Por: Alirio Liscano
I
La ciudad está al borde del colapso. Nunca la vimos así. El talante de la gente se ha vuelto áspero y proclive al choque, como si cada quien estuviera listo para saltar sobre el otro. Y se hace inevitable preguntarse ¿Llegó, ahora sí, la “ley de la selva”?
La crispación cotidiana revela ansiedad, malestar y descontento. La amabilidad es prenda rara. Y no es para menos. Los tormentos diarios son la basura en la calle, el gas doméstico y el trasporte colectivo, aparte de los precios básicos, un llanto general. Y más allá, se percibe la lucha en cada hogar. Nadie cuenta su historia, ni falta que hace.
Es la misma tuya, porque como dice la voz popular, “la procesión va por dentro”.
Ocasionalmente se presentan roces. El hombre, en la céntrica calle, salta sobre el niño. Es un tipejo alto y fornido y el chico hasta hace poco bebé, lo mira desde abajo. Va a golpearlo, patearlo, o escupirlo. Nos detenemos ante la contingencia.
El niño anda solo. O la madre se escurrió entre la gente para no hacerse cargo de la situación. Felizmente, el hombretón se contiene y el niño que sólo sabe de su hambre, continúa comiéndose el cambur como si nada.
La señora con la pierna amoratada y renqueando le pide al chofer del colectivo que la deje bajarse en la esquina, el conductor se rehúsa y le habla de la “parada”, entonces ella le ruega lloriqueando. Y el desalmado la suelta en el paradero habitual.
La joven señora no estaba de suerte esa mañana. En aquella hora “pico”, el pequeño autobús “revienta” de gente. La muchacha, con el bebito en el hombro, se da valor, toma oxígeno y traspasa la barrera humana para ir a pararse en el pasillo del vehículo. Nadie le ofrece asiento y viaja de pie. Al salir, tiene que librar otra batalla.
Y se observa, además, entre los parroquianos, un detalle inquietante. Siempre hubo gente comiendo al aire libre en negocios informales llamados de “fast food”. Ahora, ocurre que si usted consume una fruta, torta o pan en la calle, no falta quien le pida.
Estas estampas diarias, aparentemente irrelevantes, están bastante lejos de una ciudad que es naturalmente amable, relajada y sonriente. Algo está pasando. Hay una sorda desazón social que no llega a expresiones conflictivas, pero está ahí.
¿De dónde venimos los venezolanos?
Venimos de un sexenio terrible 2013-2019. Asesinado el Presidente Chávez, el imperio, la oligarquía y sus politiqueros, creyeron llegada la hora de “rematar al chavismo”, el más esperanzador movimiento revolucionario del siglo XXI.
La derecha mundial intensificó entonces todos sus planes para liquidar la Revolución Bolivariana: movilizó la página mediática “Dólar Today” contra el signo monetario venezolano; declaró a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para los Estados Unidos” e intensificó las “sanciones” e interferencias internacionales.
Y como si eso fuera poco, multiplicó el contrabando de extracción hacia Colombia, el acaparamiento y también la especulación con los bienes fundamentales, al tiempo que fomentó exponencialmente la violencia de calle con fines desestabilizadores.
Por esta vía, triunfaron el 6 de diciembre de 2015 en la elección de la Asamblea Nacional, logro transitorio que ponto despilfarraron buscando convertir al ente legislativo en un factor de choque con los otros poderes nacionales. Y fracasados en este intento por caotizar al estado venezolano, fueron barridos por la ofensiva popular del año 2017.
En efecto, el pueblo venezolano, en una gesta electoral heroica, los aplastó en cuatro elecciones consecutivas en menos de 10 meses, desde la escogencia de la Asamblea Nacional Constituyente hasta la reelección del Presidente Nicolás Maduro Moros, pasando por la selección de todos los gobernadores y alcaldes.
Sin embargo, la incertidumbre sobrevive. Desde el inicio de la Revolución Bolivariana en 1999, el pueblo ha enfrentado lo que llama “guerra”, una refriega singular que si bien no muestra un choque frontal entre dos ejércitos, sí se acompaña con violencia extrema y criminal, la cual es pieza principal del plan desestabilizador de signo terrorista, político, económico y social, movilizado para liquidar el proceso transformador.
