Por: Luis Britto García
Alguna vez dije que vivíamos en la época del imperialismo
humanitario y el genocidio filantrópico. Prueba de ello, el plan
Masterstroke, del almirante Kurt Tidd, comandante en jefe del South
Command, sección del ejército de una potencia del Norte que nada tiene
que hacer en nuestro Sur
(http://www.voltairenet.org/
Lo publica Voltairenet; lo comenta Stella Calloni, especialista en
operaciones de genocidio, y su contenido es coherente con anteriores
políticas y documentos de Washington. Si el dueño del circo “no
descarta” la intervención armada contra Venezuela, es creíble que los
payasos disparen papelillo.
El solo título, “Plan to overthrow the Venezuelan Dictatorship”
(Plan para derrocar la dictadura venezolana), es ya una confesión
delictiva. En términos de la Carta de la ONU y de la de la OEA,
ningún Estado puede ni debe intervenir en las cuestiones internas de
otro, y mucho menos derrocar su gobierno.
A confesión de parte, relevo de pruebas. Tidd confiesa
desvergonzadamente en el texto la implicación de su gobierno en las
acciones contra Venezuela: “Es tiempo de que Estados Unidos pruebe,
con acciones concretas, que está implicado en el proceso de derrocar
la dictadura venezolana, lo cual significará un punto decisivo”.
Pero también admite con mayor cinismo todavía que ese proceso no
va a ser cumplido por venezolanos, pues las fuerzas opositoras “no
tienen el poder de poner fin a la pesadilla”, ya que “las disputas
internas, la supremacía de los favoritismos particulares, la
corrupción similar a la de sus rivales, su escaso arraigo, no les
garantizan la oportunidad de aprovechar la situación y dar los pasos
necesarios”.
Mayor desprecio no puede caber hacia los opositores en cuyo
beneficio se pretende destruir un país. Esta oposición perniciosa es
además minoritaria, pues el plan está dirigido contra “los ciudadanos
de menores ingresos -quienes apoyan a los gobernantes actuales” –o
sea, la mayoría democrática.
El almirante desarrolla su plan para exterminarla:“-Obstruir
completamente las importaciones, y al mismo tiempo, desalentar a los
potenciales inversionistas extranjeros a fin de contribuir a hacer más
crítica la situación de la población -sobre todo en lo relativo al
combustible, esencial para cualquier intento de recuperación de la
economía nacional”.
A fin de agravar la crisis que supuestamente quiere solucionar, el
humanitario Comando Sur propone: “Alentar la insatisfacción popular
incrementando la escasez y el alza en precio de los alimentos,
medicinas y otros bienes, con la intención de provocar la deserción de
los ciudadanos por todas las fronteras, poniendo en riesgo así la
seguridad nacional de los países fronterizos. Causando víctimas y
haciendo responsable al gobierno de ellas. Exagerando ante el mundo la
crisis humanitaria a la cual ha sido sometido el país”. No se olvidan
detalles: hay que estructurar un plan para lograr la profusa deserción
de los más calificados profesionales, a fin de “dejarlo absolutamente
sin profesionales”, lo que agravará todavía más la situación interna,
y culpar de ello al gobierno.
Un “Golpe Maestro” no ahorra crímenes: “Incrementar la
inestabilidad interna hasta un nivel crítico intensificando la
descapitalización del país, la fuga de las divisas extranjeras y el
deterioro de su base monetaria, provocando la aplicación de nuevas
medidas inflacionarias que incrementen su deterioro y que
simultáneamente provoquen a los ciudadanos de menores ingresos
-quienes apoyan a los gobernantes actuales- y a aquellos que están en
mejor situación, a ver su status social como amenazado”.
No se le escapa al aprovechado almirante que a pesar de todas
estas fechorías, una oposición minoritaria, sin poder, “de escaso
arraigo”, sumida en “disputas, favoritismos y corrupción” seguramente
será incapaz de arrebatarle el gobierno a la mayoría democrática. Por
tanto, se impondrá la democracia minoritaria con los métodos más
antidemocráticos: “Usar a los oficiales del ejército como una
solución alternativa o definitiva… endureciendo las condiciones dentro
de las Fuerzas armadas para que ejecuten un golpe antes de que acabe
el año 2018”.
