¿Quiénes somos los venezolanos en el año 2019?
¿Qué nos proponemos en este nuevo milenio?
Por: Alirio Liscano*
Introducción
Estamos a 200 años del Congreso de Angostura presidido por El Libertador Simón Bolívar y en pleno mediodía del año 2019. El presidente venezolano Nicolás Maduro, luego de un primer mandato al frente del Estado (2013-2019), ha iniciado su segundo sexenio constitucional, el cual se extiende hasta 2025.
La situación política venezolana se mantiene al “rojo vivo” o mejor en “carne viva”, dada la virulencia de los métodos oligárquico-imperialistas contra la Revolución Bolivariana y particularmente contra el valiente pueblo venezolano.
Intentemos una sinopsis que sea suficiente.
Una vez desaparecido físicamente el Comandante Líder Hugo Chávez Frías el 5 de marzo de 2013, se intensificó la Guerra No Convencional desatada por el Imperialismo Norteamericano y la reacción nacional contra el novedoso proceso de cambios que ha protagonizado Venezuela desde la aurora del año 1999.
Esta guerra total, sin pausa, demoledora, ha perpetrado los crímenes más abominables contra el pueblo: golpe militar; paro petrolero; “guarimbas” terroristas; atentados magnicidas; sicariato; paramilitarismo; una docena de personas quemadas vivas y “manifestaciones cívicas” que han sido francos motines callejeros con saldo de varios centenares de muertos, heridos y contusos.
Esto, aparte de ataques sistemáticos contra la infraestructura petrolera, eléctrica, de agua potable y otros servicios sencillamente básicos para la población en general.
Ningún complot, sin embargo, ha tenido el efecto demoledor del ataque a la moneda a través de la página digital “Dólar Today”, generada en los Estados Unidos por la Reserva Federal a imitación de la famosa “Dólar Blue”, lo que ha provocado incontables estragos en la economía venezolana sobre todo familiar.
El dato es sencillo, aunque grotesco. En un tiempo en que los venezolanos estamos produciendo como nunca bienes esenciales, especialmente en los ámbitos de la mediana y pequeña empresa y los productos están a la vista de los consumidores, se hace imposible comprarlos por sus precios escandalosos.
La orden presidencial de Barak Obama en 2015 declarando a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos”, mantenida férreamente por Donald Trump, ha sumado incontables dificultades, lo que se ha traducido en decomiso y robo de cargamentos de alimentos, medicinas, semillas e insumos industriales y agrícolas, aparte de dinero en efectivo.
El gobierno bolivariano habla de 35 mil millones de dólares “robados” por entes financieros y de crédito imperiales (Novo Banco de Portugal, Euroclear, entre otros); la retención de barras de oro en el Banco de Inglaterra, por millones de dólares; la expropiación de la empresa Citgo y más de un mil estaciones de gasolina dentro de los Estados Unidos; y numerosos casos de interferencias con efectos desastrosos en materia de salud.
Este ha sido, por ejemplo, el caso reciente de Giovanni Figuera, niño venezolano que ha sacudido al mundo al fallecer en Italia, país donde debía practicársele un trasplante de médula ósea.
La operación quirúrgica del joven Figuera no pudo realizarse porque las famosas “sanciones imperiales” impidieron la llegada oportuna de los ansiados fondos que habían sido movilizados por nuestra corporación petrolera Pdvsa.
Las agresiones imperiales han rebasado todos los límites. Luego del triunfo opositor en la escogencia de la Asamblea Nacional, en diciembre de 2015, sobrevino un escenario propicio para que los venezolanos pudieran observar diariamente a los grupos fascistas liderando el Poder Legislativo, lo que resultó peor para ellos.
Después vino la “marea roja”: desde el 30 de julio de 2018 el chavismo se adueñó de las calles y logró 5 victorias electorales en fila, entre ellas la mencionada reelección del presidente Maduro.
Este contundente latigazo del sector bolivariano, aparte de dejar a la derecha “contra las cuerdas” o en “terapia intensiva”, vino a confirmar lo que ya insinuaban otros indicadores: que la batalla no convencional estaba siendo ganada por la intensa gestión socio-política del chavismo, invariablemente leal al pueblo y con irrecusables resultados solidarios.
