1972
29 de Abril.-
Anoche me cansé de ver Santos y en este momento, un cuarto para las 10 a.m. estoy aterrizando en Madrid de ahí, a las 12 y 20 o cuando sea, tomaré otro avión que me llevaré a Caracas. ¿Hasta cuándo? M ha de estar esperando o me esperará a la hora señalada. Esta vez soy gentil, le llevo varios regalos, entre ellos un collar de oro. No tengo planes. M en una de sus cartas me preguntó si yo tenía preocupaciones políticas. No. Pero eso me hizo pensar en una aventura que podría servirme como experiencia literaria. No le doy mayor importancia al ajetreo exterior. (Faltan 10 para las once, concluyo en el aeropuerto de Barajas la nota que comencé en el avión que me traía de Barcelona. Pienso que escribo para no perder la costumbre. Uno se mete en el juego aunque no quiera. Hay gente que nació para no salir del fuego. Y creo que publicaré un tomo de mis Diarios y la primera parte de mis memorias para terminarme de chamuscar).
El avión partió de Madrid a las 12 y 35 y por los parlantes dijeron que el viaje hasta Caracas, duraría ocho horas y media. Estos españoles todo lo dicen en voz alta. Un estúpido le viene repitiendo a otro: “-Yo en coche no puedo dormir, pero en avión sí”. Se pone de pie, ve al compañero y repite para todo el mundo: “-Yo en coche no duermo nunca, pero en avión sí que puedo”.
Una vieja catalana se me pega: “-Me he casado dos veces –dice-, y tengo cuatro hijos. Bueno, los cuatro hijos son del primer marido, que aquí entre nos, ha sido muy inconsecuente. En cambio, el segundo no. Y eso que con el segundo no he tenido hijo ni nada” y sigue: Ella admiraba a Renny. Si, si, ella, o ella mejor dicho se vendrán a España, se regresarán. Tiene los hijos en Barcelona. Allí estudian. Venderán todo lo que tienen en Venezuela y se irán todos a España. Todos ella y su marido. Ya les falta poco. Menos mal que este avión va casi solo y me siento en otro lado. Le brindo una bebida. “¿Quiere una cerveza?”, le pregunto. “Ah, no, prefiero un whisky”, dice la muy zorra. Ahora levanta el vaso y me dice: “Chin Chin”, y se ríe, vuelve a reírse y a decir “hola” como si fuera una niña- Mi malestar crece. Es la una y veinte.
30 de Abril.-
Sólo M, Carolina, Jesús (el hermano de M) y un amigo de Jesús (que no iba por mí sino por él) fueron a recibirme al aeropuerto. De mi familia, que sabían que yo llegaba, no fue nadie. Soy yo el que los ha llamado: a Teresa a Felipe; a Idilia allá en San Juan de los Morros y era como sino pasara nada. ¿Qué les importa a ellos lo que yo soy? ¿Un escritor? ¡Bah! ¡Escritor es un flojo un inútil, un hombre que no trabaja para conseguir dinero! ¡Un don nadie! .
A las 10 y media salí a buscar la casa de Fuentes y no la encontré. Una dos veces fui con él allí, pero a pie o en autobús me fue imposible localizarla.
Con intenciones políticas. Es necesario encauzar un movimiento que tenga un orden completo. Si pequeño mejor, para que no se desborde, poco que se haga sentir y trasmita fuerza, dinamismo y lo que en el fondo queremos todo: organización. Ni derecha ni izquierda. Pero más contundencia hacia la derecha para no arrestar a nadie. Nacionalismo hasta sus máximas consecuencias.
1 de Mayo.-
Por la mañana termino de leer ese libro de “Les chênes qu’on abat …”…que publicó Sur con el título de “La Hoguera de Encimas”. Cuando uno ve a estos dos nombres (Malraux y De Gaulle) frente a frente hablando del destino de Francia … Yo me siento impotente. Cuando aquí se hablaba de los 150 años de la Batalla de Carabobo, cosa que no le importaba más que al gobierno para hacer su demagogia, el mundo entero hablaba de los 150 años del Nacimiento de Dostoievsky.
¿Qué hago yo aquí? Me dije cuando desperté. Porque por un instante creí haberme despertado en Europa. Me adormilé con la conciencia de que estaba en Venezuela, mi pobre país, y entonces soñé con uno de sus símbolos: un boxeador que había derrotado a otro. Y el nuestro decía: “Bueno, me ofrecían cosas, dinero y yo no hallaba que pedir y lo que pedí fue una caja de cerveza. Pero mi promotor, un americano, me dijo: “nada de eso, negro, esto para usted” y me entregó un cheque de 10.000 dólares”.
2 de Mayo.-
Llamo a Fuentes. Nos veremos en un café de la Plaza Candelaria. Allí hablaremos sobre lo que tengo para publicar.
M ha ido al Hospital Universitario a sacarse la sangre.
Llueve a cántaros.
Prisionero en este apartamento desde el sábado 29 que fue cuando regresé. El domingo y el lunes primero de mayo fueron días perdidos. Me leí el último libro de Malraux: su conversación con el general De Gaulle.
Al regreso de M del Hospital he decidido telefonear a Díaz Sosa al Inciba.
-¡Qué sorpresa! – exclama la secretaria. Pero Díaz Sosa no ha llegado.
También llamo a José Ratto Ciarlo para ver cómo sigue aquel problema de “Ultimas Noticias”, y me dice que ya me contará.
– Las cosas se han complicado. Hay una demanda rodando por ahí.
Pero no me dice nada por teléfono. Me he vestido para salir, pero la lluvia me retiene.
Comento las cosas con M. Díaz Sosa se pondrá furioso. Su pregunta sería:
-¿Qué haces tú aquí?
Ya sé que me tienen por loco. Me he labrado un exilio o una clandestinidad por escribir mis Memorias de Infancia. ¡Y aun no he llegado ni a la Juventud ni a la época de mis Diarios Intimos!
-Si tienes que irte – me dice M -, yo te garantizo cien dólares.
Ella es abogado y comprende que no tengo derecho a asilo. Mi cuestión es de delito común o quién sabe qué mierda de ésas en las que hay que salir a escondidas. Llamé a Díaz Sosa a las nueve y media, le dejé mi teléfono y a las diez y cuarto que son ahora no me ha telefoneado; él debe estar maldiciendo.
Es difícil luchar contra un enemigo que se desconoce. ¿Cómo y en qué forma golpear para defenderse? En cambio yo estoy solo y a campo descubierto. ¡Enemigos por mis notas, enemigos por mis libros, enemigos por mis declaraciones, enemigos por mi intransigencia! Y yo no sería un “huido” como los otros. Sería un “huido” muerto de hambre.
4 y media de la tarde. Ratto Ciarlo, nervioso, me dice:
– Aquí hay órdenes de que no se le nombre a usted.
Un señor, Salvador de Santiago, que es abogado y representante de la Comisión de la Familia Venezolana lo ha demandado por haber publicado parte de mis Memorias.
-A mí me asiste Navarro Dona – dice.- Yo estoy viejo. He sido un ex-patriado. Tengo 66 años. No soporto más.
Me dice que Nelson Luis Martínez casi se muere con una úlcera en el estómago.
– ¿No subirá a verlo?
– No por ahora -, le respondo- Mejor iré a “El Nacional”.
– Eso es, vaya y luego me avisa la impresión.
En “El Nacional” veo a Julio Barroeta Lara.
-Aquí no hay nada contra ti – me dice .- Al contrario, Uslar y los Otero te guardan estimación.
Pero no me dice que le lleve artículos.
-Lo tuyo, eso de “Ultimas Noticias” fue un escándalo. A mí me hablaba todo el mundo de eso, pero yo no había leído nada y ahí, en un café, dije: “-Bueno, ¿pero dónde está lo que escribió Argenis?” Y vino un limpiabotas, un negrito como de 16 años y se sacó un papel del bolsillo y me lo mostró.
Saludo a Batallán y Moradell.
Como en el mar del Capitán.
– Nos trató mal usted, a los españoles.
– ¿Cómo? ¿Dónde?
– En un artículo sobre Baroja que leí en “Imagen”.
– Yo escribí ese artículo, pero las ideas eran de Baroja.
Me bebo unas diez cervezas y como como un demonio.
El dueño de la Librería Internacional me dice:
– Pierde usted su esbeltez. Ya no está como antes.
– La edad.
– Usted debe hacer como Donoso: comprarse una casa en España.
– ¿Con qué dinero?
Llamé a Díaz Sosa a su casa, al Inciba y a la Radio Nacional. Estaba en la Radio Nacional.
– Ve por el Inciba.
– No, yo no quiero tropezarme con miserables.
– Bueno, telefoneas y me esperas en algún café.
– Que me escribió a Barcelona.
– No, yo no recibí su carta.
– Bueno, mañana hablaremos.
A las seis y cuarto llegué al bar donde debía reunirme con Fuentes. No lo reconocí. Está canoso. Lleva lentes. No ve de cerca. Se levanta otro tipo.
-¡Hombre, Argenis!
Es Juan Manuel Polo, un vasco que escribe greguerías a lo Ramón Gómez de la Serna.
– Anda, di algo que te lo publicaré en El Globo. Diré Llegó Argenis Rodríguez.
¡Temblará todo el mundo!
Digo dos o tres tonterías. Mis pretensiones eran las de pasar desapercibido. Ya no soy un muchacho.
-Bueno, di ahí que regreso porque quiero ser dictador de esta mierda.
Polo se va y yo me quedo con Fuentes. Cervezas y gambas al ajillo. Planes: editará mi primer tomo de memorias, el titulado Infancia y después un volumen del Diario.
-Pondremos a temblar a todo el mundo. Ya hay uno que tiembla por ahí; Gómez Grillo. No sé porqué vino al caso tu nombre. Ah, sí, me pregunto que si había sido yo el que te había publicado “La Fiesta del Embajador” y al responderle que sí me dijo que estaba dolido por unas declaraciones que diste para “Imagen” y donde ponías en duda su talento de escritor.
-Ahí que el tipo ése se cree con talento de escritor.
-Y se cagó cuando le dije que publicaría un tomo del Diario. ¿Cómo aparezco yo ahí?, preguntaba y estaba nervioso que me daba lástima. Ah, bien, le dije. Y te aseguro que estaba por cagarse. ¿Por qué te teme tanto?
Le pedí a Fuentes que no habláramos más del tipo ése y que nos concretáramos al asunto.
Primero: Infancia.
Segundo: Diario Intimo (Barcelona, 1970)
Tercero: Diario Intimo (Caracas, 1969)
Cuarto: Diario Intimo (Bruselas, en tres volúmenes: 66-67-68-)
Quinto: Diario Intimo (Caracas, 1962,63,64,65,)
-Trabajaremos más que Max Brod en los papeles de Kafka-, le digo yo y nos despedimos.
3 de Mayo.-
Cuando me despierto y me asomó a esa ventana que da a una inmensa avenida, me digo: ¿Qué hago yo aquí? Y me entra una desesperación. Me estoy atiborrando de cervezas y de valium y no hago nada.
La mañana la destinaré a hablar con Carlos Díaz Sosa. ¿Qué va a pasar con mi beca? ¿Se me seguirá concediendo o el hecho de que me haya venido es razón para que la pierda o yo la abandone?
Una cosa es cierta: no siento ningunos deseos de trabajar. Me refiero a mis escritos. Porque jamás saldré por ahí a buscar colocaciones, cargos públicos o salarios de nadie.
Me sigue obsesionando Horstwood, de la novela “Sister Carrie” de Dreiser. Es preferible terminar como él lo hizo. Son las nueve y veinticinco de la mañana.
Este país no merece ninguna consideración. Digo su gente. Es execrable.
Son las dos y veinte de la tarde.
Estuve en el Inciba hablando con Díaz Sosa.
-¿Qué haces aquí? ¿No te dije que te quedaras en Europa?
-Vengo aquí porque van a salir dos libros míos-, es lo que le respondo.
La gente de este Inciba cuando me ve se asusta. El Pérez Perdomo titubea para saludarme. Y un tipo llamado Juvenal López Ruiz se esconde. Lizardo me dice que “Imagen” nunca me cerró sus puertas. En el Inciba no tengo más que dos amigos: Díaz Sosa y este Lizardo.
En el libro de Adamov veo el nombre de Delgado Chalbaud. Y su anuncio de su muerte.
En “El Globo”, un nuevo vespertino, sale la nota de Polo anunciando mi regreso “Con una novela bajo el brazo”.
Salí a comprar la biografía de “Hitler” por A. Bullock y la de “Stalin” por R. Payne. Debo puñalearme por si me meto en política. Una cosa en contra: la impaciencia.
Indecisión: ¿debo irme con M al campo a concluir esa novela o quedarme aquí y andar “haciendo relaciones públicas” para futuras actividades? Pero M está enferma. Se queja de dolores en el estómago y en un brazo. Ayer y hoy ha hecho visitas a los médicos. Si no hago algo voy a estallar.
Son las cinco y veinte. A las seis bajaré a verme con Fuentes. No se bajará de su carro y apenas si intercambiaremos unas palabras sobre las ediciones de mis libros.
Todos aquellos que me atacaron por haber aceptado una beca después de la publicación de “Entre las Breñas” están becados con sumas fabulosas. La gente, que no carece de mala intención, me pregunta:
-¿No viste a Caupolicán por allá? ¿Y a Pepe Barroeta? ¿Y a Adriano? ¿Y a Crespito?
O me habla de los enchufados de aquí. ¿Pero a qué hacer retahíla de nombres?
Lo que vale es el trabajo, el tesón. Muchos pasarán por su trabajo o por su tesón. El talento sin trabajo es un órgano muerto. (Esto suena a Bolívar, que era pomposo).
4 de Mayo.-
Fui a “El Nacional” a llevar un artículo que escribí como prueba. Publico o no. Tengo una puerta abierta o no. Y parece que sí. Hasta Batallán, que siempre ha sido reacio conmigo, dice que hablará de la 3ra. Edición de “La Fiesta del Embajador”.
Cerveza con Juan Bautista Fuenmayor. Sigue en su pugna con los Machado. La guerra de generaciones. Mientras se habla de otras cosas él no olvida al que lo sustituyó en el PCV por ahí por los años 40.
Creo muy poco o nada en las notas que escribo. Es una simbiosis. No me importan. Pero tampoco me importa la novela que escribí en Cubellas y que paseo en un maletín. Uno se justifica: “Aquí llevo algo”.
En cuatro días he llegado a una conclusión sobre política: no se puede uno comprometer en “partidos” que carecen de doctrina, de mística, de dogmas. Aquí el partido es el instrumento de los oportunistas. Veo muy mal que participe yo en esta “contienda”. La idea era la de llevar un Diario del “aparato” en que me metiera. ¿Pero iba yo a anotar todas las sandeces de los que me acompañasen? No. Preferibles mis notas íntimas, aunque sean tan sonsas como ésta.
Lectura del “Stalin” de Payne. Se aprende una insignificancia cuando un libro se escribe con el sólo propósito de disminuir a un hombre. A nada concreto llegamos cuando afirmamos que tal es “cobarde” o es “valiente”. Lo que nos interesa es conocer “métodos”, “astucias”, “ideologías”. No obstante avanzo con este “Stalin” para encontrar allí informaciones olvidadas o desconocidas.
No vi a Fuentes. Dudo de que edite mis memorias de Infancia. Se transará primero por el Diario porque será lo que le dará más dinero.
Me emborracho solo. Terminaré como un mendigo. Retrato: Horstwood, que no se me olvida nunca. Aquí mucho menos. Con este calor y la palabra esa de polución me moriré de angustia. Me ha dolido la garganta durante todo el día. Hago la anotación por hacer una anotación. Cero.
En el camino compro una botella de Concha y Toro. Ahora me la bebo en casa de M. Un pañuelo atado al cuello y un chaleco. Aquí no podría salir así porque me pitarían. En Barcelona jamás me quité el pañuelo. No debo perder el tiempo en notas inútiles. El pasado, pasado. Ni siquiera perdí energía. Lo que perdí fue tiempo. Un abogado de San Juan de los Morros me encontró “robusto y melenudo”.
-No te reconocía-, dijo .- Y mira, con la bragueta abierta.
Escribir por escribir. Buen ejercicio. Se trabaja para otro. “Escribes algo?”
-Sí.
-¿Pero en qué trabajas?
Olvidaba que en Venezuela escribir no es trabajar.
He llegado y comenzado a escribir notas. Hoy he escrito otra que por primera vez firmaré con pseudónimo. ¡Ya empiezo a perder el tiempo!
Falta cinco para las nueve de la noche.
Salí de aquí a las cinco con el objeto de tantear el terreno político conversando en el Congreso con José Vicente Rangel, Luis Herrera Campins y algún otro, pero el Congreso estaba cerrado y los policías me confundieron con un turista. Caminé por el sector que más he caminado en Caracas: Biblioteca Nacional, Centro Simón Bolívar, esquina de Padre Sierra (donde compré unos libros) y aquí vi a ese sujeto tenebroso que se llama Aníbal González que era del PCV y en una arrancada entregó a todos sus compañeros y se hizo del SIFA. Trataré de sacarle lo que pude o trató él de sacarme lo que pudo a mí. Y me habló de conspiraciones.
-Pero ya sabes que yo tengo que ignorar todo eso porque apenas si regresé el domingo del exterior.
-Ya lo leí en El Globo-, me respondió.
El hombre me pidió dinero. Esa es su costumbre.
-¿Cómo y dónde voy a trabajar si estoy recién llegado?-, le respondí y me dirigí hacía la Plaza Bolívar. Aquí vi a Don Julio Garmendia conversando con unas damas. Sí, le gustó lo que escribí sobre él en “Imagen”. “Fue una sorpresa”, me dijo. Caminamos por la Baralt hasta la librería Gusano de Luz. En el trayecto nos tropezamos con Ángel Hernández.
-Qué mal consejero eres-, me dijo refiriéndose a ese artículo que me publicó “El Nacional” de hoy.
En La Librería Tablante me saludó con estas palabras:
-¿Cuándo te vas?
5 de Mayo- Viernes.
Me despierto y me levanto muy temprano. En “El Nacional” sale el primer artículo que escribo para ese diario a mi regreso. Nota sobre libros de Adamov y Malraux.
Sin duda lo único interesante que se puede leer en la prensa de hoy.
Sigo con la lectura del “Stalin” de Payne. No me explico cómo se puede escribir sobre un hombre al que se desprecia o se teme. Cae Payne en la tontería de calificar de cobarde a Stalin. Esta tontería es a la que recurren más los biógrafos que escriben sobre personajes que no son de su agrado. Shirer dice que Hitler era un cobarde. Así no vamos a ninguna parte.
Llueve como ayer y antier.
Dolor en la garganta. La cerveza fría (que es lo único que se puede beber aquí), La suciedad de las calles y el polvo enferma. Me voy a podrir si no hago algo. Pronto. Salir del país. Irme al campo. Alquilar con M un apartamento en las afueras de Caracas.
Movilizarme en esta ciudad también es un laberinto. Ayer salí a hacer dos gestiones y pude realizar más que una: la de entregarle a Julio esa nota que titulé “Consejos” y que salió hoy. Debía ir donde Fuentes y no encontré transporte que me llevara a esos lugares.
No puedo trabajar en serio porque no tengo el sitio adecuado. El cuarto propio. Son las siete y cuarto. Primera tarea para hoy: ir primero donde Fuentes. No dispersarme. Stalin tenía ideas pequeño burguesas. Sin darse cuenta lo confesó en uno de sus discursos. Ningún defecto. Al fin y al cabo se pueden tener todos los prejuicios, lo imperdonable es que los prejuicios lo liquiden a uno.
Un cuarto para la una (del mediodía).
Fuentes. Que sí, que editará Infancia.
-Te daré mil bolívares cuando salga.
Me lleva a “El Nacional”.
-Qué hay Julio? -, le pregunto a Barroeta Lara-. ¿Qué dice la gente de mi resurrección?
-Nada. Ya va. Ya vengo-, y corre hacia los talleres.
Llueve. Me duele la garganta más que nunca. A lo mejor tendré que extirparme las amígdalas. Alvaro Benavides me presenta a un cineasta que estuvo en Madrid.
-Lo que es ser famoso-, dice Alvaro.
Camino bajo la lluvia. Entro en un bar que hay al lado del Edificio Universidad y me tomo una cerveza. Sudo y me duele la garganta.
No he llegado y ya quieren que me vaya.
Compré un libro de Miliani en que se me cita.
Me sigue el dolor en la garganta. Me siento seco. La cerveza no me va bien.
Compré una botella de Cinzano. Recordé que en el psiquiátrico de Bruselas conocí a una mujer que se volvió loca por beber Cinzano. “Una de esas bebidas italianas”.
Leí un trabajo sobre Patton. Interés por la película que vi en Barcelona. Murió a consecuencias del atropello de un camión. No, no es tan sugestivo como Hitler o Stalin. Y yo nunca podré ser como estos hombres porque soy un solitario y muy intelectual.
Nueve y media de la noche. Para distraerme y hacer la digestión escribo un artículo sobre Erskine Caldwell.
6 de Mayo.-
Soñaba que alguien llevaba una foto mía acompañada de una nota periodística. Soñaba que dormía al filo de una ventana y que C venía también y se acostaba a mi lado y yo gritaba que nos íbamos a caer.
Me desperté con el dolor en la garganta, pensando en lo que he leído de Arthur Adamov. Su envidia de Ionesco. Su inconformidad por lo que había hecho. Por la mujer lesbiana con la que se casó. Y él la dejaba hacer. Sus celos. Sin embargo terminó casándose con ella. La llamaba bisonte. Sus frecuentes visitas a los burdeles. Cada día bebía más. Allí no hay más que podredumbre. Preguerra: infancia. Post-guerra: corrupción. Paz: locura y suicidio.
(Son las nueve y doce minutos de la mañana) M saldrá a buscar una peluquería y yo me iré a caminar por ahí tal vez a meterme en un cine. La política no es mi fuerte. No soportaría los discursos, las elaboraciones de programas. Dejo a Stalin de un lado y me enfrasco en el “Straparole” de Zavattini. Avión con 115 personas se precipita a tierra. Alitalia. A propósito de Zavattini.
Leo a Zavatini y a Adamov. La garganta no me deja beber cerveza, que es lo único que se puede beber en este país. Escribo unas notas en un bar. En casa bebo vino y whisky puro. Escribo una nota sobre el libro de Adamov. Un itinerario hacia la muerte. Me entretengo escribiendo estas notas. Sin salida. Ningún sitio a dónde ir. Ni amigos. No veo un sólo hombre de importancia.
Sería una calamidad para mí que me cerrasen todas las puertas de los periódicos. La única diversión que me queda es esa de escribir artículos. Ya me cerraron toda la cadena Capriles.
Al final me recluiré yo mismo en mí mismo con mis libros y mis libretas sin que me importe publicar nada. Sería la más glorioso.
Un Scott Fitzgerald tropical.
U otro Adamov. Kleist era impotente. Y me ha defraudado. Creo que lo van tergiversando todo. De uno no quedará más que la visión que vayan dando los otros sobre uno. ¿Quién puede contra esto? Atrapar algo. Una sola frase. No queda más que eso.
7 de Mayo. Domingo.-
Inactividad completa. ¿Qué hago yo aquí?, es lo que me digo.
M piensa en pedirle un préstamo a la Universidad para comprarse un apartamento. O un automóvil.
Son las 10 y cuarto am. Y la mañana la pasé leyendo un periódico. Debiera conformarme con leer los titulares para no perder tanto tiempo.
-Bueno, está bien, no hago nada. Pero es que yo no quiero hacer nada.
Sigo con el Stalin de Robert Payne. En política un intelectual siempre será un segundón.
Lunes 8 de Mayo.-
Ayer no salí de esta casa. Desde que llegué me enfermé de gripe y aquí no hay a donde ir. Por la mañana leí el Stalin de Payne y después de beber unos tragos de whisky puro y de comer, me acosté y dormí como dos horas. Por la tarde me levanté y seguí leyendo hasta las dos y cuarto de la madrugada. Me acosté y me costó conciliar el sueño porque pensaba en cómo darle forma a esa novela que escribí o empecé a escribir en Barcelona y en Cubellas y pensé en un largo monólogo para terminar alternando mi estancia allá, con el regreso en el avión y los pocos días que llevo en Venezuela. Incertidumbre. Dejar la literatura por la política. O simplemente tomar la política como experiencia para escribir una novela o un diario o un ensayo. Desligarse es la muerte. Y la falta de acción es sucumbir. Y uno no es ningún Novalis, ningún tipo que ande detrás de una flor azul. Lo de uno es la tragedia y la soledad más completa. La locura y el exilio. El drama, no el sueño. Payne se apasiona y malogra su “Stalin”. Lo siento por él. A menos que le hayan pagado.
Son las cinco de la tarde. En la mañana fui a “El Nacional” a llevar dos artículos. De no fallarme Julio mañana aparecerá uno titulado Cien Poetas que firmo con un pseudónimo: Heráclito. Es la primera vez que uso pseudónimo.
