(EL DE LA GRÁFICA, ES ROMMEL, EL QUINTO HIJO DE LOS RODRÍGUEZ-RODRÍGUEZ, NACIDO EN SANTA MARÍA DE IPIRE, QUE MORIRÍA DE APENAS TRES AÑOS…)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
Rommel fue el quinto hijo de los esposos Clara Rodríguez y Francisco Javier Rodríguez. Nos encontramos en el año de 1947, y la Segunda Guerra Mundial ha terminado a favor de los aliados. Papá nunca quiso a los norteamericanos y admiraba a los alemanes. Su máquina de coser cuero era alemana, todos los hierros de su talabartería eran alemanes, y él mismo en el pueblo por su tipo, sus ojos azules, su porte y su color de piel, era llamado “viejo alemán”. Tres años atrás, cuando Hitler ya estaba derrotado escogió para el tecer hijo que le nacía el nombre de Adolfo.
Escogió mi padre, el nombre de Rommel, por el famoso “Zorro del Desierto”, el mariscal de campo Erwin Johannes Eugen Rommel, quien a decir de mi padre nunca había pedido una batalla. Aquel Mariscal de Campo alemán que llegó a ser admirado hasta por el mismo general británico Bernard Montgomery quien lo enfrentó en África. Papá, con un radio de onda corta, amanecía escuchando todas las complejidades de aquella guerra, llegando a compartir sus conocimientos y opiniones con el cura de Santa María, con el maestro de la única escuela había, con el jefe civil o algún cacique de las últimas montoneras que anduvieron luchando contra Gómez al lado del famoso Emilio Arévalo Cedeño. Papá conocía como muy pocos en Venezuela multitud de detalles claves que condujeron a la victoria de los aliados.
Mi hermano Rommel, nació en Santa María de Ipire, un niño extraordinariamente hermoso e inteligente que a los tres años de edad pisó un clavo, cogiendo un tétanos que lo mató en pocas horas. No había en aquel lugar un médico ni un medicamento que pudiera salvarlo. El pequeño Rommel se asomaba a la cuna en la que yo me encontraba, con un año de nacido, y observándome decía: “Pero si es nerro picón”, queriendo decir que yo era negro y con los labios un poco en trompetilla. Rommel era la adoración de mi papá, era como se dice, de sus hijos (Argenis, Alirio, Adolfo, Idilia y yo…), el predilecto. Yo sería el último de los hijos Rodríguez-Rodríguez en nacer en Santa María de Ipire.
Cuando ocurrió la muerte de Rommel, papá quedó enteramente loco, no comía ni dormía, desvariaba, y se iba a caminar por la carretera perdiéndose en ella cogiendo hacia los lados de Pariaguán, andando sin descanso kilómetros tras kilómetros, hasta caer rendido, muerto de sed. Muchas veces lo recogieron en plena vía en la que él deseaba que algún carro que pasara lo matara. Mi madre se encargó del hogar a partir de aquella aciaga muerte de Rommel, hasta que se convenció que no podía seguir viviendo en aquel pueblo donde el fantasma de su hijo acechaba por todas las casas del lugar, por todos sus cuartos, caminos y pensamientos. Mi madre, como he dicho, era una mujer fuerte y decidida, y fue así como le escribió una carta a su hermano Francisco, quien era Jefe Civil en Las Mercedes del Llano y le dijo que le buscara un terrenito porque ya le era imposible vivir en Santa María de Ipire: Javier está loco, no sabe de sí, y necesito tu ayuda, sobre todo salir de aquí, hermano... Fue así como ella contrató un camión, metió todos sus peroles, y sus seis muchachos, junto con el marido trastornado y se presentó en aquella polvorienta, caliginosa y desierta población de Las Mercedes del Llano, donde se dedicó a construir un caserón, en la calle principal, a unos cincuenta metros de la Plaza Bolívar.
Mi padre trasplantado a Las Mercedes, se fue recuperando poco a poco de aquel terrible golpe, y como era músico le compuso a Rommel un poema y una una canción que llevaba escritos, como algo muy sagrado, en una pequeña libreta, que junto con unas oraciones leía todos los días antes de acostarse. En esa libreta estaba la fotografía que ilustra esta nota. Parodiando la letra de la canción Endrina escribió una que le dedicó a Rommel y que cantaba de tarde en tarde. Entonces aquel amor hacia Rommel lo fue volcando hacia mí. Me convertí entonces en el hijo preferido de papá a partir de nuestra estancia en Las Mercedes del Llano.