Horacio Duque.
La paz y su implementación en nuestro país es objeto de inspección y auditoria por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, entidad que tiene en Colombia 23 agencias operando con aportes anuales cercanos a los Mil Millones de Dolares por parte del Estado. En la semana en curso una delegación de dicha entidad estará en Colombia según el anuncio del coordinador del Mecanismo de Verificación de la paz, Carlos Ruiz Massieu
Como bien es sabido el Consejo de Seguridad es el organismo político más poderoso del planeta en el que tienen asiento las principales potencias del mundo, supuestamente encargadas del orden público y la paz global.
De igual manera la Unión Europea, otra de las potencias del mundo, hace presencia constante en nuestro país haciendo seguimiento a la implementación de los acuerdos de paz con las Farc.
Estas visitas no son meros protocolos diplomáticos ni diligencias de buenos oficios de poderes mundiales sino la concreción de nuevas formas de dominio neocolonial a propósito de la implementación de los pactos para terminar la guerra con la guerrilla de las Farc y la resistencia agraria expresada en la misma.
Se podrá decir que tal apreciación es un enfoque errado del papel de los factores internacionales en la superación de los conflictos violentos nacionales.
Desde luego no desconozco tal circunstancia y entiendo claramente los alcances políticos del papel de la ONU en la terminación de las guerras y su alcance democratizador; sin embargo, se debe ser consciente de las complicaciones de tal participación e intervención que ya se evidencian en las complicaciones registradas en la implementación de los acuerdos.
Esas dificultades se desprenden de la concepción misma del diseño elaborado por la Secretaria General de la ONU que corresponde al modelo de la paz post bélica.
En otros términos la ausencia de una visión autónoma de la paz y la falta de un criterio crítico llevo a la firma de un Acuerdo de paz con muchos vacíos que han generado enormes riesgos para el regreso de la guerra con nuevos ingredientes asociados hoy a la conflictividad regional suscitada con la denominada “crisis venezolana” en la que las potencias occidentales han jugado a fondo para impedir la consolidación de un proyecto político alternativo, favorable a los derechos sociales y a la soberanía nacional.
Lo anterior quiere decir que un rebrote de la guerra colombiana ocurrirá, como de hecho ya se está dando, en un nuevo espacio geográfico promovido por la injerencia de poderes globales y regionales en la vida interna de Venezuela y la estabilidad de su gobierno. Es a eso que se refiere la reflexión el analista Evan Ellis, vinculado al Pentágono cuando aborda desde los intereses norteamericanos y del Comando Sur el tema venezolano (Ver ).
Estas notas quieren aportar elementos sobre la paz vista desde la perspectiva de un nuevo colonialismo que, por supuesto es ajeno a las transformaciones que demanda nuestra nación.
La paz firmada en el Teatro Colon en el 2016, parece estar encaminándose a una enorme frustración por todos los problemas ya conocidos con el tema rural, las reformas políticas, la justicia transicional, el problema de los cultivos ilícitos y la compleja degradación del movimiento político organizado por los guerrilleros reincorporados a la vida civil.
Para entender todo esto es conveniente volver la mirada a las fuentes mismas de los textos acordados. Entender los alcances de la paz post bélica y liberal asumida en la Mesa de diálogos de La Habana entre los delegados del gobierno de Santos y las Farc.
Analizar ese antecedente es una condición ineludible, entre otras cosas para pensar los nuevos horizontes del conflicto y los sentidos de un proyecto de paz soberano, en coincidencia con las demandas más profundas de la sociedad nacional.
Los paradigmas de referencia de la paz con las Farc.
La negociación que se adelantó por varios años en La Habana y el Acuerdo firmado en el 2016 en Bogotá se basó y casi fue un calco de la construcción teórica de la Secretaria General de la ONU.
La elaboración conceptual de mayor solidez es la conocida “Paz Posbélica” construida por Boutros Boutros-Ghali, en 1992, como Secretario General de Naciones Unidas, después del fin de la guerra fría, con la implosión de la Unión Soviética.
Posteriormente, a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 en New York, con fundamento en el Realismo político conservador, se diseña y promueve la “paz liberal” para superar conflictos armados domésticos en diversos países del planeta.
Sobre dichos paradigmas, se levantaron argumentos críticos desde el marxismo, el post estructuralismo y el pensamiento decolonial, para proponer alternativas, que en otras notas pretendemos abordar. En tal sentido hoy sobresalen propuestas identificadas como la paz consecuencialista, la paz social o emancipatoria que igual se denomina “paz comunal” construida desde los enfoques de lo local (o territorial) y lo cotidiano, una de cuyas manifestaciones complementarias es la paz transformativa y la paz multicultural.
En el debate adelantado para la formulación de una estrategia de paz desde la ONU, se consolidó un consenso entre varios paradigmas que recogen los criterios o bien de la paz del vencedor, o la paz constitucional-institucional o la paz civil, que prioriza el protagonismo de la sociedad civil.
Dicho consenso se sustenta en la caracterización de los conflictos armados y los postconflictos como fenómenos postpoliticos (Ver al respecto ).
