Hernández, Liliana: Graduada en la Universidad Católica Andrés Bello, guarida de grandes analfabetos. “Bella” representante de la Coordinadora Democrática que atracaba con su físico y ensordecía con su befa. Fue adeca, transito después por otra cosa que presidía Antonio Ledezma; luego saltó al partido de los efebos de Primero Justicia. Allí recaló contenta con su cultura y su condición. En agosto del 2002, con un grupo de pélidas, comandados por William Dávila Barrios se apostó en La Carlota y gritó dos trescientas veintisiete veces: “¡Chávez está cagao!”. Así es de bonita su boquita.
Hernández, Liliana: Inicua, fue algo bonitica pero muy vacua como corresponde a su vulgaridad. Hubo un tiempo en que se consideraba a sí misma todo un atraco, pero sus gestos al hablar la delataban abiertamente, como cultivada, pues, en la UCAB; en el balbuceo de sus labios se veía a las claras que cuanto expulsaba por su boca era horriblemente falso, hasta que fue adquiriendo los rasgos típicos de las mujeres congestionadas (según la caracterización de Wilhem Reich). Nació adeca y evolucionó hacia la ultra-derecha, como todo buen adeco. Se le arrodilló a Luis Alfaro Ucero para que renunciara en 1998 a favor de Henríque Salas Römer. Se unió luego al grupo de patiquines de Primero Justicia, adquiriendo el mal de las vaquillas locas y embistiendo a cuanto trapo rojo se le pusiera por delante. Más falsa que una moneda de real y medio, por lo que todas sus poses le reportaron “buenos dividendos”, cree ella.