1 de Febrero. Lunes.
He negociado alquilar un apartamento en San Rufino.
Almorcé con Cristóbal Serna, quien, según me parece, se ha interesado por mí y mi obra. Hoy me preguntó si tenía algo para publicar. Por la tarde fui donde Molina y de su casa lo acompañé a casa de Cela. El subió primero y segundos más tarde me abrió la puerta: “Pasa. Cela quiere saludarte”.
Intercambio de palabras con Cela. Cela recordó a Darío. Yo le dije que en Palma la vida era muy sola. “-Pero Darío, me dijo Cela-, lo pasó fantástico. Darío era un hombre que vivía borracho y hacia lo que le daba la gana. Imagínese que una noche, borracho, por supuesto, se metió en una casa y habló a una mujer muerta. Con un pie la echó a tierra y se acostó él en la cama”.
Hablé con Cela largo y tendido. Dice que de Bulgaria le mandaron un libro suyo, traducido al búlgaro, claro, pero qué él no sabe que fue eso lo que le tradujeron. Se me puso a la orden y se alegró cuando le dije que me quedaba en Palma. “-Pero tenga cuidado con las casas, son húmedas”.
Me despido. Molina se pone a trabajar y yo me vengo bajo el frio. Son las nueve de la noche y saldré a comer.
Sin duda, las mujeres son impredecibles. Nada más están pendientes de atraer con su cuerpo o sensualidad.
El hombre es más doble. O piensa o trabaja. O lucha.
La Jorge Sand no podía ser una gran novelista porque era poeta, como apunta Baudelaire.
2 de Febrero.
Sueño con una soledad que me aterroriza: vivo en casa de mi mamá en San Juan de los Morros y no salgo de una habitación. La gente me invita a salir por condescendencia, pero lo rechazo y permanezco en la habitación tumbado en una cama. No quiero, no puedo comunicarme con nadie. Y eso me produce un gran terror.
En casa de Molina, donde ceno.
A las nueve p.m. regreso con Molina a la ciudad y nos encontramos con Serna. A Serna le interesa el “problema de Otto de Sola. Otto vive con una italiana que le ha confesado que aquél es muy celoso. Y Otto por su parte le ha dicho a Serna: “¡Esa señora, esa señora! ¡Que calamidad!” y todo con las manos en la cabeza. “¡Hay un misterio allí!”, comenta Serna. Otto y su mujer no hablan con nadie, tienen dinero y viven como miserables.
Pensando todo el día en M. Ahora releeré las cartas que me envió a Barcelona. Si no llegara a venirse yo tendría que irme a una gran ciudad.
3 de Febrero Miércoles.
Días enteros perdidos. Pensando en M y releyendo unas dos cartas que me ha enviado.
Almuerzo con Serna y Molina. Voy donde Molina y regreso.
Deambulo solo. Ceno solo. Me emborracho solo y vuelvo donde Molina.
Son las 12 y media.
Creo que anoche soñé que unos políticos secuestraban a una hija mía.
Creo que en otro sueño unos tipos (amigos y familiares) me decían que no cometiera la locura de casarme con M.
Intenté leer y no pude. Intenté escribir y no pude. Me asombra Molina que cada día me dice que escribió un cuento.
Si el derrumbe le ocurrió a Fitzgerald a los 39 años a mí me ocurrió a los 28. No he podido pasar de “Entre las Breñas”. Soy hombre de un libro: he pasado el día borracho. Buscando alcoholizarme. Pienso con horror en Venezuela. ¿Pero es que tendré que regresar, mañana hará dos semanas que no me acuesto con una mujer.
4 de Febrero. Jueves.
Soñé con Caracas y la librería de los Castellanos (Jonás y Rafael Ramón). Soñé que éstos no le habían pagado a Tomás las letras que le adeudan por concepto de mi libro “Gritando su Agonía”. Luego soñé que venía en un gran barco y uno caminaba por el borde de las aguas y las aguas a veces invadían la cubierta, que era de lozas y yo viajaba a Europa.