Almorcé con Argenis Daza Guevara. A pesar de que gana dinero y se ha comprado un carro último modelo no quiso pagar el almuerzo. Entonces pagamos a medias y aun así se quedó con la mayor parte del vuelto.
Llamé a Fuentes. Que lo llame mañana a las 8 y media. No ha llevado el libro de la Infancia a la imprenta. Me dijo que Díaz Sosa, en el último número de “Mira” hablaba de mí. Compré este número y me compara con un autor francés.
Sigo con el dolor en la garganta.
Soy un indeseable en este país. La gente me saluda con los dientes apretados. Pero no tengo poder y no puedo arrollar a nadie. Necesidad de un afianzamiento político. ¿Pero cómo? ¿Dónde? A mi me importan bien poco los partidos democráticos de Venezuela, para nada sirven.
A las seis acompaño a M donde un médico que le ve unas ronchas en los brazos y después de dejarla en casa me voy a un cine por aquí cerca y veo “Mi pasado me condena”, con Jane Fonda. Llego desmoralizado a casa y me bebo dos vasos de Cinzano y como después. En el momento de redactar esta nota no me siento nada bien. Indudablemente soy un profeta desarmado. Tengo amistades, admiradores, lectores, en fin, una gran fuerza moral, pero carezco de una fuerza donde apoyarme. Carezco de lo que podríamos llamar un sustento o un aparato armado que me defienda o me proteja. Hasta ahora el miedo que me meto se debe a mis audacias. Cuando me cierren todos los periódicos (lo que vendrá) no me quedará más que mi Diario Intimo. Este Diario que empecé como un asunto para mi mismo, para aprender a escribir, para desahogarme y que nunca pretendí publicar o utilizar es la única arma que tengo. No sé cuándo me di cuenta de esto, ha de haber sido instintivamente. Una vez Ramón Velásquez dijo que era un arma secreta en unas manos juveniles. Tal vez él me abrió los ojos en este sentido. Y así el Diario ha ido cambiando de cosas íntimas, digamos espirituales, a cosas de chismografía. He ido de un sitio al otro porque muchas veces no comprendía que podría ser más interesante. Y aquí también he buscado la originalidad. Hoy me dijo Daza Guevara que José Balza escribía un libro sobre mí. Será sobre lo que he publicado. Un libro sobre mí será incompleto sin la lectura del Diario.
9 de Mayo.-
Hablé con Fuentes. Lo veré esta noche en la imprenta. Lo que me interesa es que salga eso que escribí sobre la Infancia.
Nada.
Faltan siete minutos para las once de la noche y relataré lo que hice hoy después de salir de casa: 1) fui donde Ratto Ciarlo a quitarle las páginas de las Memorias que quedaron sin publicar. Le dije: “En esta pelea entre los Capriles y Renny Ottolina los perdedores fuimos nosotros. 2) Me encaminé hacia “El Nacional” y allí vi a Julio Barroeta Lara a quien le presté mi edición de “El Artista Adolescente”, de Joyce. Y entró Fuentes a poner un aviso sobre su último libro “Retén de Catia”. Me pidió que esperara y después que pagó el aviso que le costó 330 bolívares nos metimos en el bar de El Capitán y bebimos cervezas. Yo llamé a M para decirle que comería fuera ya que Fuentes había decidido esto. Y comimos bebiendo un vino fuerte, espeso. El calor y lo fuerte del vino me marearon y cuando regresé a casa me acosté y me dormí. Me levanté tarde ya y me bañé. Luego he estado leyendo desde las ocho a este momento; casi tres horas.
Me he sentido desmoralizado. Me dicen que estoy gordo, como inflado por una bomba y realmente me canso. La cabeza no me da más que para escribir estas notas y no hago nada práctico. Había decidido participar en la política y pienso que no soportaría una sola sesión de partido, no por fastidiosa, sino por pereza. Eso equivaldría a perder un tiempo. Tengo que trabajar en la novelita que pergeñé en Barcelona y en Cubellas y he pensado en un largo monólogo para ponerle fin. Ahora bien, la falta de vida en la calle, la falta de comunicación con otras gentes también me limita. M irá mañana a la Universidad a buscar un dinero que le prestarán y ella entonces ha decidido dar una cuota para comprarse un apartamento, o alquilarlo o comprarse un carro. Por un lado eso sería bueno porque yo me pondría en orden: lecturas, un techo, escribir. Pero también eso sería una cárcel. Una experiencia política sería buen tema para una novela, o un Diario o un ensayo. Y pienso en “El Número Uno”, de Dos Pasos. Además de conocer a las personas el novelista debe conocer las tramoyas de que se valen las personas.
Físicamente me siento mal. La garganta me continúa doliendo y una asfixia no me abandona. El “Stalin” de Payne me pone los pelos de punta, pero Stalin no podía hacer más que lo que hizo. Hay que recordar las situaciones, etc. ¿Qué se excedió? Yo creo que lo que hizo le estaba dictado y que él mismo no era más que una marioneta del destino y un prisionero de su propio destino. A todos los hombres nos pasa igual. Cada uno en su puesto.
10 de Mayo.
Sale en “El Nacional” la nota Cien Poeta que firmé con el seudónimo de Heraclio. Es una tontería, pero digo verdades. No hay un solo país en el mundo que tenga cien poetas y aquí, en Venezuela, se reunieron no ha mucho más de cientos treinta.
Veo que nunca podré dominarme. Paso de estados de depresión a estados explosivos, pero priman más estos últimos. Sin embargo, la pesadez me ha ido restando fuerzas. Me preocupa bien poco lo que sale y las lecturas a que me someto son rígidas: no leer por leer. Y jamás leer a alguien que se diga amigo de uno. Releer.
“Tirano Banderas”
Todo Dostoievski.
Balzac: “Serafita”, “Eugenia Grandet”, “El Padre Goriot”.
Releer “Carolina”
A Ibsen y a Strindberg.
A Gogol: los cuentos y “Las Almas Muertas” (sobre todo a éste).
En cuanto a trabajo, no dispersarme: concluir la novela que empecé o bosquejé en Barcelona o en Cubellas y que se titulará Destierro Voluntario.
Insistir en que Fuentes edite Infancia. Esto se alargará y no la veré en tres meses por más que él diga.
No detener el Diario. Dominarme en las bebidas hasta que me cure de la garganta. Desplazar el vino mientras viva en Venezuela. Insoportable por el calor y el sofocamiento. De las bebidas lo único que me gusta es la cerveza y mientras esté enfermo de la garganta no la podré tragar. Anoche tosí y por poco no vomité.
Hubiera querido que este diario fuese más místico. Pero cada día se hace una relación insulsa de proyectos simples (que siempre he ejecutado) o de cosas (sin importancia) que me sucede. Las cosas pequeñas. Escribo por escribir.
11 de Mayo.
El día de ayer se me fue en nada. Leí todo lo que pude del “Stalin” de Payne y acompañé a M a La Universidad donde ella debería retirar un préstamo. Yo por mi parte compré un libro de Lukacs sobre los “Realistas Alemanes del siglo XIX”.
No hago nada. No actúo. En la acción soy una nulidad. Me lleno de libros y soy un hombre que anda a la deriva, pensando en no sé qué viajes a Chile o a dónde sea.
Anoche soñé que estaba al lado de una mujer en estado. Después soñé que iba con Adriano por una carretera por la que pasaban infinidad de vehículos.
Antes de las 9 me llamó Fuentes. Ahora son las nueve. Y sé que no haré nada, como no sea ir a “El Nacional” a hablar con Julio de las mismas tonterías de siempre. A Julio se le olvidan las cosas y siempre repite los pocos cuentos que sabe.
En mi retiro de Cubellas, donde estaba solo y pensaba que necesitaba una mujer a mi lado o cualquier compañía, trabajé como Dios manda. La soledad, la inmensa soledad me obligaba a leer o a escribir y leía y escribía como nunca.
A mediodía comí con Daza Guevara, con quien me tomé unas cuantas cervezas.
Daza, como todos los escritores venezolanos, ha terminado en una posición cómoda: se ha conseguido un puesto de profesor en la Universidad Central y se ha comprado una automóvil.
En casa leí gran parte de la biografía de “Stalin”, de Payne y algunos párrafos del Diario de Kafka.
El retiro es cuando escribo mejor. O en la soledad más absoluta. La comodidad lo embota a uno. No hago más que comer y dormir. Y dormir es malo para la creación. Me escriben Carmen Bravo Villasante y Carlos Murciano y me envían recortes del artículo que Murciano escribió sobre mí en La Estafeta Literaria. Que tengo fuerza. Pues, adelante.
12 de Mayo.
Me despierto temprano. Anoche fui al cine: “El visitante nocturno”. Sale en “El Nacional” mi nota sobre Adamov: “Itinerario hacia la muerte”. Creo que está bien, que es excelente y que desde que yo regresé a este país he levantado el espíritu de las letras. Una lección para los profesores y los burócratas de la cultura. En mi oficio soy un Hitler o un Stalin.
Pobre destino el de los otros. A mí lo que me desespera es mi falta de orden. Todos los papeles regados o perdidos. Todos mis libros regados o perdidos ¿Cuándo iré a meter eso en un sitio e instalarme con ellos? ¿Pero acaso meter eso en un sitio e instalarme con ellos no equivaldría a sacrificar otras más importantes: los viajes, la acción, la calle? Ah, me siento pesado. Soy venezolano. Se me había olvidado esto. Empieza a crecerme la barriga. Empiezo a cansarme. A dormir la siesta y a dormirme de veras. Me alcanzarán. Ya no podré ser terrible. Todo lo que he alcanzado ha sido a fuerza de trabajo, de sacrificios. He alcanzado bien poco, es verdad, pero en fin, es mucho para este país en que se le coarta a uno todo. Pero tampoco he puesto demasiado de mí parte. Corrijo poco. Todo será una gran cosa inconclusa. Pero inconclusa. El destino de Kleist. Kleist es el que está más cerca de mí. No Ramos Sucre ni ningún otro. La desesperación por ser más que los demás, por llegar más alto. Y creer que a uno no se le reconoce. No conformarse con los “éxitos” fáciles. Reventar. Reventar o morir. Jones y sus títulos, los americanos son magistrales para los títulos.
(Falta, Nº 13)
14 de Mayo.
Son las once de la noche. Es domingo. El viernes viajamos a Valencia a conocer la casa que la mamá de M se compró allá. Y anoche dormimos en esa casa. Hacía calor y las camas conservaban todavía el plástico y el calor se puso peor y pegajoso. Yo leí algo de Fitzgerald y de Buzzati.
El sábado fue un mal día. Todavía el calor. Y no es que el calor me afecte, sino que cada uno de los hijos de la señora L se llevó a sus hijos.
Iban a celebrar el día de hoy, que es el Día de la Madre. Y lo celebraron comiéndose una carne asada con champaña.
Yo escribí una parte de mis Memorias y me quedaron excelentes. Nos trajo Jesús.
Y yo llegué y me bebí dos latas de cerveza y escribí un artículo para “El Nacional”. Y no hace mucho que cené. Ahora me acostaré con la barriga llena. M me dice que eso es malo y que no he debido comer. Pero comer es un placer y yo soy un sibarita y preferí comer y comí.
15 de Mayo.
Al levantarme, después de leer los titulares del periódico, me enfrasqué de nuevo en el Stalin de Payne. Lo saboreo sin hacer caso de las maledicencias del autor.
Llamo a Fuentes. Daza Guevara y Benavides lo entrevistaron para el Suplemento del domingo. Echó la historia de la editorial tal y como yo le recomendé.
Pasar en limpio las páginas de Memorias que escribí ayer en Valencia.
Fui a “El Nacional” a llevarle a Julio la nota que escribí anoche. La entrevista que Daza y Benavides le hicieron a Fuentes es malísima. No puede ser peor. Sin embargo, yo la elogié. ¿Qué iba a hacer?
16 de Mayo.-
Son las nueve de la mañana. Anoche escribí otro capítulo de la Infancia. La infancia es un cuento de nunca acabar. En mis Memorias, o lo que llevo escritas de ellas, no he podido salir de la Infancia. Es cuestión de juventud. No he pasado la juventud y no puedo por lo tanto enfrentarme con esta otra etapa. Seguramente iré y vendré con la Infancia hasta lo que diga todo, porque de no decir todo lo que se me ocurra o desee desesperaría. Calamidad.
Daza Guevara me dijo que Balza escribía un libro sobre mí. Los jóvenes, las nuevas promociones están conmigo. Contra mí no están sino los resentidos y los que comprendieron que para ser escritor había que trabajar. ¡Escribir, diablos, escribir es una maldita condenación!
Le entregué a Fuentes los dos últimos capítulos de mis memorias de Infancia. Jodo a Torrealba y a su familia y a mi mamá y a mis hermanos. ¿Qué voy a hacer? La historia como es.
Le escribí a Bravo-Villasante y a Carlos Murciano.
17 de Mayo.-
Me acosté tarde y me levanté temprano. “El Nacional” publicó mi nota que titulé La Historia. También me he puesto a darle lecciones a los políticos. Acabé con los literatos de este país y ahora me “puñaleo” leyendo biografías y tratados políticos por si tengo que actuar. Digo que aquí no se ve a quién seguir y es cierto. Pero yo me creo indispensable en cualquier movimiento. O más que indispensable. Creo que conmigo las cosas marcharían mejor. Desde cualquier partido o movimiento sabría sacar provecho de la situación actuando a la manera bolchevique. No creo que nadie en este país haya sido capaz nunca de aplicar tales tácticas. Nuestros políticos o han sido unos románticos (tontos) o unos corrompidos sin credo. Lo de las guerrillas fue romanticismo. Los que nos combatieron eran unos corrompidos en el poder. Un corrompido es un hombre sin escrúpulos, un tipo que lo mismo se juega una carta que la otra, un tipo que está más allá del bien y del mal. Un corrompido no es de ninguna manera un gran político. El gran político es que tiene vocación. En Venezuela no ha habido un solo hombre con vocación política, salvo Bolívar, Sucre y Urdaneta. Conclusión: en Venezuela a partir de 1830, sólo ha habido corrompidos y románticos.
A las ocho y media llamé a Fuentes. Me dijo que hoy llevaba los originales de Infancia al linotipista. Me dijo que había terminado mi artículo de hoy con una frase del MAS: “Esto sigue igual”. Por mi parte yo sé que vengo utilizando esta frase desde que empecé a escribir en los periódicos.
Un hombre que odie o desprecie a un país o a sus semejantes le es más fácil imponerse. (Más fácilmente se impone un hombre que odie a su país o a sus semejantes).
Un hombre que odia o desprecia no está con miramientos de ninguna clase. No obstante, como todos tenemos nuestro tendón de Aquiles, debemos actuar con prudencia.
18 de Mayo.
Ayer compré el libro de memorias de Hedy Lamarr y de regreso a casa me topé con Régulo Moreno Peña. Se ha recuperado del ataque que le dio en Turquía. Es el tercero que sufre. En su familia hay varios locos. En un bar saludé a Iván Urbina, un ex-compañero de infancia. Es abogado y tonto. Me desmoraliza tratar a esta gente. Por el Congreso veo a José Vicente Rangel, candidato a la presidencia por el MAS. “Tenemos que conversar, me dice, porque tú eres inteligente”. Pero me molestó que me dijera que no había leído mi artículo que titulé La Historia. “Yo te leo todo, me dijo, pero hoy no vi ningún artículo tuyo en la prensa”. “Yo tengo el periódico allá”, continuó. En el Congreso no me dejaron entrar porque no llevaba corbata. Entré sin embargo con Marcos Falcón Briceño, pero a cada momento se acercaban los porteros a decirme que me escondiera en un cuarto y esperara. “Aquí lo que se fijan es en el flux de mierda”, le dije duro a Marcos Falcón para que oyeran los porteros y los policías y me vine.
Por la noche en casa leí la mitad del libro de Lamarr. Yo no quiero una gloria de esas: sexo; nada; soledad; psiquiatras; esa mujer era sólo sexo. Un gran coño.
Leí eso de Hedy Lamarr y por la tarde fui al cine a ver una película de intriga y al regresar a casa escribí un artículo que titulé “Los Intelectuales y el Poder”. Es mi segundo artículo sobre política desde que vine de España. Mientras no me falle “El Nacional” las cosas se me presentarán “reveladoras”. El camino que busco.
19 de Mayo.-
No veo nada claro. Y escribiendo solamente, sin nada de acción, no hará nada de lo que me imagino. Pero hago un balance de dónde podría meterme para actuar en política y escribir un libro y no encuentro dónde. Todo está organizado y no toleraría pérdidas de tiempo. Pero un escritor necesita mucha realidad así lo que escriba sea imaginación.
La mañana de hoy no ha variado de las otras desde que vine: cervezas con Daza Guevara o Fuentes.
Por la noche he releído parte del “Hitler” de Bullock. Leo y releo sobre hombres políticos, pero estoy seguro que me mantendré al margen. También estoy seguro de que rehuiré toda responsabilidad” en este campo. No sería ministro ni Presidente. Mi labor es la de estar por detrás de las cortinas. Pero no me prestaría para escribir sobre nadie. Mi primer enemigo soy yo mismo y al arma que se me conoce: este Diario. No me explico porqué no me han cerrado las puertas en “El Nacional”. Ya basta.
20 de Mayo.
Por la mañana, a las 10, me metí en un cine a ver una película con Mia Farrow, “Terror Ciego”. Eso fue en el Palace. Entraron tres hombres:
-Buenos días, vagos-, gritaron.
De ahí, cuando terminó la película, fui en autobús a la imprenta de Fuentes. Fuentes trabajaba arreglando una pieza con el periodista peruano que escribió un libro sobre el militarismo peruano. Llegó un señor que me dio la mano:
-Mucho, gusto, Santader-, me dijo.
Habló con Fuentes en el más estricto silencio.
Yo hablé con el peruano. Se casó con una venezolana, me dijo. Y se queda aquí.
Fuentes regresó. Me dijo:
-Ese, Santander, es el autor de “Retén de Catia”. Anda con unos misterios y me dice: “oye, no digas nada”.
Fuentes y yo hacíamos proyectos: lanzar el Boves de Herrera Luque, etc.
Y después Infancia.
Nos bebimos varias cervezas con el peruano y quedamos en preparar una comida el sábado.
En casa me acosté y me dormí.
-¿Por qué duermes tanto?-, me preguntó M.
Entré en el baño, me lavé los dientes y la pasta casi me hizo vomitar. Pensaba que envejecía prematuramente. Antes nunca dormía de día. Escribo por molestar pero no apunto hacia ningún objetivo. No creo en nada. Nadie me va a llamar ni yo voy a buscar a nadie. ¿Entonces por qué hago lo que hago? No me llevo bien con nadie. Siempre he terminado peleando con el que trato. Esa es la razón por la que me alejo de todo el mundo. Y si quiero poder es por mi seguridad personal y porque no me gusta que nadie abuse conmigo y porque no me gustaría perdonar los abusos. Me rondan los personajes inescrupulosos, los que se levantaron para defenderse y pasar a la ofensiva. Pero yo no podré ser así por que soy un “intelectual”. Uno piensa y ya está perdido.
Diez y 20 de la noche.
Sigo releyendo el “Hitler” de Bullock junto con “Los Maquiavelistas”, de Burham. No pasaré de ser un teórico y un tipo nada práctico. Me gusta la sabiduría para mí mismo.
Partidos: Copei (en el poder) Organización ya establecida y copada.
AD, igual que Copei, sólo que en oposición moderada o cómplice.
URD, igual que AD.
MEP, idem
Pérezjimenismo: miles de pedazos de cuerpo sin cabeza porque la cabeza tiene miedo y mucho que perder. Podría ser una salida, sino para el poder, para los oportunistas de derecha.
PCV. ¡Nada por aquí!
MAS: ex-comunistas que terminarán en un partido de centro izquierda. Tampoco nada que hacer ahí porque sus organizadores son una élite vieja, forjada en el PCV, el padre de todos ellos.
MIR: organización que no existe.
FDP: oportunismo populista.
En ninguna de estas organizaciones está mi puesto. Lo dije en mi artículo La Historia. ¿Formar algo nuevo? Es rebosar el vaso.
Doce de la noche: por todo lo antes expuesto creo que me quedaré fuera de cualquier compromiso político en las elecciones venideras. Seré un ciudadano más. Pero… no dejaré de pensar ni creo que me abandone el ansia de poder que es necesario para sobrevivir en estos países. El poder puede ser alcanzado adquiriendo dinero (descarto esta posibilidad); siendo llamado a formar parte de un gobierno fuerte (¿?); buscando uno mismo cobijarse bajo la sombra de un caudillo; (¿cuál?); imponiéndose uno solo como impresor (ayuda de Fuentes segura); imponiéndose por la inteligencia, el ser intelectual, la gloria de las letras, etc.- Panorama negro. Maquiavelo no tenía poder. No tuvo poder. Y eso que siempre estuvo a la sombra de algún ministerio, sobre todo de asuntos exteriores.
Características de Venezuela: crimen, drogas, veinte partidos iguales que no se ponen de acuerdo, temor en las Fuerzas Armadas, desunión o mucha vigilancia interna. No hay condiciones externas que induzcan a actuar. No obstante está el ejemplo del Perú, que ya pasa a formar parte del status. Yo no sé quien dirige esto, pero hay una mano detrás para distraer y no dejar ver claro o dispersar la atención. La mano está en los EE.UU.
21 de Mayo.- Domingo.
Llamé a López y me invitó a comer a su casa. Allá estaba con un compadre de Tucupita. López me dice que no me comprometa con ningún partido porque él se mueve en un buen grupo en el que ha pensado meterme. Comemos y después de comer me dice a que espere. Vendrá el Dr. Héctor Freites, quien a su vez me pondrá en comunicación con otros tipos. Llega el Dr. Freites en franco retardo. Tardó dos horas o más en venir a la cita a la que había prometido venir en diez minutos. Ya esto es mal asunto. El Dr. Freites tiene carro, come y duerme mucho a pesar de sus 36 años o menos. Así no se va ninguna parte. López también se quedó a dormir. Después de comer tiene que dormir, dice.
En casa empiezo a leer ese libro que editó Fuentes “Reten de Catia”, que es francamente impresionante. Su lectura me hace comprender que he sido demasiado literato y que no he pasado por nada. El libro fue escrito por un preso, por un hombre que sí ha sufrido de verdad. Pensé en Dostoievski y me dije que si no se pasaba por eso no se llegaría a escribir nada que realmente valiese la pena. Y me avergüenzo de mí, de mi comodidad, aun cuando carezco de todo.
22 de Mayo.
Me puse a leer “El Padrino”, esa novela que es un Best-Sellers para “ponerme a tono con mi tiempo. Es mala, claro, un reportaje y no sé si la continuaré leyendo.
Por la mañana me metí en el cine Palace a ver “lejos del mundanal ruido” y después fui a “El Nacional” a llevar un artículo sobre Domingo Fuentes. En casa M me dice que llamó Fuentes.
Es la una y seis minutos y me bebo un whisky. Abajo un fiscal saca su revólver y amenaza a los pasajeros de un autobús. Aquí se mata como si se talaran árboles. Algo parecido dijo Bernanos sobre la guerra española.
Para la tarde, a las cinco, fui al Cine Prensa, con M, a ver Mash.
Mañana viene Rómulo, mi enemigo, mi personaje de Gritando su Agonía.
Voces agoreras dicen que me embromaré o me embromarán. Yo creo que ni me embromaré ni me embromarán.
El periodo electoral me servirá para un libro. Pienso en eso. Figure o no figure. Si figurara sería mejor, porque vería las cosas desde dentro. Hay que meterse en el fuego. Díaz Sosa me nombra en “Imagen”. Y nombra La Fiesta del Embajador.
23 de Mayo.
Llegó Betancourt y fue recibido por 70.000 personas. ¡Ese es mi enemigo! Fue conducido a su casa por policías, militares y militantes de su partido.
Han estallado niples en toda la ciudad y una bomba explotó en la ITT. Por la mañana, como tengo costumbre hacerlo, me metí en el Palace a ver una retrospectiva de Buster Keaton y cuando salí vi el barullo que formaban los policías y los estudiantes del liceo Fermín Toro.
Pasé por “El Nacional” y vi a Daza en su escritorio y cuando llegaron los hombres que hacen la limpieza le dije a Daza:
-Oye, viene por tus artículos.
Y Daza, como es natural, se molestó.
En casa me bebí cinco latas de cerveza, comí, me bañé y me puse a leer “El Padrino”. Es un reportaje, una película policial y alguna marramuncia. Supongo que la cultura de Betancourt se basa en puros libros de éstos. Sé que se lee todos los Best Sellers y porquerías por el estilo. Sólo un mediocre puede interpretar este país para “conducirlo”. Sólo un mediocre puede catalizar a este país para hacer con él lo que le dé la gana.