Tal consenso bien puede englobarse en una “paz liberal” que sintetiza las ideas del realismo conservador, la ortodoxia clásica liberal y la visión emancipadora-transformadora.
Dicho consenso ha experimentado cambios cronológicos desde el paradigma posbélico, pasando por la paz conservadora de la construcción del Estado y la seguridad como prioridad, hasta arribar a las visiones comunales y emancipatorias que deben interesar a la reflexión anticolonial.
Intentemos una aproximación al modelo de “paz posbélica” que fue el Manual de cabecera de Jaramillo y de la Calle en Cuba, el mismo que se tragaron enteros algunos delegados de las Farc en plan de rendición.
La paz posbélica.
Este paradigma de la construcción de la paz corresponde a la plataforma diseñada en el documento de la “Agenda para la paz” de Boutros Boutros-Ghali formulado en 1992, que ha servido de referencia en las operaciones de construcción de paz posbélica y se ha convertido en la forma de intervención internacional más habitual por parte de Naciones Unidas. Este documento marcará el paso de cómo deben abordarse los escenarios postconflicto con el objetivo de mantener una paz permanente.
En este dicho texto se introdujo una taxonomía de conceptos y enfoques que desde entonces han sido una referencia clave en este ámbito: la diplomacia preventiva, las operaciones de mantenimiento de la paz (peace-keeping), las operaciones de imposición de la paz (peace-making) y la construcción de la paz (peace-building).
La diplomacia preventiva abarca las medidas destinadas a evitar controversias entre dos o más partes, y a impedir que las tensiones existentes devengan en conflictos violentos; las operaciones de mantenimiento de la paz (peace-keeping), que se refieren a la presencia de Naciones Unidas o de otra fuerza militar sobre el terreno, con el consentimiento de las partes interesadas y que normalmente suponen el despliegue de personal militar o policial (es el papel de la Comisión de Verificación acá, hoy); las operaciones de imposición de la paz (peace-making), que abarcan todas las acciones para detener las hostilidades y/o lograr que las partes hostiles lleguen a un acuerdo, esencialmente por medios pacíficos como los previstos en el capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas; y la construcción de la paz (peace-building), un concepto más amplio que abarca todos las anteriores y que se refiere a las acciones para alcanzar una paz estable y duradera, una vez que las hostilidades han terminado.
Este informe proporcionó un importante impulso a los argumentos a favor de la adopción de una política global de prevención de conflictos y construcción de la paz por parte de la comunidad internacional.
Boutros-Ghali en su documento definió consolidación de la paz (paceboulding) como:
“los medios destinados a individualizar y fortalecer estructuras que tiendan a reforzar y consolidar la paz a fin de evitar una reanudación del conflicto” (Boutros-Ghali 1992: prr.21)
Por supuesto que no se trata de un concepto que genere consenso, sino que por el contrario, cada gran corriente de debate en la disciplina de las Relaciones Internacionales tiene su propia interpretación sobre este, lo que da lugar a análisis diferentes, y por ende, a recetas completamente diversas.
Tales operaciones adquirieron un carácter cada vez más multidimensional, al integrar no sólo elementos relacionados con la diplomacia preventiva o el mantenimiento de la paz (Pacekeeping) —como se había caracterizado al período de la Guerra Fría— sino también tareas de asistencia humanitaria, asistencia en procesos electorales, reconstrucción física de infraestructuras, estrategias de buen gobierno, iniciativas de desarme, desmovilización y reinserción de ex combatientes (conocidas por sus siglas en inglés DDR) o estrategias para la reforma del sector de la seguridad (policía y ejército principalmente). Estas “operaciones multifuncionales complejas” pretendían no sólo consolidar la paz después de un conflicto bélico, sino también evitar el estallido de nuevos conflictos violentos.
Los elementos relacionados con la construcción de la paz, tal y como fue concebida por Boutros Ghali, incluían el desarme de los actores armados, restaurar el orden, la eliminación de la armas, la repatriación de los refugiados, el apoyo y asesoramiento para la formación de los cuerpos de seguridad, el seguimiento de las elecciones, el desminado y otras formas de desmilitarización, proveer de asistencia técnica, avanzar en los esfuerzos para la protección de los derechos humanos, reformar y fortalecer las instituciones de gobernanza y promover la participación formal e informal en el proceso político. También incluía proyectos orientados a la creación de un nuevo entorno político, económico, social, seguridad, con los recursos e instrumentos necesarios para resolver las tensiones e incompatibilidades existentes de forma pacífica. En definitiva, Naciones Unidas juega un papel clave en ofrecer instrumentos y en apoyar a aquellos países asolados por la guerra para el establecimiento de las condiciones de una paz sostenible y duradera.
Este Programa de paz post bélica se complementó después con otros documentos de la ONU como los siguientes:
Suplemento de un Programa de paz (1995).
Los resultados del Grupo de Trabajo Interdepartamental que contienen:
– Una Agenda para el Desarrollo (1994).
– Una agenda para la democratización (1996).
– El Informe del Panel sobre Operaciones de paz de Naciones Unidas (2000), también conocido como Informe Brahimi.