Sin hacer nada. Me despierto y me siento en el recibo del hotel. Voy al correo. Voy donde Molina y allí almuerzo. Camino mucho con Molina. Salimos en su carro. No cesamos de hablar. Molina dice que escribirá un libro para rebatir una idea mía: de que en España se acabaron los artistas y que los pintores llegaron hasta Goya y los escritores, si acaso, pasaron hasta Valle Inclán.
Solo yo, soy yo quien impone su propia soledad.
Recordé, con odio, a M. Tal vez me ha sido infiel. Puedo jurar que me ha sido infiel.
5 de Febrero. Viernes.
Indudablemente, amo a M. La deseo. Me desespera pensar, el no habérmela traído.
Pérdida total de tiempo.
Del hotel a casa de Molina. Y viceversa. Molina es feliz con su seis hija.
Carta de M. Me la envían desde Barcelona.
Sin M pierdo más el tiempo. No me siento sin esa mujer.
Pensando en M y deseándola.
Pensando en tener otro hijo con M.
La quiero y la deseo y no puedo recordarla sin desearla terriblemente.
6 de Febrero. Sábado.
Anoche dormí en el lavadero de la casa de Molina. Habíamos ido a cenar a casa de Francisco Durán y se hizo tarde. Y cuando Durán de manera mortal nos traía en su carro, tanto Molina como su esposa perdieron la cabeza. Y comenzaron a protestar y a pedir quedarse en la carretera. Hubo un momento en que Molina agarró por el cuello a Durán con el carro en marcha y yo ahí en la puerta. Forcejé con Durán y perdí un botón del abrigo. Descendí del auto aun cuando todavía corría. Durán se puso fuera de sí y Molina cogió miedo. Ya fuera se escondió detrás de las tapias. Molina estaba tan fuera de sí que golpeo a su mujer en la espalda porque ésta intentó, hablar. ¡Cállate!, le grito. Durán se excusaba, casi llora. No obstante, después de haber caminado un buen trecho con la Josefa y Molina terminé por montarme en el auto con Durán. “¡Pero que pasa Argenis! Me preguntaba el Durán. Casi llora. “¡Desconfías de mí!”, preguntaba y se quejaba.
Tres cartas de M. El leer estas cartas, me excitan sexualmente. Y recuerdo a M. Me juro volver tener un hijo con ella. ¡Cuánto lo deseo! Dice que se vendrá del 15 al 19. Es mucho.
Sin dejar de pensar en M.
Todo el día con Molina o en la casa de Molina.
Sale en el Nº 460 de enero de “La Estafeta” un artículo de Julio E. Miranda. “Entre las Breñas”
7 de Febrero. Sábado.
Todo el día en casa de Molina. Almorcé allá y luego lo acompañé hasta la residencia de Juan Miró. Molina le iba a montar a Miró un artículo que tituló “Miró en Mallorca”.
- A lo mejor me da un dibujo -comentó Molina.
Pero Miró no estaba ahí. Estaba en Barcelona.
Por la noche, en un moderno restaurant, Molina me paga la cena.
Me recojo temprano. Releo ese artículo de Julio Miranda.
Mañana me iré de este hotel.
8 de Febrero. Lunes.
Hoy ha sido un día de malos sucesos y de malas noticias:
1) el hombre que me alquiló el apartamento se negó a devolverme el dinero cuando le dije que rescindiera el contrato. Sin saberlo o sin darme cuenta, iba a habitar en una cochinera. Tuve que denunciarlo en INF y turismo. A eso de mañana me devuelven el dinero.
2) M me escribe diciéndome que no podrá venir porque ella, sin una autorización mía, no podrá traspasar el apartamento que tenemos alquilado allá. Más demoras. Así que gasté un dineral en taxis, cartas, envíos urgentes, idas al puerto, donde Molina, etc.
3) me doy cuenta de que sin leerlo he perdido “Homenaje a Cataluña”, libro que compre en Barcelona. Me costó 180 pesetas.
No escribo. No leo.
Carta de Jorge Campos.
9 de Febrero Martes.
Me despierto muy temprano. No sé si he soñado.
Voy al correo. Nada para mí.
Llamo a Aníbal a Barcelona. Allá tampoco nada para mí.
Viene Molina a las 11 y media y vamos a INP y Turismo. Aquí me dan un cheque que me dejó el hombre de “Fincas Palmas”. Almuerzo con Molina. Visitan al pintor Tarrassó. Café y coñac con el pintor Tarrassó.
