Ortega, Liliana: Montó una gran taguara con el nombre de COFAVIC, Comité de Familiares de las Víctimas del 27 de febrero de 1989, con la que lleva más de tres lustros viviendo de las víctimas del Sacudón, de El Caracazo. Se volvió profesional de los derechos humanos y le quita verdaderas fortunas a quien se deje, bien sea el gobierno de EE.UU. o Andrés “Viagra” Mata (director de El Universal). Cuando Chávez llegó al poder su tema preferido fue el de meterse en todo lo que hiciera el gobierno para ir cogiendo palco y figuración. Pero cuando Chávez decidió pagar varios millardos (más de quince) a las víctimas de El Caracazo, ni siquiera da las gracias. Claro, porque no le dio ninguna comisión. Por eso es que, como toda mercenaria, anda acusando a Venezuela en el exterior de que el gobierno viola los derechos humanos.
Ortega, Liliana: vive de Cofavic y con ella se ha hecho multimillonaria, diciendo que es defensora de los derechos humanos. Por cuenta de El Caracazo, ella y su Cofavic reciben subvención de al menos 30 poderosas instituciones mundiales, entre las que se cuentan, la embajada de Estados Unidos, ONU, USAID y la Fundación Konrad Adenauer. Es tan boyante la cuenta bancaria de Cofavic, que todos sus trabajadores, desde el más humilde hasta su directora ejecutiva (Liliana Ortega) y su presidenta Hilda Páez ¡ganan sus salarios en dólares! La señora Ortega es la directora ejecutiva de Cofavic, y es la vocera, pero para barnizar de popular a su ONG puso como presidenta a la señora Hilda Páez, madre de un joven asesinado en El Caracazo. Ortega le tiene montada una custodia personal para asegurase de que no tenga acercamiento con los movimientos populares de Petare, donde vive la señora Páez (su hijo fue asesinado en el barrio Maca). A las multimillonarias corporaciones que la financian, Ortega le rinde cuentas con informes constituidos exclusivamente por recortes de prensa de El Nacional y El Universal. Donde estos medios dicen que hay ejecuciones extrajudiciales, ella manda a una periodista para que recabe notas de prensa locales y así arma cuadernos que entrega a sus asalariantes. Estuvo años acorralada por los adecos y copeyanos que no reconocieron los crímenes de El Caracazo, pero la Revolución los reconoció y los indemnizó, y ella se quedó sin alegato y se refugió en el arte de crear intrigas entre los familiares de las víctimas para que exijan el dinero de la indemnización, para que se echen cuchillo entre ellos. Esta doña es la que más ha llorado nuestra salida de la CIDH.
Ortega, Maruja: Prof. Asociado, Computación, USB. Véase Brutos universitarios y académicos.
Ortega Pérez, Luis: Véase Abogados Puntofijistas.
Otero, Alejandro: Véase Coronil Hartmann, Alfredo.