Por JM. Rodríguez
Lo usual del discurso de los políticos profesionales*, por lo menos desde Maquiavelo para acá, es que sea un garabato para, en vez de intentar hacer una lógica interpretación de los hechos, enredarlos en los intereses del discursante. Nublan así toda realidad convirtiéndola en algo inasible. Es una azarosa aventura ciudadana desbrozar la simulación y el disimulo con lo que, esos individuos, cubren lo que dicen querer transformar. Ahora bien ¿cuándo tal simulación o disimulo pasa de fraude político a asunto psiquiátrico?
Antes de afanarme en buscar ese momento pienso que es bueno establecer prudente distancia de aquellos que insisten en señalar a la política como una guerra por otros medios. La guerra es el campo de la vida y la muerte, así lo señalaba Sun Tzu, por eso la estrategia en ese escenario se sustenta en el engaño. Cosa que es inaceptable en política pues, allí no hay solos combatientes, está la ciudadanía, que termina siendo el sujeto pasivo de sus desafueros. Es de ahí que cobra sentido aquella conseja de Maneiro: todo lo que somos y proponemos debe deducirse de nuestro hechos diarios…
Y fue esto último lo que hizo de Chávez un conductor magnífico. Aprendió a andar con la gente por el camino que juntos fueron desbrozando. No es lo usual, parece estar reservado para aquellos gigantes que aparecen cada cierto tiempo en diversos lugares del mundo. Son los otros, los no tocados por esa magia, los que han convertido la política en un fraude o en un frenesí alocado.
Pues bien, si fraude político es, como decía Jean Baudrillard, simular lo que no se tiene y disimular lo que realmente se es, la esquizofrenia política es la pretensión de creer que sus actos convierte lo imaginario en real. Lo vemos a diario de un lado o del otro del espectro político. Por ejemplo, unos dicen ahora, sin pararle al regreso contaminado de la “diáspora”: la pandemia ya se disparó aquí, ha aumentado exponencialmente los infectados… Y sus contrarios salen con igual incongruencia: hemos tenido que comprarle gasolina a Irán porque nos bloquearon nuestra capacidad de producirla… sin revisar que los iraníes también están bloqueados.
* Me refiero a aquellos que, como una vez lo describió Julio Escalona, hacen política como asalariados de un partido, de la administración pública o de estructuras gerenciales privadas.