Son las 5 y media y estoy en mi hotel Urbis de la plaza Santa Catalina de Thomás lavándome los dientes y esperando a Molina que fue al Centro de Arte. A leer los periódicos. Me iré con él a su casa.
Con Molina yo me iba a ir a su casa y en la parada del autobús encontramos a su mujer. ¡Coño, la Josefa! De manera que me quedé. Son las 8 de la noche y en los bares de toda Palma me he tomado una botella de coñac. Estoy borracho y quiero calmarme. No recibí cartas de nadie hoy.
Molina me confesó que él ahora llevaba su diario.
10 de Febrero. Miércoles.
Carta de M que trae un recorte de un artículo mío que apareció en “El Nacional”.
En casa de Molina, donde comí, donde escribí un artículo que titulé “De nuevo con Cela”. Molina le vendió un cuadro a un arquitecto.
A las 4 p.m. llegué al hotel y leí unos cuentos venezolanos.
Por la noche, solo escribí otro artículo sobre Molina. Y más tarde, borracho, regresé donde Molina, quien comía. Le leí el artículo y se rió, y su mujer también se rió y se rieron sus hijos también.
Hace días que no sueño, pero todo debido a que tomo pastillas para dormir. Y mi sueño es artificial y entonces no recuerdo nada al día siguiente, en que me despierto muy temprano.
11 de Febrero. Jueves.
Días de completa soledad y angustias.
Me despierto temprano, pero sigo en cama hasta las 9 y media, hora en que me voy al correo. Bebo un café mientras leo un periódico y después cojo el autobús de las 12 hacia la Bonanova. A Molina lo encuentro siempre acostado, leyendo o comiendo algún manuscrito. Me pregunta si he comido. Es lo que acostumbra a preguntarme. Hoy llevé un pollo que nos comimos con vino.
No leo. No escribo. Recuerdo con odio a M y entre mí la maldigo. esta mujer ha contribuido mucho en mi desgracia. Es a ella a quien le debo todas mis desgracias. No puedo olvidarle y no he amado a otra mujer desde que la conocí y no me resigno a vivir con ella con tranquilidad a pesar de que la amo. Hoy le mandé una carta insultante.
He vuelto a las pastillas para dormir y aunque sueño no recuerdo los sueños.
No me llega el cheque, carezco del pasaje de regreso. No obstante, me dejo ir. Me creo abandonado hasta por mí mismo. Molina es mi gran amigo. Me la paso en su casa y lo interfiero en su trabajo. Yo como escritor, me acabé. Como hombre no sé qué pasa conmigo. Pero de una cosa estoy seguro: he perdido todas las esperanzas.
12 de Febrero Viernes.
Sin cartas. Sin noticias de noche.
Llamo al consulado de Barcelona.
Voy donde Molina. No se encuentra. Ha ido a la imprenta.
Con el pensamiento de que ayer le escribí una carta a M llamándola puta y que no se viniera porque sería capaz de matarla. Dejo a su libre albedrío que venga o no. En el fondo debe ser que quiero que se apresure. Allá ella como entienda mis comunicaciones.
Idea de escribir una novela con mis notas de Barcelona del año pasado. Título: “Retrato de mi mujer”.
Molina me regala su último libro: Cuatro piezas sumergidas”. Si, Molina, su literatura puede hacer lo que le de la gana.
13 de Febrero. Sábado.
Dos cartas de M a las que no doy importancia porque aún no sé cómo le irá a caer la que le mandé hace dos días.
Yo busco destruirme. No otra cosa he hecho con estos viajes en los que no buscó ningún objetivo. Me desespero en la soledad, me aterrorizo, pero la persigo. Estos viajes son esa persecución, esa auto-destrucción. Y siento obsesión por los suicidas. Ahora me empeño en leer una biografía de Marylin Monroe. Pero me digo que no me ha llegado el tiempo de matarme porque ella lo hizo a los 36 años y yo tengo 35.
Yo creo que en España no hay buenos escritores porque no hay suicidas entre ellos. Al Molina lo canso, lo fastidio. Me voy a su casa y él se encierra por allá lejos y como oye que juego con sus hijos, los llama. Yo me quedo solo en el patio y me vengo a pie.