Esta conspiración, denominada “guerra de cuarta generación”, “guerra no convencional” o “golpe suave” / “golpe blando”, es la última fórmula ideada por las fuerzas restauradoras capitalistas con el fin de acabar con cualquier proyecto revolucionario.
No usa proyectiles abiertamente, se apoya en la “guerra psicológica”, trabaja sobre la psique humana, la mente de las personas y se vale de ideas deformadas, informaciones falsas, medias verdades, mentiras descaradas, tergiversaciones, calumnias, infundios, rumores, en fin, toda patraña que sirva para descalificar a la revolución.
Y esta hostilidad retrógrada, en dos décadas, ha tenido derivas sangrientas en aspectos políticos, geopolíticos, militares, paramilitares, sicariales, mediáticos, financieros, comerciales, diplomáticos, lo que ha costado a la fecha más de 700 vidas.
Incluidas hace poco, 29 personas “quemadas vivas”, 9 de ellas ya fallecidas.
A mediados del año 2018, meses de mayo y junio, la guerra está en su desembocadura y al “rojo vivo”. Es una conspiración total, polivalente, multifacética, que azota la economía familiar (alimentos, artículos de aseo personal, medicamentos, insulina), en cuyo punto de partida está la bestial ofensiva derechista.
Que tiene también manifestaciones feroces con respecto de los servicios públicos esenciales como son trasporte colectivo, recolección de basura, gas doméstico, electricidad, teléfono, internet y agua potable, entre otros.
Sin embargo, hay más. Todd Robinson, Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Venezuela, fue declarado por el Presidente Nicolás Maduro “persona no grata” y el gobierno ordenó su salida del país en 48 horas, decisión ya consumada.
Robinson, quien en los últimos años se había colocado abiertamente a la cabeza de la oposición interna en todos sus desafueros y provocó un escándalo contra el país, tenía pautada una visita a Mérida para la víspera de su partida.
No era extraño el agasajo local a este convidado de carne y hueso. En años chavistas, el recalcitrante oposicionismo merideño, trajo a la ciudad a jefes imperiales funestos. Ese fue el caso de embajadores estadounidenses anteriores como William Brownfield y Walter Schapiro, al igual que Robinson de chocante recordación.
En estos mismos días, Cecilia García Arocha, rectora de la Universidad Central de Venezuela, enfermizamente “pitiyanqui”, invitó al Almirante Kurt Tidd, Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, capataz de la agresión militar contra Venezuela, a un encuentro con los universitarios en el Aula Magna de aquella institución académica.
Nos preguntamos, ¿hubo alguna vez en Venezuela lagartos de cola más larga?
Los adulantes de Robinson en Mérida son conocidos, gobernador y alcalde por delante. Son los que siguen operando los suplicios de la Mérida cotidiana, los responsables de la vorágine de la basura, del alza de los pasajes y del expolio con el gas doméstico.
Los cónsules del Imperio siempre vinieron a Mérida a entrevistarse con grupos universitarios desnacionalizados, autoridades, profesores, estudiantes, empresarios, medios comunicacionales y dirigentes gremiales como es el caso del sindicato del trasporte.
Por ventura, el pueblo venezolano habló claro el 20 de mayo y el Presidente Nicolás Maduro, con mandato renovado, está tomando decisiones esperadas. Vamos a la confrontación de fondo. Y el pueblo valiente, siempre sonriente, los aplastará.
II
Vayamos al encuentro con el país nacional de la mano de Pasqualina Curcio.
Curcio es una voz muy autorizada en el debate actual sobre la situación económica. Venezuela la conoció a través de su impactante libro La mano visible del mercado aparecida en el año 2017, un volumen vibrante en donde demuestra que tanto inflación como hiperinflación en Venezuela, son fenómenos inducidos.
