Jurado de Responsabilidad Civil: La “revolución de octubre” se tradujo en inventar lo del voto (fraude) popular, en el que los adecos se harían unos linces para alterar los resultados electorales. Fue así, en sus farsas, como empezaron montando aquello del famoso Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa, tomando en consideración que vendrían a ser los adecos los ladrones que han gozado de mayor impunidad en el mundo, y los que colocaron a Venezuela en el tercer lugar de la tierra, entre los países más corruptos. Nos recuerda Juan Bautista Rojas en su libro “Los Adecos” (Segunda Parte), que el general Crespo también creó un Jurado parecido mediante el cual juzgó por peculado a Raimundo Andueza, a los Tell Villegas, Romero García y Cipriano Castro, entre otros. Que les embargó y confiscó sus bienes, y que con ellos, Crespo se hizo buenas casa y palacetes, hatos y haciendas y construyó el Palacio de Miraflores.
Jurado de
Responsabilidad Civil: Quisieron dársela, los
adecos, de ser los verdugos de los “corruptos”, y terminaron ellos siendo los
padres, abuelos, padrinos y bisabuelos de todas las tribus judiciales que
desacreditaron internacionalmente nuestra justicia, los creadores de ese
sindicalismo dirigidos por multimillonarios patas en el suelo, destrozaron la
educación y la salud y nos hundieron en esas malditas deudas (internas y
externas) que hoy nos agobian. Por este Tribunal hicieron discurrir del modo
vengativo a los más encapotados gomecistas. Humillaron con expropiaciones y
llamándoles ladrones a personajes como Medina Angarita, López Contreras, Arturo
Uslar Pietri, Rafael Simón Urbina[1], Ignacio Arcaya, y
muchos otros. En cambio, Raúl Leoni hizo lo imposible para que en el barullo de
estos procesos no se cogiera a don Juan Fernando Amparan, quien había sido
presidente de Estado cuando Gómez, pero que a la vez era su suegro. El no podía
ser reo de peculado, por más bandido y ladrón que fuese. Recuérdese que entonces
Betancourt no dejaba de decir que no había ningún ciudadano más puro y honrado
que un adeco, y ya don Juan Fernando lo era[2].