Vallenilla Lanz, Laureano: dejó una tesis que tuvo su auge entre los proto-fascistas, exaltadores de las dictaduras tomando a Bolívar como pretexto, en medio del reino delirante de la estupidez, del egoísmo y de la pequeñez política: “Cesarismo Democrático”. Amigo de novelistas notables como don Pío Baroja, Valle Inclán y el poeta Francisco Villaespesa, españoles; de Rubén Darío, José María Vargas Vila y de toda la generación de plumíferos venezolanos, empezando por el más brillante, Caracciolo Parra Pérez. Él, Caracciolo Parra Pérez y Gil Fourtol representan lo más granado de la intelectualidad venezolana que sirvió bajo el régimen del dictador Juan Vicente Gómez. Refiere el historiador Harrison Sabin Howard, que Laureano[1] “nació en 1870 en Barcelona y creció durante periodos de demagogia política y caudillismo rebelde, cuando parecía que los hombres apenas estaban motivados por otra cosa que por “luchas personalistas por el poder”, más que por ningún interés sincero por el bienestar de la nación. Gritos demagógicos en favor de autonomías locales no parecían ser sino máscaras del derecho a ejercer el saqueo local”[2]. Don Laureano Vallenilla Lanz, tuvo dos hermanos, Baltazar y Agustín. Se dedicaron a la política se metieron como oligarcas que eran, a respaldar la revolución Libertadora contra Cipriano Castro, que dirigían los Generales Rolando y Manuel Antonio Matos. No tuvieron suerte y cayeron prisioneros. Laureano corrió a esconderse, pues fue considerado un enemigo en potencia, y también fue arrestado. En defensa de Laureano salió el conocido escritor Manuel Vicente Romero García. Visitó a Castro y éste le escuchó. Ya en libertad se dedicó a cubrir los gastos de sus dos hermanos encarcelados, y se vio en la necesidad de vender la casa de la familia en Barcelona, a “un vil precio y un ganado que queda en Oriente”. También sirvió para dejar una permanente amargura de todo ello el hecho de que su hermano Baltasar tenía que compartir un par de grillos con un compañero enloquecido que le pegó. Por una especie de justicia poética (sic), el agresor murió, pero su cuerpo permaneció atado a los mismos grillos por casi una semana[3].
Vallenilla Lanz, Laureano: “Otro factor que explica el servicio de Vallenilla Lanz a la dictadura es simplemente el hecho de que Castro le ofreció un buen empleo, y él lo aceptó. “Escribir para el régimen es escribir para Venezuela”, fue la primera oferta de Castro. Laureano dudó, y al ofrecérsele un puesto consular en Francia o en Holanda, aceptó este último puesto. No parece que el rebelde Baltazar tuviera ningún escrúpulo en asegurarle: “haces bien…Tu salud primero que todo”[4]. Pero en cuanto Gómez derroca a Castro, don Laureano también se convierte en su más fiel servidor. Don Laureano atropelló a Gómez con exagerados elogios que en nada se correspondían la verdad. Fue él director del periódico oficialista “El Nuevo Diario”, en el que llegó a escribir en 1916 barbaridades como estas: “… pero en medio de aquella tenebrosa situación quedaba una esperanza. Solo un hombre había resistido el régimen de Cipriano Castro por el cual trabajaba Vallenilla Lanz impasible a todos los embates, a todas las asechanzas, a todas las rivalidades. Lo sostenían la fe en la .salvación de la Patria, la nobleza de sus sentimientos, la fuerza incontrastable de sus convicciones, y hacia ese hombre se dirigían todas las miradas: hacia él iban como en un supremo anhelo de salvación los votos de la Patria agonizante. Y los embates, a todas las asechanzas, a todas las rivalidades. Lo sostenían la fe en la salvación de la Patria, la nobleza de sus sentimientos, la fuerza incontrastable de sus convicciones, y hacia ese hombre se dirigían todas las miradas: hacia él iban como en un supremo anhelo de salvación los votos de la Patria agonizante. Y el instinto popular no se equivocó.[5]”