En mi cuarto leo sobre Valle Inclán. Buscar fuerzas en las vidas de los otros ha sido mi destino.
14 de Febrero. Domingo.
Soñé que participaba en un concurso de canto. El premio seria para una mujer. Como yo sabía que iba a perder procuraba retardar mi participación. La mujer era o se parecía a M y yo la besaba contra una mesa. Y la madre de ésta mujer era alemana.
En mi próxima novela no debo hacer referencia al sexo. En “Entre las Breñas”, que es mi mejor libro, no hago referencia al sexo. En arte lo sensual no tiene importancia. En arte sólo lo espiritual importa. Los grandes novelistas olvidan o desconocen el sexo en sus obras. Aun en cuanto sean sexuales o aberrados, sin son artistas no hacen menciones al sexo. ¿Ejemplos? Los más grandes: Cervantes, Dostoievski, Tolstoi.
15 de Febrero. Lunes.
Carta de M y que se viene del 18 al 19. A lo que parece no he recibido la carta insultante que le mandé hará cuatro días. Duermo a fuerzas de pastillas. Me da miedo vivir con M. Puedo acabar con mi vida.
Compra de “El Romanticismo” de Jaime Espinosa y de “Artículos de Cristóbal Serna.
Lectura de “Igitur” de Mallarme.
Lectura de unos ensayos críticos de Ramón J Sénder.
Escribo un artículo que titulo “La Soledad”.
Ceno en compañía de Cristóbal Serna y un joven de nombre Paco que hace la “Mili”. El joven ha estado preso por cuestiones políticas y se vuelve a cada instante. Es trotskista.
16 de Febrero Martes.
A pesar de un exceso de pastillas no dormí en toda la noche. Oía como mis vecinos, unos alemanes, hacían el amor, lo que me perturbaba más.
A Molina lo encuentro de un humor de perros. No recibe correspondencia. Yo creo que lo perturbo y después de almorzar en su casa me vengo al hotel.
Lectura de Larra. Me atrae Larra por eso de que se suicidó por unos amores desgraciados. Por esto vale la pena matarse.
Desde Barcelona me escribe Víctor Pzancozalba. Me anuncia para intervenir en una conferencia en Zaragoza junto a A. Marsé, Oca y Hervás.
Cenaré con Molina. El mismo se ha invitado. Sufre porque no lo tenían en cuenta. “Aquí no vale el talento si no el dinero”, dice. “Fíjate, aquí los escritores son esos mierdas de Gironelle… yo jamás he podido terminar un libro de Carlos Fuentes”. Molina se ha recortado la barba y se cree más joven. “El único que comentó En Cejunta y Gamut fuiste ahí” dice mientras se contempla al espejo. “Un libro que, bueno jamás lo había visto nadie en España”. Se pasea por la sala. Sale al patio. “Yo dibujo o pinto para ganar dinero. La pintura me da más que la literatura”. Golpea una pelota. “Baroja no se ganó ni una peseta con sus libros. Y escribió ochenta. En cambio, ahora hay unos tíos que no son una uña de Baroja que ganan dinero con las porquerías que escriben”.
18 de Febrero. Jueves.
Carta de M, y que se viene.
Como todos los días estuve en casa de Molina, donde, como siempre que voy allá, me quedé a comer. Molina discutió conmigo. Cree que anoto todo lo que me dice. Le teme a mi diario.
Me leo “Chopin. Su invierno en Mallorca”, de Luis Ripoll, autor mallorquín, dueño de la imprenta que es donde se edita “Papeles de Son Armadans”.
Leo para distraerme. No me interesa nada que me haga pensar. Ya no haré más nada. Yo me acabé con “Entre las Breñas”. Mi vida ya no se justifica. No hago más que pasear un cuerpo inanimado.
19 de Febrero. Viernes.
Hoy era el día, que se me afirmaba que llegaría. Y yo ahora dudo de que venga. Recibió mi carta en la que la ponía en guardia y tendré miedo.