No se detuvo la construcción de viviendas populares y alcanzó la cifra de 2 millones 600 mil. Las pensiones de abuelos y abuelas superaron los 4 millones de personas dignificadas.
Las consultas médicas de Barrio Adentro arribaron a la cifra insólita de 30 millones de pacientes atendidos. Las universidades, como los liceos y escuelas nacionales, triplicaron el número de establecimientos construidos. Y los escenarios deportivos internacionales ratificaron el ascenso venezolano en estas lides.
Estos resultados comiciales, evidentemente, aprobaban los logros gestionarios del chavismo. Tomemos nota. Entre 2016 y 2018, el presidente Maduro mantuvo una preferencia del 65% de opinión favorable; ganó el segundo mandato con 67% y en la actualidad se encuentra situado en 80% de simpatía nacional.
Si el chavismo genéricamente gira sobre el 50% del electorado, es claro que el Presidente Maduro se ha sumado ahora un sector independiente e incluso una franja importante de seguidores opositores, lo cual lo convierte en árbitro determinante de la muy ansiada y trabajada “gobernanza” nacional.
Agreguemos rápidamente que en forma similar, a lo largo de estos tres años, los venezolanos y venezolanas han estado rechazando sostenidamente la opción de invasión a Venezuela por potencia extranjera y/o ataque militar, y que en este sentido los guarismos han venido superando el 85% y 90% respectivamente.
Por otro lado, los sondeos de opinión entre opositores sobre sus líderes, evidencian niveles muy altos de rechazo: Julio Borges 85%; Henry Ramos Allup 82%; Henrique Capriles 80%; Antonio Ledezma, 78%; María Corina Machado 76%; Leopoldo López 74%.
Estos números per se, manifiestan una franca caída de los jefes oposicionistas, derivada de la resistencia del propio pueblo opositor contra la violencia sistemática que han desatado por años.
Los últimos intentos opositores de 2018-2019, (los drones explosivos contra la alta dirigencia del Estado Venezolano; la invasión desde Colombia so pretexto de “ayuda humanitaria”; y el ataque al Sistema Hidroeléctrico “Simón Bolívar”, Represa de Guri del Estado Bolívar, han significado nuevos fracasos.
Y qué decir del golpetazo militar del Distribuidor Altamira, cercanías de la Base Aérea Francisco de Miranda de La Carlota en Caracas, los “apagones” eléctricos y el contrabando de extracción de la gasolina automotora, todos fallidos y confirmadores de la política disparatada que adelantan los apátridas.
O sea, en la medida en que la guerra imperial-oligárquica se ha hecho más feroz y descarada, en esa misma proporción ha crecido la aceptación popular de la insobornable política de paz y protección social desplegada por el régimen “madurista”.
Y todo esto, tengamos presente, con ingreso petrolero insuficiente y numerosas “sanciones” persecutorias agregadas.
Basten estos detalles para explicar las “amenazas” de Trump.
¿Quiénes somos los venezolanos en 2019?
Diversos rasgos culturales nos caracterizan al día de hoy. Los revisaremos someramente apelando a las desveladas investigaciones de los maestros Mariano Picón Salas, Salvador de la Plaza, Miguel Acosta Saignes, Rodolfo Quintero y José Manuel Briceño Guerrero, entre otros, pero prestando atención sobre todo a la conducta de nuestro pueblo en este primer cuarto de siglo.
Asumimos la tarea por segmentos, lo que facilita la construcción luego de una visión completa. Con esta metodología analítica, ingresamos en tan importante asunto.
Somos anticolonialistas, antimperialistas, antioligárquicos, antidictatoriales, libertarios, antirracistas, antiexcluyentes y enemigos de la corrupción, lo que es una marca histórica.
Rasgos, se dice, que están en nuestro “ADN” histórico-cultural.
Son los datos protuberantes brotados de nuestro complejo devenir de siglos. Los que se originaron en 1492-1498 con la llegada del “almirante de la mar océana” Cristóbal Colón y sus famosas carabelas: La Pinta, La Niña y la Santa María.
