Fueron años terribles, aquellos que van de 1998 a 2003: años de guerra mediática mundial feroz contra Venezuela, que de hecho nunca han cesado después de veinte años. Años de terrorismo, de atentados, de amenazas inmensas contra la paz de la república. Año también de una fe a toda prueba en un hombre que como Bolívar o Jesucristo venía a conducir a su país hacia la Tierra Liberada, Soberana, Independiente. Muchos cayeron en batalla, muchos se acobardaron o huyeron despavoridos. Pero la guerra mediática comenzó a enloquecer a los más débiles y los siquiátricos se llenaron de enfermos, aunque la mayoría de los dementes se concentraron en la Plaza Altamira junto con un grupo de eunucos militares.
Cada día nos despertábamos con algo nuevo, con alguna decisión por parte de los magistrados de la Alta Corte, o de las Fuerzas Armadas, o de esa burda “Sociedad Civil” ahíta de hijos de putas de la clase adinerada. La CTV unida a FEDECAMARAS no les daba paz a sus lenguas ni a sus marchas. Cecilia Sosa, magistrada de los burgueses desembolsó todas las leyes de Occidente, todos los tratados de Roma, de la OEA, de la ONU, del TIAR, de la CIDH, de la SIP, HRW, … mares de mocos corrían por avenidas, de las viudas desamparadas de la IV república, a la vez que se encadenaban en la Fiscalía y en la Procuraduría. Qué días más horribles, Dios mío…