Federico Ruiz Tirado
(En la ruta de Monroe)
Desde que Laura Richardson ha asumido la jefatura del Comando Sur de Estados Unidos, la afinación intervencionista del imperio se presenta con menos amagos y su intencionalidad recolonizadora hacia América Latina es de un tono voraz, tal como reza el Destino Manifiesto.
A mediados de este año que finaliza, la Generala Richardson emprendió un crucero militar por la región, desde Colombia hasta Guyana, y vio también al cóndor pasar por las cumbres y sierras de los países andinos.
La travesía fue con todos los hierros, y su brújula en permanente latencia la guío, uno a uno, por los países a donde tenía que ir a fin de chequear sumariamente el pesaje de la pólvora que no quiere perder en zamuros.
El de la portavoz del fatídico «Destino Manifiesto» no es un tour turístico; sí, en cambio, un paseo nada metafórico por las nubes donde está Dios, a quien rinde honores y bendiciones como su más divina ovasionaria, dado que a sus órdenes se debe el afán expansionista y devorador que traza la cruzada imperial telepáticamente dirigida por un clon de James Monroe y sus secuaces contemporáneos.
La agente militar gringa no deshoja la margarita, y si fuera el caso, tampoco lo hace en un sentido platónico. No es un inocente ejercicio de amor vecinal sino un conteo de lo culturalmente saqueado, ultrajado: patrimonios del despojo territorial y humano que los EEUU han perpetrado en los pueblos de América a costa de sangre y ejerciendo un descomunal poder militar capaz de acabar con el planeta.
Los periplos de esta diplomacia militar los ha cronometrado y seguido paso a paso el historiador bolivariano Ildefonso Finol con un rigor tan impecable, que sería de gran utilidad histórica y pedagógica diseñar una cartografía que sirva de sustento (complementario) a una política de estado en materia de seguridad y defensa, aplicada en los diversos ámbitos del sistema educativo venezolano.
¿Qué misión ha cumplido esta conspicua Generala del imperio norteamericano?
Registra Finol que luego de una «pasadita» por Panamá y Guyana, Richardson ha ordenado a varios países de la región una especie de cambalache bélico: entregar el arsenal de fabricación rusa al «glorioso» ejército de Zelensky para enfrentar a Putin y fomentar la rusofobia en Europa del Este, con la garantía de proveer a estos países de los más sofisticados dispositivos armamentistas yanquis.
La operación no es una empresa dedicada al simple intercambio de bienes y servicios de Washington: es una sonora advertencia a China sobre su actividad comercial en el sur de la región, donde yacen con importantes reservas de litio y uno de los recursos naturales más codiciado por EEUU: el agua.
Un botón de Richardson: “Colombia es líder y exportador de seguridad en la región”, dijo al entrar al hermano país donde, por su fuera poco, siete bases militares custodian su territorio. Finol también apunta con certeza este saludo de la agente militar norteamericana: «Es muy cínica esta afirmación, a la luz de la historia reciente de Colombia: narcotráfico, paramilitarismo y mercenarios, son los “rubros” principales de esas “exportaciones”, cuyas “externalidades negativas” ha sufrido el pueblo colombiano con millones de víctimas, y los países vecinos asediados por la criminalidad y desestabilización que estos negocios implican», ha dicho.
Otro ejemplo fatal es Perú. Allí la oligarquía dio su consentimiento para el ingreso de fuerzas militares estadounidenses en un contexto de represión brutal, y en Uruguay, se le abrió la puerta a un tratado militar bilateral nada inocente: un gran angular para observar los más mínimos signos en esa zona sureña de América.
La arremetida campea por el territorio. Así, como lo proclama el Destino Manifiesto.
Recuerda Finol que la Armada de Colombia «envió un mensaje geopolítico hostil (por decir lo menos), al conmemorar el Bicentenario de la Batalla Naval de Maracaibo, atribuyéndose una plagiaria autoría del histórico acontecimiento; más aún, la efeméride quedó manchada de monroísmo al centrar la “fiesta” en unos ejercicios UNITAS en el Mar Caribe, liderados por Estados Unidos. Nada de esto es ingenuo: páginas oficiales del Estado neogranadino (Banrep, por ejemplo) están repletas de manipulaciones sobre la absurda pretensión de la oligarquía santanderista en nuestro Golfo de Venezuela (el caso “Caldas” fue una jugada crítica de esos intereses)». Y éste es el paisaje:
– Convenio de cooperación y asistencia técnica en defensa y seguridad entre los gobiernos de la República de Colombia y el de los Estados Unidos de América” (30 de octubre de 2009), que permitió la instalación de siete bases militares estadounidenses en territorio colombiano.
– El expresidente Álvaro Uribe Vélez aseguró el 14 de agosto de 2012, que le “faltó tiempo” para ejecutar un ataque militar contra Venezuela.
– Colombia entra como “socio global” de la OTAN, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, el 31 de mayo de 2018 (dos meses antes de dejar la Presidencia).
– La estrategia estadounidense de reposicionamiento en el continente podemos ubicarlo en Esmeraldas, Ecuador, cuando el sábado 27 de enero de 2018, las instalaciones de la policía sufrieron un atentado con coche-bomba. Se estrenaba el gobierno lacayo de Lenin Moreno, que traicionó la Revolución Ciudadana, y al día siguiente del suceso, la policía colombiana junto al FBI asumieron la investigación.
Gracias a las “exportaciones” colombianas y al camuflaje de la CIA, fue perpetrado este acto criminal.
(El vampiro sionista)
Hay una imagen en la web que muestra a Antonio Ledezma (al corrupto, al vampiro, autor intelectual de múltiples asesinatos de estudiantes y adultos mayores durante la IV república en las calles de Caracas, además de prófugo de la justicia venezolana), junto al Benjamín Netanyahu (primer ministro de Israel, dirigente de la ideología del sionismo y asesino de familias árabes).
Se puede concluir sin muchos rodeos que el Estado de Israel es quien sostiene la estatua de María Corina Machado en Venezuela y el histriónico y macabro Javier Milei en Argentina. Quien estuvo al frente del programa económico para la proyección del gobierno monetarista de María Machado es Sara Levy, una israelita militante y practicante del sionismo en Latinoamérica.
Fue Israel quien promovió la construcción de 7 bases militares gringas en el territorio colombiano y además incluyó a ese país en la lista de países miembros de la OTAN, ejército del imperio gringo para desarrollar la guerra, prolongar su existencia.