Hoy regresó Betancourt, pero Sanoja Hernández, que es comunista, a quien atacó fue a Pérez Jiménez. Y Pérez Jiménez no atacó a los comunistas como lo hizo Betancourt. Yo creo que los comunistas obedecen líneas de la extrema derecha. Se ocupan de desviar la atención y de atacar a los que no debieran. Aquí huele a traición al país desde el la de estos comunistas. Pérez Jiménez ha sido más nacionalista que los gobiernos constitucionales. Sanoja Hernández también en otro artículo dijo que tenía miedo de que Betancourt volviera. Supongo que si aquí hubiera un golpe de estado los comunistas, tal y como van, no jugarían ningún papel puesto que pensarían que más bien pierden. El MAS les llevó la juventud y los opacó y por los momentos tratan de conciliarse hasta con la gran burocracia que ha levantado el gobierno social cristiano.
No creo que el terrorismo sea de la izquierda. La izquierda no existe. A ningún grupo de izquierda tratan de recuperarlo (cada uno por su lado) y son demasiado débiles para desatar una ola como la que se ha desatado. Siempre he considerado que la derecha es más efectiva que en la izquierda en todo, en cualquier trabajo. La derecha tiene qué perder y carece de escrúpulos para actuar. Por eso siempre que ha actuado lo ha hecho más a conciencia y las cosas les han resultado un poco mejor. La derecha no asusta a nadie, salvo a los tontos “idealistas”.
24 de Mayo.- Miércoles-
Hoy probablemente no salga de casa. No sé a dónde ir. Faltan 10 minutos para las nueve y lo que he hecho es leer el periódico, que sólo habla de Betancourt, llamar a Fuentes.
Hablando con Polo, periodista de “El Globo”, me enteré que a Betancourt no fueron a recibirlo más de siete mil personas, pero que la prensa abultó las cifras para engañar…
En casa, después de almorzar me acosté y de pronto me levanté con ganas de vomitar y vomité a chorrerones… me acosté y me dormí y cuando me desperté eran las ocho de la noche. Me dolía la cabeza.
25 de Mayo.-
Ayer llegó Pérez Jiménez y una inmensa muchedumbre fue a recibirlo. Viene hablando en contra de la “democracia” Creo que Pérez Jiménez, si actúa como lo hace, sacará más votos que nadie. Venezuela se ha convencido por sí misma que lo único eficiente es la mano dura. Eso está en todos los corazones.
Ayer sin embargo hubo manifestaciones en contra de Pérez Jiménez y en contra de Rómulo Betancourt. Los muchachos de liceos quemaron muñecos de paja. Me acaban de decir que una bomba hizo explosión por aquí cerca, en le Hotel Hilton.
Esto está que arde. Y García Villasmil, ex-ministro de la defensa de Caldera, es acusado de conspirador.
A un cuarto para las nueve me llamó Fuentes. Me dice:
-Pérez Jiménez ha dado la orden de que voten por José Vicente Rangel en caso de que no lo dejen lanzarse.
-Eso lo habrá negado el MAS -le respondo.
-¿A quién se le ocurre esto?
* * *
El periódico de la tarde habla de disturbios en los liceos, de un muerto en el 23 de enero y de una bomba que explotó en la casa en la que se residenciará Pérez Jiménez en San Cristóbal. Los adecos buscarán atemorizar a Pérez Jiménez para que se vaya y no vuelva.
Por otra parte, Cabrera Sifontes, quien una vez atentara contra Betancourt se escapó de la cárcel y es acusado de haber fabricado la bomba que estalló anteayer en la ITT.
Esto se mueve. Lo mejor será ver los toros desde la barrera. Más, si uno no tiene creencias de ninguna clase. Si a ver vamos, yo no creo en nada ni en nadie. No me mueven ni las ideas ni los caudillos. Me interesa la imaginación, me interesa la historia… me interesan estas cosas como un fin en sí mismo. Por eso no me preocupo por nada. En definitiva, la historia es igual. Nada nuevo vamos a presenciar.
26 de mayo.
Veo que los más sensato es permanecer al margen de esta “lucha política”. No tengo ninguna inclinación hacia ningún partido ni me importa lo que ocurra aquí. Estoy seguro de que no sacrificaré mi tiempo para leer o escribir por andar metido en un partido o en una organización. No toleraría el discutir con los demás, el tratar a los demás. Desprecio a la gente y me he convencido que cuando mejor me siento es cuando estoy solo, sin contactos con nadie y dedicado a mi que hacer literario.
Esta noche el MAS dará un mitin y presentará a José Vicente Rangel como candidato. Yo, yo me iré a un cine a ver “Contacto en Francia”.
La realidad es necesaria, sin duda, pero uno no debe obligarse a vivir lo que uno no quiera. Si uno se ve obligado a vivir una cosa por una grave circunstancia no es porque queramos. Dostoievski no hubiera querido ir a Siberia y sufrir esos rigores, pero fue y los sufrió. Y es indudable que le debe más a ese tormento que a todos los libros que se leyó. Ahora bien, estoy seguro de que se horrorizó de lo que vio, sufrió y se enfermó allí.
Las grandes desgracias hacen a los hombres. Pero las desgracias no pueden ser impuestas. O pueden salir de nosotros mismos. Uno casi nunca es culpable de lo que vive. Uno es una marioneta. Uno no domina nada. Uno actúa según las circunstancias. Eso es todo. Lo que resulte de esta lucha por la sobrevivencia será lo que perdure en el hombre.
Son las ocho y veinte de la noche y estoy regresando a casa del cine Altamira. Vi “Contacto en Francia”.
A la salida cené arepa y mondongo para no molestar aquí donde duermo y como una que otra vez.
Estoy fuera de todo. Fuera de la política, de la literatura, de la creación, del mundo y toda vida afectiva. No me encuentro bien en ningún sitio y donde quiera me hastío y termino por odiarlo o repudiarlo todo. Me pondré mal con la familia Torrealba, la única familia que vale en San Juan de los Morros, cuando salga ese primer tomo de Mis Memorias que titulo Infancia. No puedo echarme hacia atrás. En seguida irá el primer volumen del Diario. Si Fuentes no me falla, cosa que no creo, empezaremos a sacar una revista.
He desechado la política No me voy a dejar llevar por ningún entusiasmo. Eso de socialismo que blandea el MAS no conduce sino a la farsa. Saben que no van a ganar, pero sus dirigentes desean una curul en el Congreso. Es por eso por lo que luchan. Es bien pobre luchar por algo en lo que no se cree por un puesto tan bajo y sin perspectiva.
27 de Mayo.
Anoche, pues, tuvo efecto ese mitin del MAS en el que se anunciaba la candidatura presidencial de José Vicente Rangel. Fuentes y Díaz Sosa me han dicho que fue todo un éxito y que la gente se comportó en el más estricto orden. (Si conservan este orden tendrán porvenir)
Yo por mi parte anoche escribí en una libreta y a mano lo que será el capítulo final de la novela que creo escribí entre Barcelona y Cubellas. El capítulo final es un monólogo.
Ya me decidí: nada de política. Mucho me costó quitarme aquel lastre de “comunista” y de ex-guerrillero de encima. No había quien no me atacara. No me complicaré en cuestión en la que no creo. Cuando Pérez Jiménez creía en lo que hacía y lo mismo en el periodo de lucha contra Betancourt. Ahora ya no creo en nada. Lo único que me interesa es seguir leyendo y seguir escribiendo y publicando a como dé lugar.
Mañana Séptimo Día, el suplemento de “El Nacional”, publicará mi artículo sobre Caldwell. Aunque no es un buen artículo es bueno que siempre publique algo en ese periódico… hasta que me cierren sus puertas.
El final de esta novela será lo que se dice metafísico.
Aun vivo en la casa de la familia de M y no me encuentro bien instalado como para escribir y leer. Vivimos en la Avenida Vollmer con la Avemida Urdaneta y es uno de los sitios de más tránsito en Caracas. El polvo sube y se mete en los rincones, en las mesas, en las camas y al amanecer uno tiene la nariz llena de polvo al igual que la garganta.
Son las cuatro y veinticinco de la tarde y si me decido iré a meterme en un cine por aquí cerca. Esta es mi manera de combatir el spleen.
Los nervios y unas ligeras palpitaciones no me han permitido leer y esta nota la escribo por compromiso, el compromiso que he tenido conmigo mismo desde que me impuse la tarea de llevar un diario.
8 y media de la noche. Me llama mi hermano José para decirme que no me meta en política y que me quiere ver. Me telefoneará mañana.
20 minutos para las diez de la noche. Una sobrina de M corre a decirnos que la puerta del apartamento ha sido forzada. La verdad es que han tratado de abrirla con un destornillador. La violencia (en todos los sentidos) se ha enseñoreado en este país. Hace algunos días violaron y estrangularon a una señora, y ayer golpearon y violaron a dos mujeres más. Y la prensa de la tarde habla del asesinato de tres dirigentes perezjimenistas en el Estado Guárico y de la muerte, por arma de fuego de un médico que es dirigente de URD en el Estado Lara. También por la radio oí una noticia que no alcanzaron a publicar los periódicos: un cantante ha sido asesinado por tenencia de drogas.
Ya a esto de las drogas ni caso se le hace. A cada día aparece un muchacho asesinado en cualquiera de los barrios de la ciudad. Yo no hacía estas reseñas porque mi Diario era una cosa para mí, íntima, pero ahora pienso que tengo que tomar en cuenta el medio en que me desenvuelvo. Aquí nadie está seguro, mucho menos yo. La gente aparece muerta hasta en sus propios automóviles. Los ascensores, los pasillos, las casas, nada presenta seguridad. En “Retén de Catia”, el libro que editó Fuentes, se lee que los principales traficantes de drogas son las autoridades.
26 de Mayo.- Domingo.-
Son las seis y media de la tarde. El cielo está completamente oscuro y parece que va a haber tormenta. El día se me ha ido en nada. Me levanté temprano, leí tres periódicos y me detuve en la cantidad de asesinatos que se cometen a diario. Yo me mantengo al margen, pero nadie está seguro. Ayer un hombre confundió a un hombre por otro que buscaba y le dio muerte. Por la mañana salí a caminar por la plaza Candelaria y me metí en varios bares a beber cerveza. Después regresé a casa y almorcé; me acosté y dormí por espacio de una hora. Me desperté amodorrado y con una sed espantosa. Me bañé y sigo con la modorra. Estuve revisando unos libros y no me decidí por ninguno y es así que no leo nada. Pensé en Alirio y califiqué su muerte de estúpida. Escribí un artículo que llevaré a “El Nacional” mañana. Allí digo que mis candidatos son los escritores y nombro a Balzac y a todos los clásicos que pueden caber en media cuartilla. Leí (releí mejor dicho) algunos relatos de Arreola y ahora he separado “Chávez” de Mallea. Leí también unos poemas de Hölderlin. Pero sigo con el desorden. He vuelto a pensar en los románticos alemanes. Es lo que me sucede cada vez que regreso a Caracas y me encierro en estos cuartos de los cuales casi no salgo.
Necesidad de continuar ese monólogo para darle fin a la novela que creo escribí entre Barcelona y Cubellas.
29 de Mayo.-
Fue un día malísimo. Me desayuné y me metí en el Palace a ver una película de ciencia ficción. Al salir eran las doce y me encaminé hacia “El Nacional” a llevar la nota que escribí ayer y en la oficina de Julio me encontré con Fuentes. “-Quisiera tomarme una botella de vino-, me dijo Fuentes-, pero sólo una”. Nos sentamos en un rincón del bar d El Capitán y en vez de una botella de vino nos bebimos dos y yo me comí un cocido madrileño que me cayó como plomo. Allí llegó Luís Álvárez Marcano y me saludó y me preguntó por las Memorias. Fuentes me dejó en casa y al no más llegar fue vomitar y vomitar hasta medianoche.
30 de Mayo.-
Lo importante es que aquí no ha pasado nada: siguen los asesinatos, los drogadictos, los secuestros, los asaltos, las desapariciones de políticos del PCV (hoy denuncian la desaparición de uno en Valencia), etc. Y no se ve camino qué coger.
Ayer hablé con Fuentes de la necesidad de fundar una revista. Es una idea que nos da vueltas desde hace un año.
Noche. Siete y media.
He regresado con M del cine Metropolitano donde vimos Los Perros de Paja.
Me ha dolido la cabeza y apenas si he podido leer algunas páginas del Maquiavelo de Lois Gautier-Vignal.
Los policías, los drogómanos, los ladrones y los asaltantes son los que tienen derecho a usar armas en este país.
31 de Mayo.-
Me acuesto tarde por leer la Autobiografía de Koestler y me levanto temprano a leer el periódico. Reina de belleza se suicida. Comando suicida ataca el aeropuerto de Tel Avid y mata 24 personas y hiere setenta. Artículo mío titulado Los Intelectuales al Poder aparece en la página C-1 de “El Nacional”.
Carezco de intimidad y por eso este Diario es un diario chabacano. Cargo la máquina de la Biblioteca al cuarto donde duermo porque no hay sitio para mí. No tengo un rincón.
8 y 10 de la mañana, me llama Fuentes. Por eso del artículo de hoy me dice:
-Te llamo para ofrecerte el poder.
Quedamos en encontrarnos en “El Nacional” a eso del mediodía.
Tengo la cabeza vacía como un huevo vacío. Recuerdo una frase del Diario de Novalis: debo, etc.
No he continuado el monólogo de la novela. Pero esto es cuestión de tiempo. Si voy variando a medida que cambie el tiempo y eche mano de mis papeles viejos tal vez haga una buena mezcla de presente y pasado. El sentido lo es todo. ¿Para qué escribe uno si no es para ordenar? El desarreglo de los sentidos de Rimbaud era para buscar visones para poner en estricto orden. Resultado: una temporada en el Infierno.
Me reuní con Fuentes en “El Nacional” y comimos y tomamos cervezas, vinos y cointreaus en el bar de El Capitán. Proyectos para la revista. Le sugiero la creación de un premio para obras testimoniales: novelas, diarios íntimos, memorias, etc.
Me gasté todo el dinero en libros viejos.
Llego a casa sudoroso, cansado, con la barriga llena y resoplando por una asfixia que no me abandona. A veces pienso que voy a caer fulminado por un ataque cardíaco. Pero no me hago examinar por ningún médico porque creo que lo mejor es salir de esto.
M fue a El Cafetal a ver un apartamento.
La miss de ayer se suicidó porque el hombre le proponía matrimonio estando casado y no hacía nada por divorciarse.
La Miyó Vestrini no me saluda. Bueno, yo nunca la he saludado a ella.
A las siete y cuarto me metí en el cine San Bernardino a ver una película de Claude Chabrol: “La Década Prodigiosa”. La película pretendía ser de misterio. No me convenció. Jamás los franceses igualarán a los países de habla inglesa en el cine de misterio. He perdido mi noche y mi poca fe en este cine francés de misterio.
1 de Junio.
Pensando en que debo incluir en mi tomo de Infancia lo de la muerte de Alirio. A este episodio tendré que agregarle una nota por el estilo: Escribir unas memorias es un asunto harto difícil. Este capitulo que va a continuación pertenece a mi Diario Intimo de 1971. Alirio murió en la fecha que reseño. El estudio o la reseña que allí hago debería por tanto aparecer en los volúmenes de mis Diarios que esta editorial irá publicando con cierta regularidad. Pero creí conveniente sacar esto y meterlo aquí. Es creencia mía.
Por la mañana no he hecho nada, absolutamente. Ninguno de los libros que agarro me “convencen”, me “agarran”. He estado de compras con M. Luego en casa he separado un montón de libros para leer y no avanzo con ninguno. Leo aquí y allá sin entender nada o sin paciencia para persistir en la lectura. Es tiempo perdido. Por otra parte, no recibo influencia del exterior, no me “codeo” con nadie, no aprendo nada y sólo mi desesperación me dice que soy un ser inútil.
Si me creo en la obligación de condenar a los demás, debo empezar por condenarme a mí mismo o a mis más próximos allegados: familiares, etc.
A las cinco fui al pequeño Teatro del Este a ver “Obsesión Mortal”.
De regreso en casa he estado pensando en los tres japoneses que descendieron de un avión en el aeropuerto de Tel Aviv y ametrallaron a todos lo que allí se encontraban. Dos murieron y el que quedó vivo dijo que no sentía ningún remordimiento, pero lloró cuando vio los cadáveres de sus compañeros. Comenté con M lo de los pilotos suicidas. ¿Qué clase de gente es esa que ni siquiera piensa en su propia vida? Recordé a Akutagawa, cuyos relatos me entusiasmaron siempre y ahora he sacado de los estantes de la biblioteca un libro de Mishima y otro de Kawabata. Akutagawa, Mishima, Kawabata, los tres suicidas.
Anoche tuve una pesadilla que me hizo despertarme. Yo luchaba con un hombre a quien lanzaba cuchilladas que no le afectaban. Era una lucha agotadora. Yo sentía el cansancio y veía que ya no podía más y entonces el hombre me atacó y me puso las manos en la cara. Yo también hice lo mismo y cuando le metí los dedos por los ojos comprendí que aquellos ojos eran de cemento o eso pensé. Esa lucha la tenía perdida y aquello contra quien luchaba no era un hombre. Y me entró el miedo.
2 de Junio.-
Carlos Dorante me nombra en su nota de hoy. Me llama amable viperino.
Y Pedro Barroeta toma la frase de mi último artículo para titular y hace comentario, sin nombrarme, a las ideas que he ido pergeñando en la página C-1 de “El Nacional”.
Bebí cerveza y almorcé con Manuel Bermúdez. Es un defensor de lo que hago. Dice que yo destruí el aparataje y el engaño que los Carrera Damas tenían montado en la UCV con la publicación de mi libro “Entre las Breñas”. La gente aun no olvida este libro y dice que es lo mejor que he escrito. Ya yo me olvidé de eso. Con Bermúdez me vine a casa y aquí tomamos café.
“El Globo” habla del concurso de “Testimonios” que promoverá la Editorial Fuentes. La idea se la di yo a Fuentes delante de Juan Manuel Polo, que fue el que metió la noticia.
En casa leí a Georges Bataille: “sobre Nietzsche”.
La juventud Sionista de Venezuela hará marcha hoy para protestar contra el atentado que tres japoneses cometieron en el aeropuerto de Tel Aviv. ¿Con que Juventud Sionista en Venezuela?
En el día de hoy secuestraron a un millonario y pidieron un rescate de cinco millones de bolívares. Después la radio dijo que dos terroristas habían muerto en un enfrentamiento con la policía. Y 14 institutos educacionales fueron clausurados por tiempo indefinido. Y hay heridos por todas partes y no se ve salida ni ninguna solución. La gente lo espera todo de un golpe de estado.
Ya la verdad es que no se oye hablar sino de golpes de estado. Llamé a Fuentes. Tenemos que sacar esa revista. Un día me cerrarán las puertas y no tendré donde publicar.
No puedo llevar una relación rigurosa de lo que acontece en la calle y debo cambiar la redacción de este Diario por algo verdaderamente íntimo. Es difícil sin embargo exprimir lo verdaderamente íntimo. Estoy en una situación difícil. Voy de un libro a otro. Y he oscilado de la política a la literatura. Y nada, no encuentro donde ubicarme. He descartado toda militancia en partido político. Y en literatura carezco de todo orden. La máquina la tengo colocada sobre una mesa de noche. No hay luz suficiente en este cuarto. A veces prefiero no anotar nada por no tener que abrir la máquina.
¡Treinta seis años y en plena calle!
3 de Junio.- Sábado.-
La violencia ha renacido en este país y es muy difícil escaparse de ella. Son las nueve de la noche y la radio habla de un tiroteo en la Victoria y da el balance de cuatro muertos y siete heridos.
El día, perdido. Fui a casa de mi mamá y allá vi a Idilia y a Adolfo, quienes iban de partida para San Juan de los Morros. Pocas palabras.
A mediodía me dirigí a la librería “El Gusano de Luz”. El profesor López Orihuela, Pedro Francisco Lizardo, Manuel Bermúdez y otros se bebían varias botellas de whisky. Yo los acompañé. Tablante y Domingo Miliani corregían las pruebas de un libro de Enrique Bernardo Núñez. Miliani ha firmado hoy una nota de protesta contra el atentado que tres japoneses hicieron en el aeropuerto de Tel Aviv. También firmó José Vicente Abreu. No comprendo esta cosa. Los palestinos luchan por su tierra. Y los árabes, que preparan estos ataques, son un pueblo invadido. ¡Es elemental que se defiendan a como dé lugar, y viene esta gente que se dice de izquierda, José Vicente Abreu y Domingo Miliani y defienden a los sionistas!
Si los acontecimientos se complican como según se ven venir, no me será posible escribir el Diario Intimo de que me expresaba ayer. Lo de la violencia es muy subyugante. Nadie escapa a ella. Uno termina por tomar partido. Yo simpatizo con los secuestradores y con los que arriesgan su pellejo. Pero de allí no pasaré. La violencia guerrillera y el terrorismo complicarán la vida del país, pero no alcanzarán ninguna victoria. Cuando más inducirán a las Fuerzas Armadas (y esto no lo creo) a actuar y evolucionar hacia el “socialismo militar” del Perú. O a una dictadura reaccionaria, conservadora tipo Argentina o Brasil. La última salida es la más probable para Venezuela por su condición de país petrolero y de cabeza de playa de los Estados Unidos. Para América Latina.
Yo no me hago ilusiones.
Esta noche, dentro de poco, pelearán un filipino y un venezolano por el cetro mundial “mosca”.
Betulio González noqueó al filipino Batoto en el cuarto round. Son las nueve y treinta y cuatro minutos de la noche.
A las 10 menos ocho minutos el director de la Disip, Remberto Uzcátegui, ha dicho que en la Victoria han caído muertos cuatro “bandoleros” del grupo Punto Cero. Ha dicho también que han caído (heridos) tres funcionarios de la Policía Técnica Judicial.
Le he dicho a M que me iré de esta casa. Su padre no me mira con buenos ojos. Y no sé a qué se debe esto.
4 de Junio- Domingo.
En un sueño uno vive una vida completa. Lo que nos cuesta vivir un año lo vivimos en un sueño de no más de 10 minutos. Anoche reviví mis celos y mis persecuciones a M. Ella tenía que trabajar y yo vigilaba dónde se metía.
5 de Junio.
M salió a trabajar en la Universidad y la encontró cerrada por huelga indefinida: murió un estudiante de medicina que fue herido en la cabeza por una bomba lacrimógena. Yo por mi parte fui al Inciba a cobrar mi beca, que me siguen pagando. Allá vi a Díaz Sosa a quien le pregunté por qué había firmado esa cosa contra los japoneses en favor de los judíos. “Los árabes no le dan nada a nadie”, me respondió. Me encontré con Bimba[1]. Bebimos cervezas y hablamos de Manuelito. Bimba se dedica al budismo zen. “Cuando lo domine, me dice, me cagaré en esa cuerda de carajos”. Nos separamos en Sabana Grande y en la Librería Suma saludé a Ismael Medina, a Orlando Araujo, a Raúl Hernández, a Luis Salazar y a Antonio Estévez. Bebimos cervezas y comimos y pagó Ismael Medina. Yo entregué lo que cargaba y quedé limpio, sin un centavo. También había ahí un joven que nació en Cuba y que es alumno de Orlando en la Universidad. Me despedí. Llegué a casa sudoroso y me acosté y ahora son las nueve y ya me he duchado, pero no se me quita la pesadez, ni un malestar de cabeza. A los 36 años estoy acabado. Completamente. Tengo un cayo en la planta del pie. No he leído por pereza. No paso de algunas páginas de la Autobiografía de Koestler; en una semana apenas si le he leído unas 60 páginas. Me entregaré y no haré nada por levantarme.
6 de Junio.-
A “El Nacional”. Vi a Miguel Otero Silva inclinado sobre una mesa. Corrige las pruebas de sus obras humorísticas. ¿Cuál obra suya no es humorística? Yo como que no le caigo bien. O es figuración mía.
Me bebo seis cervezas. Como en casa. Me acuesto con la Autobiografía de Koestler.
A las dos y media voy al correo a buscar seis paquetes de libros que me llegaron de España.
Nada. Llamo a Fuentes. Enfermo.
-No te mueras antes de sacarme mi tomo de la Infancia.
Pero no tiene ni siquiera ánimos para reírse. Ha llegado al tope: 41 años.
Yo también tengo palpitaciones, pero no me quejo.
Hoy enterraron al estudiante de medicina que mató la policía con una bomba lacrimógena que le partió el cráneo.
Llueve. Son las siete y media de la noche. Nada que decir.
7 de Junio.-
Me desperté muy temprano. A las seis ya había leído dos periódicos. En “El Nacional” salió mi nota sobre Fuentes.
Sigue desaparecido el industrial Domínguez. Misterio Absoluto.
Miguel Otero Silva me regala su libro Cuando quiero llorar no lloro. Me dijo que era su mejor obra.
En casa leí algunas páginas de Koestler. No es pereza, es la ansiedad la que no me deja leer.
Llamo a Domingo Fuentes. Me pide que lo visite. Se encuentra en cama desde hace cuatro días. A las cinco un autobús de Puerta de Caracas me deja en su casa. Le gustó la nota. Lo han llamado. Kotepa Delgado y que le dijo que aquí al único que se podía leer era a mí. “Los demás escriben igualitos”, y que le dijo. Lo llamó también Herrera Luque. “Por la nota de Argenis descubrí nuevas facetas tuyas”, y que le dijo éste. A mí es al único al que no le ha gustado mi nota. Hubo compromiso y no pude extenderme ni desarrollar el humor que hubiera deseado.
