AUTORA: Macupatra
En Mérida, donde hay “una universidad con una ciudad por dentro”, hay también más de 11 emisoras, dos o tres televisoras locales y unos cuantos portales de periódicos digitales, también locales, y un pueblo muy influenciado por dichos medios (la mayoría privados o privatizados); un pueblo lleno de muchos miedos, infestado de medias verdades que ruedan y se instalan en el imaginario colectivo, tanto como la mayoría de mentiras que viajan a lo largo y ancho de esta geografía regional.
Cuando escuchamos radio es necesario hacerlo muy despiertos, pues por esa vía es por donde más atacan –créanlo o no- debido a que mientras las personas escuchan ese aparatico hacen otras tareas, trabajan, navegan por internet, etc. Es en esos momentos cuando se abre el inconsciente y recibe un bombardeo de datos disparados para varios fines (publicidad, propaganda política, persuasión, causar miedo, angustia, duda y ansiedad). Por ello no se puede ser pasivo. Es fundamental que tengamos la conciencia despierta para, no solo escuchar esos mensajes atentos y preparados, sino para definir cómo los dicen, quién los dice, en qué contexto, especulando cuál puede ser su objetivo y precisar fuente de tal información. Es decir, debemos estar prestos a hacer un permanente ejercicio de análisis de medios, en este caso de la radio en Mérida.
He observado que la mayoría de las emisoras siempre pasan la misma música; los programas están diseñados para entrampar a ciertos grupos etarios en “horas del recuerdo”, aplicando su dosis de comparación entre épocas pasadas y actuales; arrastrando con ciertos comentarios detalles de cómo era la vida política y social (superficialmente) en el país. Insertando, desde luego la sensación de que todo tiempo pasado fue mejor, recreando con añoranza situaciones que en el pasado pudieron haber hecho sentir a algunos en un estado de éxtasis, pues fueron tiempos de “bonanza” para unos pocos; donde se instaló aquel estilo de vida que hoy pretenden (esos medios) hacer creer que de verdad fuimos “felices y no lo supimos”. Oh, que desgraciada es esta realidad!
Hay circuitos nacionales privados a los que he clasificado como una casta de maric** alienantes, puesto que su programación apunta a exaltar la frivolidad, la farándula, donde se tratan temas vacuos; ni siquiera variedades, sino banalidades, con el argumento de “entretener”. Recordemos que los objetivos de todo medio de comunicación es informar, educar y entretener. La mayoría de las radioemisoras presumen de entretener, pero ni informan (al contrario la mayoría des-informan) y no educan ni forman.
Estamos pues ante una “universidad con una ciudad por dentro”, que ha resultado además una leyenda urbana, ya que la universidad ha perdido –por razones esquizofrénicamente políticas- su razón de ser universal y educativa, si alguna vez en serio la tuvo. Lamentablemente muchos docentes universitarios se entregaron a la amargada tarea de envilecer el sentimiento de muchos jóvenes, quienes estudiaban y terminaron por irse del país o detuvieron sus estudios, debido al veneno inyectado en sus mentes en las aulas de clase, durante los últimos cinco años. Han perdido lo más valioso que se tiene: tiempo. Una universidad manipulada por intereses foráneos que se filtran por todas partes, en todos los niveles de poder político local, y terminan manifestándose en los medios privados de “comunicación”, por unos “verdes”, con su idiosincrasia y su sed de enajenar mentes pasivas, a punta de retorcidas versiones de la verdad.
Entre tanto las emisoras de radio afectas al gobierno nacional, con variedad de programas más apuntados a informar y educar son menos, y a veces son interceptadas por emisoras colombianas. Nada inocente, ni por accidente. De tal modo, que son restringidas por agentes extranjeros que usurpan espacios, incluyendo su música miserable de vallenatos, con su deformada idea del entretenimiento, algo que a la mayoría de la audiencia le parece hasta “normal”, ignorando por completo que se trasgrede nuestro derecho soberano a usar nuestro espectro radioeléctrico en beneficio del colectivo.
Así pues, tenemos una tarea de gran relevancia en esta lucha incesante por nuestra defensa de los derechos a vivir en paz, estar informados, “educados” y entretenidos. En permanente formación, con la claridad de para qué son los medios de comunicación y si estos están cumpliendo su rol. Estar atentos a los que se trasmite por televisión, se lee en medios impresos o digitales y demás redes sociales. Afinar el oído y demás sentidos para analizar los titulares y su contenido. Es fundamental que midamos los alcances de los programas de radio, pues bien dice una célebre frase entre lingüistas: ¡No hay discurso inocente!