Otras contribuciones posteriores como los de la Comisión Carnegie para la Prevención de conflictos letales, el Informe del Secretario General sobre Prevención de Conflictos (2001), las propuestas de la Unión Europea en el marco de su Política Exterior y de Seguridad Común, así como diversas iniciativas de la sociedad civil fueron ampliando el enfoque de construcción de paz post belica del Consejo de Seguridad.
Estos aportes han ido conformando el marco de la construcción de la paz, que abarca todas aquellas iniciativas que apoyan estructuras sostenibles y procesos, que fortalecen las perspectivas de una coexistencia pacífica e implican objetivos de medio y largo plazo de carácter político, económico, social y cultural. Se sustenta en tres ejes principales:
– la prevención de los conflictos, que implica un análisis de las raíces y causas de la violencia, así como la definición de estrategias para intervenir cuando la escalada de tensión puede devenir en guerra. Esto supone abordar la multicausalidad de los conflictos actuales, que tiene sus raíces en desigualdades socioeconómicas, en la apropiación de recursos, en agravios históricos y étnicos, en factores políticos relacionados con la fragilidad de los Estados, entre otras. Y desarrollar estrategias en el medio y largo plazo que permitan que las tensiones existentes se resuelvan a partir de la diplomacia, la negociación y los mecanismos de alerta temprana.
– la gestión del conflicto que se refiere a todas aquellas iniciativas que se adoptan durante el conflicto armado, como la negociación, la mediación, así como las acciones de diplomacia paralela que pueden contribuir a desactivar la escalada de la violencia, o la protección de los civiles a partir de misiones internacionales.
– la rehabilitación posbélica que implica una serie de medidas en el corto plazo, encaminadas a superar las heridas de la guerra y a reconstruir las infraestructuras y las instituciones que permitan el funcionamiento del país, a impulsar procesos de Desmovilización, Desarme y Reintegración (DDR) de los ex combatientes.
Y medidas de medio y largo plazo que implican abordar las causas que originaron el conflicto armado y sentar las bases sociales, políticas y económicas para lograr una paz sostenible y duradera. En este sentido, la rehabilitación posbélica es también una forma de prevenir los conflictos y las fronteras que separan la rehabilitación de la prevención son difusas y es necesaria enmarcarlas en el proceso conjunto de la transformación de los conflictos.
Un Modelo Estándar.
Sobre esa base se consolidó un modelo de paz cada vez más estandarizado y homogéneo que comprende los siguientes ejes: i) Seguridad y gobernanza (retórica de la modernización del Estado); ii) democratización y participación política (curules a las Farc y para las víctimas); iii) recuperación socioeconómica y liberalización (inversión extranjera y proyectos productivos); y iv) justicia transicional (JEP).
El afianzamiento de este modelo estandarizado de construcción de paz indicaría la aspiración de la comunidad internacional de favorecer una “triple transición” en el país afectado por un conflicto armado:
a) Una transición social, que permita ir de la guerra y la violencia a la paz y la reconciliación;
b) Una transición política que posibilite avanzar de un gobierno en Estado de guerra o bien de la ausencia de gobierno a un régimen de democracia liberal participativa, y
c) Una transición económica que contribuya a pasar de una economía de guerra, inefectiva y centralizada, a una economía neoliberal de mercado, más transparente y efectiva.
En ese esquema, cuando se habla de seguridad y gobernanza en construcción de paz deben siempre contemplarse al menos tres actividades principales:
a) En primer lugar el desarme, la desmovilización y la reintegración de los combatientes (DDR); que fue lo que ocurrió con la entrega exprés de las armas por las Farc;
b) En segundo lugar la reforma del sector de seguridad (RSS) que, en un sentido amplio, integraría desde la reforma de la policía y del Ejército hasta la de los Ministerios de defensa o el servicio de inteligencia de un país; y
c) En tercer lugar, la consolidación del imperio de la Ley (Rule of Law), que integra principalmente la reforma del sector justicia y la lucha contra la corrupción (consulta anticorrupción).
Puede afirmarse que la construcción de la paz posbélica se convirtió en un ejercicio de “sentido común” aceptado por el conjunto de la comunidad internacional a la hora de afrontar transformaciones en situaciones de post conflicto y la Mesa de La Habana con su Acuerdo del Teatro Colon así lo confirma.
La crítica a la Paz post bélica.
La paz posbélica ha sido objeto de críticas y análisis enfocados en sus fundamentos metateoricos; en los consensos y paradigmas de las relaciones internacionales que subyacen en ella, que asumen los conflictos armados como postpoliticos. Igualmente a su hipotético monolitismo, pues hay en la misma visión diversos elementos como el realismo, el liberalismo, el idealismo, el cosmopolitismo y la teoría critica. De la misma manera se critica la naturaleza estática de dicho modelo, pues no ha evolucionado a lo largo de las últimas décadas.
Así que las desventuras y reveses de la paz colombiana hay que intentar comprenderlos desde este ángulo neocolonial que frena los cambios más profundos para superar el dominio oligárquico vigente en el Estado y sus factores políticos más regresivos y retardatarios.