Poder, desear, tener: verbos que utilizo demasiado. El total es expresarse.
José Vicente Rangel me dijo: “Vamos a almorzar”. Tú eres culpable de que haya aceptado esta candidatura a la presidencia de la República. Ve a ver cómo me ayudas”. Pero yo pensé que José Vicente Rangel le decía esto a todo el mundo. Le di mi teléfono. De paso le dije que evitara cometer los mismos errores que el MIR. Que evitaran los extremismos y las injurias. “En Bravo Pueblo”- le dije – el periódico que están sacando ya noté varias cuñitas agresivas. Llaman sapo a Dorante, insultan, etc. Cuídense de eso. No es conveniente que al lado de un artículo de “fondo” aparezca una nota injuriosa.
Me respondió agradeciéndome la observación.
8 de Junio.-
En esta casa de M no se me quiere bien. Ni los amigos de la familia de M tampoco me quieren bien. Si alguien llama y atiendo yo al teléfono cortan la comunicación. Así ocurrió esta mañana. Y como ocurrió eso salí furioso por ahí haber qué hacía. Debía mudarme o irme del país. Chile. Pensé en Chile. En Santiago. Llamé a Fuentes para decirle que le iba a entregar todos mis manuscritos. Caminé por las calles. En dirección al Palace. Me detuve a observar a unos prisioneros que iban esposados hacia los tribunales que quedan en la esquina de la Bolsa. De pronto fueron gritos y un hombre alto, moreno, que salta y pasa a mi lado con las manos esposadas. Después eran los policías y los Guardias Nacionales que corrían detrás. Un policía de civil iba a disparar. Hubo una aglomeración. No entré al cine por la impresión del hombre que corría y del policía que casi le disparaba. Y me encaminé hacia “El Nacional”, donde sé que también molesto. Al menos a mí me da la impresión que molesto a todo el mundo. Me metí en la oficina de Julio Barroeta Lara y me senté. Miguel Otero Silva entró y le dijo a Julio que llamara a Sanín, que la página necesitaba gente que peleara, “como Argenis”, dijo y me señaló. “Uslar no tiene nada contra Sanín -continuó Miguel Otero Silva-, y yo menos”. Y a mí, ya en la puerta: “-Quiero que lea mi novela”. Yo cargaba la novela en la mano. He leído algo a salto de mata. El calor, la gente, el país, nada me permite leer, escribir o pensar. Me maldije. Me bebí varias cervezas. No almorcé. Visité a mi mamá y me bañé en su casa. Me acosté a oír la radio. Seguía desaparecido ese industrial millonario. Regresé donde M y estoy aquí de nuevo, acorralado, disminuido y completamente desmoralizado. Son las cinco y media de la tarde.
9 de Junio.-
Son las siete de la noche y he terminado de leer la novela de Miguel Otero Silva “Cuando quiero llorar no lloro”. En la mañana me metí en un cine pero me salí antes de que terminara la película. Mi situación no es buena. No sé qué hacer y vivo incómodo en casa de M. Fui a “El Nacional” y con Daza me tomé varias cervezas. Aquí en casa, al bañarme, vomité un poco. No vomité del todo y eso es lo peor. Pienso en escribir una nota sobre esta novela de Otero Silva.
8 de la noche. He terminado de escribir una nota o un artículo sobre la novela de Miguel Otero Silva. La novela es buena e importante para este país. Está bien escrita y el hombre trabajó. Agarra, tiene emoción y no se deja después que se la empieza a leer. La nota es merecida. También me servirá esa nota para seguir conservando mi puesto de articulista en “El Nacional”, que es cosa que necesito para hacerme propaganda de vez en cuando.
Relectura de algunos poemas de Miguel Hernández. Me recuerda a San Juan de la Cruz y a Quevedo.
Leí algunos artículos de Abel Sánchez Pelaez del libro que me regaló.
Abel ha formado su libro, “Cartas de Chester Corolanda”, con los artículos que publica en “El Nacional”, en la misma página donde publico yo los míos. Algún día, pienso, haré yo lo mismo.
Necesidad urgente de leer un gran libro. O de escribir algo que valga la pena. Esto de escribir para justificarse es la muerte.
10 y veinte.- Creo que escribí otra parte del monólogo final de la novela que empecé en Barcelona. Pero mi lengua sigue siendo deficiente, pobre, duro. Sin embargo me expreso bien y digo lo que pienso, siento o debo decir. ¿Para qué más?
Me he tomado una pastilla para calmar los nervios. La niña llora. La luz es deficiente como mi lenguaje. Arriba los vecinos de arriba, golpean el techo.
10 de Junio.
Me despierto temprano. Una moto allá abajo acelera a todo pulmón. Me levanto, salgo a la sala y lo veo todo oscuro. Me regreso al cuarto y me acuesto y sueño con mi tío Guillermo. Voy de visita a su casa y me siento incómodo allí. En una pared veo un retrato en que mi tío Guillermo aparece al lado de Carlos Delgado Chalbaud cuando éste era Presidente de la República. Es extraño. Mi tío Guillermo más bien estuvo preso a raíz del ascenso de Delgado a la Presidencia de la República. No sé a que vino el sueño y el retrato en el sueño. Pero supongo que al soñar con alguien ese alguien aparecerá rodeado de personajes de su época. En mis relatos de Infancia yo narro algo de todo esto: Caída de Rómulo Gallegos, ascenso del coronel Delgado Chalbaud, prisión de mi tío Guillermo, etc.
La prensa me da ideas para continuar ese capítulo final de mi novela que comencé en Barcelona. He regresado. Un avión me trajo. Luego es la vida aquí signada por asesinato constante, que no cesa. Un aluvión de muertos y de asesinos sueltos.
7 y veinte de la noche. Salí y compré un lote de libros viejos entre las esquinas de Bolsa y Padre Sierra. Después me metí en el Palace a ver La Batalla de Inglaterra.
En la calle vi al dirigente sindical Julio Cacique y me bebí tres cervezas en su compañía. Cacique milita en el Cur, uno de los tantos movimientos o grupos de izquierda. Cacique es admirador de Trostky y pro-judío. Yo lo dejo que hable, en realidad ni le escucho. De su boca no salen más que lugares comunes. Apoya a José Vicente Rangel con un argumento bien cándido: José Vicente Rangel es un hombre honesto.
¡Mierda, con la honestidad no se hace política!
Llego a casa, como y me acuesto releer a Cardenal y a Miguel Hernández.
Cinco minutos para las diez. Trabajé en dos capítulos de mis memorias que se titularán Primera Juventud. Estoy entusiasmado.
11 de Junio.- Domingo.
Anoche escribí bastante y bien. Primera Juventud. El entusiasmo por poco no me impide dormir. Tuve que tomarme una pastilla y hacer el amor con M para distraerme del trabajo. Hoy me despierto y el pensamiento es para esas memorias de juventud que debo continuar escribiendo. He estado recordando autobiografías de autores que he leído. Pero las mías deben ser ligeras, sencillas, movidas, con humor, etc.
Son las diez y cuarto de la mañana. He leído los periódicos. Nada destacable. Daza menciona la tercera edición de “La Fiesta del Embajador” en 7º Día. Me he afeitado y me he dejado bigotes y chiva. Me parezco a Trotsky con los lentes de metal. No me gusta este parecido porque no soy admirador de Trotsky. En política admiro a los triunfadores.
Durante el mediodía escribí otro capítulo de las Memorias de Juventud. Tres cuartillas apretadas. Todo va saliendo como quiero. Hay espontaneidad ahí. Si acaso repito una que otra palabra. Lo mejor es no leer mientras escribo. Tampoco es que no me provoca leer. El trabajo me pide toda la atención posible. Y doy todo lo que tengo.
¡Dios mío, he agarrado el buen camino! ¡Hoy he escrito mis mejores páginas! De seguir como voy llegaré a ser el escritor más grande de este país. Y lo seré para toda la vida. ¡Todo esfuerzo es recompensado!
Por la tarde leo un cuento de García Márquez. Cada vez me convenzo más de la cursilería de este hombre.
Nervios alborotados. Se me ha detenido el flujo y he guardado lo que escribí ayer y esta mañana acerca de mi Primera Juventud. Hay que olvidarse de eso para que el hilo vuelva a anudarse en el subconsciente. Calma.
Entre siete y diez de la noche me leo un tomo de las Memorias de Daniel F. O’Leary: “Junin y Ayacucho”.
12 de Junio.- Lunes-
Me levanto antes de las siete de la mañana y corro a la biblioteca a sacar un tomo de las Memorias de O’Leary para leer lo que éste dice de la envidia que sentía Rivadavia por El Libertador. Leo también unas notas de Blanco Fombona sobre el general Salom. (Son las ocho de la mañana).
Muere otro liceista tiroteado por la policía.
La radio dice: en la esquina de Horno Negro se está muriendo un hombre de unos treinta años de edad. Le agradecemos a la Unidad Sanitaria ir a recogerlo.
José Ramón Medina me regala el número de “La Estafeta Literaria” que trae el artículo de Carlos Murciano sobre “Entre las Breñas”.
A mediodía, después de comer, escribí una nota sobre el último libro de José Ramón Medina.
Siento una asfixia tremenda y me duele el pecho. No sé a que se debe esto porque ni he bebido ni nada. Ah, pero me tomé un trago de café. Eso es.
A las cinco me metí en el Palace y vi “El Carnicero” de Claude Chabrol.
Película que comienza bien y termina mal. El director Chabrol siempre ha sido un poco flojo para trabajar en un buen final. Decepción.-
Lectura de “En Cuba”, de Ernesto Cardenal. Cardenal piensa que la religión puede emparejarse con el marxismo. Ya la religión no es el opio del pueblo. En todo caso ha sido la iglesia la que ha cedido. También es que la iglesia es sabia y se amolda a todo porque sino desaparece.
Son las nueve de la noche. No hace mucho que escribí tres cuartillas más de mis Memorias de Primera Juventud. Me pongo agrio a medida que avanzo. Insulto a la “distinguida sociedad”.
Martes 13 de junio.-
A las diez me metí en el Palace a ver una película que vi en Bruselas: “Asalto en la noche” con Eddi Constantin.
El día de hoy ha sido de lecturas. Faltan veinte minutos para las diez de la noche y apenas si trabajé en media cuartilla de mis Memorias de la Primera Juventud. Pienso que si dejó un día sin hacer una anotación sobre ellas acaso me detenga y se queden a dormir ahí quién sabe por cuánto tiempo. Y tengo dos temores: 1) el no trabajar en ellas aunque sea unos minutos y 2) el trabajar en ellas mal. Por un lado no quiero detener la racha y por otro no quiero apresurarlas por temor a estropearlas.
En la librería Internacional que queda aquí abajo, en este mismo edificio, vi un libro de Churchill que se titula Primera Juventud. Pero no lo compré. Ni Churchill tiene que ver conmigo, ni yo con él. Es lo que pienso. ¡Al diablo, los hombres son islas!
A mi me gustan los tipos que son como yo, por eso únicamente admiro a los genios y a los solitarios.
14 de Junio.-
Sufro de un cayo en la punta del pie que se me formó en Cubellas a causa del frío del invierno. Se me cayó el metal de la muela que me arreglé antes de venirme. Fui donde el mejor dentista y me cobró carísimo. Ahora no puedo comer porque la mordida me molesta, se me introduce en el hueco que abrió el doctor y me da escalofrío. Tengo esas asfixias. Anoche me acosté, hice el amor con M, pensé hasta tarde en mis memorias, me levanté y me tomé una pastilla y aun seguí dando vueltas en la cama (M se duerme en seguida y yo no tengo con quién hablar) y me dormí al fin, pero tarde la noche o en la madrugada me despertó la asfixia. No puedo dormir bocabajo, me dije. Total, estoy convertido en una mierda.
Entre las tres y tres media de la tarde trabajé en tres cuartillas más de mis memorias de Primera Juventud. Estas tres cuartillas fueron escritas a la carrera y no me convencen mucho. Pierdo la paciencia y lo echo a rodar todo por el suelo.
En “El Nacional” me vi con Fuentes. Me dice que debemos sacar la revista. Nos volveremos a encontrar mañana.
Debo ser más poético y menos realista. Una frase poética dice más que cien líneas realistas.-
En esas memorias debo decir que me masturbaba casi a diario imaginando mujeres desnudas. Debo decir que una vez mi hermano Adolfo me vio en estos menesteres.
Por la tarde, entre cinco y media y seis y cuarto, escribí tres cuartillas más de mis memorias y relaté eso de que me masturbaba y que mi hermano Adolfo me vio.
He releído algo de Caldwell. Pero me saca de quicio leer mientras escribo. Debo inventar una manera más sencilla, más diáfana, pero escribir diáfono y sencillo limita el lenguaje a dos o tres verbos.
Francisco Salazar Martínez me dijo hoy que a Ramón Velásquez le han escrito todo lo que ha publicado.
-Febres Cordero, el gordo, es el que le escribe las cosas, dijo.
Hay una cosa que es cierta: el trabajo es la verdadera inspiración, la verdadera creación.
15 de Julio.
Me despertó el llanto de la niña y me levanté a leer el periódico y allí vi mi notica que titulé “La Faena del Candidato”.
Mientras desayunaba M me dijo que Tosca le había dicho que había un señor de apellido Valero que debía recibir más de cinco mil bolívares de beca porque vivía en un quintón, tenía cuatro hijo y la mujer no trabajaba y la beca era para que escribiera.
– ¡Si pudieras conseguir tú una así – me dijo Mirna.
-¿Para qué le respondí yo?- el dinero corrompe a la gente. Yo más bien he escrito cosas duras para que me quiten lo que me dan. Un escritor si no pasa trabajo, si no sufre no escribe nada.
Y le cito a Van Gogh, a Dostoievski, a Pocaterra que escribió sus libros cuando era muchacho y pasaba hambre y cuando estuvo preso en la Rotunda. Después que lo hicieron ministro, embajador y cosas de esas no escribió más. Etc.
Faltan diez para las nueve y llueve.
A mediodía me vi con Fuentes en “El Nacional”. Vino aquí a poner un aviso anunciando la aparición del “Boves”, de Fco. Herrera Luque.
Cerveza en la Plaza Candelaria. Planes para la revista.
Dorante me cita en su artículo de hoy.
Son las tres, diablos, y no he escrito nada.
He aquí que en cinco minutos he escrito cuartilla y media.
Más para mis memorias de la Primera Juventud.
A las cinco y 10 me metí con M en el cine Acacias a ver una retrospectiva de Charles Chaplin.
A la salida nos encontramos con Juan Ángel Mogollón.
-Vamos a comer mañana – me dice.
Faltan 20 para las 8 y ya estamos en casa.
Son las once. Estoy cansado. He trabajado en tres cuartillas más de mis Memorias de Primera Juventud. No flaqueo y me enderezo. Lo que me cansa es la mala luz de este cuarto.
He leído 40 páginas del “Boves”, de Herrera Luque. Es un libro lento, pesado. No me gusta la forma como fue escrito. No me gusta la historia novelada. Es eso.
Liberaron al millonario secuestrado, al Domínguez Gómez, Rey de la lata. ¿Con qué nos irá a divertir el gobierno ahora? Ojalá que no sea conmigo.
16 de Junio.
Fuentes: “Este país es una mierda. El que escribe un librito ya se dice escritor y quiere aprovecharse de eso regalándoselo a todo el mundo. El político ya dice unas palabras y sale a ofrecer sus servicios a venderse. El editor publica un libro lleno de erratas y ya se cree un editor de verdad, como yo.
Fuentes está decaído porque el Boves que le publicó a Herrera Luque tiene una página repetida.
Maldice al país, maldice a todo aquel que quiere hacer algo y se maldice a sí mismo.
-Ahora voy a encerrarme en un cuarto y a no salir en un tiempo. Dice,
En “El Nacional” dejé una carta pública contra el Inciba y Adriano y su mujer. Y por si reaccionan he empezado a escribir un panfleto contra ellos.
La guerra la decreto y la batalla la libro donde yo quiera y en el terreno que me parezca. El que pega la primera vez pega dos veces. De muchacho aprendí eso. Oh, pero estoy seguro que un día seré yo el perdedor. Por vejez, por cansancio, por enfermedad, por indiferencia. Me darán el golpe cuando yo menos lo espere. Va a ser terrible.
Me puse a beber solo. Primero en la calle y luego en casa. Me emborraché y terminé de escribir ese planfleto contra Adriano y su mujer. Va a ser terrible. Qué palabra.
Llamé a Díaz Sosa a su casa. Me invitó a ir a la Librería Gusano de Luz. Se bautizará un libro de Pedro Laya allí.
Son las cuatro y cinco minutos de la tarde y no he escrito nada de las Memorias.
17 de Junio.
En la librería Gusano Luz estuve hasta las doce de la noche. Y allí se encontraban José Vicente Abreu, Domingo Miliani, Manuel Bermúdez. Carlos Díaz Sosa, Amílcar Gómez. José Santos Urriola, Néstor Tablante y el negro Freddy. Después llegaron Ramón Sosa Montes de Oca, Fco. Salazar Martínez y Argelia Laya. La reunión era para presentar el libro “Cuerpo Presente” de Pedro Laya.
Abreu le dijo a Miliani que sus cuentos eran una mierda.
En un bar Abreu me convido a echarnos unos golpes. Yo le dije que con la condición de que yo nada más iba a pararle los golpes. Me tiró golpes a granel que le paré con los brazos. Se sentó cansado. Dijo que él vivía de escribirle discursos a los ministros. Me dijo que echáramos pulso. Estaba borracho. Pedreanéz Trejo y él me trajeron a casa y yo vomité. Abreu quería quedarse a dormir en la sala. Se caía. “Mi papá está”, dijo M.
Al fin se fueron.
Eso pasó esta madrugada. Faltan diez minutos para las once de la mañana y no he hecho nada. Ayer no escribí nada de mis Memorias. Desmoralización.
Faltan un cuarto para las tres de la tarde. He trabajado en ocho cuartillas de las Memorias de Primera Juventud. Estoy cansado y voy a comer. Me esforcé en trabajar porque el día de ayer fue un día perdido y no escribí nada, excepto una carta de insultos en contra de Adriano.
A uno lo becan para que escriba un libro. Uno escribe el libro y lo entrega. Pero entonces el estado no edita el libro porque resulta que los que dirigen las editoriales o las colecciones dicen que el que escribió ese libro es enemigo de ellos, de los directores de las editoriales o de las colecciones.
¿Qué tiene que ver esto? ¿Entonces para que dan las becas? ¿Y para que escribe uno si no es para publicar? Entonces que bequen a los amigos de los directores de las colecciones y de las editoriales del estado para que los libros puedan ser publicados.
Ahora me parece que estoy escribiendo demasiado aprisa. He terminado dos cuartillas más. En total. Durante unas horas, dos o tres, he escrito unas diez. Y no es bueno esto. Y después es como si quisiera terminarlo todo de una vez. La desesperación me enferma y me produce la asfixia de que padezco. Pero si no escribiera como lo vengo haciendo también estallaría, sería peor para mí. También me da miedo desaparecer de pronto y dejar el trabajo inconcluso. Y al menos quiero decir lo esencial, aunque no lo diga todo, que es la pretensión de todo artista. (No me gusta aplicarme esta palabra).
18 de Junio.
Aparece en “El Nacional” mi nota sobre “Cuando Quiero Llorar no Lloro” y una carta que titulé “¿Libros de Estado?” y en la que digo que a mi el Inciba me dio una beca para que escribiera un libro pero que el libro no me fue editado porque (según el Presidente de ese Instituto) yo tenía muchos enemigos y él estaba enterado que yo no era amigo de Adriano González León y de su señora que son los que seleccionan los materiales que deben ser publicados por las editoriales oficiales Monte Avila y El Dorado.
Esta mañana trabajé en dos capítulos más de las Memorias de Primera Juventud. Pero de pronto interrumpí el trabajo porque pensé que iba demasiado aprisa y salí y me bebí cuatro cervezas sin respirar.
A Mallea nunca lo leí bien. Le leí, sí, algunos cuentos de “La Ciudad Juntos al Río Inmóvil”, las “Notas de un Novelista” y “Todo Verdor Parecerá”, que me pareció una gran novela. De resto no le puedo terminar nada más. Me pareció pesado y demasiado retórico. Hoy lo he buscado de nuevo y he abierto su “Chaves”.
¿???
19 de Junio.
He estado leyendo “Chaves”, de Mallea. No, no me sigue gustando Mallea. Me dijo Thibaldo González que el general Sánchez Olivares era el más furioso de mis enemigos. “Cuídate, está de jefe de las operaciones antiguerrilleras”. “No puede hacer nada, le respondo, y dentro de un año saldrá de allí y tendrá que andar por la calle como una perfecta nulidad”.
Me tomé dos cervezas con Régulo Moreno Peña. Me dijo que Rivas la preguntó: “¿Qué sabes del Diario de Argenis?” ¿De qué vive? ¿Cómo saldré yo en sus Memorias?”.
La política me hizo daño. Yo leía y sólo pensaba en escribir para alzarme por encima de todos, pero después la política me hizo desviar la atención de lo que realmente yo buscaba. Tarde reaccioné y ahora, después de leerme todas las grandes novelas, todos los grandes cuentos, todos los grandes poemas, no se qué hacer. No busco ninguna forma para expresarme. No me interesa ninguna técnica. No me interesa expresarme por medio de narraciones. No quiero detenerme en nada. No quiero perder mi tiempo. Estoy harto.
A las seis de la tarde vi a Fuentes en la imprenta. Desesperado. La edición del “Boves” de Herrera Luque ha salido con siete páginas repetidas. Ahora hay que lanzar otra edición; la correcta naturalmente.
En casa leo un trabajo sobre el general Patton. Leí también varios capítulos de un ensayo de Réne Dumont sobre Cuba. Pero mi desesperación es el no poder enfrascarme en la lectura de una gran novela.
20 de Junio.
Aquí no hay amor ni nada. El amor es una cosa que se acaba. Yo, por mi parte, quedo como un patán, porque según M me la paso en la calle, no trabajo y soy un tipo descuidado. Y no encuentro qué hacer. ¿A dónde me voy a ir ahora? Soy un hombre acabado, que sufre asfixias, que ya no es capaz de aventurarse por su cuenta, que duerme a mediodía con tomarse una cervecita. Falta un cuarto para las nueve de la mañana y voy a lanzarme a la calle a vagar.
En “El Nacional”. Antonio Aparicio elogia mi artículo sobre Otero Silva y la carta que titulé ¿libros del Estado? Y Miguel: “A mi no me importa que me ataquen mis libros, lo que me importa es que se metan con mi persona, como hizo Mario Szhimann, por ejemplo”.
Son las 7 y veinte de la noche. A las cinco me fui a un cine y vi “La Casa bajo los Arboles”, de Clément. Estoy regresando. Terminé ese “Chaves” de Mallea, que no me gustó y después, no sé porqué, agarré otro libro de Mallea: “Las Travesías”, que tampoco me gusta.
M me dice:
-¿Viernes del cine?
-Si.
-Sí, ya vi el Diario que dejo a descubierto, aquí en la misma máquina.
Los libros buenos no abundan. Amarga verdad. ¿Cuántas páginas buenas habré escrito yo? Supongo que ninguna. Pero en mi país uno se inmortaliza con cualquier cosa.
De ocho a nueve y media de la noche leí parte de “El Octavo día”, de Thornton Wilder. Dios quiera que resulte un gran libro. Me levanté, bebí agua y de nueve y media a once y cinco leí otras cuantas páginas más de “El Octavo día”. He entrado con buen pie. Recordé a la viuda de Pocaterra que me dijo que el novelista (su marido) se había sentido entusiasmado con una novela de Wilder que trataba de la vida de un predicador.
21 de Junio.
La gente se va llenando de cuanta cosa aparece. Yo me sentiré feliz cuando tenga poco bagaje: ropa, libros, papel, una máquina como la que poseo y un cuarto. Con una comida diaria ya es bastante. Ultimamente en España con el almuerzo ya tenía. Pienso que el hombre más feliz que ha tenido Venezuela ha sido Armando Reverón. Se construyó un rancho frente al mar (buscó el aire marino), se llevó a una mujer a vivir con él y se dedicó a pintar y a ponerle brazas ardientes a los sapos para verlos saltar en la noche. Después dijeron que murió loco. ¿Loco? Locos están los que dicen eso. En una sociedad de preocupados por el carro, la comodidad, el teléfono, el puesto o el trabajo que dé dinero, el título envenenador y todas esas porquerías un hombre que lo que quiere es la autenticidad, la paz consigo mismo y la soledad para hacer lo que le plazca sin ánimo de lucrar es, naturalmente, loco. Oh, Dios mío, y los que mandan son los que le meten a la gente que se compre un carro, una propiedad horizontal, que ahorre, que tome refrescos marca tal o rines de magnesio, o que fume el nuevo cigarrillo con doble filtro, etc. Porque a nadie se le ocurre comprar un espacio en la televisión, o en el periódico o en la radio para decir que hay que cultivar el espíritu, que hay que estimular los sentidos con la música, la literatura, la ciencia, la pintura, la inventiva, la imaginación. No, no señor. Esto sería derrochar el dinero. Tirarlo por así decir.
