José Sant Roz
8 -6 -1987: Envío otra nota al diario “El Nacional”, esta vez relativa al viejo mercado de Mérida que hoy se encuentra en medio de escombros de hierros retorcidos y ceniza por doquier. La culpa del incendio se lo ha echado el ministro de relaciones interiores, José Ángel Ciliberto y también al grupo de izquierda Bandera Roja. Bien raro resulta que Bandera Roja haya llevado a cabo los objetivos de los magnates de la compañía francesa Bouyques, que hace cuatro años propuso demoler este noble edificio. El hermoso mercado descrito por Mariano Picón Salas en “Viaje al Amanecer” con el título de “Mercado de los Lunes”: “Los lunes amanecían llenos de fragancia rural, cruzado de burritos y bueyes cargueros que conducían a la plaza su olorosa producción de frutas y verduras, de gritos de vendedores, de trajes de indios que bajaron hasta Mérida con su Tapizadas ruanas”.
Demolerlo querían los asquerosos miserables del progreso, para «ennoblecer» el lugar con una estruendosa caja de hormigón de cuatro a cinco pisos, con enormes ascensores que en el sótano se hundirían en lagunas producto del gran nivel friático del lugar. Se quería con ello, cumplir con el infame deseo de una camada de bandoleros, diputados a la Asamblea Legislativa de entonces, que estaban ansiosos por no ver a los viejos parameros que llegaban allí, cargados con sus bellos ramilletes de tulipanes, lirios y amapolas. Que llenaban los últimos resquicios de este fin de milenio, con colores y fragancias extraídas de los hermosos parajes que rodean a nuestra ciudad. Un cuadro que se mantenía vivo desde el siglo pasado y del cual fueron espectadores don Tulio Febres Cordero, Gonzalo Picón Febres, el cardenal José Humberto Quintero y Mariano Picón Salas. El afán de lucro y «progreso» fue la verdadera chispa que produjo el incendio, que ahora pretenden adjudicársele al grupo (Bandera Roja) que sólo existe en la mente de los cobardes adecos y copeyanos.
José Ángel Ciliberto que está convencido de que este es un país de idiotas, por lo que bien pronto cerró el caso: “fue Bandera Roja” concluyó, del mismo modo como liquidaron el caso del asesinato del bachiller Carvallo Cantor: “fueron agentes del narcotráfico”. El ministro Ciliberto no sólo encontró la bomba molotov que provocó el siniestro, sino que también halló un papel que dejaron los terroristas donde estaban otras edificaciones que iban a ser víctimas del criminal fuego. Y todo el mundo sabe que los camiones que solían estacionarse los domingos por la tarde a lo largo de la Avenida 2 -Lora, ese día sibilinamente no permitieron que lo hicieran por las cercanías del sector. Cuando comenzó a notarse humo y numerosos campesinos salieron a solicitar auxilio, no había agua en el Centro de la ciudad e inmediatamente se acordonó a la ciudad de policías y guardias que impedían el acceso al viejo edificio para impedir que no ardiera. Los bomberos llegaron cuando los escombros ensombrecían toda la manzana. El día lunes amaneció en medio del llanto de numerosos campesinos, que veían morir una de sus mejores épocas; pronto moriría el siglo de un sólo carajazo y no quedaba sino el llanto y la pena, en medio del humo, los escombros, los recuerdos de Mariano Picón Salas y la maldad indescriptible de los copeyanos y adecos que planificaron tan horrible crimen. Y no le quedaba a estos labriegos sino volver a sus montañas y conservar sus olores, colores y fragancias en sus campos. La ciudad de Mérida no las quería. Fue aquello otra cilibertada. Por supuesto, que esta nota tampoco la publicó “El Nacional”. Este periódico es tan serio que no se ensucia publicando cosas tan pueblerinas (a menos que a ellos les convenga destruir a alguien).