Crespo, Joaquín: Insigne ladrón e ignorante, SIN VERDADERO DESTINO POLÌTICO NI MORAL. Su verdadero nombre era Joaquín Sinforiano de Jesús Crespo Torres. La oligarquía caraqueña lo enredó y lo hizo uno de sus mejores amanuenses. Venía de los sedientos campos del Guárico de una familia sumamente pobre. Llegaría a ser dos veces presidente de la república, pero en realidad al servicio del supremo Antonio Guzmán Blanco, su verdadero amo. Nació el 22 de agosto de 1841 y desde muy joven anduvo enrolado en cuanta montonera se alzaba contra los gobiernos, fuesen liberales o conservadores. Creía en brujería y por ello se casa con una viuda, doña Jacinta, especie de pitonisa, experta en leer el porvenir en taparas de abejorro, manos, meados y cartas. Con doña Jacinta procrearía once hijos. Doña Jacinta creía en fantasmas y aparecidos, en el toro de la otra vida, la mula maniatada, en los estridentes ruidos de los jinetes sin cabeza, en la Llorona y en la Chillona, y en las almas azarosas en pena.
En ese deambular cerrero, mostrando carisma, arrogancia y perseverancia en sus ambiciones, consigue que Guzmán Blanco lo postule para cuidarle el coroto mediante unas elecciones trampeadas, y así resulta unánimemente “elegido” como presidente para gobernar desde el 14 de abril de 1884 hasta el 27 de abril de 1886 –fecha en la que Guzmán Blanco coge su silla presidencia para un tercer mandato. Ese 27 de abril de 1886, Guzmán Blanco le encasquetará a Crespo el burlón título de “Héroes del Deber Cumplido”. Es decir: “cumplió y me devolvió íntegra la Silla como lo había prometido”. Y por ese título corrieron versos burlones como “Héroes del Deber Cumplido/ es un título profundo/ Héroes del pagar no ha sido/ Quién no sabe que se ha ido/ debiéndole a todo el mundo”. En cogiendo su Silla, Crespo nombró a su jefe Antonio Guzmán Blanco Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante todos los gobiernos europeos que Guzmán quisiera.
Crespo, Joaquín: en noviembre de 1884, formó una grandísima llorona pública, con largas filas de jóvenes plañideras por toda la ciudad, el día en que murió el padre de su jefe supremo, el viejo Antonio Leocadio Guzmán. El desfile de las plañideras cubría varios kilómetros y terminaba en el Panteón, creado por Guzmán Blanco, para meterse él y meter a los más pícaros de su familia y amigos de su familia. Hombre inepto y cazurro, totalmente incapaz para administrar el Estado “voraz terrateniente y admirador de la riqueza material, al extremo de que era uno de los venezolanos más ricos del siglo XIX. Hizo mucho dinero en la compra de armas y préstamos a interés. Poseedor de propiedades urbanas, potreros, haciendas de café, caña de azúcar y cacao, grandes hatos (algunos de ellos alrededor del algo de Valencia), inmensos terrenos selváticos con bosques de serrapia y maderas preciosas, alfarerías, valores públicos, joyas, prendas, mobiliario, oro y dinero a montón: 39 casas (diez de ellas en Maracay), entre estas Santa Inés, en Caño Amarillo (Caracas); la residencia campestre Quinta Crespo y el Palacio de Miraflores (decorados con ornamentos y pinturas al óleo de gran lujo); 42 haciendas distribuidas en ocho estados de la república; en el guayanés Caura un hato de 114 leguas cuadradas que son ‘cien cuerpos de bienes’, un matadero industrial y dos espadas de oro y piedras preciosas. El último de esos palacios lo construyó para él, en el Cementerio General del Sur…[1]”. Toda su gran obra como gobernante se reduce a la construcción del primer casino en Macuto, el Túnel del Calvario y el Arco de la Federación.
Crespo, Joaquín: En los avatares sanguinolentos de las guerras diarias de nuestro país, Crespo cae preso y en un sainete bien ridículo lo meten en La Rotunda, en un cuarto alfombrado de rojo, arreglado por el presidente Juan Pablo Rojas Paúl, quien le visita y le oye consejos. Sale al exilio, regresa a Maracay, y de allí sale electo senador para después otra vez volver a la Presidencia de la República. Llega en esta ocasión a la presidencia, más zorro, más zamarro y más vagabundo que nunca. Se aprovecha de un empréstito negociado en 1886 a la casa berlinesa Disconto Gessellschaft que nunca llegó al país, pero del que él se embolsilla dos millones de bolívares. Por este escándalo Venezuela será invadida por los miserables alemanes seis años después. Igualmente durante el mandato de este alfil de Guzmán Blanco, Venezuela es despojada de la Guayana Esequiba. Acostumbrado ya a hacer lo que le daba la gana con el asunto de la Silla presidencial, el día de buscar a un sucesor, ocupó a lo macho las mesas electorales e impuso al tonto Ignacio Andrade, contra el verdadero triunfador, el “Mocho” José Manuel Hernández. Le costaría caro, la muerte en la Mata Carmelera, y por lo que corrió por todo el país aquella versitos: “¡Por fin, por fin/ el Mocho mató a Joaquín!”.
Crespo Carruyo, Ana Carolina: licenciada en Estudios Políticos y Administrativos, miembro del Grupo 400+ (G-400+). Véase Grupo 400+ (G-400+).
Crespo,
Rosa: Prof.
Titular, Mecánica, USB. Véase Brutos universitarios y académicos.
[1]
Ramón
Urdaneta, “Los Presidentes”, Fondo Editorial Venezolano, Caracas, 1996, pag.
107.