Vallenilla Lanz, Laureano: Para don Laureano, se puede decir que la incultura de Gómez, su salvajismo y su inclemencia contra sus enemigos resultaban casi valores inmarcesibles, porque dice: “Era el hombre a quien el destino, en las naturales evoluciones de nuestra constitución democrática (practicada no escrita) tenia preparado para la obra las grandes ratificaciones. Y con el tacto exquisito de los hombres de Estado verdaderamente eminentes, que casi nunca surgen de las aulas universitarias, ni estudian otros libros que los que da la experiencia, ni necesitan otra guía que la de su propia institución, comienza su obra política; eliminando, con la extinción de los viejos partidos, bajo el lema de “ la patria y de la unión”, los elementos anárquicos que vivían a la sombra de las intransigencias banderizas; crea un ejercitó militar, para guardián de la paz….[6]” Claro, Vallenilla Lanza, al igual que la inmensa mayoría de los liberales de los siglos XIX y XX en Latinoamérica, vieron en la subordinación a los Estados Unidos una manera de llevar adelante a nuestros países; una manera de progresar y de desarrollarnos. Mediante esta subordinación escribió Vallenilla Lanz escribió: “se restablece nuestras relaciones internacionales con dignidad para la nación y con el cumplimiento estricto de nuestros compromisos…[7]” En relación con la política petrolera de Gómez y la forma como los gringos hicieron a la medida de sus intereses las leyes de nuestro país, añade Laureano “que Gómez ha procurado establecer una reglamentación racional que estimule su explotación al propio tiempo que le garantice al país la propiedad inalienable de nuestro suelo y la mayor suma de utilidades directas o indirectas que puede producir esta rica fuente de recursos naturales[8]”. Vallenilla Lanz, Laureano: Por estas alabanzas ridículas Vallenilla Lanz se movía como pez en el agua, y como presidente del Senado aseguraba que se encontraba perfectamente informado sobre los asuntos públicos. Dice Harrison Sabin Howard[9]: “Nada era mas lógico para Vallenilla que el que Páez Bermúdez, Monagas, Guzmán Blanco, y después Gómez (el ultimo intencionadamente, no era mencionado en Cesarismo Democrático) deberían ser los gendarmes necesarios capaces de ir conteniendo mediante la fuerza y el imperio de su autoridad personal a esas bandas semibárbaras, siempre preparadas y bajo cualquier pretexto a repetir sus invasiones y horrorosos crímenes que destruyeron, tres siglos de cultura en 1814, tres siglos de industria y hombres ilustres”. Para completar, dice Harrison, que en definitiva no se trataba de una batalla entre civilización y barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno e inteligente, como había mostrado Páez. Mediante tales hombres se llegaba al orden y al progreso; y mediante tales hombres, los salvajes llaneros que habían destruido una y otra vez la aristocracia durante un siglo de disturbios se veían ensalzados a los cargos supremos de la nación. “El hombre que alcanza una alta posición, eleva con el la clase a la cual pertenecía y sobre ella refleja los honores que se le tributan[10]”.
[1] Véase Harrison Sabin Howard, “Rómulo Gallegos y al Revolución Burguesa en Venezuela”, Monte Ávila Editores, 1984.
[2] Ut supra, pág. 77.
[3] Ut supra, pág. 76.
[4] Ut supra.
[5] “Disgregación e integración. Ensayos sobre la formación de la nacionalidad venezolana”, Laureano Vallenilla Lanza; segunda edición, Tipografía Garrido, Caracas, 1953, pág. 48.
[6] “La rehabilitación de Venezuela. Campañas Políticas de El Nuevo Diario (1915 a 1926)”, Tipografía Vargas, Caracas, 1926, II, pág. 105.
[7] Ibídem, pág. 105.
[8] Ibídem, pág. 105.
[9] “Rómulo Gallegos y al Revolución Burguesa en Venezuela”, Monte Ávila Editores, 1984, pág. 85.
[10] “Cesarismo Democrático”, Laureano Vallenilla Lanza, pág. 196.