La docente e investigadora de la caraqueña Universidad Simón Bolívar impactó a la opinión pública cuando señaló a los medios de comunicación que el punto de partida de estas dificultades nacionales está exactamente en la página digital “Dólar Today”.
Y en la misma entrevista precisó que esta hoja electrónica difunde un cambio bolívar-dólar arbitrario, irreal, inorgánico, fijado por grupos mafiosos estadounidenses y colombianos que encabezan la agresión contra Venezuela.
Este dato es irrebatible. Toda la cadena económica ha sido zarandeada por la mano satánica de estos criminales y ha tomado cuerpo por esa vía un proceso de usura y especulación galopante, difícil de controlar por parte del gobierno bolivariano.
Los avances de investigación econométrica de Curcio, han tenido amplia cobertura nacional y hace poco, en el marco de la campaña presidencial ganada por el presidente Nicolás Maduro, puntualizó los riesgos que se ciernen tras la “inocente” propuesta opositora de dolarizar la economía venezolana, un plan imperial difícil de esconder.
En esta ocasión denunció lo que significaría la presencia aplastante del dólar al conceder los billetes verdes para el funcionamiento de la economía interna, las imposiciones privatizadoras, la liberación del cambio, tasas de interés y fijación de precios al consumidor, así como la amenaza cierta de contraer una nueva deuda impagable.
Sería la liquidación, dijo, de la amplia y prioritaria agenda social bolivariana.
El 25 de mayo de 2018, en el marco de la amplia consulta nacional movilizada por el Presidente Nicolás Maduro, Pasqualina Curcio volvió a la carga con un conjunto de propuestas que ahora pasamos a comentar.
Para combatir la hiperinflación inducida, asegura la docente-investigadora, es imprescindible derrotar el arma imperial más poderosa: la manipulación del tipo de cambio. Evitemos, agrega, que terceros marquen el valor de nuestra moneda.
En este sentido, postula la creación del Bolívar Oro Soberano, anclar el valor del bolívar a las reservas de oro que se encuentran en nuestras bóvedas centrales, cuyo precio es fijado en el marco de los mercados internacionales.
Para superar el modelo rentista, estima prioritario acabar con la transferencia de ingresos petroleros a los capitales transnacionales industriales y financieros. Esos recursos deben permear a través del estado y con modos de producción social mixtos y por qué no privados, dentro del proceso productivo nacional. Bajo ningún concepto, enfatiza, deben ir estos dólares a las cuentas bancarias extranjeras de las corporaciones.
Y seguidamente Curcio propone:
Aprobar una Ley Constitucional que establezca el plan y el presupuesto anual de ingresos y uso de las divisas provenientes de las exportaciones del sector público, en la que queden claramente fijadas las pautas de asignación y uso de dichos recursos en un plan de desarrollo social y económico perfectamente diseñado.
Igualmente, mantener el control cambiario y crear un espacio para que el sector privado pueda transar sus divisas. En dicho mercado, el estado no debe colocar las divisas provenientes de la exportación de petróleo y otros recursos naturales.
Desarrollar un sistema automatizado, integrado y público que permita hacer seguimiento desde la asignación de las divisas hasta la recepción de los bienes importados por las fábricas o los comercios. En este caso, la contraloría popular sería imprescindible.
Contra la especulación, debemos revolucionar el impuesto sobre la renta, pechando en términos porcentuales toda ganancia adicional con respecto de los niveles de venta. Si históricamente un negocio tiene ganancias del 5% sobre sus ventas y de repente registra ganancias del 50%, estas deben ser susceptibles de contribución fiscal.
El uso de la tecnología blockchain, asegura Pasqualina Curcio, para controlar integradamente la facturación pública electrónica y también los ingresos bancarios, es un elemento de apoyo altamente recomendable.
Contra el embargo comercial y el bloqueo financiero internacional, transitemos por otra ruta comercial, la de la “seda”, dice. Apostemos a ganador en esta guerra comercial entre potencias. Con dignidad y de manera soberana, hagamos alianza con ellos.
