Por esta época, hace 11 años, Mérida agonizaba de temores, de silencios especiosos y alarmas mortales. Gobernaba Florencio Porras y era Secretario de Gobierno Luis Martín. Ambos dejaron el pelero. Se esperaba lo peor. Se iban a medir pelo a pelo la fuerza de la derecha con la del chavismo, el primero que cediera se iría de culo por un despeñadero. La gran diferencia era que nosotros teníamos a un gran líder, y la oposición un montón de generales sin bolas. Se agotaban las reservas de comida, no había gasolina, ni pan de jamón ni hallacas, ni misas de aguinaldo. Los pendejos pretenciosos de la Universidad de Los Andes, crearon una mariquera llamada “Gente de la ULA”, a imitación de “Gente de Petróleo”. La Gente de la ULA quisieron montar su Plaza de Altamira frente al Edificio Administrativo y se formó una guerra campal. En todos lados había amenazas de enfrentamientos en el centro de la ciudad. Cada cual llevaba una guerra civil por dentro.
En medio de aquellos grandes traumas, un nombre frívolo de una miss estremeció a Venezuela durante quince días, el Pilín León. Un nombre que pasará a la historia, por llevarlo un barco petrolero, que fue fondeado con propósitos criminales, a partir del 2 de diciembre del 2002, en el Lago de Maracaibo. El personaje que logró mover ese barco, y con él, el símbolo más poderoso de la oposición, se llama el capitán Ramón Arturo Dávila Ponce, a quien conocimos un día 3 de marzo de 2003, lunes de carnaval, en Mérida.
Durante el año 2002, y en particular en el mes de diciembre, en Venezuela, se vieron los niveles más bajo de seres miserables, que aquí no se veían desde la guerra de independencia. Afloraron toda clase de enanos, traidores, canallas, saboteadores, terroristas y fascistas, muchos de ellos trajeados con los pomposos títulos de Ph.D, con doctorados y reconocimientos universales, “investigadores”, “científicos”, “intelectuales”, “gerentes” y sobre todo GENTE. Comenzaron a autodenominarse, y ante ponerse, el nombre de GENTE, para que se les identificara como tales porque si no, no hubiese sido posible reconocerles.
Estos seres miserables, hundidos en la más negra y turbia desesperación, no pudiendo derrocar al gobierno por las malas, se dieron a la tarea de propiciar el mayor crimen, que ni siquiera se vio en la época de 1811, cuando los realistas invadieron Caracas. Aquellos quemaban los campos, pero no las cosechas ni destruían el ganado, ni quemaban el cuero de las reses; pero esta clase de abominables seres, arrogantes por tener títulos y considerarse “investigadores”, celebraban el que nuestro país pudiese arder con el estallido de un buque petrolero, y se unían a los canales del terror y a los periódicos que anunciaban incendios, explosiones de refinerías, muertes de ciudadanos por guardar en sus casa gasolina, y la falta de combustible y de gas en los hogares venezolanos. Estos abominables monstruos, echados en sus casas viendo televisión, gritaban eufóricos, al saber que había trece barcos fondeados en el Lago de Maracaibo, y que nuestra producción petrolera había llegado a cero, y que no tendríamos divisas, que estábamos adquiriendo una pésima reputación como abastecedores seguros de petróleo en el mundo, y que podíamos perder valiosos mercados. Todo eso se celebraba, incluso con cacerolas y caravanas de vehículos que batían banderas en los sectores más lujosos y residenciales de nuestras grandes capitales. La arrogancia, la petulancia y la soberbia de un buen número de hijos de puta, sin patria, estaban eufóricos porque nuestra economía estaba tocando fondo, porque se disparaba el valor del dólar, y competíamos en riesgo país con los más desgraciados de la tierra, como Argentina y Nigeria. Como nunca, se destapó un viento de locura, y cualquier cosa que hundiera a la Nación era buena con tal de que se jodiera Chávez. Incendiar a toda Venezuela hubiese sido grato a los ojos de Dios, según estos miserables católicos. Científicos del Instituto de Investigaciones Científicas, IVIC, difundían los correos de los barcos fondeados en el Lago de Maracaibo, para que desde las universidades, los orondos profesores titulares, pertenecientes al rango de PPI, se solidarizaran con los bucaneros y piratas de estos barcos, dándoles apoyo moral. Llegó a tal grado la locura saboteadora de los equipos rectorales y de los consejos universitarios para impedir el reinicio de las clases, que se expusieron motivos como la falta de recursos, y el asunto de la inseguridad en las calles, pero a los pocos días, se vio como estos equipos rectorales y estos decanos, adquirían una flota nueva de vehículos lujosos, y sin los ansiados “recursos” permitieron abrir las aulas y los laboratorios porque les estaban regularizando el pago de los sueldos, a pesar de que no habían trabajado durante varios meses.
Uno no salía del asombro de esa brutal bestialidad que enrareció las mentes de esos supuestos centros del saber y de la cultura, cuando hicieron público documentos exigiendo NO A LAS CLASES. Hubo doctores, como los señores Burgueras, de la Facultad de Ciencias de la ULA que dejaron colgados a estudiantes que estaban haciendo sus tesis, cerraron los laboratorios, con equipos multimillonarios, y desaparecieron durante meses. Una profesora de Química, dijo a sus estudiantes, que ella no abría más su laboratorio “hasta que el loco se fuera”.
El pleno siglo XXI, cuando tanto se mientan de los derechos de los niños y de los jóvenes, cuando en la campaña atroz por derrocar a Chávez se le tildaba de castro-comunista, de tirano y asesino, de bruto y sicópata, de arbitrario y dictador, la ciudad de Mérida fue inundada de graffiti hechos por el Movimiento 13 y Gente de la ULA, ardorosamente unidos a la Coordinadora Democrática, que clamaban NO A LAS CLASES.
Todo este estado de gran caos se llevaba a cabo por estos “ilustres” hijos de la gran Celestina, en momentos cuando se solicitaba en marchas, bailoterapias, camping y ridículos trancazos, firmazos, cacerolazos, batallas finales, A la Carga y Exitazos, y permanentes concentraciones en la Plaza Altamira, que se nos aplicara la Carta Interamericana; que EE UU nos bloqueara, que se nos hiciera la guerra por el medio que fuera. Esa es toda la catadura moral de los enemigos de Chávez.