Maryclen Stelling
Si en algún momento el dialogo, el reencuentro y la negociación dominaron la escena política, hoy día predominan la confrontación, los discursos del odio, la criminalización y estigmatización del otro, el diferente, el adversario. Publicidad
Señalamientos que obedecen a situaciones concretas que, sin embargo, no escapan a la influencia de la polarización política, por cuanto la lectura se realiza desde una determinada trinchera. La polarización alimenta discursos que reivindican una malsana identificación política, convirtiendo al otro en el enemigo a derrotar en una confrontación en distintos frentes y cada vez con menos normas. La escena política parece estar dominada por el placer de odiar. Suerte de dinámica que atropella y alimenta un rechazo creciente al “otro político”, que se traduce y expresa en un discurso del odio abierto, frontal y con una clara intención protagónica. La discusión por temas decae y se fortalece aquella de carácter personalizado, donde predomina quien lo dice o que propone para oponerse y automáticamente estar en contra.
El discurso que se impone fomenta, promociona e instiga al odio, la degradación y menosprecio, así como “el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenaza con respecto a dicha persona o grupo de personas y la justificación de esas manifestaciones” por razones generalmente políticas. El discurso del odio es profundamente emocional, simplifica los mensajes y ampara el combate sin reglas; nace de la polarización, que lo alimenta y acelera. Proceso que encuentra su caldo de cultivo y transmisión en las redes sociales. Se profundiza entonces el ciberodio, en relación con acontecimientos y hechos que generan debate y alarma social. Tal es el caso de los y las compatriotas que retornan al país, y están siendo utilizados para alimentar el discurso del odio y la estigmatización claramente en beneficio de la confrontación política. Desde la ciudadanía se levantan voces que denuncian “los inconscientes que atizan el odio” y alertan que “Ningún país está inmunizado contra genocidios y/o guerras civiles.”
Finalizamos con un llamado a la reflexión y, a tal fin, levantamos una interrogante clave ¿Cómo desmontar el odio que nos atraviesa sin distingo político?Publicidad
@maryclens