Esto es lo estratégico en estos momentos de guerra económica. Es también lo medular para aprovechar la oportunidad de revolucionar los cambios y consolidar el modelo productivo socialista bolivariano.
El día 03 de junio de 2018, Pasqualina Curcio acudió a las redes sociales. Y estos fueron sus aportes. Asegura que son diez las empresas que producen y distribuyen la harina de maíz, trigo, pasta, arroz, aceite, café, leche, huevo y pollo.
Otras tres empresas son las que nos abastecen de pañales, papel higiénico, dentríficos, jabón y toallas. Y otras diez se ocupan de los medicamentos. En síntesis, Curcio habla de 23 corporaciones en total.
En cinco años, estas empresas transnacionales, no han abastecido de manera regular ni suficiente, ni a través de los canales formales. En el lapso 2003-20014, insólito, el sector privado recibió del estado dólares preferenciales para todos esos años y 21 años más.
Desde que comenzó el control cambiario en años bolivarianos, se han otorgado 329 mil 756 millones de dólares preferenciales al sector privado, 2,6 veces más de los que recibieron anualmente entre 1970 y 2002.
Los ajustes de precios controlados entre 2013-20018 han sido superiores a 35.000%. El precio regulado de la harina de maíz a inicios de 2013 era 5,93 bolívares por kilo, hoy es 2.130 bolívares. La inflación 2013-2018 no supera ese porcentaje.
Entre tanto, los pequeños productores del campo, sin gran capacidad financiera, no han dejado de abastecer a los mercados. Por eso no hay escasez de verduras, hortalizas y frutas. Es difícil comprender que empresas de trayectoria tengan a sus clientes haciendo colas a la intemperie para comprar sus productos. Más difícil es explicar que a pesar de su clara capacidad financiera y crediticia en cinco años no hayan logrado abastecerlos.
Es significativo este dato referido a la capacidad de producción nacional para atender las necesidades básicas venezolanas. Esto confirma, por ejemplo, que un esfuerzo sostenido de agricultura urbana, podría contribuir grandemente a solventar los apuros.
Pasqualina Curcio se pasea finalmente por la Ley de Precios Justos. El artículo 55 señala en grandes líneas que quienes saboteen “la producción, fabricación, importación, acopio, trasporte, distribución y comercialización de bienes, así como la prestación de servicios regulados por la Sundee (Superintendencia), serán sancionados por vía judicial con prisión de diez a doce años”. Igualmente serán sancionados con multas de mil a 50 mil unidades tributarias y ocupación temporal hasta por 180 días.
Y el artículo 56 precisa que cuando el boicot, acaparamiento, especulación, contrabando de extracción, usura, cartelización u otros delitos conexos, procuren la desestabilización de la economía, la alteración de la paz y atenten contra la seguridad de la nación, se asignarán las penas máximas y se procederá a “la confiscación de los bienes”.
Acota Curcio, que estos artículos también aplican para el servicio de trasporte.
III
El mencionado ataque criminal a la moneda venezolana vía “Dólar Today”, página manipulada por la Reserva Federal de los Estados Unidos; la gangrena del contrabando de extracción desde Colombia, obra de la oligarquía y el gobierno de Juan Manuel Santos; y la usura descarada en materia de precios, dan a esta crisis contornos dramáticos.
Mérida, en el costado occidental de Venezuela, sufre latigazos adicionales. La cercanía de la frontera colombiana ha multiplicado el influjo de los flagelos mencionados y otros como el saqueo de la gasolina, componentes automotores (cauchos, baterías, tacos de frenos, lubricantes) y rubros metálicos como el oro y otros.
No menos importante ha sido la succión del papel moneda venezolano, insumo devorado por las mafias fronterizas en su afán de máximo beneficio. El último informe difundido por el gobierno bolivariano sobre la Operación “Manos de Papel”, habla de la incautación de 12 billones de bolívares en efectivo de un acumulado de 30 billones.
El drama merideño se resume con datos espantosos. 6 millones de bolívares cuesta un kilo de café. 3 millones de bolívares se paga por un kilo de carne vacuna. 1.5 millones por un cartón de huevos (30 unidades). Y 1 millón de bolívares por un kilo de cebolla.
