AUTORA: (*) Esmeralda García Ramírez
Cada día la vigencia del pensamiento bolivariano está más vivo que nunca, así como rescatar la urgencia de su legado, sus anhelos alcanzados, la esperanza de un futuro prometedor. El general en su laberinto (como bien lo representó el Gabo), que se sintió más muerto por la traición y por no consolidar la Patria Grande, que por su enfermedad que lo llevaba a la tumba, está siempre entre nosotros y nos sigue guiando. En virtud de ello, adapté la última proclama del Libertador, escrita en Diciembre de 1830, dirigida a los colombianos a nuestro tiempo: Hermanos ustedes han presenciado mis esfuerzos por dejarles la libertad donde reinaba antes la tiranía. Trabajé para ello con desinterés abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabas de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de su credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor por la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, quienes me condujeron a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. He vuelto otra vez, cada vez que despiertan los pueblos, para manifestarles mi determinante e irrevocable deseo, la consolidación de Colombia y la de mi amada Venezuela: todos deben trabajar por el bien inestimable de la paz y la unión de los pueblos, rompiendo las cadenas del yugo de quienes le sirven al imperio para libertarse de la anarquía; dejando que sus muertos entierren a sus muertos; y los militares empleando sus armas en defensa de las garantías sociales, no contra su propio pueblo. Colombianos, mis últimos votos fueron por la felicidad de la Patria, la de la Patria Grande, hoy está empañada por yanquis que nos la quitan y por lacayos que la tapan. Mi muerte no contribuyó al cese de los partidos ni a la unión de las repúblicas; por el contrario, hoy siguen sometidas como colonias al omnipotente y terrible imperio más perverso, cuya historia de libertad terminará en una plaga de miseria para todos nosotros. Descenderé tranquilo al sepulcro hasta que haya roto esas cadenas que nos oprimen. Hoy los conmino hermanos colombianos: vayamos a derribar gigantes que Dios ayuda. Es el tiempo, es la hora de despertar, de ir hacia nuevos rumbos de libertad.
Hermanos colombianos la lucha de ustedes es la nuestra también. Entendemos que no les ha sido fácil haber pasado por décadas de terror que les aplicó la narcoguerrilla, las autodefensas, la guerra civil, los errores cometidos por las guerrillas y la imposición de gobiernos entreguistas (tanto de liberales como de conservadores), todos tarifados, títeres del imperio, aunque ninguno se compara con los gobiernos anarquistas y genocidas de Álvaro Uribe e Iván Duque. Hermanos, ya su República no les pertenece, sus gobiernos se la entregaron a los marines, a los contratistas estadounidenses para invadir su soberanía, para violar niñas y mujeres; para saquear a Venezuela a través de las bases militares gringas que les instalaron, bajo el amparo de la oligarquía. Sí, esa hermana que desde su origen está enlazada con ustedes, porque fuimos encomendados a darles vuestra libertad a través de nuestros libertadores —no me refiero solo a la lucha independentista de Bolívar con su ejército, sino a la de hace muchos siglos atrás—, nuevamente los lacayos de Uribe, Duque y los traidores apátridas de la derecha venezolana, quieren entregarla al imperio, bajo la excusa de controlar la producción de la droga, enfrentar la guerrilla y el terrorismo. Hoy Venezuela es llevada al banquillo de los acusados y piden un precio considerable por la cabeza del presidente legítimamente electo, Nicolás Maduro. Por cierto, vale destacar dos connotaciones: la primera, una guerrilla casi inexistente porque las FARC dejó las armas durante el convenio de paz que se firmó y el uribismo desechó violando esos acuerdos y asesinando a líderes de esta organización. La segunda, un presidente (Duque) cuya elección carece de legitimidad, en vista de las denuncias hechas por sus propios acólitos. Sin embargo, para el inmoral del fraudulento presidente Duque el ilegítimo es Maduro y los grupos paras son las organizaciones que cuidan el territorio neogranadino, que dejan sangre y más desplazados de sus ciudadanos. Se juzga fácilmente a Colombia como el mayor productor de drogas y el imperio su principal cliente; pero poco se dice que esta condición se le debe al mismo imperio, que su estado de vulnerabilidad a la que la sometieron sus gobiernos fue a causa del imperio, de los grandes mercaderes de la droga y de lo que dictaminaba la élite santanderiana uribista; de lo contrario Colombia sería una gran nación muy próspera. Hoy está sumergida en la pobreza. No está bloqueada económicamente, pero da una gran muestra de debilidad frente a la pandemia del COVID-19, no tiene capacidad resolutiva para resolver una crisis de este nivel, no hay equipos ni insumos médicos suficientes, no hay protección social para los trabajadores de su país mucho menos para extranjeros; su presidente no aplicó las medidas sanitarias emanadas por la OMS a tiempo para evitar una catástrofe de salud pública, la cual no les deseo; pero que puede ocurrir en vista de la ignorancia del Estado colombiano para manejar la crisis, el mismo guión del soberbio ilegítimo de Trump.
Venezuela ha tenido una gran demostración de resistencia que dudo algún otro país soporte —excepto Cuba—. Como hermanos más próximos de la frontera solo hemos recibido de ustedes más saqueos contra nuestro país, como otrora lo hiciera el imperio español y ahora el imperio yanqui. Sus gobernantes pretenden convertir a Colombia en los nuevos colonizadores, en la pequeña Europa de la Edad Media. Ahora se dedican a planear asesinatos y tumbar al gobierno legítimo de Maduro. Gringos, oligarquía colombiana y venezolana ansían un conflicto entre estas dos naciones. Pobre Colombia ¿cuándo despertará de la ceguera a la que la sometieron? Somos tus hermanos. Venezuela decidió ser libre y sus gobiernos uribistas no nos dejan. No vamos ni estamos dispuestos a ceder nuestros espacios. No queremos un enfrentamiento bélico contra ustedes. Les recuerdo las palabras del Gral Pablo Morillo al Rey Fernando: “cada provincia de América quiere ser gobernada a su manera, los que más se distinguieron en los combates fueron los venezolanos. Todo en la lucha actual es obra de este pueblo”. Queremos el gobierno que la mayoría del pueblo venezolano eligió y nuestra lucha de hoy es obra de ese mismo pueblo que luchó por la causa libertaria y eso nadie la detendrá. A todos los hermanos colombianos que respetan la memoria de Bolívar, que no están más dispuestos a ser esclavos del imperio, que los han explotado en nombre de la libertad y la democracia; a aquellos que aman a Venezuela como nosotros a Colombia, a intelectuales como el maestro Calarcá (o Arlés Herrera, militante comunista), al economista Douglas Cavanzo, al periodista Javier Hoyos, Marco Suárez (a quienes tuve la oportunidad de conocer), a la exsenadora Piedad Córdoba, a los pensadores y estudiosos de la realidad de estos dos países, a los campesinos, obreros, estudiantes y movimientos revolucionarios que luchan por una Colombia mejor, les invitamos “Vayamos a derribar gigantes que Dios ayuda” para que no sigamos el camino de la esclavitud, el estigma de la traición y la desunión. Solo unidos podemos destruir al imperio más perverso de la historia, destronando a sus lacayos uribitas. Gloria al Padre y a los hombres de buena voluntad que aman la paz, que tejen su camino para hallarla, porque ellos serán llamados a compartir la sabiduría. Estamos camino a una nueva era de reconciliación del ser humano con el humano. Si su gobierno persiste en la guerra contra su hermana que os dio la libertad, vendrán días difíciles para Colombia. Es el tiempo es la hora ¡Por la Patria Grande de Bolívar!
Lcda. en Administración