“Unas 10 millones de personas no necesitarían de una segunda dosis de Sputnik”, señala Andrea Gamarnik, una de las referentes del trabajo. En quienes se habían infectado, una dosis permite desarrollar 10 veces más anticuerpos que a quienes no se contagiaron y reciben las dos dosis.
Un trabajo coordinado por el Ministerio de Salud de Buenos Aires y el Conicet y apoyado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Nación, demostró que en aquellas personas que ya se contagiaron con covid, una dosis de Sputnik V basta para desarrollar 10 veces más anticuerpos neutralizantes que los individuos que reciben el esquema completo de vacunas pero previamente no se habían infectado. El hallazgo, publicado en Cell Reports Medicine (perteneciente a la prestigiosa revista Cell), es el primero sobre la fórmula rusa desarrollado fuera de ese país y difundido a través de una revista revisada por pares.
“Las personas que ya fueron infectadas y reciben una dosis de vacuna, están muchísimo mejor posicionadas que aquellas que recibieron dos dosis y nunca se contagiaron”, señala Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir e investigadora superior del Conicet. “En Argentina se infectaron más de cuatro millones y medio de personas; una cifra que cuanto menos hay que multiplicarla por dos porque habría que sumar a toda la masa de asintomáticos y los que no se testearon y por lo tanto no fueron relevados por el sistema. Si se tiene en cuenta esto, habría unas 10 millones de personas que no necesitarían de una segunda dosis de Sputnik en caso de que esa fórmula fuera la que tuvieran asignada”, advierte una de las referentes del proyecto.
Asimismo, la investigación comprobó que en individuos que previamente habían desarrollado covid, la segunda dosis no genera beneficios adicionales en relación a la producción de anticuerpos. Bajo esta premisa, un trabajo como este aporta evidencia fundamental para guiar la política pública. De hecho, las campañas de vacunación contra covid podrían planificarse de una manera distinta al contar con una información validada por pares. “En el caso de necesitarlo, sería una posibilidad dejar de dar la segunda dosis a quienes se infectaron previamente. Si la infección de la persona había sido reportada en el SISA (Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino), la información se podría cruzar; y de lo contrario, en el momento en que la gente es convocada a inmunizarse se le puede pinchar el dedo y medir anticuerpos para verificar cuál es su condición inmunológica en ese momento. De acuerdo a eso se vacuna o no se vacuna”, propone Gamarnik. Y luego completa: “De cualquier manera, una logística como la que planteo requiere de una inversión de tiempo y de esfuerzo que no hay que dejar de concebir”.
Algo similar a lo que demostró este trabajo exhibieron los estudios publicados durante el último tiempo con las vacunas de ARN mensajero, como es el caso de Pfizer y Moderna. “Se hicieron evaluaciones parecidas y fueron publicadas en New England Journal of Medicine o en The Lancet. Los resultados son prácticamente los mismos. Los laboratorios muestran que para ambas vacunas aquellos que se habían infectado previamente tienen una respuesta muy alta de anticuerpos”.
El estudio
El estudio se realizó en un total de 289 trabajadores de salud, que se desempeñan en siete centros públicos bonaerenses. De esa población, 62 habían estado previamente infectados con Sars CoV-2. Se les extrajo muestras sanguíneas a los 21 días de la primera dosis y a los 21 días de la segunda, que posteriormente fueron analizadas en el Instituto Leloir así como también en Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (del Conicet y la UBA), con el objetivo de medir la capacidad neutralizante de los anticuerpos.
Según el trabajo, el 94 por ciento de los voluntarios desarrolló anticuerpos específicos contra el coronavirus. El estudio reveló que, en personas sin antecedentes de covid, las concentraciones de IgG fueron 104,2 unidades internacionales por mililitro después de la primera dosis y se elevaron a 787,8 UI/ml después de la segunda. En cambio, en el grupo de voluntarios con infección previa, las concentraciones fueron de 181,1 UI/ml antes de la primera dosis y saltaron a 6.356 UI/ml tras la primera. En ese grupo, la segunda dosis no produjo incrementos medibles. Estas cifras revelan lo que expresaba Gamarnik y constituyen una evidencia válida al momento, por ejemplo, de reorientar la campaña de vacunación. “En el presente, estamos trabajando con los mismos voluntarios para observar qué ocurre a los seis meses. La pregunta que intentaremos responder en el futuro es cuánto duran los anticuerpos y cuál es la calidad a lo largo del tiempo. También nos interesa ver cómo funcionan las defensas frente a las diferentes variantes”, expresa.