En esta misma línea aterradora, 800 mil bolívares es el precio de un kilo de tomate. Y para colmo, productos en que Mérida puntea abiertamente la producción nacional (papa, zanahoria y apio), andan volando por las nubes.
Y sobre el parque automotor, los montos no son menos depredadores. La batería o acumulador, haciendo promedio, anda entre 20 y 30 millones de bolívares. Un litro de lubricante para motor o caja de velocidad, no baja de 10 millones.
Y los cauchos o llantas se tornaron vecinos de los astros.
Así, es cierto, nadie puede, si nos atenemos al salario mínimo nacional de 2.5 millones. Es claro, empero, que Venezuela no tiene problemas de producción primaria y que las dificultades son de distribución, por las tropelías de las mafias comerciales.
Como dijimos antes, la metrópoli serrana agoniza. En algunos lugares, los desechos sólidos han formado montones inmensos, francamente “monumentales”, sólo identificables por la hedentina insoportable. ¿Y la salud pública qué?
Y en rincones más deprimidos de la capital, la impresión es de “bombardeo”, salvo la presencia testimonial de las tercas ratas y cucarachas y más allá, en el entorno, las fosas nasales frenéticas de los canes irredentos.
Unas palabras más sobre trasporte y particularmente sobre ciertos dirigentes de ese gremio merideño. El sistema público de movilización de pasajeros representado por Tromerca cubre ampliamente la principalísima ruta Mérida-Ejido, pero es claramente insuficiente, lo que valida claramente la participación privada.
El trasporte es el problema que luego de la guerra de hambre, ocasiona más contratiempos a la población. Sin duda, representa el principal desafío al salir de la casa, habida cuenta que aquí la topografía montañosa agrega dificultades.
El gobierno bolivariano ha venido prestando atención especial al sindicato de trasportistas, ofreciendo dotación periódica de insumos imprescindibles ya mencionados, aparte de piezas y repuestos a precios solidarios y preferenciales.
No obstante, el gobierno chavista tropíeza con dos obstáculos: la ineptitud de la alcaldía opositora, que no asume sus obligaciones legales en materia de servicios; y también, el saboteo de algunos directivos sindicales con planes cómplices. Es demasiado evidente que están en sintonía con la Misión norteamericana.
En el imaginario colectivo lo que está asentado firmemente es que algunos dirigentes laborales, en sintonía con los trasportistas propietarios más poderosos, revenden jugosamente las piezas recibidas e insisten en privar a los usuarios del servicio.
Y los afectados resaltan igualmente la presencia de numerosas unidades colectivas merideñas en las cercanías del Puerto de Santander (Colombia), a donde viajan muchas de ellas periódicamente con el propósito de comprar y vender.
O sea, no prestan el servicio, pero sí se suman a la gangrena fronteriza. La opinión dominante entre los sectores comunales organizados es que estas licencias de trasporte deben ser transferidas formalmente al Poder Popular (Comunas y Consejos Comunales).
En las reuniones merideñas de gobierno-alcaldía-trasportistas sobre tarifas, las que se discuten son las siguientes: el sindicato propone pasaje por puesto entre 15 y 18 mil bolívares; alcaldía, entre 12 y 15 mil; y organizaciones comunitarias, máximo de 5 mil y a condición de que dignifiquen el servicio (precios, reparación de unidades y buen trato).
Agreguemos de una vez que en grandes auto-mercados como es el caso de Garzón (cadena privada colombiana) y Bicentenario (cadena pública venezolana), siguen observándose grandes aglomeraciones de personas, a quienes llaman “bachacos”, un ejército de revendedores que multiplica impunemente la guerra económica.
El primero de estos dos establecimientos es el centro de la actividad especulativa capitalina. Los comerciantes usureros, acompañados por gente diversa, entre ellos ancianos y ancianas, se surten largamente con docenas de litros de aceite, kilos de harina y enlatados.