A las dos y media Fuentes me dijo aquí, a la pata del edificio donde vivo.
En “El Nacional” la Miyó Vestrini se le acercó y le dijo aFuentes: “Usted nos tiene olvidados a los de la página de arte. No nos trae ni un libro”. ¡Esta gente jamás comenta los libros de Fuentes, pero los quiere de gratis! El Batallán y la Vestrini no comentan más que a los que “triunfan”, a los que tienen posiciones o a los que les dan regalos. Y ni yo ni Fuentes damos regalos ni triunfamos ni tenemos posiciones.
-No – le digo a Fuentes -, esa que se fuña. Si quiere leer el “Retén de Catia” que lo compre. Tú les das un libro de tu editorial y sale a entrevistar a la Mary Ferrero o al Tarre Murzi.
– Un poco de poder y ya estamos listos. La gente vendrá a adularnos.
Lectura de “El octavo día”, de Thornton Wilder.
Y ahora, en este momento, llega mi hermano Felipe, el epiléptico, porque dice que no se puede estar tranquilo y que presiente que le va a dar el ataque. Se sienta en la sala, cena y se va quejándose del calor.
Don Pablo Casal dirige una orquesta en el Teatro Municipal. Tiene 95 años, apenas camina y viene a dirigir una orquesta. El señor Casal ha compuesto un himno, en catalán, para las Naciones Unidas. Es ridículo este señor. Así son todos los españoles que combaten a Franco. No viven en España porque España es pobre y no les puede pagar lo que ellos quieren. Así que se exilan. ¡Y qué exilio! Y después andan por ahí pasándose por sacrificados con los bolsillos llenos de billetes. Está bien la cosa.
22 de Junio.
Una cosa que no llego a explicarme es porqué razón Eduardo Mallea me ha parecido siempre falso y cursi. Mallea es hombre que sabe escribir, que tiene una cultura inmensa, que lee en varios idiomas, que ha conocido un sinnúmero de personas, que ha sido traducido a casi todas las lenguas cultas, pero eso a mí no me ha importado. Lo que me ha importado es que jamás me ha convencido como creador, que sus personajes no alcanzan la categoría de tales.
Anoche tuve un sueño: me encontraba en España y un hombre me montaba en su carro para llevarme a algún sitio. La casa donde vivía. No sé. Y otro tipo que conocí allá también se iba a montar en el carro, pero se acercó otro con una bicicleta que quería montarse en el carro también y el dueño se opuso.
Luego era que me encontraba en otro país, tal vez en la Argentina y Régulo Moreno que trabajaba en un consulado me decía: “Tienes allá una carta de Venezuela”. Y yo pensaba que esa carta era de M, pero no pensaba en ir a recogerla.
Amanezco con el libro de Wilder en las manos.
En “El Nacional” Guillermo Meneses sentado. Uslar, Aníbal Nazoa y una señora lo rodean. Meneses: “¿Qué edad tienes, Argenis?”
-36 años, la edad en que Gallegos publicó su primer libro.
Y Uslar:
-Y veinte antes de que Cervantes escribiera el Quijote. Y yo a Meneses:
-¿Qué edad tenías tú cuando escribiste “El Falso Cuaderno de Narciso Espejo”?
-40.
Meneses acabado. El golpe que sufrió cuando se enteró que su mujer, Sofía, se había ido con otro. Me contaron que se emborrachaba todos los días. Lo recogían de la Plaza Bolívar, cuando salía de su trabajo en el Concejo Municipal.
Cerveza con Daza. Llego a casa. Me acuesto. Me duermo. Sueño con mi familia. Mi mamá, Adolfo, Idilia. Vivimos juntos. Mi mamá sale y deja una puerta abierta. Yo tengo deseos. Me despierto. Me doy vuelta en la cama. Me disloca la asfixia. Salto, me meto en un baño y vomito. Me baño y me acuesto a leer “El Octavo Día”, de Wilder.
A las siete y veinte de la noche me metí en el cine San Bernardino a ver Dúlcima, con Jhon Mills. Fui con M.
Escribí otro pequeño capítulo de mis memorias de Primera Juventud.
23 de Junio.-
Sale en “El Nacional” mi artículo titulado “Revolución, Arte y Política”.
Anoche, tarde la noche, me levanté y me asomo por la ventana, de la que me separé con malos pensamientos: el día que se mató Alirio, recordé, tuve un sueño en el que una hija mía moría en mis brazos y de la impresión me levanté y me asomé a esta misma ventana; Alirio aún no se había matado; se mató dos horas más tarde. Y anoche, pues, me levanté y me asomé a la ventana y recordé a Alirio y me separé de ahí pensando que otro familiar mío podía morir en el día de hoy. Me despierto muy temprano, agarro el periódico y veo que dos aviadores se matan en una avioneta. (Mi hermano Alirio era aviador y se mató en una avioneta).
José Ramón Medina me dijo hoy en “El Nacional” que el abogado Santiago Gregorio o de Gregorio o quién sabe que cosa, el mismo que demandó a Ratto Ciarlo por haberme publicado algunos capítulos de mis Memorias de Infancia, piensa demandarme a mí.
-Esa organización, la Faprec, piensa atentar contra ti-, me dijo.
Los únicos que pueden defender el sistema llamado democráticos son los pensadores y los escritores, aquellos que no censuran ni quieren ser censurados; aquellos que critican y toleran la crítica porque la consideran algo necesario para ver sus errores o los de los demás. (Bosquejo de Defensa).
Nueve y diez de la noche. He escrito una nota en contra del hijo de puta que demandó a Ratto Ciarlo por inmoral, a Ratto Ciarlo, que me publicaba mis Memorias. ¡Algún poder divino debe recibir uno para combatir a sus enemigos! Uno lucha y la lucha lo tiempla a uno y lo lleva al triunfo o a la derrota. Sin embargo la derrota, si es bien llevada, puede convertirse en triunfo. Es derrotado el que no sabe luchar. Hay derrotados que salen ganando. Galileo salió ganando. Cristo salió ganando. Juana de Arcos salió ganando.
Sanoja, el puro, fue a recibir su premio municipal de periodismo. Yo no lo condeno. Pero él condena a Pasternak.
24 de Junio. Sábado.-
Anoche escribí un artículo que titulé “Es Con Todos”, y hoy lo he pulido y lo he pasado en limpio. Es un verdadero poema y un llamado o un mensaje.
Como Heraclio salió una nota mía en “El Nacional”. No sé porqué se me ocurrió ese pseudónimo.
El Escritor es un hombre inhumano con una sola persona; pero se devana en ceso, se estremece por lo que le sucede a la humanidad toda entera. Tal vez maldiga al amigo, a la mujer, al hijo; pero se vuelve loco porque no haya justicia, se desespera porque exista el crimen, la cárcel, la persecución.
En la calle, mirando unos libros de viejo una señora toda pintarrajeada se me acercó:
-¿Cómo está?
Me agarra el brazo. Yo la miro sin saber quién es. Miro a mi alrededor a ver si descubro a alguien que ande con ella y que yo conozca. Pero no, nadie.
-¿Cómo está? Con ese bigote y esa chivita no lo reconocía.
Ya la estoy mirando. ¿Quién es? ¿Quién puede ser esta mujer? ¿Una tía mía acaso? Pero nada y ella ahora me abraza, se ríe alegre y me pregunta que si no la reconozco. No le respondo porque hago memoria y me apenaría decirle que no recuerdo haberla visto o que me olvidé de ella. Y más bien le sonrío. Pero hay en mí una turbación que ella descubre o que finjo yo para que ella la descubra y se me identifique. Entonces me dice:
-¿No es usted el Doctor Ruiz?
Y claro, yo no soy el doctor Ruiz y muevo la cabeza. La mujer desaparece sin pedirme excusas, sin decir una palabra. Nada más se quedó muda y se fue.
8 de la noche. He estado en casa de Fco. Herrera Luque, con Jaime Tello, Augusto Germán Orihuela, Pedro Fco. Lizardo, José Manuel Castañón. Comimos venado al horno preparado por la señora de Herrera Luque, a quien llaman la negra. En el patio. Bebimos coñac Napoleón. Llegó Máximo Corrales, un descendiente de Boves, según Herrera Luque. Augusto Germán y Jaime Tello rivalizaron en chistes. Ahora no retengo ninguno. El Diario Íntimo del futuro se llevará con un grabador. Más whisky, más coñac y una botella de champagne. Yo leí lo que he escrito de mis memorias de Primera Juventud. Llego a casa y M me dice: “¿Allí donde tú estabas mujeres no habían?” y así ha terminado el día, con un golpe de oreja.
25 de Julio.
Son las doce. De once a doce he trabajado en cinco cuartillas apretadas de mis Memorias de Primera Juventud.
Cero lectura.
A mediodía salí solo y me metí en un bar de españoles con dos libros en las manos: uno de Henry Miller y otro de Thomas Merton y me bebía unas cervezas y me tomé una sopa de verduras. Regresé a la casa a eso de las tres y me acosté con el Libro de Wilder, “El Octavo Día” y leí algo y me quedé dormido hasta las siete de la noche. Me levanté pensando que me dormía por nada, que me estaba acabando y me levanté y me di un baño con agua caliente y después con agua fría y leí un poco de Mallea: “Historia de una Pasión Argentina”. Es incómodo saber que uno no tiene a dónde ir, con quién verse, con quién hablar y volví a acostarme con el libro de Wilder y leí otras páginas más. Esta noche no dormiré porque dormí como tres horas seguidas y sé lo condenadamente maldito que no es poder dormir de noche cuando todo el mundo duerme y sólo está uno desvelado, realmente un ser vivo entre cadáveres.
26 de Junio.-
Anoche entre 11 y 12, trabajé en cuatro cuartillas más de mis Memorias de Primera Juventud. Quería acabar con toda una época y creo que me apresuré y no ahondé en las cosas, ni en los sucesos, ni en lo más importante: en los personajes.
En toda mi vida, desde niño hasta ahora, no he conocido a una persona semejante a mí. Nadie que fuera como yo para dejarlo todo por las letras, un arte que no produce dividendos en esta América nuestra. Me refiero al padecimiento de las letras, de esas que no se envían a concursos, ni ganan premios.
Ayer noche escribí sobre Catalá: hoy lo vi saliendo del Congreso y entrando en un taxi.
El sábado leí una nota sobre Rivas en casa de Herrera Luque: hoy lo vi en la Biblioteca Nacional cuando fui a sacar un libro de Picón Salas.
El viernes o el sábado escribí una nota donde ataco al abogado que demanda a Ratto Ciarlo por haberme publicado partes de mis Memorias: hoy lo vi; iba en la parte trasera de un taxi.
27 de Julio.-
Anoche escribí tres cuartillas más de mis memorias de Primera Juventud. Noviazgo con J. Ahora voy a encararme con mis tremendos celos y el golpe que sufrí en mi orgullo. Pero esto quiero tratarlo bien y con una cosa que no tengo, que no he tenido nunca: calma.
La mañana se me fue en esto: cine en el Palace: “Una mujer en un auto con gafas y un fusil”. Dos librerías: “Club de Lectores” donde compré “Más allá del Deseo” de Sherwood Anderson, novela que ya he leído pero que quiero conservar y “Judíos Sin Dinero”, de Michael Gold, novela de la que hablaban mucho los comunistas en la época de Pérez Jiménez y que jamás pude leer a pesar de que la tuve varias en mis manos. En “Las Novedades” compré “Memorias de Una Generación”, de Guillermo Díaz Plaja.
Del Concejo Municipal salía un gentío. Uno me saluda. Abel Sánchez Pelaez con un diploma en las manos:
-Tú escribes diferente a todos- me dice – pero hay una cosa que no me gustó en una nota que te leí en estos días: nombrabas a Herrera Luque. Herrera Luque no es escritor ni es psiquiatra. El colegio de psiquiatras lo ha repudiado. Es un farsante.
No he visto yo más odio en una persona que en Abel Sánchez Pelaez cuando se refería a Francisco Herrera Luque. Le temblaban los labios. ¡Dios me libres de ser así o de llegar a ese estado!
He trabajado de prisa. Toda mi vida he trabajado de prisa. De lo que hecho se salvará uno que otro relato de “Entre las Breñas” y “La Fiesta del Embajador” y uno que otro capítulo de “Gritando su Agonía”. De los artículos no respondo. De ninguno. Dios mío, no hago más que repetir “ninguno” o “alguno”. Yo me quejo, pero Mariano Picón Salas repetía “acaso” a conciencia. Yo no repito las palabras a conciencia. Las repito como recursos.
Las memorias de Díaz Plaja son una bazofia. Nada. Habla de literatura, de revistas, etc. De la gente no dice nada. Ni de sí mismo tampoco, lo que es imperdonable. Y yo me vuelvo loco porque debo enfrentar un capítulo de celos, del alma, del espíritu, de la locura. Quiero escribir un capitulo que rivalice con Shakespeare, con Dostoievski, con Strindberg. Esos son mis modelos. Y me desespera no enfrascarme en la lectura de esta gente por pereza. Y leo, leo todos los días, pero no leo ni releo a los que debiera leer y releer. Leo lo fácil, lo pasable y sólo de vez en cuando un gran libro, un gran autor. ¡Cómo hablo, yo, que no leo novela policiales, ni novelas para pasar el tiempo! Para mi perder el tiempo es no leer a Homero, al siempre Dostoievski, a Balzac, a Stendhal… y leer a Wilder. Sí, leer a Wilder es perder el tiempo para mí. Thornton Wilder y afines son pasapalos para mí. Voy a estallar. Fin.
Nervios destrozados. La gente vive pensando que no va a morir nunca. Nadie cree que no puede morir. Los que creen en el más allá. ¿Se sentirán seguros?
La muerte ni siquiera sorprende.
28 de Julio.-
En “El Nacional”. Vi a Miguel Otero Silva en la oficina de Julio Barroeta Lara. Miguel Otero me ve de una manera extraña, como si desconfiara de mí: “no ve, ya va a publicar lo que dije en su Diario”. Y a mí esta actitud de Miguel Otero me incomoda. No puedo hablarle. No me imagino qué decirle. Entonces él sale. Y ese es su periódico. El entrometido soy yo. Llego con escalofríos a casa. ¿A qué voy yo a ese periódico? ¿Y por qué sigo publicando en él? ¿No sería más justo que me retirara por mi propia cuenta? Yo no tengo ninguna afinidad con esa gente. No aprecio lo que ellos hacen y el abismo que existe entre nuestras posiciones sociales o económicas. Y esta es una gente envanecida por el dinero, por el lujo, por el intelectualismo. ¡Y cuántas veces no he dicho yo ahí mismo que aquí no hay intelectuales ni escritores! Y en estos días también repetí lo mismo, sólo que peor: que en Venezuela no había más que dos poetas, Bello y Ramos Sucre. Y una de las cosas que Miguel Otero dijo cuando me vio fue esto: “Julio, te voy a traer una nota para tu página, sobre poesía, pero en serio”.
Perdiendo el tiempo con la lectura de “Memoria de una Generación Destruida”, de Guillermo Díaz Plaja. ¡Y tan caro que me costó el libro!
Lectura de un libro de Carlos Franqui sobre la revolución cubana.
Sigo con el “Octavo Día”, de Thornton Wilder.
Estuve revisando mis Diarios de Bruselas. Pero en todo me falta orden. Orden para pasar en máquina lo nuevo y lo viejo. Orden para disponer de tiempo para la novelita que escribí en Barcelona. Releí notas de 1956, cuando yo era un muchacho. Y la cabeza me falla. Mi próxima novela, si es que pensare escribir otra, no me dejaré llevar por el jueguito de la técnica. Narrar, narrar y penetrar en el fondo de los personajes: esto es novela.
30 de Julio.-
Ayer, 29, no hice anotaciones; no quise ya que estaba pendiente de ponerle fin a las Memorias de Primera Juventud y anduve con una libreta en el bolsillo. Primero me metí en El Palace y vi una película que narra la lucha de los irlandeses por independizarse de Inglaterra: “Los hermanos Kelly”. En casa almorcé con una cerveza y leí unas páginas de Wilder, Dostoievski y Jaspers. A las cuatro y media cogí un carro y me quedé frente al cine Don Bosco donde volví a ver “Patton” y a las nueve y veinte de la noche corrí y me metí en El Imperial y vi “Hospital”, con George C. Scott.
Hoy. Pues, esta mañana le di fin a esto que llamo Primera Juventud. Es la una del mediodía. Salí, fui a “El Nacional” y sólo vi sequedad. No volveré. Ojalá pudiera no volver.
Noche. Nervios desatados. No estoy conforme con lo que he hecho durante estos días: 75 cuartillas en una semana. Esto no es un trabajo, es una carrera contra reloj. Nada bueno saldrá de aquí.
Estoy cansado. Los ojos adoloridos. En decadencia. Ya sé que nunca más podré escribir un cuento, una novela, un ensayito, un pequeño capítulo autobiográfico que valga la pena. Y tampoco leo lo que debiera leer. No leo a Dostoievski. No leo a London (Jack). No leo a Dreiser. ¡Acabado a los 36 años!
Lo que más me molesta es que hay gente que cree en mí.
1 de Julio.-
Leo en “El Nacional” que se mató el capitán Vivas Vegas. Vivas Vegas, el compañero de Alirio. En el entierro de Alirio yo le di los brazos y le dije:
-Cuídese.
Por la mañana compré una cantidad de libros y a mediodía me fui a la librería El Gusano de Luz. Alexis Márquez Rodríguez, Manuel Bermúdez, José Vicente Abreu, Domingo Miliani, Carlos Díaz Sosa y otros profesores. Todos completamente desorientados. Yo dije que a nosotros nos había faltado un poquito de oportunismo y falta de escrúpulos para coger el poder, para meternos. “Es que somos sanos”, dijo uno. “Sanos no, le respondí, pendejos”. Todos habíamos sido de izquierda, una vez habíamos estado unidos y ahora estábamos divididos, derrotados y cargados de pesimismo. Llegábamos ahí, nos emborrachábamos, pensábamos casi igual, pero no nos poníamos de acuerdo. “Ahora, es claro, no nos importa un carajo. Si acaso sobrevivir”.
Lectura de poemas de Neruda. Lo leí yo en aquella pensión de Pinto a Miseria.
El hombre más engañado de este país es Miguel Otero Silva. Escribe novelas, piezas de teatro, poesías, artículos, etc. Cada obra suya es elogiada. Nadie lo ataca. Miguel Otero Silva es dueño de un gran periódico. Es comerciante. Gana dinero. Pero quiere pasar a la historia como escritor. Así que cada libro suyo sea elogiado por los “Críticos”, y los que escriben. Si no son elogiados sus libros, Miguel reacciona y se enfurece. Aquí no hay nadie que le haya dicho a Miguel Otero Silva que sus libros son malos, o deficientes. Nadie le encuentra defectos a los libros de Miguel Otero Silva. Una vez Guillermo Sucre dijo que “La Muerte de Honorio” era un buen reportaje, no una novela y Miguel estalló:
-Usted no es crítico. Usted lo que es es adeco.
Y el nombre de Guillermo Sucre no volvió a nombrarse en “El Nacional”. Mario Szichman dijo en “El Mundo” que “Cuando Quiero Llorar no Lloro” era una novela cursi y Miguel dijo:
-Ese es un argentino, un pobre judío muerto de hambre que anda buscando donde cobijarse.
El nombre de Mario Szichman no puede salir en “El Nacional”.
A Miguel hay que decirle que es un genio. Pérez Perdomo escribió que Miguel Otero Silva es el más grande novelista del 28. Miguel adora a Sanoja. El grupo de Adriano dice que Miguel es el único novelista vivo de Venezuela. Miguel le da una comida semanal en su casa con piscina al grupo de Adriano. Yo, que no soy nadie, que no estoy en ningún grupo, que carezco de poder también he tenido que elogiar “La Muerte de Honorio”. ¿Por qué? Porque necesitaba las páginas de “El Nacional” para promocionar mis obras. ¿No se dio cuenta Miguel de eso? No, porque pensó que yo me hacía su adepto desinteresado porque yo también admiraba sus obras. Hará cosa de quince días también tuve que escribir sobre “Cuando quiero llorar no lloro”. Pero se puede apreciar que no elogié la obra. La nota mía es fría y digo que Miguel me dijo que “Cuando quiero llorar no lloro” era su mejor novela. Su mejor novela sí, pero una pobre novela para lo que se ha escrito en este país. Una pobre novela ante mis libros. La gente no entendió esto. Hay que leer esa nota con calma. Yo terminó diciendo que a mí esa novela me convenció de que era la mejor novela de Miguel Otero Silva, no la mejor del país ni de su generación, ni de lo que se ha dicho o se hace aquí. No, su mejor novela de él y nada más.
Y si es Uslar, Uslar es tonto de verdad. No permite que se critique la batalla de Carabobo porque un coronel de apellido Uslar peleó ahí. Y él se ha enriquecido recordando a su tatarabuelo ése.
Pero ahora parece que mi truco no dio resultado; que Miguel descubrió mi truco y me van a cerrar las puertas de “El Nacional” cuando yo más las necesitaba. No saldrán mis Memorias y no tendré un pasquín donde anunciarlas. La Cadena Capriles me cerró sus puertas. En “El Universal” jamás me han permitido publicar. Ya está.
2 de Julio.
Me levanto y me pongo a pasar en limpio parte de mis Memorias.
Dice el periódico que la avioneta de Vivas Vegas, el compañero de Alirio, no ha aparecido, pero que unos campesinos y que la vieron estallar en el aire.
Estuve separando libros. Poe. Dostoievski. Alfonso Reyes. Agarré El Octavo día, de Wilder. No podía leer. Tengo que agregar unas cuantas páginas más a mis memorias de Primera Juventud. La conciencia de que pierdo el tiempo, de que no hago nada con orden, de que se me pierden las cosas. Hizo un calor tremendo. Me acosté después de almorzar. Almorcé tarde. A las tres. Me acosté me dormí. Me despertaba. Volvía a quedarme dormido. Entraba M y me decía: “¡Pero Argenis!”. sí, qué flojeras son éstas. Y me dormía y me despertaba. Por fin me levanto. Son las nueve de la noche. Se ha ido el día y se ha ido la noche porque en este país no hay nada qué hacer o nada que yo pueda hacer. Me doy un baño con agua caliente y otro con agua fría.
3 de Julio de 1972 .-
Diario con la noticia del asesinato del cantante Felipe Pirela en San Juan de Puerto Rico. (Me gustaba oírlo).
Encuentro entre militares y guerrilleros. (Lara y Falcón)
Me levanto temprano y sigo con El Octavo Día, de Thornton Wilder. Leo en un trabajo de un médico que a Fitzgerald no le gustaba mirarse los pies.
El sábado, en la librería El Gusano de Luz, había un cantante de tangos y yo le pregunté que cómo le parecía Felipe Pirela.
-Es un hombre que tiene una vocecita. (Y lo imito).-
Pirela estuvo de moda en 1960. Varias de sus canciones las bailé yo con J.
Después, en 1964, en Madrid, en la casa de Régulo Moreno Peña, yo oía un disco de Pirela que me hacía recordar la Navidad del 60.
Fui al Inciba a buscar mi beca y no me la pagaron. Dicen que hubo confusión, etc.
Por la tarde leí a Wilder.
Por la noche fui al cine: “Perseguidor Implacable”, una película policial. Distracción. Opio fácil, como decía Mariño Palacio. Mariño Palacio que fue mi ídolo y a quien olvidé por completo.
4 de Julio.-
Dice “El Nacional” que Felipe Pirela fue asesinado por un traficante de drogas.
Un helicóptero de las Fuerza Aéreas que buscaba a Vivas Vegas se cayó y murieron dos de sus tres ocupantes.
Faltan diez minutos para las nueve de la mañana. Ciclo de lecturas: Jack London, Georg Lukacs y Sherwood Anderson. Calma, mucha calma para volver con Dostoievski: La Casa De Los Muertos, Endemoniados y Los Hermanos Karamazov.
“El Nacional” no me publica nada. Mejor. Menos preocupaciones y más tiempo para mi obra.
Por la mañana al cine Palace: El Circo, de Chaplin.
Veo a de Armas Chitty. Dice que Guillermo Morón no es historiador y que él se opuso a que le dieran el Premio Nacional de Literatura. El votó por Alfredo Boulton.
Por la avenida Urdaneta me tropiezo con Fuentes. A pesar de que le ha ido bien con la edición de “Retén de Catia” se dice desmoralizado.
Tenemos que fundar una revista.
-Tú vas a ver cómo la gente va a venir a adularnos.
Recuerda que hace diez años, cuando nos reuníamos en aquel bar de la Florida no habíamos hecho nada. Ahora tú te has venido imponiendo como editor y yo he publicado unos cuantos libros. ¿Qué más quieres? Mientras uno trabaje verá los frutos. Recuerdo que cuando editábamos Entre las Breñas te fueron a embargar por tres mil bolívares y en este momento me dices que estás comprando unas máquinas de quince mil bolívares. ¿No es ese un trabajo? ¿De qué te quejas? Es natural que así sea, porque uno quiere más y más. El día que nos sintamos conformes entonces si es verdad que no hay nada que buscar en este mundo.
