El encontronazo social provocado por el triunfo en 1998 de Comandante Chávez hizo brotar en Mérida, una “clase política” muy hueca y fatua concentrada básicamente en el grupo de los:
- COMERCIANTES: Muchos (casi todos), se oponen furibundamente a la Ley de Precios Justos; son dueños de una red de establecimientos concentrados a lo largo de la Avenida Las Américas y que han dado toda clase de apoyos (logísticos y económicos) a las guarimbas, desde los chinos (en el Centro Comercial Yuan Lin), los del Centro Comercial Plaza Mayor, los del Centro Comercial Canta Claro, los de la Panadería El Rodeo, McDonald’s, la Panadería Croacia y El Garzón. Este último le estuvo pasando diariamente a los guarimberos un promedio de 5 mil dólares diarios, y al transcurrir dos meses en medio de estas prácticas terroristas, se vieron en la necesidad de suspender tales pagos. Suplicaron a los guarimberos que por favor levantaran las barricadas; entonces los terroristas enfurecidos por estas “inconsecuencias” arremetieron contra sus instalaciones, destruyendo parte de sus costosas vidrieras. Lo mismo sucedió con el McDonald’s de El Rodeo el día que esta franquicia dejó de aportar dinero y comida a los guarimberos.
- Unos cien comerciantes que apoyaron en un principio las guarimbas se arruinaron, y luego salieron a pedir ayuda y créditos al gobierno.
Entre la variopinta gama de personajes (no poca cosa) que salieron a montar “barricadas” estaban:
- Los que querían que se aumentase el cupo de dólares para las compras electrónicas y para poder vacacionar en el extranjero.
- Los que tenían severos problemas con sus amantes, hijos, hijas, socios, socias, novios o novias, esposas o maridos.
- Los jóvenes holgazanes que llevaban varios meses sin asistir a clases en la Universidad de Los Andes (ULA), que no querían estudiar ni mucho menos presentar exámenes; estaban por lo tanto sumamente aburridos, y deseaban divertirse con actos violentos en las calles. La ULA para mantener encendidas las calles estableció una política de “cero evaluaciones” y de “cero control de asistencia a clases”. Los profesores abandonaron las aulas, hubo una estampida de estudiantes y se relajó totalmente el estudio y la investigación en esta institución.
- Los que decidieron cambiar sus entretenimientos con video-juegos pasa vivirlos en escenarios reales: destrucción de semáforos, estaciones del Trolebús, ambulancias o carros de bomberos, universidades o entes del gobierno.
- Muchos “hijos de mami” (muy malcriados y mimados) que querían demostrar que se habían hecho hombres y aguerridos, dignos émulos del gestor de LA SALIDA, Leopoldo López.
- Los que tenían problemas con la drogadicción, el trabajo, los juegos o el licor.
- Los que sufrieron de un pavoroso complejo de inferioridad y aún maldicen haber nacido venezolanos.
- Los que se dejaron llevar por los inventos de CNN, de la cúpula eclesiástica y por cuanta falacia cunda por las redes sociales contra la revolución bolivariana.
- Los que siempre han buscado hacerse con dinero fácil y han visto que pueden devengar semanalmente una “bolsa de trabajo” encapuchándose y cobrando peajes en las trancas.
- Paramilitares colombianos que consiguieron alojamiento (incluyendo amantes), en sectores como las urbanizaciones Cardenal Quintero, El Campito, Las Tapias, El Carrizal, El Rodeo y la Pedregosa Sur.
La guerra desde los Condominios
La certeza de que no hay salvación
es una forma de salvación,
e incluso la salvación
Schopenhauer
Como la estrategia de la derecha era no dejar que aquella primera fase guarimbera en Mérida fuera a amainar, la embajada norteamericana, junto con los cuadros más radicales, se prepararon para el llamado de Leopoldo López el 12 de febrero de 2014. Aquella explosión de odio que estalló el Día de la Juventud fue como una arremetida idéntica a la de José Tomás Boves en La Victoria en 1814. Los acontecimientos de hace doscientos años comenzaron a adquirir una dimensión de horror que helaba el corazón, el alma, y se hacía inevitable pensar en aquella advertencia del Libertador:
…es un principio del arte de la guerra que toda acción defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene; pues lo debilita sin esperanza de indemnizarlo; y que las hostilidades en el territorio enemigo, siempre son provechosas, por el bien que resulta del mal del contrario; así, no debemos, por ningún motivo, emplear la defensiva.