Sin embargo, leo. Leo sobre G. y leo a Molina. Leo a Fitzgerald y leo a Sebastián Juan A. Leo a Hemingway y leo a Sender. Y escribo artículos, porque la creación ha muerto en mí. Pero el artículo es creación y es poesía. Larra es Larra por los 30 artículos que escribió; sus novelas, sus poesías y sus piezas teatrales no valen nada.
Le mandé a Julio B. un artículo que titulé “La Soledad”.
Molina ama a su mujer y es feliz con ella. Me confiesa que nunca se ha separado más de cinco días de la Josefa. “A la semana ya me desespero”, me dijo: le he sido fiel a mi mujer, me dice, y es incapaz de serle infiel. ¡Grande, grande, es grandioso este Molina!
20 de Febrero. Sábado.
M furiosa como era de esperar, me escribe diciéndome que se lo hubiera dicho en la cara, lo que le mandé por carta me hubiera matado. ¡Hubiera sido mejor! Yo nunca saldré de dudas.
Me manda además M dos notas que se refieren a mí. Una de Carlos J. en la que se me ataca con malas intenciones, y otra firmada por un Antonio Rodríguez Rodríguez, que al parecer me defiende. No estoy muy seguro de esto último. Pero si, parece que este señor que tiene dos apellidos Rodríguez como yo pero que yo sepa no es pariente mío, como que me defiende y hasta me llama valiente.
Con Molina.
Con Serna.
Serna me prestó “El Diario Intimo de B.” y un libro sobre Baroja.
Escribo un artículo de cachondeo hablando de esas notas que me mandó M.
Molina me presta “Imagen”, que trae un artículo mío sobre Guillermo Meneses.
21 de Febrero. Domingo.
Paso el día con un dolor de cabeza. Todo debido a las pastillas que tomo para dormir, pero que no me hacen dormir nada.
Leo a Baudelaire y un libro muy interesante sobre Baroja por un tal Gómez Santos.
Almuerzo en casa de Molina y bajo con él a la ciudad y por la noche visitamos a un pintor de nombre o apellido Alexandro donde cenamos.
El día me ha sido fatal con eso del dolor de cabeza. No obstante, leí algo y pensé en proyecto de libros por realizar. El de mis memorias de la infancia.
22 de Febrero. Lunes.
Me levanto temprano y me tomo dos cafés negros bien cargados para despabilarme.
Recibo una carta de Fuentes proponiéndome la historia de “Entre las Breñas” para él publicarla allá.
Compro las memorias de Cecile Sorel y un libro de Azorín sobre Rivas y Sarre. (Son las doce meridiano).
A la una, Molina viene por mí y vamos a almorzar a la casa del pintor Alexandro, un señor que es judío, que de la noche a la mañana, especulando con la compra venta de terrenos se hizo una fortuna.
- Con decirle -me dice-, que casi no me suicidé por mi pobreza. Pero una noche un borracho me confundió con otro y me hizo unas proposiciones que me sirvieron a las mil maravillas. Yo era fotógrafo y Cela me decía: “No busques peseticas, hombre. Busca millones y ya verás”.
A escondidas creo que este Alexandro le da algo de dinero a Molina. Alexandro también dice que Molina hizo mucho por él.
Escribo un artículo sobre Baroja. Se lo mandaré a José Ramón Medina.
23 de Febrero. Martes.
A Molina esta mañana lo encontré en una librería comprando todos esos libros que él no se ha leído y de los cuales yo le he hablado. Lista somera: obras de Wolfe. (Aquí no se consigue y yo le presté” “Acuérdate del Ángel”; “Michael Kohlhaas” de Heinrich von Kleist; todo lo encontrable de Novalis; etc.
Almorzamos juntos y yo pagué. (Molina en la calle, no paga nunca. Pero nadie se va de su casa sin comer).
Recibo el cheque de Inciba correspondiente a este mes de enero.
No salgo de mi cuarto en el que leo con las cortinas cerradas y leo con luz eléctrica.
Sarra.
Azorin.
Baudelaire.
Cecile Sorel – (retórica y tonta, pero interesante)
D´annunzio – (retórico – uno solo de sus libros podrá salvarse: “El Fuego”).
Borges.