Pero Estados Unidos y cierta oposición llevan veinte años
fraguando un golpe de Estado que nunca cuaja. Habrá entonces que
derrocar al gobierno con fuerzas foráneas. A tal fin, urge Tidd
“Apelar a los aliados domésticos, así como a otras personas insertas
desde el exterior en la escena nacional a fin de que generen
protestas, motines e inseguridad, saqueos, robos, asaltos y secuestros
de transportes de naves y de otros medios de transporte, con la
intención de sumergir al país en una crisis a través de las fronteras
y otras posibles vías, dificultando de tal modo la Seguridad Nacional
de los países fronterizos. Causando víctimas y haciendo al gobierno
responsable de ellas. Magnificando ante el mundo la crisis humanitaria
a la cual el país ha sido sometido”. “Avanzar en la instalación en
bases de aeroplanos de combate y helicópteros, vehículos blindados,
posiciones de inteligencia, y unidades militares especiales y
logísticas (de policía y militares, fiscales de distrito y
prisiones)”.
O, para hablar más claro: la imposición por la fuerza bruta de
ejércitos de ocupación extranjeros, pues los estadounidenses
generosamente están dispuestos a sacrificar como carne de cañón
ciudadanos de otros países latinoamericanos: “Comprometer a Brasil,
Argentina, Colombia y Panamá para contribuir con un mayor número de
tropas, para utilizar su proximidad geográfica y su experiencia en
operaciones en regiones selváticas. Fortalecer su condición
internacional con la presencia de unidades de combate de los Estados
Unidos de América y los países citados, bajo el comando de un Estado
Mayor conjunto dirigido por Estados Unidos”. Los estadounidenses
estarán allí para fortalecer y comandar: que los desechables hispanos
se quemen el pecho por ellos.
Se engañan entonces los opositores que anhelan una fotogénica
invasión de rubios marines airosamente uniformados. Estados Unidos
utiliza actualmente en sus guerras sucias los más inmundos
mercenarios. Planea Tidd “Reclutar paramilitares principalmente en los
campos de refugiados en Cúcuta, la Guajira y el Norte de Santander,
áreas densamente pobladas por ciudadanos colombianos que emigraron a
Venezuela y ahora regresan huyendo del régimen, para intensificar las
actividades desestabilizadoras en la frontera común entre ambos
países. Hacer uso del espacio vacío dejado por las FARC, la
beligerancia del ELN y las actividades en el área del Clan del Golfo.
Preparar la involucración de fuerzas aliadas en soporte de los
oficiales venezolanos para controlar la crisis interna, en caso de que
estos retarden demasiado tomar la iniciativa”. También hay que
“Continuar el fuego en la frontera común con Colombia. Multiplicando
el tráfico de combustible y otros bienes. El movimiento de
paramilitares, incursiones armadas y tráfico de drogas. Provocando
incidentes armados con las fuerzas venezolanas fronterizas de
seguridad”.
El South Command viene por sangre; y para encauzar la inundación,
hay que “Organizar el aprovisionamiento y el relevo de tropas y del
soporte médico y logístico desde Panamá. Hacer buen uso de las
facilidades de vigilancia electrónica y señales de inteligencia; de
los hospitales y sus dotaciones desplegadas en Darién, los aeródromos
equipados del Plan Colombia, así como de los campos de aterrizaje de
las antiguas bases militares de Howard y Albrook, así como la
perteneciente a Río Hato. En adición, el Centro Humanitario Regional
de las Naciones Unidas, diseñado para situaciones d catástrofe y
emergencia humanitaria, que dispone de un aeropuerto y de sus propios
alojamientos”.
No hay canallada sangrienta sin hipocresía leguleya. Para
aniquilar un país que no ha agredido a nadie, según Tidd se debe:
“Desarrollar la operación bajo bandera internacional, patrocinada por
la Conferencia de Ejércitos Americanos, bajo la protección de la OEA y
la supervisión en el contexto legal y mediático del secretario general
Luis Almagro. Declarar la necesidad de que el comando continental sea
fortalecido para actuar, utilizando el instrumento de la Carta
Democrática Interamericana, a fin de evitar la ruptura del orden
democrático”. Y en fin, “Promover la solicitud del envío de una fuerza
militar de la ONU para la imposición de la paz”.
En resumen: Masterstroke planea asaltar Venezuela, la nación que
libertó cinco países latinoamericanos, con una horda de ejércitos
extranjeros. ¿Le habrá contado alguien a Kurt Tidd que existe un veto
en el Consejo de Seguridad de la ONU que puede detener esta canallada?
Este era también el Plan Maestro de Inglaterra, Alemania e Italia
cuando con quince acorazados bloquearon, asaltaron y saquearon
nuestras costas en 1902. A la voz de “La Planta Insolente del
extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria” acudió un
ejército de cien mil voluntarios, y los imperios se retiraron, hasta
el día de hoy y por los siglos de los siglos, Amén.
Elige con quién estás hoy.