Comemos y nos despedimos.
Por la tarde de Armas Chitty me entrega un librito póstumo de Siso Martínez. Un comienzo de autobiografía. Nada. Dos capítulos cada uno de doce páginas.
5 de Julio.
El periódico con la noticia de la muerte de Raúl Leoni, un pobre diablo que fue Presidente. Raúl Leoni: un Diente Roto.
A las diez y media fui a la Capilla del Hospital de las Fuerzas Armadas a ver el cadáver del oficial que se mató buscando la avioneta de Vivas Vegas. Parece que este oficial, de nombre Ramón Alfredo Scovino Carrero era un íntimo amigo de Alirio. Pedro del Corral me señaló en el cementerio de Maracay y me dijo: “Ese era la llave de Alirio”.
Mediodía. Para entretenerme he empezado a leer “La Damita de la Casa Grande”, de Jack London.
Jack London vivió cuarenta años.
Recordando todo el día el velorio y el entierro de Alirio. Uno cree que nunca va a morir.
6 de Julio.
Esta madrugada, a la una y media, escribí dos cuartillas más de esas Memorias de Primera Juventud. En realidad, esta versión no es más que el primer intento.
Con el tiempo escribiré Otro intento de Autobiografía.
Pasé toda la mañana solicitando Libros de Jack London. ¡Ni uno! ¡Ni siquiera en la Biblioteca Nacional! ¡Qué país!
Por la tarde insisto. Veo las librerías que no vi en la mañana. Nada.
Hoy, que casualidad, me encontré con el otrora bachiller Pérez de mis Memorias.
-Venía pensando en ti – me dijo – Venía por aquí pensando: cónchale, ¿Qué se habrá hecho Argenis? Y levanto la cabeza y te veo.
Nos tomamos unos refrescos. Ahora no es bachiller. Es doctor. Odontólogo
Con asfixias. No llegaré a los cuarenta años. Y me apresuré en las Memorias. Escribí en unos pocos días, apresuradamente, lo que he debido escribir en varios años con paciencia.
7 de Julio.
Me levanté temprano a ver “El Nacional”. No salió el artículo. Julio me dijo que saldría hoy. ¡Listo, me cerraron esas puertas! Desde que escribo me han cerrado las puertas de “La República”, “Ultimas Noticias” y ahora “El Nacional”. Y ha sido por mi estilo y por mi manera de escribir. Yo no considero que se escriba por escribir. Yo sabía que me iban a cerrar periódico tras periódico por la forma mía de expresarme. Y por lo que digo. En mi fin está mi principio. El colmo fue mi nota titulada Más de Cien Poetas. Dije allí que en Venezuela no había poetas. Cuando más dos: Bello y Ramos Sucre. Y dije esto en el periódico de Miguel Otero Silva, un hombre que se cree poeta. Era intolerable.
Después de todo me han hecho un bien. Dedicaré todo mi tiempo, todo mi esfuerzo a escribir mi obra personal. Mejor así que fueron ellos los que me cerraron esas puertas. Se han declarado como mis enemigos. ¡Qué brutos! Siempre fue idea mía salirme de escribir notas. Pero esta gente ahora se descubre y me pone en guardia. Me tenían miedo, a mí, que no tengo ningún poder. O porque consideraban que sí tenía un verdadero y grande poder: el de este Diario; mis novelas; mis relatos; mis memorias. Se veían en mis obras. Un día nos va a meter la puñalada. Yo no le meto la puñalada a nadie. Yo escribo o describo. Le temen a otra de mis virtudes (o de mis defectos). Le temen a mi audacia.
Al Inciba. Me pagaron el mes de la beca. Díaz Sosa me dice que me hará una entrevista para “Mira”.
Reviso las librerías del Este. Ni un libro de Jack London. Además ya no hay librerías en el Este.
Pienso en ir a San Juan de los Morros a rebuscar en la casa de Adolfo. Él se llevó todos mis libros cuando mi viaje a Chile. Y yo tenía las obras de Jack London en la Editorial Siglo Veinte.
Llamé a Julio. Que no hay nada contra mí en “El Nacional”. Que mi nota salió en una edición para el interior. Que todo fue por culpa de la muerte de Leoni.
Esta tarde también la dediqué a recorrer librerías. Las pocas que quedan. En Antigua y Moderna compré el Diario de María Bashkirtseff. Edición de lujo. Librería Hachette. Buenos Aires. 1945. Y, al fin, después de tanto buscar, en la misma Antigua y Moderna, “El Valle de la Luna”, de Jack London.
Cuando llego a casa me dan la buena nueva de que ya mi trabajo ha sido pasado en máquina. En seguida me he puesto a corregirlo y he llamado a Fuentes. Nos veremos mañana en la imprenta. Ojalá no me falle, porque quiero salir de estas Memorias.
Necesito un pequeño reposo, que me lo daré leyendo “El Valle de la Luna”.
¡Se casa uno y encima tiene que trabajar! ¿No jile, eso no es conmigo! Yo me casé para no trabajar.
8 de Julio.
Hoy entierran al pobre diablo de Leoni.
En la mañana compré una edición empastada de las Confesiones de Rousseau y una biografía de Goethe por Marcel Brion.
A las once y media le entregué a Domingo Fuentes la segunda parte de mis Memorias, Primera Juventud, que escribí en tiempo record. Fuentes confía en vender tres mil ejemplares.
Creo que el próximo tomo de Memorias se titulará segunda Juventud y arrancará a partir de mi matrimonio con Julieta.
Necesito descanso.
No beber café. Sólo por las mañanas. Nada de alcohol. Tengo en suerte el que no fumo. Nunca me he fumado un cigarro.
¡Cuántos honores, cuántos homenajes, cuánto ajetreo, cuanta movilización para enterrar a una nulidad!
Y cuando me vayan a enterrar a mí no irá nadie.
El libro más crudo y más sincero de cuantos se han escrito en este país. (Propaganda).
9 de Julio.
Amanezco leyendo a Rousseau y un Diario de Blanco Fombona que no pude terminar el año pasado.
Comienzo a escribir un ensayo sobre escritores venezolanos. Supongo que se titulará La Frustración del Escritor Venezolano o algo por el estilo.
Llamo a casa de mi mamá. Adolfo atiende al teléfono. ¿Qué cuándo voy a San Juan de los Morros? Va saliendo. Qué busque entre los libros que tiene allá los de Jack London y me los traiga. Que está bien y que regresará mañana.
Llama José. Le digo lo mismo: que le pregunte a su amigo Winston si tiene libros de Jack London y me los deje mañana en la Librería de Moisés.
Propaganda: un libro crudo y sincero. Lo único crudo y sincero que se ha escrito en este país.
Son las seis y media de la tarde. No he salido de casa. He amanecido con gripe. He leído a Blanco Fombona y a Rousseau. A eso de las cuatro llamé a Fuentes. Le pregunté si había leído las Memorias que le entregué ayer y me dijo que estaba en eso.
-¿Pero cómo te parecen?
-Ahí responde fríamente.
-¿Cómo ahí?
-Bueno, hay cosas que se pueden arreglar.
Esto me desanima. Fuentes me ha hablado con frialdad. Tengo ganas de pedirle todos esos manuscritos y guardarlos y corregirlos con el tiempo. ¿Pero qué hay que corregir? Yo comprendo que me he apresurado, pero eso ha salido bien. Sin embargo no sé. Tal vez haya que insistir y alargar las cosas, las vivencias, narrar más y opinar menos. Yo soy el primero en dudar.
10 de Julio.
La noche la pasé con fiebre y no dormí. Son las ocho y media de la mañana y he llamado a Fuentes para decirle que no podremos encontrarnos en “El Nacional”. Creo que Fuentes se evade cuando le pregunto por mis Memorias.
Adolfo me trajo los libros de San Juan de los Morros. M pasará por casa de mi mamá a recogerlos.
Llama Winston, el amigo de José: me ha conseguido “Martin Eden”.
Pero no estaré tranquilo hasta que no consiga “Memorias de un Alcoholista”.
Me encuentro en casa acostado con un dolor de cabeza y un dolor en las piernas.
Releo un libro de Gonzalo Suárez: “De cuerpo presente”. La cabeza no me da para más.
Mañana y mediodía con fiebre altísima. A eso de las tres sudo gracias a una limonada, a dos aspirinas y a una bolsa de agua caliente en los pies y otra de agua fría en la cabeza.
La pasión malogra.
11 de Julio.
Amanezco peor que ayer. Tos, mocos, fiebre.
Afuera llueve. Anoche no dormí en toda la noche. A las cinco estaba en pie caminando por la sala en sombra.
A las nueve llama Fuentes. Está leyendo las Memorias. Hay una parte o unos capítulos que quiere que yo re-escriba. Sí, yo estoy de acuerdo con él. Me apresuré un poco. Pero se da el caso que él dice que fallo donde justamente creo yo que no fallo. Aquí está el problema. ¿Cómo hacemos?
Ayer me leí un libro de Gonzalo Suárez, pero hoy ni siquiera me he podido leer un relato de Hawthorne; se me cierran los ojos.
A las seis he ido con M a ver un médico. Son las siete y ya estamos de regreso. Tengo un virus en la garganta que puede correrse y provocarme una laringitis o algo por el estilo. No dejo de toser y la fiebre no me abandona. Todo el día pensando en quién admiraba a Bruto. Por lo general la gente que dice amar la libertad pone a Bruto de ejemplo.
12 de Julio.
Anoche fue una de perros. No dormí. Vómitos y una tos como nunca había tenido. El día lo pasé como por las nubes. Tampoco sin dormir. Ahora he mejorado un poco.
La noche y el día de hoy, aunque no me han permitido ni siquiera leer los titulares de los periódicos me han servido para pensar en el tema de la violencia que debo transcribir en mis Memorias. Yo fui un tonto Con la violencia se enriqueció un gentío. La mayoría se apropiaba del dinero de los asaltos o del dinero que enviaban de fuera. Yo en cambio ponía dinero de mi bolsillo y las prestaciones que me quedaron de la librería las gasté en movilizaciones. Yo no era idealista. Yo era tonto. Cuando me fui a las guerrillas me compré la ropa de caqui y lo demás con mi propio dinero y eso que me decían que no comprara nada “porque arriba sobraba de todo”. Va a ser un tema muy interesante este en que me voy a meter.
13 de Julio.
Aun con fiebre. Ni leo ni escribo.
Ahora la que se enferma es V, de cuatro meses.
Anoche fue otra mala noche. Pero en la madrugada C se vino del cuarto donde duerme a buscar a la madre y yo les dije que se fueran y me dejaran porque habíamos muchas personas encerradas en esta habitación y cuando se fueron yo me dormí y soñé que estaba en la calle principal de Las Mercedes del Llano y entre una multitud distinguí a mis hijas Clara y Valentina y yo las llamaba para entregarles un dinero y me saqué dos sucios billetes de Bs 10.
14 de Julio.
Aparece en “El Nacional” un artículo que titulé Es Con Todos.
Hoy amanezco mejor. Me duele la garganta. Pero es todo. Mocos, nada. Y la angustia por escribir, por leer, por hacer algo me está poniendo nervioso. Así pues, debo hacer algo.
Llamé a Ratto Ciarlo. Le gustó el artículo. Después me llamó él. Llamé a Julio para saludarlo. “¿Qué te habías hecho?, me pregunta. “Aquí en cama”, le respondo.
Después de comerse a la Revolución Cubana los escritores del Boom están aplicando todas sus energías en comerse la “Democracia Venezolana”.
Hoy salí a las dos y media. Fui a la librería “Cosmos” a retirar dos libros que me dejó Winston: “Martín Eden”, de Jack London y “Jack London”, por Richard o Connor.
Saqué de mi Diario una nota para agregar a mis Memorias. Armas alfonzo se expresa mal de Uslar. Dice que el año 49 le escamotearon el primer premio del concurso de cuentos de “El Nacional”.
Jack London, un hombre que se creó una leyenda. A los norteamericanos les gusta crearse leyendas: Hemingway, Fitzgerald. Cada quien se crea su propia leyenda como puede. Es un asunto de imaginación. Y de humor. Y no es cosa malsana ni dañina. El que no va a la guerra juega a los soldaditos de plomo.
15 de Julio.
Me levanté temprano a leer el periódico y después salí a ver unos libros de viejo. Lloviznaba. Enfermo. Pienso en el suicidio.
Regreso a esta casa de M donde vivo incómodo. Me acuesto con un libro de Hawthorne en las manos y me quedo dormido. Me despierto a las seis. Un día ido de esa manera.
Pienso que esto se acabó. No conozco a un tipo con menos ganas de vivir que yo. No tengo donde apuntar. Sin ideas. Y ya muerta la ilusión del novelista o del cuentista. Creo que no continuaré mis Memorias
Tal vez ha pasado que con mis cuentos y mis novelas me he desprendido de un mundo del que tenía que desprenderme y al hacerlo me he sentido vacío y para volver a empezar es necesario que deje llenar el pozo.
Quedaré por algunos (o todos) los relatos de Entre las Breñas; por La Fiesta del Embajador y por algunos trozos de Gritando su Agonía, es una pobreza quedar por eso.
16 de Julio.
La vecina de enfrente se muda porque han intentado violarle la puerta dos veces.
-Acuda a la policía -le dicen.
-No, la policía está de acuerdo con los ladrones.
Aquí han robado en todos los apartamentos. Falta éste.
Por la tarde leí algunos capítulos de “Jud el Oscuro”, de Thomas Hardy. Leí pesadamente y sin muchas ganas. No me llama la atención leer ni escribir y más bien pienso en la inutilidad de nuestro paso por la vida y me viene la idea del suicidio. Esta idea me había abandonado a raíz de la muerte de Alirio, pero últimamente me ha vuelto. Me veo encerrado, esclavo de mi pereza, con mis facultades agotadas, sin ideas precisas sobre nada. Es imposible que escriba otro cuento en lo que me queda de vida y mucho menos una novela.
Si no voy a hacer nada, ¿para qué vivir entonces? Yo no sé hacer nada. No tengo oficio, profesión, otra vía que sustituya lo que venía haciendo. En nuestro país la obra se hace hasta la edad que yo tengo. Vamos rápido.
17 de Julio 1972.
Yo pensaba que el escribir me iba a dar glorias pero me dio persecuciones, acechanzas, marginamientos y desconfianzas hacia mi persona: me tomé la literatura en serio, y la utilicé para protestar, desenmascarar, combatir y narrar podredumbres. Ahora estoy en una situación mucho peor que cuando empecé. Nadie quiere hacer nada por mí. Dicen que lo escribo todo, que soy de cuidado por la pluma, etc.
Por la tarde (a las cinco) he ido donde Fuentes y he perdido el viaje porque no lo encontré en la imprenta. Lo esperé una hora y no llegó. Regreso mal de la garganta a casa. No me abandona la idea de desaparecer de este mundo. ¿Para qué tanto afán?
18 de Julio.
Fui a “El Nacional” a llevar un artículo que a lo mejor no me publiquen porque lo titulé Por qué soy un Genio. Julio no se encontraba y se lo metí por debajo de la puerta.
De regreso, al bajarme del carro, oí que me llamaban. Me volví y distinguí en otro carro el rostro de mi primera mujer:
-Clara toca esta noche – me dijo.
-¿Dónde?
Me dijo, pero yo no oí por el ruido de toda esa cantidad de autos de la Avenida Bolívar.
Me vine a casa pensando en eso, en que mi hija tocaría esta noche. ¿Qué tengo yo qué hacer ahí? Yo no he hecho nada por esa hija mía. Ha sido su madre la que se ha esforzado y la ha levantado. Yo no he sido capaz de ayudar a nadie. De casualidad puedo conmigo. Toda la tarde me ha atormentado esta falta de responsabilidad.
A las cinco fui a la imprenta de Fuentes. Hice algunas correcciones en el original de las Memorias. Una pareja (hombre y mujer) pasaron preguntando por el autor de “Retén de Catia”. Tanto Fuentes como Esperanza sospechan. Puede ser la policía. Y el crimen que está a la orden del día. No hay de quién fiarse. Mucho menos de la policía, que es más peligrosa que los hampones.
He leído 24 páginas del “James Joyce” de Herbert Gorman. Mal día. Pésimo. Eso no ha sido leer.
Por la noche he leído 75 páginas del libro de Angela Zago “Aquí no ha pasado nada”. Es un libro escrito por una tonta, una mujer prejuiciada. No hay ahí nada de buena intuición. Es, cuando más, una de esas cosas que llaman testimonio. ¿Pero qué no llaman testimonio hoy en día? Habla de que “el caudillismo es malo”, desconociendo que en política todo es caudillismo y que en los Partidos Comunistas es donde más abundan los caudillos. Lenin, Stalin, Tito, Fidel Castro, el Che, etc… todos son o han sido caudillos. Habla de eso de amar la humanidad. ¿Y quién no dice amar la humanidad? Habla de todos esos lugares comunes de que la tierra es para el que la trabaje o para el campesino, cuando esto es un infantilismo. Ve un prado y dice que se parece a un “Jardín burgués”. ¿Es que sólo los jardines burgueses son lindos y bien cuidados? ¡Qué tontería! ¡Un jardín se cuida en todo sistema! Para Angela Zago “los campesinos son unos niños. Ingenuos, llanos, simples. Dicen exactamente lo que piensan”. ¡Qué tonta! Como se aprecia que desconoce el alma humana y tal vez un campesino es más complicado que una persona como ella.
19 de Julio.
Por la mañana a “El Nacional”, donde vi a Julio. Que hace un trabajo sobre Joyce.
Me metí en el Palace a ver “La muerte anda a caballo”, un film de vaqueros.
Lectura de algunas páginas del “Joyce”, de Gorman. Faltan cinco minutos para la una.
20 de Julio.
Anoche cené con Fuentes y su señora, Esperanza. Se acordó que las Memorias saldrán pronto. Yo dije que no me preocuparía. Eso ya no me incumbe.
Hoy salió en “El Nacional” mi nota titulada: “Por que soy un genio”.
Cuando soy un hombre acabado, qué no sé que hacer, que carezco de casa o donde caerme muerto me peleo con M, en quien yo había puesto las esperanzas para que me alimentara o me mantuviera. A los 36 años, casi a los 37, ando dando tumbos y estoy acobardado.
A las cinco me metí en un cine a ver “Un asalto audaz”, con Warren Beaty.
Acabo de llamar a Fuentes. Le gustó la nota.
Desmoralización absoluta. Y no me voy por miedo. A los 36 años uno no vale nada en este país. Tampoco es esa edad para empezar una nueva vida. Nunca me he sentido tan jodido como ahora.
Bueno, he leído ese libro de Angela Zago. No pudo hacer más que lo que hizo. Para empezar está bien. Pero el libro en general es tonto. No se puede negar de que es un documento y en eso hay valor. Pero las exclamaciones son tontas. Y esas ideas estereotipadas también son tontas.
Pensando todo el día que lo más importante que me ha acontecido en los últimos tiempos es el temor, el miedo, la falta de confianza en mí. Tengo miedo de quedarme solo, de que quede en la calle, de que no pueda leer ni escribir ni pueda tener paz y tranquilidad; tengo miedo de convertirme en un mendigo y pienso que terminaré así, como Horstwood. Envejezco. No tengo arranques. No soy capaz de ninguna audacia, de ninguna locura. Ya eso se acabó para mí. Estoy acorralado. Anoche hablaba con Fuentes de esto y le decía que debía apurar la publicación de la revista. Yo necesito de un modus vivendi. Necesito un cuarto para mí solo, para refugiarme en él cuando me echen de donde vivo. En el apartamento de mi mamá no podré vivir. Allá sólo hay un cuarto disponible que comparte Felipe y José. ¿Y dónde leería y escribiría yo? Este año será mi último año de beca. Estoy seguro. Y sé que me van a dar la patada o que yo por vergüenza me voy a ir. La patada me la voy a dar yo mismo. Sentir vergüenza es darse una patada.
Once de la noche: escribo un artículo que titulo La Violencia. Ojalá me lo publiquen.
21 de Julio – Viernes.
Esta mañana fui a entregarle dos artículos a Julio para la página que dirige en “El Nacional”. De regreso, a las diez y cuarto, me metí en el Palace a ver “Siete hombres y un destino”, una película de vaqueros muy mala.
Por la tarde salí a pagar una cuota de mi pasaje de regreso y compré una cantidad de libros en un puesto de lance.
Mañana M, las niñas y yo nos vamos a Valencia. M va a presentar un trabajo en la Universidad de Carabobo. Yo trataré de quedarme en casa de su madre leyendo. De paso trataré de caminar por todo aquello a ver qué se me pega para adquirir una vivencia que me sirva más adelante para un cuento o un capítulo de novela.
A las seis de la tarde fui a la Librería El Gusano da Luz a llevar unos ejemplares de Entre las Breñas y de Gritando su Agonía. Allá vi a don Julio Garmendia, viejo ya, encorvado, sentado, silencioso y sin la chispa aquella para hablar y hacer reír. Elogió mi nota de ayer y me dijo que iba a publicar un nuevo tomo de cuentos. Don Julio pasa de los setenta años. Ha publicado dos libritos y después, como desabrido o aburrido se ha marginado por ahí. De la pensión en que vive se va a la Plaza Bolívar y de la plaza Bolívar, andando, a la Librería El Gusano de Luz. Aquí se sienta y habla con Tablante o con algunos profesores. Los profesores lo admiran o lo quieren. Claro. Don Julio es inofensivo y no amenaza a nadie. Yo quisiera que no muriera antes de la aparición de mis Memorias.
Quisiera sacarle unas sonrisas. Quiero que vea que yo también tengo mi chispita de humor.
22 de Julio.
Por la mañana a la Biblioteca Nacional a buscar unos libros que no encontré.
Esta tarde, a eso de las tres dice M, nos iremos a Valencia.
Aquí, según parece, pasaremos una semana. Una semana que me servirá para caminar aquello. Lo malo es que no leo nada bueno. No encuentro nada bueno y por eso pienso en volver, volver siempre, a Gogol, a Balzac, a Dostoievski. Si no ¿cómo se escribe?
A mediodía fui al Gusano de Luz y allí me vi con Manuel Bermúdez, Augusto German Orihuela y el “negro” Freddy y nos fuimos a la casa de Fco. Herrera Luque. Iba también Pedro Fco. Lizardo; nos tomamos unos whiskys.
(Faltan 22,23,24,25,26,27,28,29,30)
31 de Julio.
Hoy y que parte mi hermano José hacia Madrid. Eso me ha dicho. Parece que me llamará al mediodía para que conversemos y yo le dé unas recomendaciones. Falta un cuarto para las doce.
Estuve en “El Nacional” y hablé con Julio Barroeta y Sanoja y Sanoja levantó un cuaderno y me dijo:
-Aquí llevo unas cuantas cosas sobre ti.
Julio dijo que eso de pasar a la historia no es buen negocio.
-Cuando uno pasa a la historia no se salva – dijo – ¿no viste lo de César? Pasó a la historia para que lo llamaran marico.
Almuerzo con mi hermano José y su amigo Winston Campos. Mañana se van a Madrid.
1 de Agosto.
Relectura de “Una temporada en el Infierno” y de algunos cuentos de Cadwell. Pero es mi creencia que he perdido todo contacto con la gente y no podré narrar nunca jamás nada.
Esta mañana fui a “El Nacional” a llevar una nota y allí vi a Sanoja y a Julio Barroeta. A esta gente la veo casi todos los días, es la única gente, puede decirse, que trato en Caracas, pero de ella no sé nada y nunca se descubren. Entonces, ¿Cómo puedo escribir?
Por la tarde releo a Rimbaud y a Daniel Rops. ¿Pero qué hago con eso? No ejecuto ninguna acción. No me decido por nada. No escribo. He olvidado cómo se escribe un cuento. No quiero o no puedo aventurarme en una novela. Me he acabado. Y uno vive muerto en vida. Como yo ahora a los 36 años. A los 40, si llego, seré un idiota.
A las siete y media de la noche fui al cine con M a ver una película de Vittorio de Sica que no me gustó.
Necesidad de un cambio. Viajar. Salir de esta Caracas cuanto antes. ¿Pero cómo? ¿De qué manera? M es la que trabaja y dice que no puede abandonar su trabajo en la Universidad porque se moriría de hambre. Y yo no voy a trabajar, no me voy a esclavizar. Antes me metería un tiro. Esta idea vuelve a rondarme. No se justifica el que yo siga viviendo. Hice lo que tenía que hacer. Bien poco por cierto y de escaso valor.