Es la historia de nuestra lucha contra la hegemonía de los imperios saqueadores, la marca sociológica imborrable. Hablamos de la secular batalla libertaria contra el Imperio Español y el Imperio Yanqui, salpicadas ambas por la presencia en el Caribe Histórico de Inglaterra, Francia, Holanda y otros y con el impacto terrófago de sus corsarios y bucaneros doblados de colonos.
Es la relatoría de las rivalidades de esos poderes mundiales por el despojo de nuestros recursos naturales, atadas fatalmente a las aventuras y desventuras de las coronas europeas y también de sus élites republicanas, todas ellas afiliadas al mismo guion de pillería en nuestras tierras y de explotación de sus hijos.
Es el origen de nuestra épica temprana de pueblos rebeldes, batalladores, cimarrones, guerrilleros, centauros y lanceros invencibles, ornados de sueños y esperanzas.
Estos son datos “tatuados” en nuestro “disco duro” secular.
Somos espirituales, solidarios, leales, cooperativos, trabajadores, festivos, leales a nuestra identidad y familia, “caribes y no bobos” decía Bolívar y amigos de tender la mano al débil o al caído en desgracia por alguna circunstancia.
Sentimientos claramente generosos de nuestros pueblos originarios, de las culturas que nos alumbraron. No mientas, no robes, no seas flojo, son las voces milenarias que nos interpelan.
Que rechazamos la burla, la exclusión y la discriminación.
Nos reclamamos mestizos y guiados por la sabiduría tolteca, aymara, quechua, guaraní, mapuche y caribe, amalgamadas de forma torrencial. A la que se agregó la ética cristiana del amor al prójimo, principio bendito para construir la nueva sociedad.
Resaltamos de una vez que el factor fundamental de estos sentimientos es la idea de la justicia igualadora que llamamos “razón amorosa por la causa humana”, pensamiento superior que garantiza la paz, el encuentro y la convivencia, la cual ofrece la plataforma firme para avanzar como fuerza colectiva.
Conveniente es subrayar seguidamente que abominamos del desaire, del atropello, del maltrato, del vejamen, la deshonra, la desconsideración, en síntesis la violencia, lo que ciertamente se ubica por encima de algunas formas de explotación económica.
La razón es sencilla: rechazamos radicalmente el desprecio.
Y agreguemos igualmente que somos altamente críticos.
Nuestra idea política es la democracia auténtica, genuina, verdadera; que reconoce al aparato de partido como instrumento perfectible de cambio; que participa con entusiasmo en los procesos electorales y esgrime el principio revocatorio; que levanta la consigna de participación y protagonismo y en este contexto busca la máxima libertad personal posible.
Esta democracia venezolana que convirtió en realidad las ideas francesas de “libertad, igualdad, fraternidad” y del “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” que proclamaba Abraham Lincoln, por paradoja, goza del odio de las agresivas élites “supremacistas” de los Estados Unidos y Europa.
La democracia estadounidense está secuestrada por el capital.
La democracia “made in USA” no tolera la democracia cierta.
Creemos en la Economía Social, es decir, aquella que con Jacques Maritain y otros grandes pensadores europeos, coloca al ser humano (no al capital) en el centro gravitacional de la sociedad, al tiempo que reconoce al Estado Nacional su rol mediador en el propósito de alcanzar la difícil justicia económica.
El Neoliberalismo le ha quitado la careta al “Capitalismo Caníbal”. A fines de la centuria pasada quedó en evidencia para todos los pueblos del mundo que las aberraciones de la economía corporativa global producen excrecencias homicidas.
Nosotros priorizamos el papel del Estado Nacional en el manejo de las industrias estratégicas tanto petroleras como mineras. Y al mismo tiempo, priorizamos la vigencia de la actividad económica en el amplio tejido social del país, buscando una nueva estructura de empresarios libres, abiertos, protagonistas.
Los venezolanos no somos enemigos de la propiedad privada, ni de la iniciativa empresarial autónoma, ni de la libre inversión industrial, comercial o de servicios. Por el contrario, las apoyamos ampliamente como expresión económica fundamental para la construcción nacional común.
La idea bolivariana es supremamente coherente: Queremos que marchen unidas la política democrática con la economía democrática, todo esto en el seno de una sociedad democrática.
¿Qué nos proponemos en este nuevo milenio?
