Guzmán Blanco, Antonio: “El Manganzón”, le llamaban. Dijo de él Juan Vicente González: “Bicho pedantesco que recibió de su padre la empalagosa charla y las mañas del gitano”. Más ladrón que su padre, Leocadio Guzmán. Déspota y petulante. De tal palo tal jeta. De muchacho comienza a leer panfletos que le llegan de Colombia. Se hace amigo de leguleyos, le gusta el foro, la jurisprudencia. Se aprende de memoria el Código Napoleónico y toma curso de retórico con curas metidos a masones. Para mejor dominar el arte de la mentira se convierte en secretario del gran leguleyo que fue Diego Bautista Urbaneja, quien se maravilla de las cualidades de este mocetón para enredar y urdir trampas en litigios y pleitos de tribunales. Un día le estalla la idea maravillosa de hacerse con el millón de pesos que el Congreso de Perú le otorgara en 1825 al Libertador Simón Bolívar y que éste nunca tomó. El padre Antonio Leocadio se vuelve loco con esta genial iniciativa por considerarse pariente de Bolívar. Por lo menos el 50% de ese capital, calcula, le corresponde a su familia. Aquello no resultó como esperaban, pero desde entonces la desbordada obsesión de Antonio será buscar plata, plata y plata, donde se encuentre; para la él la plata lo curaba y lo lavaba todo. Y su padre que trabaja en la Cancillería y se codea con los que más mean, le propone a su hijo que para seguir lavando la sangre que le dejara La Tiñosa, se case con la nieta del general José Tadeo Monagas, ¡tremendo partido!, la joven Luisa Teresa Giuseppe Monagas. Los cuentos le llegan al general Monagas quien se indigna y lo manda a hacer gárgaras, pero así y todo sale premiado porque entonces para apartarla de Luisa Teresa lo nombran cónsul en Estados Unidos, en Filadelfia y Nueva York, donde permanece dos años. Nunca perdía.
Guzmán Blanco, Antonio: De aquellos liberales que se unieron a los Monagas para derrotar a los oligarcas (paecistas) pero en cuanto tomaron el poder terminaron ellos mismos siendo otros oligarcas más fieros, más ladrones y miserables que los que los que habían derrotado. Su paranoia liberal era para entrar a saco en los grandes círculos oligarcas, y casar a sus hijas con condes y marqueses de la Francia monárquica.
Expulsó de Venezuela a José Martí, el más grande cultor y cantor de la obra de nuestro Libertador en la América Hispana. Echó a Martí porque hablaba bien de Cecilio Acosta y porque no tomaba en cuenta al ridículo Guzmán quien se consideraba el más genial de los intelectuales venezolanos, y por demás jefe supremo del Estado venezolano. Pues, el mismo Guzmán se había encasquetado lo de “Ilustre Americano”. El frenesí narcisista de este hombre llegó al paroxismo de no asistir, el 28 de octubre de 1875, a la inauguración del Panteón Nacional porque él se encontraba develando apoteósicamente su propia estatua[1]. Tuvo en realidad suficientes “dones políticos y esclarecedora sangre patricia y oligarca” como para llevar a cabo el asesinato en la persona de Ezequiel Zamora.
Guzmán Blanco, Antonio: Muy parecido en sus divagaciones y mentiras a CAP. Suelen colocarlo entre los cuatros presidentes más destacados de Venezuela junto con Páez, Gómez y Betancourt, siendo todos ellos unos grandísimos canallas y bandidos. Entre los que así piensan se cuentan Ramón J. Velázquez, Francisco Herrera Luque, Germán Carrera Damas, Manuel Caballero y el propio Ramón Urdaneta. Serán destacados por su entrega del país a las grandes potencias extranjeras, por copiar lo que hacen esas naciones explotadoras, colonialistas y terroristas, por mafiosos, déspotas y ladrones. Ramón Urdaneta lo presenta como “legalista y dictador a la vez, hablaba sin saberse qué sentía en el fondo de su perorata. No fue cruel pero sí lleno de vanidad, vengativo y cubierto de rencores ocultos. Ególatra e intransigente, caprichoso, amante de la poma, el fasto, el aplauso y la lisonja, caudillo sin aurea popular, por lo que para hacer gobierno apela a la mentira política. Impuso el elogio como sistema, la adulación, los largos discursos y acalló con el silencio a sus enemigos”. En cuanto a la crueldad dice Manuel Caballero: “El rigor llevado hasta la crueldad lo demostró en el fusilamiento de Matías Salazar el 18 de mayo de 1872. Al ajusticiarlo Guzmán estaba infringiendo la más importante garantía del Decreto de Falcón en 1863.” Por su lado, Carrera Damas con su típica pajudez escribe: “Guzmán Blanco es la perspectiva que adopta un lapso, una visión histórica, inspirado en los requerimientos hacia los fines de realización o sometimiento de un Proyecto Nacional”. Qué Proyecto Nacional de carajo, un personaje cuyo propósito de vida estaba todo reducido a su admiración enfermiza y miserable hacia Francia, hacia el boato y la estupidez de los títulos, linajes y “grandezas de alcurnia”. Eso no tiene nada de nacional. Cuando Guzmán ordena matar a Matías Salazar dice: “ese muerto es mío, yo lo maté”.
Guzmán Blanco,
Antonio: Qué desenfrenada locura por el dinero y la
ostentación poseía este hombre. Crea las monedas “bolívar” y el “venezolano” –o
fuerte- en 1871. A penas entrea triunfalmente en Caracas en 1863, sale a
suscribir un empréstito: coge la goleta “Isabel” y se va a Inglaterra y allá se
hace con dos millones y medio de libras esterlinas, y para ello hipoteca
nuestras aduanas, todo para cogérselo él y el bandido de Juan Crisóstomo
Falcón. Gran parte de esa plata se la lleva para Curazao para asociarse en
negocios especulativos con dos judíos. Con sendos contratos leoninos otorga la
concesión del ferrocarril Caracas-La Guaira a empresas extranjeras por cien
años, se hace heredero universal de la Universidad y se coge la enorme hacienda
cacaotera de Chuao. Se hace dueño de 224 buenas casas en Caracas, 11 en
Antímano, 7 en Macuto, 10 en Valencia y de una gran nación en Curazao. Sus
robos, estafas, matraqueos, timos, son infinitos, de manera tal que para 1888
sus haberes se calculaban en cien millones de francos, y se reputaba entre los
hombres de América Latina. Siendo Presidente de la República calificó a su
padre de “Ilustre Prócer de la Independencia Sudamericana”, con derecho a
recibir por premio, por sus grandes servicios la suma de 50.000 venezolanos.