En este mismo sentido, es vox populi que algunos panaderos “bachaquean” la harina, mientras médicos y paramédicos, desvían medicamentos e insumos y ciertos empleados públicos trafican con detergentes y productos de limpieza.
Nuestra ciudad, esta Mérida Preciosa, una urbe tenida como de “clase media”, más por razones culturales que de estructura social, cruza por tiempos difíciles. La enervación de su vida diaria ha terminado haciéndose notoria.
Los antivalores de la codicia capitalista han brotado con mucha intensidad de la mano de cúpulas sociales y económicas conservadoras, principalmente ciertos grupos empresariales, académicos, mediáticos y de la jerarquía religiosa. Esta es la gente que impone ventajistamente la pauta cultural a la ciudad.
En Mérida, el canibalismo capitalista está devorando al socialismo naciente.
Y la verdad sea dicha, hay una guerra incipiente de “pueblo contra pueblo”.
Y digamos también que, como es frecuente en este tipo de refriegas colectivas, los personajes más denostados son los bodegueros y los choferes, algunos de ellos, extrañamente, muy empeñados en catalizar la rabia popular.
Por estos días, cuando el reelecto Presidente Nicolás Maduro, en un enésimo gesto a favor de la paz, pone en libertad a más de un centenar de políticos presos (no son “presos políticos”), el país espera con gran esperanza las medidas finales que alivien la crisis.
En aquella asamblea memorable el pueblo se desbordó, dijo con pasión lo que sentía, reiteró sus críticas y renovó sus compromisos. No se guardó nada. Tampoco la lealtad, un valor supremo de la identidad nacional que regresó con Chávez. Y estas fueron las propuestas constituyentes enarboladas con más emoción:
l.-Rebajar los Precios de Bienes Básicos y congelarlos a nivel de mayoristas, controlando estrictamente el efecto “cascada” hacia abajo.
2.-En lo inmediato, poner el trasporte civil y militar a la orden del pueblo.
3.-Luego, entregar en forma definitiva las licencias del trasporte colectivo al pueblo organizado (Poder Popular: Comunas y Consejos Comunales).
4.-Relanzar la Misión de Salud “Barrio Adentro”, librándola de los voraces laboratorios farmacéuticos transnacionales.
5.-Apelar a la “medicina alternativa”, apoyándonos en nuestra espiritualidad, la medicina tradicional o “natural” y la muy extendida homeopatía.
Vaya finalmente una estampa graciosa de esta cotidianidad esquizoide. Salgo temprano a la avenida principal. Me dirijo al programa radial “Agenda Universitaria”, que he conducido por doce años en la Cadena Mundial Los Andes 1040.
Todo es normal. Me recoge una vecina amiga. Me suelta un kilómetro más abajo, donde la releva un motorizado que trabaja en la calle con “lo que salga”, valiéndose de su brioso corcel de hierro. Me bajo por segunda vez.
Ubicado en la parada reglamentaria, observo que se acerca un camión-cava grande, tipo 750, blanco, con trompa descomunal. Se sube gente, corro hacia el rústico, me reciben varias manos y me encaramo en la plataforma.
Mi sorpresa es mayúscula. Gran algarabía. Una fiesta popular. No menos de 50 personas viajan dentro del vehículo. Adultos, hombres y mujeres; niños sentados en el piso; personas mayores y algún discapacitado con muletas. Hola profe, me saludan.
Qué experiencia más imborrable. Sube la doña con ayuda de los “anfitriones”. El muchacho le dice “Siga hasta el fondo señora, allá están las butacas”. La dama, que está encandilada, mira con insistencia hacia las sillas. Entonces, la carcajada la despierta.
Así somos. Pura emoción, puro humor y pura risa.
Esta es la “revolución bonita”, la del pueblo de Dios, de Bolívar y de Chávez.
La memoria, en su perenne comienzo, se encabrita y se subleva. Al mal tiempo buena cara, decían los abuelos imborrables. “Aquí nadie se cansa, aquí nadie se rinde, aquí nadie se quiebra”, resuena en la distancia la voz metálica del Comandante Eterno.
Venceremos.