Los españoles no saben escribir biografías. Hablan de todo menos de los hombres. Los españoles escriben sobre el estilo. El clasismo y todas esas tonterías, pero son incapaces de meterse en el alma de nadie. Tal vez los novelistas (¡y son bien pocos!) los que profundicen una migaja en el alma y en las pasiones. ¡Y cuántas almas y cuántas pasiones cargan los españoles! Será que les da miedo verse. Larra se descubre en dos o tres artículos. Cervantes es el Quijote. Baroja en el Larrañazo de “Agonía de nuestro tiempo” y pare usted de contar! En España no hay novela como “Cumbres Borrascosas” o “Luz de Agosto”, o “Cantaclaro”, o “Todo verdor …”. Unamuno tuvo un buen intento, nada más que un buen intento, con su “Niebla”. A “La Tía Tula” esa yo la mandaría a prohibir por falsa y pesada.
Todo aquel que se suicida es interesante.
Escribo una nota sobre Larra. Cada nota mía es un poema en prosa.
Feliz por la adquisición de un libro de Otto Weininger: “Diario Íntimo”. Feliz porque me entero que Weininger se suicidó.
24 de Febrero. Miércoles.
Historias con M.
Vivimos un tiempo juntos con perfecta fidelidad (eso creo y por parte mía lo fue así) en Bruselas.
Pero yo la abandoné. La abandono de nuevo y me voy a Barcelona. Ella se desespera. Me escribe. Que me regrese. Yo le mando cartas injuriosas. Ella calla. Pasa un mes. Pasan dos meses. Vuelve a escribirme. “¿Qué se había hecho usted?” ¿Está en Madrid o en Barcelona? Yo cometo la debilidad de contestarle. Le digo que vuelva conmigo. Que me telefoneé o me mande un cable. Yo regresaría a Venezuela. “No señor Rodríguez, yo volvería con usted si usted consultara un psiquiatra”. Desconfío, como es natural, de ella. Pero siguen las cartas. Y un buen día recibo una en estos términos: “Regresa, aquí tendrás todo”. Claro yo soy el tonto para agarrar. No obstante no vuelvo. Y lo que me esperaba. Los amigos, que pasan por ser amigo míos y que lo son más de ella, me dicen: “en cuanto a M no hagas caso a terceras personas”. ¡Con que no, eh! Y hasta hay otro que en plena calle me grita: “¡eh, Argenis tu cabroneas a esa mujer! No mientes. No mientes, ¡tú cabroneas a esa mujer!”
¡Y ella que me dice que no se habla con nadie y todos en la Universidad la atacaban! Y cuando le hago esa observación deja escapar unas palabras: “tengo miedo”.
¿Miedo a qué?
Por la noche me llega una carta de M con un recorte de un artículo mío sobre Cela que apareció el 19. Que si se viene o no.
25 de Febrero. Jueves.
Siento que me está invadiendo un gran optimismo. Escribo artículos, leo e intuyo planes para grandes libros. Me levanto y corro a leer los periódicos, tres o cuatro por lo general, y luego leo uno o dos libros por día. O cuatro o cinco libros al mismo tiempo que cierro en menos de lo que yo mismo imagino.
Escribí un articulo que titulé “Suicidio y Locura” y que presiento es magnífico.
Compré dos ediciones de los “Endemoniados”.
Compré dos libros de H. G. Wells: “En los días del cometa”.
Compré libros de Hoffmann, Baroja, Valle Inclán. Todos son cuentos en un volumen publicados en 1936.
Compré libros de Santa Teresa, de J. Basuell y de Antonio Espina.
Es mediodía y leo el “Diario Íntimo” de Weininger. Ahora no temo enfermarme como cuando vivía en Barcelona y la soledad me obligó a repudiar a Dostoievski.
– Que a ti te dijeran que un tipo es loco ¿te daría compasión?.
– No, me hacía gracia.
Soy culpable y jamás podré redimirme de mis culpas.
En el pecado nunca he creído.
Al nacer es ya uno culpable.
Por la tarde vuelve mi pesimismo.
Compro la primera edición de “Rubén Darío” de Juan Antonio Cabezas. Madrid. Junio. 1944.
Compro un libro de Lytton Strechey: “La muerte del General Gordon”.
