Mi tiempo
(GRÁFICA: Argenis, lo comentamos en otra ocasión, hubiera podido ser pintor si hubiese encontrado una escuela donde formarse en su tiempo. Desde niño se destacó haciendo trazos y pinturas que mostraban cierta capacidad creativa. Siendo muchacho se abrió un concurso en el Liceo Roscio de San Juan de los Morros, y el obtuvo un premio por un cuadro que hizo sobre el sabio José Francisco Torrealba. Aquí mostramos un dibujo a lápiz de su hija Valentina)
Argenis Rodríguez
La vida de un escritor ha de ser una guerra constante sobre la tierra, esto repitió Lord Byron de Pope cuando se refirió a su autoexilio en Inglaterra. Porque se habían encarnizado en su contra porque era el mejor poeta de su tiempo. (Goethe lo dijo). Porque le inventaron infamias. Lo acusaron de llevar relaciones incestuosas con su hermana Augusta; intrigaron en su contra por haber escrito el Don Juan y por último su propia mujer lo abandonó y demandó y lo persiguió con saña. Otro, en su lugar, se vuelve loco o se suicida, pero Byron era de temple y con su dinero fletó un barco y llegó a las costas de Grecia, donde murió por la libertad de ese país. Sin duda un buen ejemplo para cualquier escritor.
Otros escritores, como Augusto Strindberg, pongamos por caso, se fueron huyendo del país y de las gentes, pero jamás tomaron posiciones heroicas. Se recuperaron de una locura, regresaron silenciosamente, volvieron a casarse y si no se calmaron nunca la mente al menos murieron viejos y en una relativa paz.
En la América del Norte los escritores se encierran en una aduana y después escriben por la noche. Nathaniel Hawthorne, contado por Borges en diez páginas magistrales, es un tipo de esa especie. Escribía cuentos y novelas y sus fugas eran totalmente imaginarias. Borges recuerda el cuento del personaje que un día abandona a su mujer, alquila una casa por allí cerca y por un juego pasa veinte años solo; después, un buen día regresa y traspone el umbral de la casa que había abandonado.
Thomas Wolfe, Scott Fitzgerald y Hemingway eran unos desterrados. No encontraban paz en ninguna parte y Wolfe, por ese desenfreno de comérselo o bebérselo todo, muere a los 38 años; Scott a los 44 y Hemingway, de un balazo, a los 62.
En la América del Sur estamos más golpeados. Aquí los escritores son unos perseguidos, unos tipos que se mueren de hambre o de tuberculosis o completamente olvidados porque nadie se ocupa de ellos, de su suerte o de su obra.
José Martí murió en un campo de batalla. Nuestro Lazo Martí era guerrillero y lo mismo Romero-García. Pérez Bonalde vivía en el Norte helado y Ramos Sucre, quien no vendió ninguno de sus libros, se envenenó en Ginebra. Y a mí, por escribir como escribo, me tienen una campaña peor que la que le tenían a Byron. Pero, claro, uno no es complaciente. Uno cuenta las cosas como son. Uno no inventa. Uno está con su tiempo como con su tiempo estuvieron Zola, Balzac, Víctor Hugo, Gallegos, Dickens, Caldwell, Baudelaire y Rimbaud.
Mi tiempo, mi tiempo, eso es lo que cuenta para mí.
04/12/1980