Consolidar el “Proyecto Nacional Simón Bolívar” (“Plan de la Patria”), resumido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, ahora orientado por el Presidente Nicolás Maduro hacia la “revolución económica productiva” y al “salto cultural por la nueva ética socialista, bolivariana y chavista”.
Todo eso, sin mellar la política social, humanista y solidaria.
Vale decir, elevar al máximo la producción, trabajar más y mejor con alta productividad. Y por otro lado, crecer en la mentalidad nueva, no egoísta, no mezquina y profundamente cooperativa.
Nuestras prioridades se concretan cotidianamente en el funcionamiento normal de los servicios públicos de salud, educación, trasporte colectivo, construcción de casas y apartamentos y por supuesto, las redes de distribución, un aspecto especialmente exigente por exacto y disciplinado.
Es decir, seguimos en la batalla por los alimentos, medicinas, electricidad, agua potable, vivienda, trasporte, gas doméstico y artículos de aseo personal. Y también en el mantenimiento de las instalaciones deportivas y recreacionales.
Son temas en los que hemos avanzado significativamente en los últimos años, pero que la virulencia criminal de los manotazos oligárquico-imperiales nos plantean de nuevo.
Vayamos a la conclusión política final.
Según nuestra visión estamos en la antesala del “punto de no retorno” que postulaba Chávez, nos acercamos al cruce de vías, a la encrucijada. Y en este parteaguas histórico, es llegada la hora de que leales al Comandante, “tomemos la colina por asalto”.
Luego de 20 años de transformaciones sin precedentes en todos los órdenes, algunas asombrosas, es el instante del “salto cualitativo que consolida”, sobre todo en los planos de la economía productiva y de la cultura, de la producción y de la mentalidad. Con el Presidente Obrero Nicolás Maduro avanzamos todos.
El desafío es colosal. Sin embargo, contamos con luces en el camino. Proponemos una troika, tres vertientes políticas de una sola construcción revolucionaria. Una tríada de realizaciones inmediatas y enlazadas, que responden a los apremios suficientemente explicitados por el líder Nicolás Maduro.
Una creación perentoria es la que reclama la producción comunal masiva y de amplio espectro, en el sentido amplio en que por estos días nos está llamando la defensa integral de la nación.
Hablamos de dar impulso categórico a sectores fundamentales como son agricultura, ganadería, apicultura, avicultura, panadería, higiene personal, artesanía, alfarería, fertilizantes, detergentes, minería y servicios públicos urbanos, aparte de las indispensables redes de distribución.
Desde la “intelectualidad orgánica”, o sea, la universidad comprometida, en frases cortas, la esperada revolución educativa y cultural nos llama a un esfuerzo supremo de “praxis concreta”.
Urge conectar el sistema público universitario, especialmente los y las docentes, con las comunidades organizadas en función de “producir alimentos, ciencia y dignidad”, según el sabio planteo del líder chigüarero Kleber Ramírez.
Esta conexión intelectual-experiencial, teórico-práctica, de saberes que se dan la mano, que pueden y deben complementarse, es un mandato en esta coyuntura revolucionaria decisiva.
Y otro constructo obligatorio por esta vía, es la consolidación definitiva del Poder Popular como totalidad, dando corporeidad concluyente a la Comuna Productiva propia del “chavismo”.
Esta última es una clave existencial de la Revolución Bolivariana. La Comuna Productiva concebida por el Comandante Líder Chávez debe ser fijada, implantada, “sembrada” en los ámbitos territoriales, camino a la nueva “geometría del poder” que tanto explicó gráficamente con las figuras del “punto y círculo”.
Este es, tomemos nota, un requisito ineludible para que surja el Nuevo Estado Revolucionario Venezolano. Que, por otra parte, constituye el punto de partida del Estado Nacional Bolivariano y Chavista que desplazará al decrépito Estado Colonial.
Camaradas, es la hora de hacerlo bien, a tiempo y sin basurillas. Estamos nuevamente en la hora de los hornos. Seamos leales siempre con Chávez y Maduro. Consolidemos la revolución.
Chávez Vive !!!
Que Viva Nicolás Maduro !!!
Montañas Sagradas de los Andes Venezolanos, mayo de 2019.
*Profesor Jubilado, historiador, politólogo, internacionalista y Doctor en Educación.