Plan de Barranquilla: se dice que fue escrito por Rómulo Betancourt en 1931, pero en realida fue todo un trabajo de ARDI, (Agrupación Revolucionaria de Izquierda)[1]; un proyecto para combatir la dictadura de Gómez, a la vez que la conformación de una estrategia de gobierno para cuando se instaure un régimen democrático en Venezuela. El proyecto del Plan de Barranquilla fue muchas veces retocado sobre el mostrador de la frutería del padre de Leoni; en él metió la mano mucha gente: Valmore Rodríguez, Simón Betancourt, Juan José Palacios, entre otros. Se habló allí de todo: del miserable caudillismo militarista (no el civilista que aparecería luego), de la libertad de expresión, del eterno asunto de los derechos humanos. Lo que más se discutió fue lo relativo a lo de la confiscación de los bienes del General Gómez, que eran cuantiosos y podían alcanzar para muchos. Fue cuando por primera vez se planteó la creación de un “Tribunal de Salud Pública” para sancionar a los corruptos y que luego sería presentado a los jóvenes oficiales de Venezuela; el mismo que se pondría en práctica una vez derrocado el General Isaías Medina Angarita y que se llamó Jurado de Responsabilidad Civil. Se planteó la organización de numerosos sindicatos, la revisión de los contratos y concesiones petroleras; la alfabetización, la autonomía universitaria, lo del sufragio directo y universal y la convocatoria de una Constituyente para revisar al Estado en su totalidad.
En esa época sentenció entre los amigos del futuro partido que crearía, que a los militares de Venezuela se les podía comprar con una puta y con un bisteck[2].
Planchart Manrique, Gustavo: Junto con Pedro Tinoco, hijo, tenía un escritorio para defender sistemáticamente empresas transnacionales.
[1] Que algunos bautizan jocosamente como “Agrupación Reformista de Intelectualoides”, por lo que Betancourt indignado les replicaba: “son ustedes unos caga leches de la revolución”, “Lenines de bolsillo” y otras expresiones típicas de su léxico y estilo. A Salvador de la Plaza lo llamó “Puntilloso Lenin en alpargatas”. Qué manía la de tratar de desprestigiar a las personas y a las cosas, echando mano de lo nuestro, de lo autóctono.
[2] “Habla el General”, Agustín Blanco Muñoz, UCV, Editorial José Martí, Caracas, 1983. Pag. 53.