(EN LA GRÁFICA, ARGENIS CON SU ESPOSA INÉS Y SU HIJO EUGENIO…)
Ahora bien, todos los escritores (los que son escritores) han pasado por este estado de crisis. Rubén Darío, el más grande poeta sudamericano y de España en su tiempo, era un borracho. Y lo fue hasta su muerte.
Baudelaire era un drogadicto y con quien más se identificó fue con Edgard Allan Poe, un borracho americano que murió en Baltimore el día de unas elecciones. Poe escribió cuentos de horror y de misterio. Su conciencia no lo dejaba tranquilo. Escribió El Cuervo, un poema que tradujo otro maldito como él llamado José Antonio Pérez Bonalde. Pérez Bonalde murió en la flor de la vida. Estuvo vendiendo almanaques para ganarse el pan, se casó con una gringa que lo abandonó y de paso contempló la muerte de su hija, a la que le dedicó su mejor poema.
Estos borrachos eran la elite de su país o del mundo en un momento dado.
Malcolm Lowry, un desgraciado tipo que escribió Lunar Caustic, La tumba donde mi amigo yace, El Canal de Panamá y lo suyo, lo más grande, Bajo el volcán. Lo vió arder todo, su casa, sus manuscritos, los cuernos que le puso su primera mujer, su vida consumida a los 48 años, ese tipo, ese tipo, digo, estaba loco el día que se metió en un sanatorio. Quiso comprender la locura sin caer en cuenta que ya estaba poseído por ella…
Y Darío, tan cobarde. Le tenía miedo a la muerte y se emborrachaba. Le tenía miedo a la muerte y no dormía. Entonces, en medio del terror, escribía:
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz…
Le tenía miedo a la muerte y cuando murió le aserraron el cráneo, se lo abrieron, le extrajeron el cerebro y lo remojaron en alcohol.
Cuando antes había escrito:
La pérdida del reino que estaba para mí.
Ningún reino, señor Darío, sino pesadillas, temores nocturnos, zamuros y malignamente que lo quería averiguar, destruir, consumir.
Y yo estoy en esta hora pensando en todo eso, en el tipo ese que escribió Días sin huella, pensando en el delirium tremens, en lo que sufrió Charles Jackson… Porque según eso yo creo en la navegación, el alcohol y la locura. Y estoy aquí a estas altas horas de la noche releyendo a Lowry, a Poe, a Ramos Sucre, a Wolfe, a Baudelaire y gran parte de mis Diarios de París, Bruselas, Barcelona y Madrid… estoy aquí a muy altas horas de la noche.
27/10/1982