Así era aquella Venezuela de las juergas, de la tomadera de caña, de los levantes a diestra y siniestra, de las barraganas, de las romerías adecas donde la Polar montaba cientos de ventas de cerveza. La Venezuela aquella en la que cada esquina había un borrachito meado en los pantalones o vomitando. La felicidad inconsciente que ahora lamentan los escuálidos. La Venezuela aquella que adora a muerte, por ejemplo, el hoy cardenal Baltazar Porras, que se metía en los ruedos a torear novillas, y después en los carnavales durante la llamada FERIA DEL SOL o del RON, se solazaba con hembras y marcaba la pauta de lo bueno y de lo caro con aquellos carteles taurinos de altura con toreros españoles. Ah, la Venezuela aquella con una degenerada universidad como la Universidad de Los Andes que aprobó en un Consejo Universitario que se creara la Escuela Taurina de Venezuela en Mérida. Tantas y tantas puterías que hacían felices a los escuálidos pero que no lo sabían…