Yo mismo, a esta edad de 36 años en que escribo el presente trabajo, me creo un frustrado. Ya no espero seguir escribiendo cuentos o novelas. En este país no hay ningún estímulo para la gente como yo. Cuando contaba 28 años y publiqué “Entre las Breñas” la gente, en vez de elogiarme o alentarme lo que hizo fue atacarme, llamarme traidor, vendido, todo lo imaginable por impedir que uno siguiera escribiendo. La gente envidió mi talento. Envidió mi fuerza. La gente comenzó a conspirar para malograrme. Eso, lo digo para que mis enemigos se alegren, hizo mella en mí. Me dijo cómo era la gente de mi país. Cómo eran mis contemporáneos. Me habló de la bajeza, del rencor, de la mezquindad y de la podredumbre de los tipos que me rodeaban. Supongo que a Arturo Uslar Pietri le pasó lo mismo cuando los adecos derrocaron a Medina y lo mandaron a él (a Uslar) al exilio y sólo para exaltar a un solo escritor: a Rómulo Gallegos: a Rómulo Gallegos. Sin embargo Uslar Pietri ha tenido el suficiente coraje para sobreponerse y escribir sus mejores cuentos en la sesentena.
Lo que no ha sucedido con mis contemporáneos que no son más que unos tontos miserables que andan detrás del puestico.
De la gente de mi generación que conozco Rafael Cadenas da prueba de tener un gran don de poeta. Lo mismo Francisco Massiani. Y ese otro muchacho José Balza. Esto no pasa con Daza, que teniendo una facilidad para la expresión se ha amargado por las condiciones de vida que lleva.
Orlando Araujo es un hombre de gran talento para la crítica y el hombre menos mezquino que he conocido en el asunto este de la literatura.
José Vicente Abreu escribió un buen relato con “Se Llama SN”.
Domingo Miliani es crítico metódico. Aun no ha hecho lo que debe hacer.
Lo de Adriano González León no sirve. Nada. Sus cuentos son fríos y sus frases cursis, tontísimas. Su novela “País portátil” es el libro más cursi de la literatura venezolana.
Salvador Garmendia es un pobre hombre que trabaja.
Palomares ha escrito unos buenos poemas.
Creo que no hay sobre quién más opinar.
2 de Agosto.
Nada. Me levanto antes de la siete. Periódico. Busco las noticias de muertes. Un hombre asesina a su mujer, una profesora, y después se suicida. Locura o valor.
En toda la mañana, en la que me dediqué a recorrer librerías y puestos de libros, gasté todo el dinero en libros y después vi a Julio Barroeta Lara y Argenis Daza Guevara, con los que apenas hablé.
A Miliani, leo en el periódico, lo atropelló un carro.
-Eso fue por darle él dado su apoyo en el premio Rómulo Gallegos a García Márquez.
Dios es muy inteligente. Y al Vargas Llosa le pasará algo semejante por escribir un libro que se llama Historia de un Deicidio sobre el mismo tipo ése.
Lectura de cuentos de Caldwell, Chejov y Bierce. Pero sin vida no se pueden escribir relatos. Yo no vivo desde hace tiempo y por eso nunca más he podido escribir un relato.
Por la noche fui al Cine Prensa a ver un film soviético basado en Crimen y Castigo. ¡Malo e incompleto!
¿???
3 de Agosto.
Aparece en “El Nacional” una pequeña nota mía que titulé Viaje a las Regiones Desconocidas. Se trata de un capítulo de las Memorias que tiene Fuentes en su poder. Fuentes, el misterio, a quien llamo y no responde. Primero me dicen que sí está y después que no porque salió. Faltan veinte minutos para las diez de la mañana.
4 de Agosto.
Salí (ayer) a las nueve y media de la mañana y regresé a casa a las diez de la noche. Me tomé unos cuantos tragos en “El Nacional”. Le dije a Miguel Otero Silva que él salía en mis Memorias. No dijo ni pío. Se quedó completamente callado. Conocí a Reinaldo Cervini. Me retraté con Gustavo Machado. Llegó el mocho Ledezma con una sobrina con la que vive. Es lo que me dijeron. Conocí a Núñez, el ganador del premio de cuentos y me abrazo. Toda esta juventud me admira y me aprecia. Por la tarde, después que terminó todo, Ramón Sosa Montes de Oca, Félix Guzmán, Ludovico Silva y otro señor que no conozco nos fuimos a la casa de Montes de Oca a echarnos unos tragos. Yo vomité. Y dejé olvidado un paquete de libros. En la mañana de hoy fui al Inciba a hablar con Díaz Sosa. No me pagaron la beca. M me pidió dinero y por eso salí a cobrar la beca. No sé qué pasará cuando me quiten la beca. No trabajaré. No seré un asalariado de nadie.
Cuando pienso en la cantidad de enemigos que tengo y que me rodean y cuando pienso en la campaña que constantemente me hace esa gente flaqueo y creo que no podré con ellos y que terminaré vencido, flaqueo y busco una salida. ¿Pero cuál? Y sólo estoy seguro de una cosa: mi fuerza está en mi trabajo, en escribir, en no perder un solo día, en leer, en apartarme de todo y de todos. Así será como venceré. Cerrar los oídos, evitar los círculos, aislarme más y más y hacerme fuerte dentro de mí para golpear con obra. ¡Ah, esto no me será perdonado, pero venceré mientras no sea perdonado! Venceré. No dudo de mi. Mi flaqueza es apenas de unos segundos.
5 de Agosto.
Lectura de un ensayo de Burnham sobre Maquiavelo. Viendo que crecen mis enemigos. La gente se molesta con las notas que publico. Hoy unos profesores me preguntaban que por qué había escrito yo aquella nota titulada “Por qué Soy Un Genio” y yo les decía que por humor.
-¿Por humor? – me respondían – Esa nota no tenía nada de humor y tampoco explicabas nada.
Entonces yo callaba y ellos insistían:
-Explica por qué la escribiste.
Y en todos ellos se veía la maledicencia. Y un pintor que llegó ahí, de nombre Hugo Batista, dijo a mis espaldas que yo tenía una beca del Ministerio de Relaciones Interiores. Y nadie más que él sabe que la beca que tengo es del Inciba y gracias a Díaz Sosa. Lo que pasa con el pintor ése es que era comunista y después traicionó para aceptar un cargo de censor de cuadros. El, como todos los traidores, carga un complejo de culpa.
Yo todo esto lo soporté callado porque estoy solo y nada hago con caerme a golpes con nadie. No es solución. Y conste que yo podría matar a alguien con un buen puñetazo. En todo ese tiempo que soportaba el temporal me consolaba recordando una frase de Maquiavelo que cita Burnham en su estudio: “Es necesario, pues, ser zorro para conocer las trampas, y león para espantar a los lobos”. Sí, soy un zorro para evitar las provocaciones y soy un león cuando amenazo con mis diarios y mis memorias.
6 de Agosto.
M cumple 35 años.
Yo salí. Del Gusano de Luz nos fuimos a casa de Orlando Araujo, en San Antonio de los Altos. Definitivamente ya no puedo reunirme con nadie. A todos molestan mis conversaciones y mis artículos. Y me temen. Orlando dijo que no me había invitado y me previno que no se me ocurriera escribir acerca de él. También su mujer me insultó. Pero más tarde yo agarré el camino y hablé y todos me oían en silencio. Había un grupito de mi parte.
Llego a casa a las 8 y media o a las nueve. No sé qué decirle a M y ella tampoco me dice nada.
-Ese señor no puede decir nada de eso porque nosotros tuvimos que corregirle el cuento ése para premiárselo y publicárselo.
¿Dónde voy a terminar yo?
7 de Agosto.
Mi mayor desgracia es que soy un escritor maldito que ha vivido demasiado tiempo.
Uno debiera morirse por las tonterías que dice.
11 y media de la mañana. Me llama Fuentes:
-Oye, vale, vamos a ver si nos vemos.
Y me habla de un plan para una revista. Mis Memorias, él lo ha calculado, aparecerán a finales de septiembre.
Compro “El Pavo Real Blanco”, de Lawrence. No leo a Lawrence desde que me encontraba en Bruselas.
Luis Alberto Crespo es un tipo que ha administrado muy bien sus cuernos.
Hoy he releído un capítulo de las obras de Isaac Deutscher sobre Stalin y por la tarde he ido al Cine Prensa a ver una versión (nueva) de “Cumbres Borrascosas”. He salido decepcionado de allí. El director, ni los actores, captaron el espíritu de los personajes. Nos narraron una historia de amor, no una historia de odio y de venganzas.
8 de Agosto.
Fui a “El Nacional” a llevar un pequeño capítulo de mis Memorias como artículo. Pero no le dije nada a Julio. Creo que sale mañana.
Llamé a Fuentes y me dijo que lo esperara en el botiquín de El Capitán. Le van muy bien los negocios. Se le han agotado los libros que ha editado últimamente y le ha pagado a sus autores.
-Vamos a ver si el tuyo es un éxito para pagarte -me dijo.
Bebimos cerveza. Fuentes estuvo espléndido. Comimos y yo me bebí una copa de Carlos I.
Proyectos de la revista. Llego a casa a las 8 de la noche. Día perdido. Sin embargo el contacto con Fuentes me entusiasma y en realidad es el único amigo con el que me siento a mis anchas. Si la cosa le sale como es debido yo podré contar con mi revista, mi medio de expresión, mi arma.
9 de Agosto.
Sale en “El Nacional” la nota que le llevé ayer a Julio. Creo que es una nota perfecta. O un capítulo perfecto de mis Memorias.
Me levanté muy temprano hoy porque M tenía que irse a las 7 y cuarto para el Hospital Universitario. Según y lo que le digan tendrá que operarse unas verrugas que tiene en el brazo izquierdo.
Llueve pero hace calor. Falta un cuarto para las ocho y yo no sé que hacer. Ni una idea. Ni una lectura que me atraiga.
Estoy convencido de que soy el más grande escritor que ha tenido este país. Mi pequeño capítulo aparecido en “El Nacional” de hoy es admirable. Nunca, jamás ni nunca nadie ha escrito algo semejante en Venezuela. Y muy pocos en América Latina.
Son las ocho y media de la mañana y aun sigue lloviendo. Creo que me meteré en el cine a ver una película de acción.
Noche. En casa del Teniente Coronel Aquiles López. Ha escrito dos libros, además del Diario. Todo eso me lo debe a mí, me dice. Cuando me conoció en Bruselas no era más que un gritón. Yo lo fui conduciendo y prestándole libros y leyéndole algunas notas de mi Diario. Y así hasta que un día se me presentó y me mostró una libreta: “Yo también estoy escribiendo lo mío, me dijo, y te lo dedicaré a ti, que has sido mi maestro.” Etc.
10 de Agosto.
Mañana: llamé al Inciba. Aun no ha salido el cheque de mi beca. Falta que Tarre me la quite. Me haría un bien. Mientras más acogotado mejor. La secretaria de Díaz Sosa, que estudia periodismo, me dijo que la clase de ayer en su curso estuvo dedicada a mí.
-Usted tiene su público -me dijo.
Con M, que está empeñada en alquilar un apartamento.
Yo he cargado en mente internarme en un monte. Visión de Thoreau. El Orinoco. San Juan de los Morros, las afueras. Es que lo de M va a terminar mal. No sé por qué lo presiento. No sé si me falta valor o qué, pero no me atrevo a dar un solo paso por mi cuenta.
Noche: regreso a las siete y media. Estuve en el cine de la tarde viendo “Sin Motivo Aparente”.
Lectura de un ensayo sobre Byron escrito por un joven escritor español.
Tropiezo con José Carrillo Moreno que me dice:
-Descubrí que mis abuelos y mi padre eran asesinos y ladrones, pero yo no tengo sino de ladrón.
Con la maldita pesadez y la indecisión.
11 de Agosto.
Me levanto antes de las siete. A esa hora llamo a Carrillo Moreno. Que me llevará el Diario de Pío a su oficina. El lunes. Trago de café. Dos tragos más de café. A las ocho, sin desayunarme, me voy al Inciba. Mi cheque ha salido. Tomo un carrito de los de Chacaíto y cuando desciendo siento un dolor parecido a aquel que me atacó en Bruselas. A penas si puedo moverme. No obstante atravieso la Avenida Miranda y me monto en el autobús que me dejará en Las Mercedes. Camino las tres o cuatro cuadras hasta el Inciba. Llevo el dolor como si no sintiera nada porque en el Inciba yo tengo muchos enemigos. Si me ven débil, adolorido se alegrarán y hasta podrá haber quien me ataque personalmente. De manera que camino como si nada y más bien erguido. Mis antiguos enemigos están aquí. De la revolución dieron el gran salto y se instalaron aquí. Aquí se está más cómodo que pregonando revoluciones. Y se gana regular. Hay quien se mete él, a su mujer y a los hijos. Entro en el Departamento de Administración y retiro mi cheque. Saludo a dos o tres personas. El dolor no se me quita un instante. Creo que me encalambra el brazo izquierdo. Subo a la oficina de Díaz Sosa. Este no ha llegado. Su secretaria, que estudia periodismo, maquetea una página. Llamo a casa y le digo a M que estoy casi postrado. En realidad estoy sentado en la silla de Díaz Sosa. Son las ocho y media.
-Vete al Hospital Universitario, me dice M.
Me despido de la secretaria de Díaz Sosa.
-Dígale que le telefonearé -le digo-. Y desciendo tanteándome la espalda, el lado izquierdo de la espalda que es para donde se me ha corrido el dolor. En la calle detengo un taxi y me hago conducir al Hospital Universitario. Emergencia. M ya está allí detrás de la puerta. Pero el hombre no me deja entrar. Abre por la insistencia de M, pero me dice que tengo que coger un número.
-¿Aquí, en emergencia?- Le pregunto.
-No, aquí no, en Medicina General. Aquí no podemos atenderlo. Aquí atendemos a los que traen en camilla. O a los heridos.
-Ah, bien.
M me dice que nos vayamos a la Clínica Razzetti.
-No, le respondo yo, no tenemos dinero y este es un hospital gratuito. Tienen que atenderme. A lo mejor lo que tengo es un conato de infarto.
El hombre me dice que si quiero esperar que espere. Y me señala una silla. Me siento al lado de miles de pacientes, la mayoría llagosos. Pero a nadie atienden aquí. Sale un médico y dice que adentro hay una persona grave. M permanece de pie y yo sentado. A la media hora aun no nos han atendido. Mirna me repite de que nos vayamos a la Razzetti.
-Aquí te mueres -me dice.
Y nos fuimos. Nos fuimos a la Razzetti donde me atendió un doctor joven. Examen. Nada en el corazón. Angustia. Dolor muscular. Mala digestión. ¿Mucho trabajo? Sí, pero un trabajo que no es trabajo. Yo soy escritor.
-Un intelectual -le digo al doctor y me río.
Le pagamos a una monja y nos dirigimos al IPASME a comprar los medicamentos. El trabajo de quince días se me evaporó en un rato. Yo, que desconozco a Venezuela, no me decidí por el trabajo más rendidor: la del “pesado”. Pero no sé como se estudia para “pesado”. “Pesado” es aquel a quien se le abren todas las puertas. Y yo he sido bruto, cogí la contraria, ésa del que siempre encuentra las puertas cerradas o hace todo lo posible porque se las cierren. Son las doce en punto del mediodía. M me dice que temía por mí.
-No, yo no puedo morirme todavía. Aun no he hecho nada. Nadie como yo se muere antes de hacer lo que se propone. Y yo me he propuesto hacer cosas muy grandes.
El que se propone grandes metas no muere hasta que las cumple.
Tarde: acompañé a M al Hospital Universitario. Se operará mañana de un tumor que tiene por herencia de su padre.
Llama Fuentes. Que ya tiene las primeras pruebas de mis Memorias. Son las ocho y veinte de la noche y dice que pasará por aquí. Que lo espere abajo. El llamará cuando salga.
12 de Agosto.
Estuve con Fuentes y Esperanza. Planes. Una revista. Conservar el equipo. Me mostró pruebas de mis Memorias. Eso fue anoche.
Hoy he ido al Hospital Universitario. M fue operada. La vi a eso de las diez y media. Le dejé el libro que cargaba: una antología de cuentos norteamericanos.
He venido a casa a comer y a bañarme. Cabeza completamente vacía. Orlando Araujo me teme. Por lo que yo pueda escribir acerca de él. Nunca lo pensé. Pero en mis Diarios sí tengo notas que lo afectarían; es tonto Orlando. Se preocupa mucho por lo que puedan decirle o enrostrarle. Pero no da pie con bola. Su segunda mujer, Trina, cree que la liberación de la mujer está en decir groserías, “o hablar como los hombres”.
Hay que ser orgulloso con uno mismo, no con los demás. Es a uno mismo a quien hay que exigírsele y olvidarse de los demás. Es un error, una equivocación exportar el orgullo. El orgullo es un rasgo del genio.
13 de Agosto.
Anoche relectura de algunos cuentos de Dreiser.
El día de hoy es lluvioso. Son las nueve y media de la mañana. Estuve leyendo sobre Jane Austin, de quien no he leído nada, porque pensaba entrarle a su “Orgullo y Prejuicio.
Ellos tendrán el dinero, pero yo seré el más grande.
Orlando Araujo teme que yo escriba sobre los amores que tuvo con Vilma Vargas, la actual mujer de Di Prisco. Di Prisco no lo sabe y es amigo de Orlando y el que le dio el Premio Municipal de Prosa de este año. También lo incluyó en una antología de cuentos. Me dicen que Orlando y los Di Prisco se llevan a las mil maravillas. La mujer de Orlando, la Trina, conoce todo el tejemaneje, que se ríe de las “travesuras de su marido, de Orlando, desprejuiciada, evolucionada, muy por encima. Por esto también habla con la grosería por delante. Me dijeron que cuando paría el segundo muchacho y se encontraba en la clínica comentaba con grandes risotadas:
-¿Orlando? Anda emborrachándose y atacándole las mujeres a los demás.
14 de Agosto.
Me levanto a las seis. A las siete trabajo en un artículo que titulo con “Morir o Reventar”. Así se llama una novela de James Jones.
Fui al “El Nacional” a llevar ese artículo
Lectura de un trabajo de Jorge Zalamea Borda sobre Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarme.
A las tres al Hospital Universitario a ver a M. El brazo operado se le infectó. Tendrá que quedarse unos cuantos días allí. Ya lleva cuatro. Comparte la habitación con una costarricense casada con un venezolano. La mujer tiene algo en la sangre y tiene 23 años. Su marido 26 y es ingeniero agrónomo. La interrogo sobre su país, me hago una idea y me dan ganas de salir volando hacia allá.
15 de Agosto.
Me levanto y releo algunos capítulos de “Los Endemoniados”. Discusión con Alice. Ella cree en el hombre nuevo. Yo no. Para mí el hombre será igual en todas las épocas del mundo. Se quitará o se desprenderá de algunos prejuicios, pero se creará otros. Y así. Nunca dejará de ser ambicioso, cobarde, hambriento, etc. En general, el hombre tiene para mí más defectos que virtudes. Y no creo que tenga muchas virtudes. Acaso ninguna. Esa virtud que se ve en el hombre es una máscara que él mismo se ha hecho.
Seis y media de la tarde. La mañana se me fue en ir a “El Nacional” y meterme en una librería donde compré “Maquiavelo Historiador”, del argentino José Luis Romero.
Dos cervezas. Almuerzo. Lectura de algunas páginas del “Stalin” de Deutscher.
A las dos y media salida para el Hospital Universitario a visitar a M.
En la Librería Internacional veo exhibido un libro de Max Aub, quien murió hará cosa de dos meses. “La Gallina Ciega, Diario Español”. Entro y lo compro. Todo lo que sea diario me interesa.
Un hombre asesina a su amante porque ésta quería irse a pasar el día en la playa. La mujer de 23 años trabajaba en un banco y hoy los bancos cerraban. El hombre declara en la policía:
-Me dijo que se iría a la playa con unas amigas y se quería ir a pesar de que yo le rogaba que no fuera.
El hombre, casado, con dos hijos y de 28 años, dice que cometió un crimen.
16 de Agosto.
Anoche leí algo de los libro de Max Aub, “La Gallina Ciega”. Y hoy, muy de mañana, me he sentado a escribir un artículo que titulé con cuatro palabras de James Joyce: “Silencio, Exilio y Astucia”.
Donde Julio a llevarle ese artículo. Julio me dice que hay gente que para no caer da una cena semanal:
-Tú conoces a uno, a Manolo Rivero, pero no digas que yo te lo dije.
Viene Dorante. Se aparece Fuentes. Bajamos y comemos. A las tres Fuentes me deja en Santa Teresa donde cojo un carro que me llevará al Hospital Universitario a ver a M.
Regreso del Hospital Universitario. ¡Qué pesado es ese “Diario Español” de Max Aub!
Sanoja contaba hoy en la oficina de Julio que a Adriano lo mandaron a lavarse el culo en un foro sobre la violencia.
-¿Y de su mujer, ¿qué? – le pregunto.
-Se separaron. Ella anda por su lado. Dicen que se acuesta con Tarre Murzi.
-Ah.
17 de Agosto.
Un día completamente perdido en todo. Como lo vengo haciendo, salida en la mañana para “El Nacional” y meterme en la oficina de Julio. Compra de dos libros: “La Ahorcada”, le Lilian Halegua y “Los Pasos Perdidos”, de André Breton.
Almuerzo con Fuentes. Las mismas conversaciones. Yo hablo de mis ambiciones etéreas y de mis bravuconadas y él de sus proyectos editoriales.
Me voy al Hospital Universitario a visitar a M. Son las tres y media y el sol pega fuerte. Sudo. Me duele la cabeza. Llego echando chispas. Me vengo a casa, me baño con agua fría y me acuesto con el “Nietzsche” de Jaspers del cual leo unas páginas que no entiendo del todo.
Vuelta a salir a visitar a M y regreso a las nueve y media a encerrarme en este cuarto sin luz donde no podré leer. Fin de todo y fin de la jornada. Mañana el día será distinto si aparece mi nota que titulé “Morir o Reventar” y donde califico a los venezolanos de indiferentes y de resignados a todo mal. ¡Ojalá no me la censuren!
Me dijo Moisés, el dueño de la Librería Cosmos, que un Rodríguez de Barcelona le había pedido mis libros contra-reembolso.
-Si -le digo yo-, ahora todos los Rodríguez se creen familia mía, sobre todo desde que escribí diciendo que era un genio.
18 de Agosto.
Soñé que no salía mi nota y que en su lugar salía otra, también firmada por mí. Me levanto, bajo a comprar el periódico y así es en efecto. Voy a “El Nacional”.
-¿Qué pasó? – le pregunto a Julio.
-La otra nota era muy dura. Yo estaba en casa y me regrese corriendo a sacarla.
-¿Pero la vas a meter?
-Sí, creo que si.
Yo estaba loco porque saliera esa nota en la que decía que los venezolanos eran unos resignados que vivían diciéndose machos y no hacían nada para salir de condición de colonizados por los gringos y europeos. Etc.
Voy a buscar a M al Hospital Universitario. En casa a M se le van dos puntos.
Compra de dos libros: “La tragedia de Marilyn Monroe” de un tal Reiner y el Diario de Ernst Jünger.
Al Gusano de Luz. Allí están un profesor que parece un hindú, Manuel Bermúdez, don Julio Garmendia, Freddy (a quien llaman el negro y que es el dueño de la librería, una joven de apellido González y que según dicen es amante de Miliani y Néstor Tablante y Garrido. Discusiones por nada. O por mis artículos. Que cuando sale el primer tomo de mis Memorias.
-¡Cuidado me mete ahí, carajo – grita Tablante.
Se pone furioso al oír de mis labios que él sale ahí.
Salta, corre detrás del mostrador y regresa con una pistola en las manos.
-Yo si le meto un tiro. Yo no soy los demás que usted ha jodido. Yo me recuesto de un estante pensando en golpearlo en la garganta para quitarle la respiración y ponerlo fuera de combate. Un silencio se cierne sobre todo eso. Bermúdez dice que se va. Lo mismo el profesor que parece un hindú. Por quien más lo siento es por don Julio Garmendia, que cuenta unos setenta años. Tablante sigue gritando, se encasqueta la pistola en el cinturón y continúa:
-Yo lo voy a matar a usted. Usted no me conoce a mí.
-Tú eres tonto – le digo.
Don Julio desaparece. Estaba en el baño o algo así. Dice:
-Para venir aquí habrá que venir armado. Habrá que decir: “cojo este revolver porque voy para El Gusano de Luz.”
Es un chiste. Pero no estamos para chistes y nos reímos bien poco. Tablante ha venido amenazando con suicidarse, me dice Freddy, y por eso se compró esa pistola. Es peligroso un tipo así. Ya yo no le hablo. ¡Coño!
Llega Pedro Fco. Lizardo. Nos bebemos botella y media de whisky. Tablante se ha quedado solo y no acepta beber nada. Ahora nadie le habla. Una vez que Bermúdez va a decir algo sobre mí o sobre mis artículos, la señorita o señora González dice:
-Ya basta de Argenis Rodríguez.
Y Bermúdez también se calla.
En casa trato de hacerme una idea de todo esto. No hay una sola persona que esté realmente conmigo. Acaso Julio, que es quien publica mis notas. O Fuentes, que es el que publica mis libros.
19 de Agosto.
Volviendo a lo de ayer. Bermúdez también me dijo algo similar.
-En el Pedagógico – me dijo- la gente me dice: “¿Cuándo le vas a dar su leñazo a Argenis Rodríguez?” tú eres el único defensor que le queda.