“Hace falta la soledad, más que la finja en compañía de otros” (Otto Weininger)
No se es libre hasta que no se conquiste la verdadera soledad.
¿Al final no se confundirán soledad y libertad?
Pero también se es libre cuando pase o se vence el sentido de la culpa. Yo me siento culpable por otros que quizás me han hecho más daño a mí. Y pienso en mis dos mujeres.
26 de Febrero. Viernes.
Un hombre le manda a decir a una mujer: “Dígale que no quiero verla. Que prefiero estar en un burdel a estar con ella”.
Encuentro sorpresivo con Otto de Sola. Su obsesión es Vicente Gervasi, su compañero de generación:
- Yo lo hice, yo le corregí sus poemas. Yo le di el titulo para su libro “Mi padre el inmigrante”. Es bajo, rastrero. Neruda lo lleva al Vicentillo. Se quiere meter en mi vida privada y por su culpa no me dieron la Embajada de Bélgica, que por ascenso merecía. Me jubilaron antes de tiempo. Intrigó. Llegó a Caracas diciendo que yo había abandonado en París a mi mujer (que es una Catalana) junto con mi hija por irme con una italiana. Y esto me perjudicó. Entonces Gonzalo Barrios nombró de Embajador a su yerno a su cuñado. Liscano premió a Gervasi… ya, cuando Gervasi concurría, retiré mi libro del concurso. Ahora insisto, pero Luis Beltrán Guerrero me envió una carta con sólo un nombre: Ida Gramcko. ¿Qué quiere decir con eso? Que es la Gramcko la ganadora, ¿no?. ¿Y cómo lo sabe con tanta anticipación?
Para Otto de Saola, su obsesión son los poetas:
¿Quién es Daza? ¿Quién es Félix Guzmán? Quién es Sanoja? Y por ahí sigue.
En un kiosco compra un ejemplar de “Entre las Breñas”.
- Esto si es un libro. Cela, Mariano y tú son los únicos que se han destacado.
27 de Febrero. Sábado.
Solo. Compro una biografía de Herder. Leo a Baroja. “Las Horas Solitarias”.
Y ahora leo a Weininger: “A la mujer no se le puede estimar. Es puro sexo, el hombre es sexo también. Pero puede convertirse en místico y hacer de él el que quiera”.
Viene Serna con el director de la Colección “Bazar”. Este señor se lleva un ejemplar de “La Fiesta del Embajador”.
– Si me gusta lo reedito -dice.
Viene Molina acompañado de su mujer. Cenamos. Yo pago.
Compro una biografía de Ramón Basterna.
Serna me dice que a Cela la mujer le pone los cuernos con el administrador de “Papeles de Son Armandans”. La pareja y que se ve en un apartamento que tiene alquilado por la carretera que va al castillo de Bellver. “Cela -me dice Cristóbal -está enterado y lo tolera todo, pero se comenta que una noche, cansado de todas esas cosas le metió a la mujer un nabo en él coño”.
28 de Febrero. Domingo.
Ya lo que tomo para dormir no me hace ningún efecto y no duermo. Estructura con todas las notas sobre M un libro que se titule “Breve historia de Lilian”.
Si, Larra y Ganivet se suicidaron por sendas mujeres yo estoy perdido.
Ganivet estaba en Riga y su mujer se le iba a unir. Pero como un yoyo le había escrito que ésta le era infiel él le escribió una carta que no hiciera el viaje inútilmente porque antes se mataría. No obstante, la mujer emprende la travesía y Ganivet se suicida lanzándose al Dwina.
¡Quién puede volver con una cerda!
Me agarra la fiebre del trabajo. Es el trabajo el que salva. Escribo breve y bien varios relatos cortos que titulé “Leyendas”.
Es la una y media del día y me encuentro en casa de Molina. A él le he hecho leer “Leyendas” esos breves relatos. Idea para un libro.
Almuerzo donde Molina.
Aunque hablo mucho comprendo que me invade una tristeza, a la que temo. La tristeza, lo sé, es una enfermedad incurable y desesperante.
Ahora pienso que dentro de mi tengo más instintos criminales que suicidas.
Los hombres se dividen en dos clases: criminales y suicidas. No hay término medio, como no lo hay en ninguna parte.