AUTOR: Pedro Estacio
Hay asuntos que he venido diciendo desde hace tiempo, que considero son altamente válidos pero a los que no se les ha prestado atención, quizá porque no es fácil asimilar algo tan sencillo como lo vengo planteando, pero que en el fondo sigue presente entre nosotros, tan sencillo como que lo apreciamos apenas salimos de nuestras casas.
El asunto al que me refiero es a la educación y bien entendida y cuando lo digo, hago la aclaratoria de que no me refiero al proceso educativo venezolano, el mismo que siempre va en dirección creciente e incluyente, integrado por la Educación Inicial, Básica, Secundaria, Técnica y Universitaria. No es esa a la que me he estado refiriendo.
El tema educativo al que he hecho referencia es a uno que toma en consideración aquello que decía Simón Rodríguez, es decir, que “Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque”.
La educación de la que hablo es esencialmente esa educación popular que reside en el ambiente que forma parte de la calle, que debe salir de los hogares, de las familias pero que no termina por nacer en todos los hogares, aunque logra surgir en algunos niveles de la sociedad y se complementa luego con la instrucción.
Hay un conjunto de actos que suelen darse entre quienes integran un hogar y cuando hablo de este último la referencia es válida para padre, madre y uno o varios hijos.Esos actos que enriquecen los hogares, a su vez, son englobados en la nada normada comunicación entre la familia inicial, que por lo general va en crecimiento y que se expresa en el aprendizaje diario del grupo, porque los padres aprenden del hijo o hija y viceversa.
Hay una intensa dinámica diaria de aprendizaje y enseñanza que forman un ambiente de mucho valor dentro del mundo de la comunicación, tal vez, uno de los más importantes de la vida que se desarrolla en los seres de nuestro planeta que, hoy día muestra un hecho en paralelo muy similar aunque de contenidos y alcances diferentes como sucede en el mundo de los seres inferiores.
Hablamos de un aprendizaje de doble vía el que se viene realizando, hasta que él o ella van incorporándose a la educación formal. Hasta aquí la evolución de los hogares en una sociedad es apreciada como una realidad normal.
La anormalidad hace acto de presencia con algunas características:
-Cuando hay una fractura del hogar, el padre o la madre se marchan y de primeras, ocurre un impacto en ese proceso de la comunicación que venía dándose entre los integrantes del grupo y es acá cuando el proceso educativo que venía funcionando en el núcleo familiar desaparece o es alterado, ya que al faltar uno de sus integrantes, puede haber un desmoronamiento del ingreso económico y, la persona que asuma la dirección del hijo o hijos, deberá dejar de la do la tarea que venía cumpliendo con rigurosidad como la de educar a la prole.
Sin tomar en consideración los detalles venideros que pueden tener diversas características, tomo aquí en exclusividad, dando un salto en el tiempo, el hecho de que nos encontraremos con un ciudadano (a) carente de conciencia ciudadana, porque la educación popular, del hogar que recibía de sus padres, dejó de anidar en su mente. Y muchos de esos ciudadanos son los que necesitan ser el blanco de una educación de calle, que les inyecte aquellas normas de conductas, aquellos modos de relación, de compartir, de sentir bienestar, de estar acompañados, de reír y otros actos, dinámicos y propios de los grupos que dejó de recibir cuando apenas caminaba.
Si entendemos lo que significa la educación de calle y la incorporamos en el devenir diario de nuestra sociedad, es factible que le concedamos una mayor organización a los venezolanos, quienes ya de por si tienen un gran adelanto en sus vidas con el despertar de la conciencia política que vienen demostrando.
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