Son las ocho de la mañana. M se ha ido al Hospital para hacerse examinar los puntos que se le fueron. Eso cicatriza mal.
A la gente no le gustan mis artículos porque digo que el venezolano es un frustrado… y aquí todo el mundo se cree una gran cosa y se las da de autosuficiente. Etc. Mi nota de ayer con todo y que no me gusta es extraordinaria al respecto.
A Cristo lo que no le perdonaron sus contemporáneos (ni los que comparten sus ideas) era que se autocalificara “hijo de Dios”. Eso era demasiado. Pero Cristo tenía el coraje de autocalificarse “hijo de Dios” no cedía. Y aun antes de morir en aquella cruz exclamó: “Padre mío, por qué te has olvidado de mí”.
A ningún hombre le perdonan que diga o proclame lo que él se cree. O lo asesinan, como hicieron con Cristo, o lo califican de payaso para destruirlo de otra forma.
20 de Agosto.
Ayer estuve leyendo ese libro (¡malo!) sobre la Monroe y esta mañana lo he continuado con desgano. Me asombra la manera cómo pierdo el tiempo. Ni leo ni escribo. Tampoco es que en esta casa no se puede ni leer ni escribir. Duermo con M en un cuarto y aquí también está la cuna de V y mis libros también están aquí y mi máquina y la ropa y todo y la gente está entrando y saliendo.
21 de Agosto.
Lo único importante que he hecho en el día de hoy ha sido ver la película de “La Naranja Mecánica”.
Del cine también salía la Margariños quien me dijo que él también escribía sus Memorias pero que las dejaría para que las publicaran después de su muerte. No le pregunté el porqué, pero pensé en que debería destilar hiel contra la otra Lira Espejo por haberle quitado el sastre que tenía como amante.
-Yo me exilé, ¿Sabes? – me dice el Magariños-. Vivo en el litoral. No soporto a la gente. Yo cumplo al pie de la letra aquello de Joyce que tú citaste: Silencio, Exilio y Astucia.
22 de Agosto.
Mañana: a “El Nacional”. Hablé con Uslar. Que no se extrañe de lo que digo acerca de él en mis Memorias. Mejor dicho, no soy yo el que dice nada, es Armas Alfonzo. Uslar estalla. “Por envidia”, dice. Y a mi me da las gracias.
Tarde: a las tres y media con Fuentes. Planes para una hoja suelta. Que se encontró con la mujer de Daniel González en la playa y ésta le dijo que la mujer de Adriano estaba viviendo descaradamente con Tarre Murzi, que se separaron.
Regreso a casa a las seis y media. M no está. Llega a las siete. Que salió a ver unos apartamentos. Yo por mi parte me quiero ir de esta casa y no depender de nadie. Mi beca dura hasta diciembre y no me le recostaré. Se lo aviso.
Llamo a mi casa. A casa de mi mamá. Adolfo atiende. El problema mío son los libros, centenares de libros. ¿Cómo llevármelos?
Lectura de algunos ensayos de Cernuda. Uno sobre Hölderlin.
Murió Juanita, la viuda de Reverón.
Si por un acaso una mujer ayuda a un hombre no cesará de cobrarle nunca.
23 de Agosto.
Yo pienso que en esta casa me soportan porque aun tengo la beca y le doy a M quinientos bolívares. Pago mi manutención. Pero nadie va a mantener a un “escritor” por las buenas. No, señor. Un escritor es un ser como los otros. ¡Qué trabaje!
Sale en “Imagen” un cuento mío. En realidad varios cuentos. O sueños de mi Diario Onírico.
Lectura de “El Archipiélago”, de Hölderlin. Lectura de un ensayo de Cernuda sobre Nerval. Interés por Cernuda, por su poesía, que no encuentro por ninguna parte.
Por cierto que ayer Fuentes me dijo que Orlando Araujo había tenido sus veleidades raronas. Que él se enteró el día que bautizaban el libro Compañero de Viaje. Tonterías
24 de Agosto.
Anoche volví a ver “La Naranja Mecánica”. ¡Bravo por Beethoven!
Y hoy “El Nacional” me publica una nota que me ha puesto feliz, que me ha hecho feliz como nunca lo he sido. ¡Le he metido un buen golpe a Venezuela y a sus hombres! A los venezolanos los he tildado de resignados y de permisivos con sus torturadores.
-Ahora si le darán a usted -me comenta el librero de abajo. No me explico cómo le publicaron eso.
-Yo tampoco -le respondo.
En mi interior le agradezco a Julio Barroeta Lara como nunca podría agradecerle nada a nadie. Sé lo que luchó por meter eso. Ha debido salir la semana pasada y después que estaba en su casa regreso al periódico a detenerla.
-Es muy dura -me dijo cuando le reclamé. Sin embargo irá para la próxima semana.
Releyendo a Hölderlin y a Rilke.
Acompañé a M a solicitar apartamento. Nada. Especulación. Y yo que quiero desaparecer de esta Caracas.
Alegre como nunca por ese artículo que me publicó “El Nacional” de hoy ¡Qué coñazo! En lo que no me equivoco. Mi nota es más expresiva y cuando publique esta parte de mi Diario la incluiré.
A mediodía me tropecé con Fernández Zavarce, personaje de mis libros a quien pongo disparando contra unos policías que duermen. Se hizo el que no me reconoció. Yo también.
25 de Agosto.
Bueno, no sé qué pasa. Hoy Batallán metió una foto mía en la página de arte de “El Nacional” junto con las declaraciones que le escribí sobre el problema de la Biblioteca Nacional. Es la tercera vez que aparezco en esa página. Pero todo puede derrumbarse de la noche a la mañana; tal vez cuando aparezca el primer tomo de mis Memorias. Son las ocho y media de la mañana. Ningún proyecto. Anoche separé casi todo el material de que dispongo sobre Hölderlin. Escribir sobre Hölderlin. Releer a Hölderlin y sobre su vida. ¡La vida de los locos y los más desgraciados que yo! Porque yo, como ellos, me siento señalado por los Dioses. No protegido, señalado. Hacia el mal. Porque los señalados sufrirán el mal. No disfrutarán de nada.
(FALTAN 26,27,28).
29 de Agosto.
Tuve un sueño con Alirio. Yo entraba a un baño y recogía del suelo un libro o una revista que hablaba de él. Alirio usaba lentes y tenía su uniforme de aviador militar. La revista o el libro que le era dedicado era en burla.
Salí a la calle, me dirigí a “El Nacional” y allí la secretaria del doctor Uslar Pietri dijo:
-Hoy es día de las secretarias y de la aviación.
Y cuando dijo aviación yo recordé el sueño de Alirio. Y me dije:
-¿Fue por esto que soñé con Alirio?
Gasté una porción de mi dinero en comprar libros de Platón, Romain Rolland y Van Gogh. Hoy apareció en “El Nacional” una pequeña nota mía en la que hablo de las agresiones de que he sido objeto por esto de escribir.
Noche: escribo un artículo que titulo A los Jóvenes. Seriedad, humor e ironía.
30 de Septiembre.
Caminar por los puestos de libros y comprar libros que ya he leído. Y almaceno libros con la fugaz idea de que algún día me meteré en un rancho allá en el campo y me acostaré a leer y a escribir. No haré esto, seguro. Pero quién sabe. En noviembre cumplo 37 años. La vocación, una nueva, puede presentarse a los cuarenta. Todavía estoy joven. Me cuidaré un poco más a ver si aguanto. He dejado de lado el café y el alcohol.
Por la tarde escribí un artículo que guardaré para cuando pueda publicarlo no importa dónde.
Leí bastante. Son las nueve de la noche y continuaré leyendo. Nada que anotar.
1 de Octubre.
Nada. Compra de un libro de Thomas Mann. M se fue a un parque con las niñas y yo deambulé por mi parte. Regreso. Me voy al parque a buscar a M. Almuerzo. Mi carne cruda. Vicio de comerme un dulce todos los días. “Esto engorda”, le pregunto a la panadera. ¡Qué va!
Lectura. Un tipo responde a un artículo mío en “El Nacional”. Escribo la respuesta para llevarla mañana y sigo leyendo. Nada.
2 de Octubre.
Despertarse temprano, leer el periódico, desayunar, salir a la calle, ojear libros viejos, entrar en librerías, no hacer nada, no ver nada, no sentir nada, no sufrir nada…
Una ilusión muerta: donde Fuentes porque no tengo dónde ir. Regresar a casa, agarrar un libro que no entusiasma porque ya no te entusiasma nada, meterte con Balzac, “El Padre Goriot”, y soltarlo cuando has leído cien páginas con los ojos cansados de no hacer nada y de no convencerte del por qué agarraste a Balzac…
Ya ni siquiera el riesgo te atrae, aquello de vivir peligrosamente. Has sido aceptado. Tus notas son buenas, se leen, la gente las comenta; aceptado. Parte del status. Ya ni la rebeldía vale la pena. La rebeldía pasó a ser parte del llamado establishment. Aunque yo no soy rebelde. Soy un hombre que dice, escribe lo que piensa. Yo no creo en la verdad. La gente habla de la verdad. ¿Quién busca una verdad? Esto es una tontería hasta en labios de Sócrates. La verdad no existe. No hay verdad. La rebeldía es un enervamiento, una cosa que se debilita. Entonces, ¿qué rebeldía? Decir por decir.
3 de Octubre.
Por la mañana a “El Nacional”. Juan Manuel Polo, de “El Siglo”, periódico de la tarde, me pregunta que si quiero colaborar allí. Le respondo afirmativamente. Mañana le llevaré la primera nota. Llega Fuentes a poner un aviso anunciando los dos últimos libros que ha publicado. Saludamos a Sanoja y le preguntamos que si desea colaborar con nosotros. Afirma. Pero nos quedamos en la duda. Sanoja obedece ciegamente a su partido y Fuentes ha publicado varios libros que están en contra del Partido Comunista de la Unión Soviética, que es tildado de revisionista.
Almuerzo con Fuentes. Los mismos planes. Nos bebemos una botella de vino que me da sueño. Con el calor es insoportable. A casa. Tengo que llevar a C a un hospital. Debe hacerse examinar la sangre. M se queja de que no tiene dinero. Pero yo le digo que conmigo no cuente. No trabajaré nunca más en mi vida en nada que no sean mis escritos y mis lecturas.
Escribo el primer artículo para “El Globo”. Mañana lo llevaré.
4 de Octubre.
Fui al “El Globo” a llevar una nota que titulé La Izquierda. Aun no sé si sale.
Aparece en “El Nacional” mi nota titulada Las Memorias, pero aparece sin firma. No obstante, la gente se ha dado cuenta y me pregunta de que por qué apareció así. El estilo es el hombre, respondo. Nadie va a insultar como lo hago yo.
5 de Octubre.
Salió en “El Globo” mi primera notica. Sobre política. Ahora a conservar el interés. Díaz Rangel me dijo: “Te iniciaste en “El Globo” atacando al MAS”.
En realidad no ataqué al MAS, ataque a los hijos de puta de mis enemigos que están allí para medrar. Le trabajan al gobierno y se dicen izquierdista. Excelente posición.
Lectura de algunos textos de Maquiavelo.
Fuentes me llama para decirme que ya tiene las pruebas de las Memorias y que empezará a montarlas.
Dolor de cabeza. Jodido. Nervios destrozados. Ningún orden. Ninguna idea.
6 de Octubre.
Por la mañana, antes de la ocho de la mañana, a la imprenta de Fuentes. Bosquejo para la portada de las Memorias y relectura de las pruebas, que aun tenían erratas. Cero lectura. Llego a casa, me acuesto. Imposible la tranquilidad. Me voy a un cine: “El secuestro”, inspirada en una novela de Stevenson.
7 de Octubre.
Vi a Sanoja. Contento, como lo preví, por mi artículo aparecido en “El Globo”. ¡He neutralizado a los comunistas! De ahora en adelante contaré con ellos y ellos me ayudarán. Los necesito para que recomienden mis Memorias ahora que van a salir a la calle.
Mediodía: escribo un artículo que titulo “Stalin”. Me refiero al culto.
(FALTA 8)
9 de Octubre.
A “El Nacional” a llevar una nota sobre Stalin. Espero que me la publiquen. Defiendo a Stalin y digo que lo del Culto a la Personalidad fue un acierto suyo y ningún error como se difunde por ahí. Etc.
Aparece en “El Globo” un artículo mío: “La Improvisación”.
Fui donde Carrillo Moreno y me dijo: “Adelante. Te estoy leyendo”. Le quito un ejemplar de su “Matías Salazar” y regreso a casa. Son las seis de la tarde y M, que entra en este instante, me dice:
10 de Octubre.
En “El Nacional” mi nota sobre Stalin. Julio le colocó un sobretítulo: “El tiempo ido”.
-¿Quién hizo eso? -le pregunté.
-Oye, tú artículo era demasiado parcializado y como el Dr. Uslar no está aquí…
No insistí. Pero me cabe la satisfacción de haber elogiado a Stalin en un periódico de la gran prensa. En el periódico de la oligarquía y en el que más se vende.
Donde Fuentes. Que se trabaja en las Memorias, que no me apresure, él está más interesado que yo, que cree que el libro será un éxito, etc.
Cierro “Gazapo”. Ni mal ni bien.
Releyendo ese “Matías Salazar” de Carrillo Moreno. Pesado a pesar de lo corto.
Después que publico una nota me arrepiento de ella. ¿Será mala? ¿Buena? ¿Cómo la tomará la gente? Uno escribe para los demás.
11 de Octubre.
Lectura del “Robespierre” de Marc Bouloiseau.
Donde Fuentes a ver montar las páginas de mis Memorias.
Sale en “El Globo” una pequeña notica mía, tonta y sin ningún interés.
Estancado. Fuentes me entregó 300 bolívares a cuenta de mis derechos de autor. Es la primera vez que me pagan derechos de autor.
12 de Octubre.
Día muerto. Y lluvioso. Nublado.
El periodista Oscar Sánchez Pelaez me dedica su artículo titulado “La Fuerza de la Razón”. Es una dedicatoria desinteresada. Le he hablado poco, las veces que nos hemos encontrado en la página de Julio. Y si me ha dedicado esa nota de hoy ha sido porque me lee y me aprecia intelectualmente. Un gran reconocimiento para mí.
A las diez lleve a C al cine.
Cuatro de la tarde. Nada. Intenté leer a Baroja. No pude. Intenté leer una biografía de Maquiavelo por Prezzolini. No pude. Sin embargo, como los nervios me molestaban, me senté a sacar en limpio unas notas de este Diario para vendérselas a “El Nacional”.
7 y veinte de la tarde: escribo otro artículo que llevaré a “El Globo”. Lo titulo La Traición a Venezuela.
Diez y veinticinco de la noche. Escribo otro artículo para “El Globo”. En verdad que necesito un periódico para mí solo. Yo solo lo llenaría. La pasión me gana, me arrastra.
Lectura de las primeras sesenta páginas de un libro de Mariano Picón Salas titulado 1941. Hay aciertos aquí. Y opone Picón Salas un buen argumento a la tesis de Laureano Vallenilla Lanz, a aquella tesis del “gendarme necesario” y de la “democracia en Venezuela”. No creí a Mariano Picón Salas tan agudo. Donde es tonto Mariano es combatiendo al marxismo. Nadie se lo dijo. Una lástima.
13 de Octubre.
Fui a “El Globo” a llevar tres notas. Díaz Rangel, que estaba con Villasana, que es el redactor del periódico, dijo:
-Tú trajiste a éste (y me señala) para que incendiara a este país y vino conciliador.
Yo le respondí que esperara a leer una nota que titulé “La Traición a Venezuela”.
De ahí me fui a una administradora a meter la solicitud para el apartamento que pensamos alquilar y después a unos puestos de libros de viejo donde me gasté todo el dinero que llevaba encima. Julio Cacique, que es dirigente metalúrgico, también compraba libros. Me dijo que nació en Cabimas, que se casó muy joven, que no ha tenido hijos, que cuenta 50 años, que es admirador de Trotski, etc. Cacique resopla al hablar. Creo que no tiene ideas muy claras. fue adeco, mirista, “marginado” por un tiempo y ahora me confiesa que participa de un nuevo grupo que apoya a José Vicente Rangel. El grupo se llama el CUR, iniciales que ignoro qué significan. Sin embargo no le pregunté nada para hacerle entender que estaba enterado de la existencia de ese grupo. Cacique no bebe cerveza para no engordar.
-Ahora me pasé para el ron, que bebo con limón.
14 de Octubre.
Hoy, y como todos los días, a la caza de libros. Perdí parte de mi tiempo leyendo a un novelista que desconocía, a un tal Jo Sinclair, pésimo…
Son las ocho y media de la noche y M se baña porque iremos al cine a ver “El Silencio”, de Bergman.
Hasta que no me mude de este cuarto (dormimos cuatro aquí) no podré emprender el Segundo Volumen de mis Memorias. Y debo concluir la novelita que empecé en España, “Destierro Voluntario”. Lo demás es tiempo perdido. Ruego porque en el futuro se olviden de las notas que he publicado en los periódicos. Nada de eso vale la pena.
15 de Octubre.
Anoche vi “El Silencio”, de Bergman. Apreciable el momento en que a una mujer un hombre se lo coloca por detrás.
A las nueve y media salí caminar por la plaza Bolívar. La orquesta o banda municipal golpeaba a Rossini. Bajé por Padre Sierra y en la esquina de la Bolsa compré varios libros de Maugham y un ejemplar de “Carolina”, de Dreiser.
A las once y media estaba de regreso a casa.
Empiezo a leer “Hombre joven a la Aventura”, de Dos Passos. Desde 1966 no releo a Dos Passos. Avanzo lentamente. Desesperación por mi falta de orden, por la falta de cuarto. O por la falta de aventuras. Las cosas a medias no sirven para nada. O todo o nada. Las medias son frustrantes.
16 de Octubre.
A “El Nacional” a dejar una nota. Como vi a José Ramón Medina se la entregué a él para el Papel Literario. Ahora falta que no salga. El diagramador, un tipo de apellido Benavides, no es amigo mío porque yo no soy amigo de los adulantes del Inciba o del MAS.
Fui donde Julio Barroeta, quien estaba seco.
Esperé a Fuentes. Bajamos y nos metimos en el botiquín del Capitán.
Bebimos cerveza en compañía de Juan Manuel Polo y Aníbal Nazoa.
A las dos llego a casa. M se está vistiendo para salir. Me dice que la acompañe a la Universidad a llevar a V, quien debe vacunarse hoy.
A la entrada de la Universidad, por la Placita de las Tres Gracias, nos cruzamos con Gómez Grillo y Gustavo Arstein. Gómez Grillo de casualidad si me saluda. Él sabe que no lo perdonaré ni en mis Memorias ni en mis Diarios. En mis Diarios de Barcelona del año 70 yo le arreglo un poco las cuentas. De ahora en adelante procuraré arreglárselas mejor.
Compro algunos libros de Will Durant: “La vida en Gracia”; “La Crítica en la Edad Ateniense”, de Alfonso Reyes y “Señorita Elisa”, de Arturo Schnitzler, novela que ya he leído en varias oportunidades.
Nueve y cuarto de la noche: llueve y me senté a sacar en limpio unas notas de este Diario para llevárselas mañana a Julio. No quise trabajar en ningún artículo.
17 de Octubre.
A “El Nacional” a llevar una nota. Hasta para publicar una nota hay que tener poder o posición. Gente que no sabe escribir o que no es escritora tiene más oportunidad para publicar por eso de la posición o de la posesión. A Almosny, el Arstein, la Segal, la Sofía Imber, su marido el Rangel, etc. publican cuando quieren porque son judíos y son poderosos o cuentan con el respaldo de los judíos. Los demás publican porque pertenecen a un partido o tienen un “puesto clave”. Pero el escritor, el que sangra para escribir o escribe de verdad como yo, no tiene la facilidad para colocar sus escritos cuando quiere. Nada de eso.
Como leí en el periódico que la Contraloría había publicado un libro de Ramón Velásquez sobre Crespo, asunto que me interesa, me dirigí a ese Instituto o ministerio y encontré allí a un gentío bebiendo whisky, hablando y “dejándose ver” para hacer carrera, porque aquí se hace carrera por “hacer acto de presencia”, no por la inteligencia o por la obra. Yo mismo era halagado: “¡Cómo escribe usted, qué verdades dice!”, etc. Y hasta había el idiota que “no estaba de acuerdo conmigo” y me decía: “¿Pero qué hace usted por su pueblo?” ¿Por su pueblo qué hace?” y cosas por el estilo que por lo general le son preguntadas a los políticos o a los que viven del voto. Salgo. Llueve. El haber ido a esa Contraloría fue una idiotez por mi parte. “Mi mujer y yo lee todos sus artículos”, me decía uno agarrándome por el brazo. No quería soltarme. Quería que lo acompañara a su casa. “Yo me llamo Ortiz Bucarán”, me dijo. Le respondí que ya regresaba, que iba a orinar y que ya regresaba y me vine en una sola carrera a la casa.
18 de Octubre.
Ayer “El Globo” publicó uno de mis artículos pero cuando lo vine a leer fue hoy. Comentario a un libro de Trotski.
A las siete me estoy dirigiendo con M al Hospital Universitario a llevar a C para que le saquen la sangre. M me dice que yo no la ayudo a nada.
Caminata por las calles. El carro en el que me meto, la radio anuncia que la situación en Chile es grave. Yo pienso en Chile. Una guerra civil allá y una aventura mía no me caería mal. Y recuerdo Santiago. Su Alameda. La calle Ahumada, donde bebía café del Brasil. Lira 363, que fue donde trabajé como corrector de pruebas. Macul, donde vivía. O dormía. El Pedagógico, donde iba a bañarme.
Lectura de un estudio de Maurois sobre Kleist.
Empiezo a leer el libro de Velásquez sobre “El Liberalismo Amarillo”.
Encuentro con Manuel Vicente Magallanes, quien ofreció regalarme sus tres tomos de Historia Política de Venezuela.
Luís Esteban Rey muy furioso conmigo por lo de “La Fiesta del Embajador”. Yo creía que eso se había olvidado. Esto le dije, pero él me respondió: “No creas. No hace mucho le mencioné ese librito tuyo a Marucha (de Morales Crespo) y saltó como una fiera: ¡no me nombres a ese bicho! Y me recordó aquello de lo bien que te habían recibido para que tú les pagaras con esas injurias”.
-Es que tú ni esa gente saben del arte de novelar. Le respondo.
-Y si el otro, el militar que aparece allí – continúa Luis Esteban Rey, ése, Francisco Sánchez Olivares, dice que no te perdona. ¡Y tiene un poder inmenso! Imagínate que es del COC. Carga un caso y parece un japonés.
19 de Octubre.
¿Irme al apartamento de mi mamá? No sé. O buscarme un hotel. Pero no debo seguir aquí. Y con ella menos. Me veo acorralado porque realmente estoy solo. Mi único amigo es Fuentes y casi nunca tengo comunicación con él. Y dentro de unos días cortaré todos mis lazos con mi familia por ese Primer Volumen de Memorias. He roto con todos y no he ganado nada. Pero yo tampoco busqué ganar nada. Mi camino ha sido una larga y dura lucha por autodestruirme.
(FALTAN del 20 al 31)
(FALTAN del 1 al 17 de Diciembre)
18 de Diciembre.
Por la mañana con la Misa Solemnis de Beethoven. Supongo que un músico esta por encima de cualquier hombre. Me refiero a hombres como Mozart, Beethoven, Schumann o Brahms. Pero Beethoven más y más.
Regreso a Caracas. Llamé a Mirna. No estaba. Llamé a Fuentes. Tampoco estaba. Salí, di una vuelta. Regresé. Mirna había llamado. Que llamaría a las nueve. Llamé a Fuentes. Le pedí dinero a cuenta del libro. Que lo vuelva a llamar mañana. A lo mejor me entrega algo por la tarde.
A las nueve llama M. Larga conversación. Que me quiere, pero no puede verme. Que no quiere verme. Que gritaba por eso de haber metido la demanda de divorcio. Que ha sufrido mucho. Que su amor hacia mí sigue igual. Hablamos por espacio de una hora. Me recomienda ver un psiquiatra.
19 de Diciembre.
Aparece en “El Nacional” mi nota titulada “Bendita sea el infierno”. No dormí casi nada. Y lo poco que dormí fue gracias a cuatro pastillas de Valium. Me desperté y no eran las cuatro. Agarré un radio y estuve escuchando música. A las cinco creo que me volví a dormir, pero antes de las seis ya estaba despierto. Había soñado que me encontraba en un restaurant, pero de pronto aquello se transformaba en una sala mortuoria. Entraban curas que preparaban una mesa. Yo me volví y me di cuenta de que sólo yo estaba ahí y que lo que preparaban era mi muerte. Comencé a golpear con el cuchillo y el tenedor porque no podía levantarme. Sin embargo, de pronto, de pronto divisé a una mujer que me besó. Me desperté.
[1] Bimba era un viejo paisano de San Juan de los Morros, del Orfeón de la UCV, quien luego moriría en el accidente aéreo en Los Azores.