Por Gustavo Espinoza M.
Otra vez Cuba, el pequeño David de nuestro continente, asestó un duro golpe al Imperio y lo derrotó en la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado miércoles 29 de octubre. En realidad, lo viene haciendo desde hace 33 años, porque -como se recuerda- la Mayor de las Antillas presentó por primera vez un proyecto de Resolución ante ese organismo en 1992 cuando, quebrada la Unión Soviética y caído el Campo Socialista de Europa del Este, Washington se proclamaba propietario del mundo.
En esa circunstancia, Cuba sacudió los cimientos de la estructura mundial que se levanta en Nueva York y asestó una clara derrota a los planes hegemonistas del Imperio. A partir de allí, el ritual se ha repetido de manera escrupulosa: cada año Cuba presenta una nueva resolución y las naciones votan en sentido positivo. Es decir, la aprueban, lo que constituye una condena clara y sin tapujos a la política que la administración norteamericana ejerce contra Cuba.
El punto más alto de la caída de la Casa Blanca en la ONU se dio en el último año de la administración Obama. En aquella circunstancia la moción de Cuba fue aprobada de manera virtualmente unánime porque los dos clásicos oponentes a ella -Estados Unidos e Israel- optaron por el voto en abstención, para no sentir, una vez más, la ostentosa repulsa del mundo.
Esa votación señaló por cierto lo que parecía ser un viraje en la política norteamericana en relación a la Patria de Marti, pero el ascenso de Donald Trump marcó un signo en negativo. A partir de allí, en los años sucesivos, la votación fue casi la misma: Un aluvión condenando el bloqueo y apenas dos votos a favor delmismo, Estados Unidos a Israel Este año, sin embargo, se marcaron algunas diferencias.
Ellas no afectaron en lo más mínimo la victoria de Cuba. Esta vez fueron 165 los votos que apoyaron la resolución, contra 7, y 12 las abstenciones. Así fue registrado en el tablero de cómputo al término de la consulta.
Se podría decir que subió el número de votos contra Cuba, de 2 a 7. Y que creció también el número de abstenciones, que usualmente eran dos, y este año sumaron 12. ¿Cómo puede interpretarse esta diferencia de sufragios? En primer lugar, y antes que nada, por el incremento de la agresividad yanqui contra Cuba; y que se expresó a través de presiones y amenazas del Departamento de Estado yanqui contra Estados Soberanos que no siempre supieron hacer respetar su identidad.
En lo que a América Latina se refiere, esta vez hubo dos países que votaron abiertamente conta Cuba: Argentina y Paraguay. Al primero de estos países virtualmente le compraron su voto -Personalmente Donald Trump- en tanto que amenazó a gobiernos de la región para que “sancionen” a Cuba.
El año pasado el Canciller argentino desacato la orden de su gobierno, y voto en el concierto latinoamericano a favor de Cuba. Entonces lo botaron. Milei, indignado, lo echó del cargo y puso a otro en su reemplazo. ¿Cómo habría de votar el “nuevo”? Obviamente contra Cuba, para retener el puesto. Y Paraguay siguió la huella porque hace muchas décadas -desde Stroessner hasta nuestros días- anda por la misma ruta, que no tiene nada que ver con los intereses del pueblo paraguayo.
Y en abstención sumaron también dos países de la región: El Ecuador de Noboa, que fuera ungido recientemente presidente en medio de un escandaloso fraude; y Costa Rica, cuyo Mandatario representa a los segmentos más reaccionarios de ese país.
De dos “argumentos” se valieron para justificar su nueva “pose” los que “cambiaron” su opción. Dijeron que en Cuba se violan los derechos humanos y se reprime a personas “por sus ideas políticas” Pero quienes aseguran eso, no han podido presentar un solo caso de un condenado ilegalmente, o de un “torturado”.
Y es que no existen. Los que hoy están presos en Cuba por “causar disturbios», lo hicieron “a la mala”; pero sobre ellos no cayó una sola bomba lacrimógena, ni un disparo de perdigones, o de balas. Tampoco, ninguno fue apaleado por la policía, ni privado de visitas familiares, ni sometido a prácticas crueles, inhumanas o degradantes.
En Cuba no se aplica la Pena de Muerte, aunque legalmente existe. NI se vale el gobierno de “jueces sin rostro”, sentencias anónimas, ni procesos sumarios. Tampoco hay secuestrados, ni “detenidos desaparecidos”. Mucho menos, existen prisiones como la que inaugurara recientemente Donald Trump en La Florida, rodeada de caimanes y tiburones. Y, por supuesto, tampoco se hostiliza ni se persigue a los migrantes.
El segundo “argumento” que se usó fue el de sostener que Cuba “participa” al lado de Rusia en la guerra de Ucrania”. Y eso también es falso. Jamás Cuba tuvo un solo gesto que se pueda considerar “agresivo” para Ucrania. Al contrario, en Cuba se atendieron y curaron 65 mil niños ucranianos víctimas de la tragedia nuclear de Chernóbil ¿Lo recuerdan?.
Y Cuba no proporciona a Rusia ni armas ni soldados para la guerra que hoy se libra en esa zona de Europa. Incluso en algunos casos se han abierto procesos en La Habana a ciudadanos cubanos que buscaron “alistarse” para ese conflicto, porque Cuba tampoco practica el mercenarismo.
Y, por supuesto, nadie ha podido mostrar un solo documento o declaración política del gobierno de Cuba en apoyo a esa guerra, independientemente de su carácter. Y es que incluso más allá de él, Cuba no es partidaria de guerra alguna en ningún confín del planeta, a diferencia de países -como Estados Unidos- que alienta y apoya la guerra de Israel contra los pueblos árabes y algunas más.
Es casi ya un lugar común hablar del inmenso daño que causa el bloqueo imperialista contra Cuba en todos los planos: el económico, el financiero, el alimentario, el social y otros. Cuando el Canciller cubano Bruno Rodríguez expuso el tema ante la Asamblea General de Naciones Unidas en marzo del 2024, aludió a números irrebatibles:
Supimos así que 4 meses de bloqueo equivalían al financiamiento requerido para adquirir los ómnibus necesarios para el transporte público del país (2,850 millones de dólares); que 2 meses de bloqueo equivalían al financiamiento necesario para satisfacer la demanda de electricidad normal en el país (1,800 millones de dólares) ; que 16 días de bloqueo equivalían al financiamiento requerido para cubrir las necesidades del cuadro básico de medicamentos del país (339 millones de dólares). Y conocimos así muchas otras cifras tangibles que muestran el horror de una medida que sólo puede calificarse de genocida.
La decisión de la ONU, en este contexto, tiene un gran valor. Pero no es suficiente. Estados Unidos ignorará la voluntad del mundo y perseverará en esa misma política, agravándola con medidas adicionales, como aquella de “incorporar a Cuba” en el “lista” de país que -a criterio de USA. “promueven el terrorismo”,
En este contexto, no cabe duda que es Estados Unidos el Estado Terrorista. No sólo aplica una política de terror para enfrentar a sus adversarios, por pequeños o indefensos que parezcan, sino que, además, lo alienta y lo promueve, obligando a otros países, mediante el chantaje y la extorsión, a plegarse a sus acciones}
Pese a todo, en la ONU o fuera de ella, Cuba vencerá
















