En este estado se encuentran muchos países africanos producto de la permanente destrucción a que han sido sometidos por los gringos y la Unión Europea… Caos, desnutrición, miseria por doquier, y allí, claro nunca ha funcionado los rescates gringos o europeos para «salvar» a esos pueblos… PURAS MENTIRAS..
De lunes a viernes, Zinabwa Moges (30 años) se levanta temprano, prepara el desayuno para su marido y sus dos hijos, de 11 y cuatro años, y va caminando hasta el puesto de salud de Howolso, una pequeña población de Etiopía situada a unos 10 kilómetros de Leku. Es una de las 38.000 trabajadoras sanitarias que atienden a los habitantes de áreas rurales que, hasta hace unos pocos años, al no tener un centro sanitario al que poder llegar a pie, sólo iban al médico o llevaban a sus hijos cuando los síntomas parecían graves.
Zinabwa compagina el cuidado de su hogar con su empleo en el Gobierno, a través del cual presta servicio a la comunidad desde hace 11 años: «Cada vez más mujeres etíopes trabajan fuera de casa para buscar ingresos que les permitan mantener a sus familias», explica esta trabajadora sanitaria, embarazada de su tercer hijo. «Espero que sea niña porque con tres hombres en casa ya tengo suficiente», bromea.
Hoy, sin embargo, será su compañera, Zehara Nuri (34 años), la que se quedará atendiendo a los pacientes que acudan a este pequeño puesto sanitario (health post, en inglés). A Zinabwa le toca ir de casa en casa visitando a las familias para comprobar su estado de salud general y, sobre todo, intentar detectar lo antes posible la enfermedad que más niños mata en el mundo: la neumonía.
«Cuando el niño tose, sus padres suelen pensar que es un resfriado y no acuden al médico hasta que empeora. Y la neumonía se hace mortal en muy poco tiempo», explica Hayalnesh Tarekegn, responsable del programa de neumonía y diarrea de Unicef, mientras nos dirigimos en un todoterreno al puesto sanitario donde pasan consulta estas dos trabajadoras sanitarias. Nos cruzamos con algunos carros tirados por burros, pero la mayoría de la gente se desplaza caminando y no dispone de medio de transporte propio para ir al hospital o al centro sanitario más cercano. Sin barro en el camino tardan horas andando pero durante la temporada de lluvias, muchos tramos son casi intransitables a pie.
«Con este sistema de trabajadores sociales nos aseguramos de que la asistencia sanitaria llega a las personas más vulnerables, que son las mujeres y los niños», dice esta médico etíope, al frente del proyecto que la agencia de la ONU para la infancia ha puesto en marcha en colaboración con la Fundación Bancaria La Caixa para detectar precozmente la neumonía y poder reducir así la escalofriante cifra de muertes. Se estima que más de 900.000 niños menores de cinco años fallecen cada año en todo el mundo por esta inflamación de los pulmones causada, principalmente, por bacterias o virus.
«En casi todos los países la neumonía es el mayor asesino de niños, y la segunda causa de muerte en aquéllos en los que la enfermedad más frecuente es la malaria», recuerda Tarekegn. En Etiopía, entre el 18 y el 22% de las muertes de niños se deben a esta infección. «En Europa, muchos pequeños también la contraen pero reciben tratamiento enseguida y la cifra de fallecimientos es inferior al 1%», apunta.
Por eso, las principales herramientas para combatirla son el diagnóstico temprano y la rápida administración del antibiótico amoxicilina: «El tratamiento que Unicef promueve para un menor de cinco años consta de 10 comprimidos y cuesta 24 centavos de dólar (20 céntimos de euro). Si tiene más de cinco años, son 20 tabletas que salen por 42 centavos (35 céntimos)», detalla Tarekegn. «Resulta muy útil que puedan disolverse tanto en leche como en agua porque tener agua limpia aquí es difícil«.
Además, estos comprimidos disponibles desde hace unos cinco años se conservan durante más tiempo y son más baratos que el jarabe que se ha venido utilizando durante las últimas tres décadas: «Un frasco de jarabe cuesta entre 80 centavos y un dolar. Si no lo terminan, las madres suelen guardarlo para otro de sus hijos pero al no disponer de neveras, el producto se estropea y cuando vuelven a usarlo ha caducado o ha perdido su eficacia», señala. Para Unicef, añade, reemplazar la compra del jarabe por los comprimidos de amoxicilina supuso un ahorro de seis millones de euros en 2017.
En la actualidad, esta agencia de la ONU compra los comprimidos de amoxicilina a seis fábricas (cinco en India y una en Chipre) que cumplen sus estándares de calidad y ofrecen bajos precios: «Estamos buscando otras compañías pero no hay mucho interés porque es un fármaco muy barato que no da muchos beneficios. Producir medicamentos contra la malaria o el VIH resulta más rentable», explica.
Las trabajadoras sanitarias como Zinabwa y Zehara son claves para el éxito de su estrategia. No han estudiado medicina ni son enfermeras, pero han recibido una formación de un año para que tengan los conocimientos suficientes para detectar la enfermedad en sus primeras fases, suministrarles la amoxilicina de forma inmediata para iniciar el tratamiento lo antes posible o derivarles a un hospital si la enfermedad está en un estado avanzado.
«Las trabajadoras sanitarias de Etiopía son las más cualificadas de África. Su entrenamiento es el más largo. Lo normal en otros países es que el periodo de formación dure entre dos y seis meses», repasa Tarekegn. «Es muy importante que hablen el idioma de la población con la que trabajan. Y como suelen vivir en la misma zona y son mujeres, las madres confían en ellas«.