Estábamos ahí bebiendo vino y yo le leía poemas.
- Llevamos ocho meses juntos – dijo ella.
– No sé. Supongo que no sé nada. Sólo recuerdo una cosa, que una mujer me dijo: De ahora en adelante no tendré basuras. Seré más selectiva…
– Eso es lo que dicen las mujeres cuando se separan de alguien. Después se empatan con un tipo peor que tú.
– Si, como yo. Claro.
***
Fuimos a un sitio a cobrar un dinero. Yo necesitaba el dinero para comer, beber, comprar libros y papel de escribir.
Regresamos, nos dirigimos a Horno Negro, entramos al edificio donde editaban mi libro “Palabras con el inmortal” y corregí dos palabras.
Antes había escrito “Mi Primer Libro de Ensayos”. Después pensé bien y lo dejé como estaba. El primer libro de Ensayo de Argenis Rodríguez.
¿Por qué?
Porque esto es un solo ensayo. No es un libro de ensayos. Yo no soy Montaigne. Ni Marianito. Ni nadie. Este es un libro de un solo ensayo. De un ensayo espiritual.
***
Emilio López González, un viejo amigo mío y que ahora era concejal me había agarrado en la Plaza Bolívar y me había preguntado:
- ¿Qué puedo hacer por ti?
- Nada.
- ¿Un puesto?
- No, vale. En todo caso tengo un libro que nadie ha querido publicarme.
- Mándamelo.
- Se lo mandé a través del mocho Ledezma o de Savelli Maldonado y un buen día Emilio me dice:
- El libro está por salir. Anda a Horno Negro y corrige las pruebas.
Fui allí y no tuve nada qué hacer, salvo dirigir la portada, ponerle una silueta de Holderlin y dar dos o tres indicaciones.
Eso fue un día viernes 6 de agosto. Yo había estado con Sandra y nos habíamos metido en El Castillo y un médico, que había sido médico mío (de gratis) hasta ese momento se molestó conmigo porque no me senté a su mesa.
- No – le dije.
- Bueno, por mi clínica no va más.
- No.
Comí con Sandra, regresamos al apartamento y allí encontré a mi hermano Adolfo registrando mis libros. Hablamos de esto y de lo otro y después que Adolfo se fue Sandra y yo nos bebimos una botella de vino, leímos un rato y más tarde nos acostamos. Para ella “Palabras con el inmortal”, que es mi último libro, es el mejor que he escrito.
- No, señora, no – le dije. Yo a “Palabras con el inmortal” lo quiero como a mis otros libros. O como la quiero a usted. Eso sí que no es verdad.
Martes, Agosto 31 de 1982