Y fuimos acercándonos a otros momentos álgidos de aquella incesante hostilidad contra la revolución bolivariana que llevo anotada en mi diario. Se trata del 22 de abril de 2014, cuando Mérida aún gemía bajo el fuego férreo de casi tres meses de guarimbas:
(DE MI DIARIO DE CAMPAÑA): Anoche, como a las 7 de la noche, hubo otro apagón en la ciudad. Llevamos tres días seguidos con grandes cortes de electricidad en todo el Estado. No dejan de ser para mí esto apagones sino mensajes cifrados que se les envía a los llamados “guarimberos”. En cuanto ocurrió el de anoche, como de costumbre, unos niños comenzaron a sonar cacerolas y vuvuzelas, una práctica que en el vecindario donde vivo se viene dando desde hace meses. Estos ruidos resultan enervantes, porque si hay algo que en este mundo resume y define, en pocas palabras, el más horrible fascismo son estos estridentes cacerolazos, ordenados e impuestos por los ricos. Horribles conciertos de locos que son ejecutados generalmente por idiotas y niños.
Cuando la urbanización entró en tinieblas, alguien gritó: “-Salgamos a la calle”; otros desde la ventas decían: “Maduro, asesino”, “¡hay que matar a los chavistas!”. Precisamente llevábamos dos días con las avenidas adyacentes despejadas de las llamadas “barricadas”, y el tráfico comenzaba a fluir con cierta regularidad. Cuánto anhelábamos que se normalizara aquella situación, y pudiéramos salir a hacer nuestros mercados, visitar el centro, ir a las bibliotecas, encontrarnos con amigos y familiares. Unos cuatro muchachos, para los cuales estas “protestas” resultan unas fabulosas diversiones, salieron de sus edificios sacando basura a la calle. A los pocos minutos volvió la luz, pero la jarana continuó con mayor fuerza. La furia disipada y trastornada se hizo indetenible. Toda la entera noche, hasta altas horas de la madrugada estuvieron los iracundos vagos bastante borrachos y drogados, causando estragos en el sector con absoluta impunidad, derribando árboles y acarreando toda clase de objetos para hacer inexpugnables sus trincheras.
¿Quién podría conciliar el sueño en medio de tales estridencias? Me pongo a pensar: si yo bajara a enfrentarlos. Recuerdo haber leído un aviso colocado a la entrada del ascensor: “No provoques la protesta”. Y ahí estaba el cuadro de los hechos recientes: más de diez personas asesinadas por tratar de levantar las fulanas “barricadas”. Pienso en mi mujer que está durmiendo o tratando de dormir a mi lado, en mis hijos que en caso de yo salir a “provocar” podrían ser víctimas inmediatas de la furia demencial de estos “pacíficos” (y nada desarmados) canallas. Siempre hay algunos paramilitares que se colocan como “protectores” de estos puntos donde incendian cauchos y basura, abalean transformadores y riegan aceite quemado. Se vivía en un silencio total como en el campo y se hizo muy extraño ver circular frente al apartamento un carro, mucho menos una buseta, una cava, una cisterna, un camión.
El gobierno ni nadie pueden hacer nada contra estas torturas que llevan meses, porque estamos en democracia y hay que respetar los derechos humanos de las personas, y además porque siendo estas protestas “pacificas”, la OEA, la ONU, la Unión Europea y Washington exigen que no se detengan ni sean tocadas con el pétalo de una rosa. Cada vez que se presagiaba una calma en los arrebatos diabólicos de los guarimberos, cuando ellos ya estaban a punto de tirar la toalla o de al menos plantearse una tregua en sus llamados plantones, trancas y alzamientos de “barricadas”, aparecía un fino carcamán de la CIDH, de la OEA, de la ONU, o un grupo de fracasados ex presidentes españoles o latinoamericanos haciendo declaraciones por canales de televisión para enervar e insolentar el ánimos de los locos encapuchados y terroristas. Y luego de sus llamados estallaban cacerolas y vuvuzelas, y los guarimberos volvían por sus fueros.
Bloquear tantas vías impidió que:
- La gente tuviera gas en sus viviendas,
- pudieran desplazarse las cavas con comida y cisternas con gasolina,
- que fuesen atendidos enfermos o los necesitados de acudir a los centros de salud,
- que no pudieran circular ambulancias ni bomberos (sus unidades han sido en ocasiones agredidas o quemadas),
- que se dieran clases en algunas escuelas y liceos. La Universidad de Los Andes ha estado muchos meses sin atender estudiantes,
- que el transporte público gratuito (trolebús) circule libremente, así y todo, cuando lo ha hecho en varias ocasiones sus unidades has sido destruidas.