Uno de los ejes a destacar de este trabajo es la articulación que se produce entre equipos de científicos y científicas que, en estos tiempos de excepción, trabajan en conjunto. Así, a partir de la pandemia, individuos que se desempeñan habitualmente en instituciones científicas comparten esfuerzos con especialistas de instituciones de la salud. Así lo apunta la viróloga del Conicet: “Lo maravilloso de este trabajo es la sinergia que se logró. Nunca habíamos experimentado un trabajo colectivo tan en sintonía y que funcione tan bien. La gente está motivadísima; esta forma de trabajo la tenemos que incorporar para toda nuestra ciencia”. Al abordar un problema desde diferentes perspectivas, a partir de la construcción de abordajes distintos, la retroalimentación adquiere ritmo y el producto final se enriquece. “Con la pandemia estamos transformando la forma de hacer ciencia, la forma en la que tenemos que trabajar para que la ciencia tenga impacto en la sociedad”, sostiene.
Efectividad contra las nuevas cepas
Semanas atrás, el Centro Gamaleya aseguró que su vacuna ofrecía protección frente a las nuevas cepas del Sars CoV-2 y que “en las próximas semanas» se darían a conocer los resultados, algo que ocurrió este lunes, con la publicación de la investigación en la revista Vaccines. El trabajo exhibe los resultados positivos de la actividad neutralizadora de la Sputnik V contra las cepas Alpha (Reino Unido), Beta (Sudáfrica), Gamma (Brasil), Delta (India) y otras variantes de interés epidemiológico reportadas en Rusia.
El estudio, que comparó la actividad neutralizadora del virus, permite advertir de qué manera la sustancia activa elaborada por el Centro Gamaleya (registrada en 67 naciones para su uso) conserva sus propiedades protectoras frente a todas las variantes del Sars CoV-2 que se fueron desplegando y se reportaron en el planeta. A la fecha, desde la institución anuncian la realización de trabajos complementarios para vigilar que la efectividad de su fórmula vacunal no se reduzca.
“Todas las vacunas que se utilizan para covid funcionan, algunas más y otras menos, pero funcionan. A diferencia de otros virus como el dengue o el HIV para los cuales hacer vacunas es más difícil, para el coronavirus todas tienen eficacia. Todas las plataformas que se probaron son buenas, ello es fantástico. Habrá que ver con el tiempo cuál es mejor que otra, los estudios en vacunas llevan muchos años”, describe Gamarnik. Y continúa con su razonamiento en la misma línea: “Todo está aceleradísimo porque estamos en una pandemia, vemos que los resultados que van dando son muy positivos en las poblaciones y las vacunas funcionan como la mayor promesa de que esto termine”.
La emergencia de variantes ubica sobre la superficie el hecho de que las campañas de vacunación deben completarse de manera global. No alcanza con que los países más ricos protejan a sus ciudadanos y que los más pobres no puedan inocular ni una dosis. La pandemia es un problema global, por lo que debe ser atacada con un enfoque de similares características. Mientras haya circulación viral en algún lugar del mundo, seguirán emergiendo variantes. En este marco, no se descarta la actualización de las plataformas vacunales en caso de ser requerido. Si los virus mutan lo suficiente como para burlar la respuesta inmune que confieren las vacunas actuales, esa opción podría materializarse en el mediano plazo. “De hecho, los laboratorios ya están viendo la manera de diseñar vacunas de segunda generación como refuerzos. Es muy sencillo actualizar una fórmula vacunal. Desde lo técnico es fácil de lograr, luego hay que llevarlo a la práctica y escalarlo para conseguir una fabricación masiva. Es posible que ello ocurra”, subraya.