democracia. Muchos se preguntan, ¿quién entregó todas esas cartas a don Ramón David León, para que luego fuesen recogidas en el famoso Libro Rojo? Juan Bautista Rojas tiene la respuesta: «Solamente Betancourt tenía copias de ellas, que había remitido a diferentes partes y destinatarios y guardaba, también, todas las que había recibido de los múltiples y variados corresponsales dispersos en el Caribe, en los países de América y Europa».
Por otro lado, siendo Ramón David León director del diario La Esfera, era el jefe de prensa de esta campaña, y constituía una pieza clave de los intereses de cierta compañía petrolera. Don Ramón y don Rómulo llegarían a entenderse muy bien en 1945. Hoy no cabe la menor duda de que Ramón David León fue de los primeros periodistas de América Latina en meterse de cabeza en el negocio mediático a favor de las compañías petroleras, para conspirar y derrocar gobiernos y, por ende, agente encubierto de la Office of Strategic Services (OSS) que luego sería la Central Intelligence Agency (CIA). Por cierto, que el aspecto de matón que se gastaba Ramón David León, era muy parecido al de Rafael Simón Urbina.
Gobernando López Contreras, Betancourt tiene un altercado con Ramón David León, por los consabidos inventos e insultos del referido palangrista. Es decir, se forma una pequeña guerra entre dos grandes palangristas. Está el guatireño buscando peleas frontales, sobre todo con gente de poder, diciéndoles cosas que no hayan sido muy bien comprobadas aunque luego las tenga que desmentirlas. Lo que se recoge en cualquier periódico de gran tiraje, sea bueno o malo, le ayudará en su proyecto.
Eso piensa. Lo importante, de momento, es dejar la herida, la duda, la estela de una inmensa duda, de una penetrante preocupación sobre el destino del país: hay que volcarlo todo, poner al sistema patas arriba, «problematizar los temas y las posiciones no muy bien aclaradas».
Desafíos que implican serios riesgos. Se lanza a un experimento: escoge un día como cabeza de turco al director de La Esfera, don Ramón David León, que como sabemos no es fruta que coma mono, y habría que analizar si esta polémica no fue previamente ensayada por los contrincantes. Porque el pleito entre estos dos titanes del insulto
pone a temblar al gobierno de Isaías Medina Angarita. Se les cita a los dos al despacho de Laureano Vallenilla Lanz.
Para esta época, Vallenilla Lanz, hijo, era secretario general y encargado de la Gobernación de Caracas. Betancourt acusa a don Ramón David de haber sido secretario del general gomecista Silverio González y amigo íntimo de su suegra, doña Zoa Coupout. Se enfurece el señor León y llama marica a su atacante, tomando párrafos del libro que ha escrito Rafael Simón Urbina: Vida, tragedia y dolor, con el que se está ventilando otro caso en un tribunal de Caracas. Ante el descuido
de un portero del despacho, ambos personajes entran en la oficina de Laureano. Ramón David León habla primero: ¡Mientras el señor se empeñe en enrostrarme al general González y a doña Zoa como un crimen, yo le llamaré marico. Vamos a ver quién se cansa primero! Betancourt, «pálido y sudoroso, conviene en suspender la polémica. Es increíble —según Rómulo— que el señor Ramón David utilice armas semejantes, siendo que él es un padre de familia, tiene una hija. Ramón David alza los hombros y se marcha. Betancourt permanece un rato conmigo […] Sus labios están color cera, sin sangre. Siento que no me perdonará haber asistido a ese triste espectáculo» (escribe Laureano Vallenilla, hijo).
Ya veremos porqué Rómulo admiraba el desenfado derechista de don Ramón David León, y seguía con atención sus editoriales sediciosos por La Esfera. Sin duda que Ramón David estaba utilizando admirablemente su diario (financiado por las compañías petroleras) para destrozar a Medina. Betancourt estaba perfectamente enterado de esto y reproducía algunos asquerosos inventos de Ramón David en su periódico El País como, por ejemplo, un chisme vulgar con el que se afirmaba que en la casa presidencial de Medina Angarita, se estaban usando bacinillas de oro. Con sus editoriales, Ramón David León estaba incitando a los jóvenes oficiales a que se rebelasen contra «un gobierno que les paga sueldos miserables», y ahora La Esfera estaba reproduciendo los delirantes artículos del temible líder adeco contra el gobierno. Era tan la indignación de Medina que llegó a confesar que tenía deseos de cruzarle la cara a fuetazos a Ramón David León.
Esta monocorde crítica de Ramón David, le parece a Rómulo contundente. Comienza así, pues, el acercamiento entre estos dos seres que hasta hace poco se odiaban a muerte.
Los fuetazos que quiso sacudirle Medina en la cara al director de La Esfera, Ramón David León, era él, Rómulo Gallegos, quien hubiese deseado dárselos, no sólo a los bandidos de dicho diario, sino también a Luis Teófilo Núñez, el dueño de El Universal.
Cuando Marcos Pérez Jiménez derroque a Gallegos, el periodista Ramón David León será premiado con la embajada del Perú; a Ramón David, tan fiero articulista lo persuadieron para arremeter contra Medina Angarita por la más estúpida nimiedad, ahora, gobernando Pérez Jiménez se callaba valientemente cuando más de cinco mil presos políticos abarrotaban nuestras cárceles.