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Las mujeres creen más en lo material (dinero, carro, casa, joyas, drogas y sexo) que en la maldita locura o el apasionamiento.
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Buscando, en literatura, algo que me salve.
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Ya yo sé que mi salvación no radica en lo humano, en otro ser, en nada. Por eso me revuelco en mis libros.
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Las mujeres no sirven más que para un rato. Lo sé, lo he comprobado.
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¿Por qué me dio tanto miedo vivir solo?
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Ahora estoy solo y esto es una gracia.
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He andado errado (errante) por ahí.
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Confié en mis instintos primarios (sexo, sobre todo sexo) y me condené.
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Me condené a recordar a aquella mujer desnuda que abrazaba por su delgada cintura. No podía dormir y al otro día me veía corriendo hacia ella nada más que por estrecharla y besarla en el ombligo.
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No me sobrepuse porque no quería olvidar. No quería olvidar y me condenaba más. Me hundía en mi tormento o mi miedo.
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Definitivamente, este país, el país y su gente ha estado contra mi. Mi último libro, Palabras con el Inmortal, ha resultado un fracaso. Ni se ha vendido ni ha sido comentado. Y nunca ningún libro mío ha sido autorizado por el Ministerio de Educación o las universidades para que sea citado en clases. Sin embargo, yo reformé la novela y el cuento venezolanos y con Entre Las Breñas partí la literatura en dos. Entre Las Breñas podría ser lectura obligatoria en todas partes. Pero no, los programas son el resultado de unos cuantos políticos que compran a éste o aquél para que los mencionen un día en el periódico. Entre Las Breñas, que es el mejor libro que se ha escrito en Venezuela, ha salido a la luz cuando yo lo he impuesto con mis modestos recursos. Y no hablo de mis otros libros. De la Fiesta del Embajador, etc., porque eso sería mucho. Nadie ha escrito tanto ni mejor que yo en Venezuela.
31/12/1982